Desde hace cierto tiempo vengo observando que todo
en esta vida tiene su encanto y, sin ir más lejos, nos debemos fijar
en las estaciones. Todo ocurre con alguna finalidad o sentido,
todo está puesto en un lugar por algo, ¿acaso el azar es verídico?
Pues sí, probablemente sí, pero no en la colocación del mundo.
Debemos aguzar los sentidos para darnos cuenta de esto, pues,
¿por qué ha ocurrido esto? Si esto no hubiese ocurrido tampoco
habría sucedido lo otro… y, efectivamente, así es.
Con las estaciones pasa algo parecido, la primavera, anunciadora
del verano, transmite a la gente una alegría indescriptible,
aunque también puede deprimir. En general, en estos meses vemos
a la gente sacando ya la ropa de verano, las chicas lucimos los
hombros… y esperamos q el sol acaricie nuestra piel para empezar
a coger el bronceado, los pájaros cantan alegres a la llegada de
Lorenzo, que durante unos cuatro meses no ha asomado si no es de
una manera muy débil y tristona. Los jóvenes salimos en las
últimas horas de la mañana a saludar la naturaleza que tanto
tiempo ha estado dormida, aunque al mismo tiempo, unos más que
otros, nos preocupemos de preparar bien los exámenes. La vida
sonríe al ver a aquellas amigas andando juntas a buscar un traje
para esa fiesta de fin de curso tan esperada o cuando puede oler
el polen que hace estornudar a aquel señor bien parecido que
camina en las cercanías de un parterre. En definitiva, el mundo
cuelga en el armario su traje gris y viste un “look” alocado y
desenfadado, lleno de colores y de formas incomprensibles para
la mayoría de la gente. Los árboles también abandonan su desnudez
para cubrirse de alocadas hojas que pasarán allí todo el verano
haciendo crecer hermosos frutos que, al caer poco después
demuestran la fugacidad de la vida, pero también su dulzura.
¿Puede alguien resistirse a los encantos de una redonda naranja
recién cortada? Y los campos deciden que están cansados de verse
tan sosos y sacan lo mejor de sí mismos para convertir sus ropas
lisas en una gran mezcla de flores coloreadas de vida y calor.
El agua mana alegre después de las últimas lluvias y si escuchamos
atentamente podemos oír que nos susurra grandes secretos, pero lo
triste es q cualquiera no puede desvelar sus húmedas palabras, sólo
la gente que conoce su lenguaje es capaz de entender al riachuelo
que pasa junto a un muro de piedras. Esa gente es la que llena de
vida el mundo.
Y tras la primavera llega el verano, tiempo de estudiantes.
Por fin Lorenzo se decide a brillar con todo su brío para los
veraneantes (o los no veraneantes) y ríe al tiempo que los
niños corretean nerviosamente en los parques luciendo sus
pantalones cortos. La humanidad se siente abochornada ante
el calor que desprende la vida del sol, que arropa nuestros
cuerpos con tal fuerza que los quema. Y vemos a la gente
dirigirse en dirección a las piscinas con sus mochilas y
sus trajes de baño mientras en las oficinas, los trabajadores
luchan por conseguir las fechas más convenientes para su
descanso laboral. Los estudiantes apilan los libros y apuntes
de todo un curso con la esperanza de no tener que verlos hasta
septiembre. Las playas quedan abarrotadas de gente y los
aeropuertos se colapsan hasta el punto de producirse retrasos
de varias horas o incluso días. Los campos siguen mostrando
su colorido estampado a la vez que una capa seca va haciendo
su aparición. Para algunos el tiempo libre les sirve para
desentenderse de los problemas y gastar lo ahorrado en la costa
de la Luz, otros simplemente acaban agotados de tanto tiempo
libre y se buscan tareas que hacer, así, estudian o se apuntan
a cursos veraniegos mientras que el sol sigue acariciando las
pieles hasta el punto de dañar las más sensibles, y vemos a las
madres con un bote de protección solar del 15: - Haz el favor
de venir aquí y echarte crema que te vas a quemar, y no te pongas
mucho al sol que produce cáncer…- y nosotros no queremos la
crema ni en pintura porque ya es bastante con tenértela que
echar antes de bajar a la playa como para que encima te anden
dando la lata con lo mismo durante el resto del día. Cierto
es, sin embargo, que el color rojizo de los mofletes o de la
nariz no queda muy estético, pero esa es la gracia de Lorenzo,
que con sus dedos de fuego nos mima sin darse cuenta de que en
realidad nos perjudica. Pero la magia de las vacaciones siempre
se acaba y a principios o mediados de septiembre tienes que estar
en tu ciudad haciéndote a la idea de que la playa se ha acabado,
de que no hay más sol ni más piscinas… y todo eso a la vez que
formalizas la matrícula del instituto o la universidad, compras
uniformes para el colegio o simplemente vuelves al trabajo. Tras
el enorme gasto que suponen unas vacaciones hay que hacerse a
la idea de que es momento de material escolar, cuadernos, libros,
colores, bolígrafos… y todo ello por el módico precio de unas
30000 por persona, sin contar por supuesto que hay que preparar
el ropero para la temporada de otoño.
Y sin hacerse esperar mucho, el otoño llega. Nos lo anuncian
en televisión tres chicas que lucen modelitos del Corte Inglés,
que, como el resto de las tiendas que nos venden la última moda,
siempre está atento a los cambios de estación para ponerse a tono
y colocar todas esas prendas que miramos y casi no podemos comprar
porque se nos va la paga del mes. Pero el otoño no llega de golpe.
Empieza a correr airecillo y vemos que la alegría y colorido de
las estaciones calurosas se han ido, la vida se viste de marrón,
el otoño es marrón ¿por qué? Pues no lo sé, pero lo es, o así lo
siento yo. Las verdes hojas que tan alegres habían vestido a
los árboles se tornan de este color y comienzan a caer en un
baile desenfrenado y, mientras esperas a una persona que se
retrasa diez minutos te das cuenta de que el otoño es mágico,
tú esperas, de cara al viento y todas las hojas van contra ti
pasando de largo… y huele a húmedo porque han caído las primeras
gotas. La gente camina encogida y sombría envueltos en una chaqueta
de entretiempo que han sacado del armario, pero el frío va siendo
intenso y la ropa de invierno se precipita ¿por qué se adelanta
el invierno? ¿Es tan grande su egoísmo que no puede esperar?
Todo el mundo está ya centrado en sus tareas y quizás pensando…“ojalá
fuese verano”. Pero no lo es y las primeras lágrimas del cielo
por la retirada del calor han hecho su aparición y es que el
cielo sólo está alegre cuando el sol le permite estar azul.
En los meses fríos llora y sopla para aplacar su dolor y su ira.
Sin embargo también hay días en que está feliz, son esos días en
que el cielo está de un gris luminoso que casi no podemos mirar
porque nos duele la vista y sentimos una gozo tan intenso que
queremos llorar y queremos reir. En el suelo, las hojas muertas
reposan quietas y resbaladizas por mezclarse con el agua y
nosotros debemos tener cuidado de evitar que nos jueguen una
mala pasada y acabemos con ellas en el suelo. También son
egoístas por lo que parece, como ellas se han caído quieren que
todo corra su misma suerte y en ocasiones lo consiguen y se
sonríen bailando en el suelo con ayuda del viento, que nos silba
en los oídos susurrando que el invierno está en camino… Entonces
comenzamos a ver los primeros abrigos, guantes y bufandas de la
temporada que nos dicen que el frío ha llegado por fin…
La aparición del invierno hace que de nuevo la vida se cambie y
abandone aquel traje marrón para coger el triste gris que se
refleja en la gente, en el cielo, en los árboles, ya sin hojas,
con sus brazos desnudos elevados al cielo implorando ser arropados.
La gente deambula por las calles, a veces sin rumbo fijo, o se
sienta a esperar que la lluvia caiga y tal vez un desesperado
poeta se asoma a los cristales de su casa buscando la inspiración
que le ha sido arrebatada y la encuentra en esas hojas que aún no
han sido recogidas, o en esa tristeza de la cúpula celeste o,
simplemente en la melancolía de los transeúntes, que caminan con
sus abrigos y sus guantes. Van quizás al cine a ver una de esas
películas sensibleras que tanto pegan con la desazón del invierno.
O tal vez a una cafetería donde han quedado con un amigo para
charlar sobre aquellos tiempos en que jugaban juntos al fútbol
en el patio del colegio. Pero todo esto de repente desaparece
en las fechas navideñas… que me gustan especialmente, pero que
no dejan de ser enormemente hipócritas. Y sin embargo es
maravilloso ver la felicidad de la gente que va de compras.
Pasar por el Corte Inglés y ver que han puesto Cortylandia
y todos esos arbolitos con sus adornos, y las alfombras rojas
que cubren su suelo. Las tiendas colocan sus luces y portalitos
en los escaparates en un intento de ver que el espíritu navideño
existe. La factura del teléfono sube con motivo de que tienes que
llamar a toda esa gente con la que intercambiar el número del
gran sorteo del día 22. Y la familia se reúne y todos son felices.
La gente sale a comprar todo tipo de cosas, desde ese libro que
hará feliz a tu hermana el día 6 hasta el vestido largo tan bonito
que te pondrás en Nochevieja y esta no es una Nochevieja cualquiera,
que cambiamos de siglo, a pesar de que haya gente que piense que
eso fue el año pasado. Sales de casa con 20000 pesetas y llegas
con un montón de paquetes y sin dinero y todo porque quieres que
tus seres queridos sean felices, que por algo es una fecha tan
importante. Sientes que tú eres feliz si la gente a la que quieres
también lo es y más aún si tú has colaborado a ello. Pero pasan
estas fechas y todo vuelve a la normalidad, la gente vuelve a
pasear sombría, los árboles siguen desnudos, pues les han sido
retirados los adornos, las clases comienzan de nuevo y el frío
sigue aquí.
Pero en dos meses y medio eso pasa y vuelve la
primavera con su color verde estampado y el ciclo se repite año
tras año y siempre igual y siempre el mismo, porque la gente no
tiene incentivos para cambiar la manera de hacer las cosas. Pero
si esto está pensado así… pues así será en la mayoría de la
gente… tal vez alguien quiera cambiarlo, no a nivel mundial ni
mucho menos, pero sí en el ámbito personal, eso siempre es
posible, cada uno maneja su vida… Todo ocurre por algo, como
decía al principio… pero no sé si es que el destino existe...
o es que la gente necesita que exista…, me creo más lo segundo,
la verdad…
Arancha a 3/12/00