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JULIA



Era viernes por la tarde y Julia revolvía impaciente su armario con

el fin de dar con la ropa adecuada. Julia, que siempre había sido

muy introvertida, pues era una chica muy tímida, había hablado

con Irene esa mañana. Irene era ese tipo de chica a la que todas

las demás querían parecerse. Era guapa y popular y allí donde iba

causaba sensación. Aquel día, Irene se había acercado a Julia y

le había dicho: - Oye, Julia, ¿y tú no sales los fines de semana?

- Julia había movido negativamente la cabeza y había añadido:

- yo no tengo amigos…- a lo que Irene respondió: - ¿sabes? Deberías

venir conmigo, tengo una pandilla de gente estupenda y lo pasarás

bien con nosotras, creo que un cambió no te vendrá mal -

¿¡Quién podía resistirse a una oferta como aquella!?

¡Irene, la chica más popular, quería que ella, una don nadie,

saliese con su grupo! Obviamente, los nervios de Julia tenían

justificación… Por fin encontró unos vaqueros negros y una camisa

blanca y, con su melena recogida en una coleta, se dirigió a casa

de Irene. La chica no estaba sola, dos muchachas atrevidamente

vestidas estaban con ella. Junto a Silvia y Alicia, Julia se sentía

rara. Las chicas pensaron que necesitaba un nuevo “look”, de modo

que le pusieron un vestido corto, le soltaron el pelo y la maquillaron.

Julia se sentía rara, pero atractiva y lo más importante, iba más

a tono con sus “nuevas amigas”.

Ali, Irene y Silvia se portaron muy bien con ella. Aquella

noche fueron a un bar en el que había mucha gente. Una vez allí

le presentaron a un chico del que Julia quedó prendada inmediatamente.

Fue una noche maravillosa y Julia comenzó a frecuentar el lugar,

donde compartía risas con las chicas más populares del instituto y

donde la esperaba aquel chico tan maravilloso cada fin de semana,

él cuidaba de ella y la hacía sentir la chica más maravillosa del

mundo. Cada noche, Julia y Sergio se iban a juntos, ella realmente

le quería. Julia comenzó a ser una chica popular.

Una noche en que Julia era más feliz que nunca, Silvia le

enseñó una pequeña píldora y la invitó a probarla. Julia sabía

perfectamente qué era aquello y lo miró de mala gana. Ali debió darse

cuenta y le dijo: - No seas niña, Julia, esto no es droga, es

libertad, es alegría…¡es éxtasis! …- Julia, ante la posible amenaza

no sólo de quedarse de nuevo sola, sino también de ser el hazmerreír

de aquella gente con la que se sentía tan bien, tomó la pastilla.

Por primera vez en mucho tiempo sintió su cuerpo vibrar, ¡estaba

más feliz que nunca! Aquel día marcó su vida, comenzó a ingerir

con frecuencia aquel “éxtasis” que la hacía sentir pletórica y que

la integraba cada vez más con sus amigos. Poco a poco fue probando

más sustancias que la mataban por dentro. En los últimos meses,

la imagen de Julia era muy desmejorada. Sus padres, que habían

advertido el cambio, algo que no era muy difícil dado el horrible

estado de la chica, pretendieron ponerla en tratamiento. En cuanto

Irene y las chicas se enteraron, corrieron a buscar a Julia y le

dijeron: - Pasa de todo Julia, vente con nosotras. - a lo que Julia

respondió: - mis padres dicen que necesito ayuda y que me pondré

bien, luego podré volver con vosotras- ellas la miraron con

desprecio y Ali añadió: ¿Crees que los matasanos van a ayudarte?,

Te has vuelto loca…¿acaso estás enferma? ¡No lo estás Julia! … y

Sergio te espera… - Julia volvió a decir: - cuando esté bien

volveré… -, entonces intervino Silvia: - Allá tú, pero tal

vez nosotras no queramos que vuelvas, eras una tía estupenda

pero si te quedas… -

Sin pensarlo más, las chicas se fueron, y Julia con ellas.

Aquella noche, Sergio se llevó a Julia a una calle solitaria y

le dijo:

Sergio: - Tengo que pedirte un favor, Julia, necesito

ayuda… Julia: - ¿Qué ocurre?

Sergio: - Me he metido en un lío y tengo que conseguir dinero como sea.

Julia: - ¡Pero sabes que yo no tengo…!

Sergio: - Tú eres dinero, Julia, sólo tienes que quedarte aquí…y esperar...

Julia sabía lo que Sergio pretendía que hiciese y rehusó,

después de una discusión, Julia le dijo a Sergio que no quería

seguir saliendo con él.

Pasados unos minutos, a la vuelta de la esquina, las chicas

oyeron un golpe seco y corrieron a ver qué ocurría. En el suelo

estaba el cuerpo demacrado de Julia y, a lo lejos, Sergio caminaba

tranquilamente con las manos en los bolsillos.

- De todos modos nunca fuiste de las nuestras - dijo Irene con desprecio.



Arancha, 2001