Delmira Agustini |
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Breve Biografía
Escritora uruguaya, nacida en el año 1886, que en su corta vida, tuvo una terrible peripecia sentimental, la cual la hizo llegar a su muerte en 1914, su matrimonio con Enrique Reyes, la separación, el divorcio y su asesinato hecho en manos de su antiguo marido, convertido en su amante, hicieron de "La Nena" (su apodo) una gran poetisa, en donde podemos encontrar obras como "El Libro Blanco", donde transcribió muchos de sus sentimientos hasta ahora contados, "Cantos de la Mañana" (1910) y los "Cálices Vacíos" (1913). |
Algunos de sus poemas:
Los Relicarios Dulces Intima Fue al pasar Ofrendando el libro Otra Estirpe Ceguera Inextinguibles Nocturno El Intruso Explosión Serpentina La Ruptura Visión El Cisne Plegaria El Arroyo Lo Inefable Los Relicarios Dulces Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía. Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería el abanico de oro de su risa se abría, o su llanto sangraba una corriente más; alma que yo ondulaba, tal una cabellera derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera, murió de una tristeza mía... Tan dúctil era, tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás... Intima Yo te diré los sueños de mi vida en lo más hondo de la noche azul... Mi alma desnuda temblará en tus manos, sobre tus hombros pesará mi cruz. Las cumbres de la vida son tan solas, ¡tan solas y tan frías! Yo encerré mis ansias en mi misma, y toda entera como una torre de marfil me alcé. Hoy abriré a tu alma el gran misterio; ella es capaz de penetrar en mí. En el silencio hay vértigos de abismos: yo vacilaba, me sostengo en ti. Muero de ensueños; beberé en tus fuentes puras y frescas la verdad; yo sé que está en el fondo magno de tu pecho el manantial que vencerá mi sed. Y sé que en nuestras vidas se produjo el milagro inefable del reflejo... En el silencio de la noche mi alma llega a la tuya como un gran espejo. ¡Imagina el amor que habré soñado en la tumba glacial de mi silencio! Más grande que la vida, más que el sueño, bajo el azur sin fin se sintió preso. Imagina mi amor, mi amor que quiere vida imposible, vida sobrehumana, tú sabes que si pesan, si consumen alma y sueños de olimpo en carne humana. Y cuando frente al alma que sentía poco el azur para bañar sus alas como un gran horizonte aurisolado o una playa de luz, se abrió tu alma: ¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante el imposible! ¡La ilusión vivida! Bendije a dios, al sol, la flor, el aire ¡la vida toda porque tu eras vida! Si con angustia yo compre esta dicha, ¡bendito el llanto que manchó mis ojos! ¡Todas las llagas del pasado ríen al sol naciente por sus labios rojos! ¡Ah! tú sabrás mi amor; mas vamos lejos, a través de la noche florecida; acá lo humano asusta, acá se oye, se ve, se siente sin cesar la vida. Vamos más lejos en la noche, vamos donde ni un eco repercuta en mí, como una flor nocturna allá en la sombra me abriré dulcemente para ti. Fue al pasar Yo creí que tus ojos anegaban el mundo... Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes que un corazón partido en dos trozos ardientes parecieron... Fluían de tu rostro profundo como dos manantiales graves y venenosos... fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas que no sé desde dónde me miraban, redondas y oscuras como mundos lontanos y medrosos. ¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías de tus ojeras donde reconocí mis rastros!... ¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo, y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo la medianoche húmeda de tu mirar sin astros! Ofrendando el libro a Eros Porque haces tu can de la leona más fuerte de la Vida, y la aprisiona la cadena de rosas de tu brazo. Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo esencial de los troncos discordantes del placer y el dolor, plantas gigantes. Porque emerge en tu mano bella y fuerte, como en broche de míticos diamantes el más embriagador lis de la Muerte. Porque sobre el espacio te diviso, puente de luz, perfume y melodía, comunicando infierno y paraíso -con alma fúlgida y carne sombría... Otra estirpe Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego... pido a tus manos todopoderosas ¡su cuerpo excelso derramado en fuego sobre mi cuerpo desmayado en rosas! La eléctrica corola que hoy despliego brinda el nectario de un jardín de Esposas; para sus buitres en mi carne entrego todo un enjambre de palomas rosas. Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles, mi gran tallo febril... Absintio, mieles, viérteme de sus venas, de su boca... ¡Así tendida, soy un surco ardiente donde puede nutrirse la simiente de otra estirpe sublimemente loca! Ceguera Me abismo en una rara ceguera luminosa, un astro, casi un alma, me ha velado la Vida. ¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa, o en su disco de luz he quedado prendida? No sé... Rara ceguera que me borras el mundo, estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo. ¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo! Inextinguibles... ¡Oh tú que duermes tan hondo que no despiertas! Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas, y por muertas y vivas eternamente abiertas, alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas bajo un trapo de sombra o una blonda de luna. Bebo en ellas la Calma como en una laguna. Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas un lecho o una tumba parece cada una. Nocturno Engarzado en la noche el lago de tu alma, diríase una tela de cristal y de calma tramada por las grandes arañas del desvelo. Nata de agua lustral en vaso de alabastros; espejo de pureza que abrillantas los astros y reflejas la cima de la Vida en un cielo... Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros, voy manchando los lagos y remontando el vuelo. El Intruso Amor, la noche estaba trágica y sollozante cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura ; luego, la puerta abierta sobre la sombra helante, tu sombra fue una mancha de amor y de blancura. Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante; bebieron en mi copa tus labios de frescura, y descansó en mi almohada tu cabeza fragante; me encantó tu descaro y adoré tu locura. Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas; Y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas, hoy llevo hasta en mi sombra tu olor a primavera; y tiemblo si tu mano toca la cerradura, ¡y bendigo la noche sollozante y oscura qué floreció en mi vida tu boca tempranera! Explosión Si la vida es amor, ¡bendita sea! ¡Quiero más vida para amar! Hoy siento que no valen mil años de la idea lo que un minuto azul del sentimiento. Mi corazón moría triste y lento... Hoy abre en luz como una flor febea; ¡La vida brota como un mar violento donde la mano del amor golpea! Hoy partió hacia la noche, triste, fría, rotas las alas mi melancolía; como un vieja mancha de dolor en la sombra lejana se deslíe... ¡Mi vida toda canta, besa, ríe! ¡Mi vida toda es una boca en flor! Serpentina ¡En mis sueños de amor, yo soy serpiente! liso y ondulo como una corriente; Dos píldoras de insomnio y de hipnotismo son mis ojos; la punta del encanto es mi lengua... ¡y atraigo como el llanto! Soy un pomo de abismo. Mi cuerpo es una cinta de delicias, Glisa y ondula como una caricia... ¡Y en mis sueños de odio, soy serpiente! Mi lengua es una venenosa fuente; Mi testa es la luz bélica diadema; haz de la muerte, en un fatal soslayo son mis pupilas; y mi cuerpo en gema ¡es la vaina del rayo! Si así sueño mi carne, así es mi mente: Un cuerpo largo, largo, de serpiente, Vibrando eterna, voluptuosamente. La Ruptura Érase una cadena fuerte como un destino, sacra como una vida, sensible como un alma; la corté con un lirio y sigo mi camino con la frialdad magnífica de la muerte...con calma Curiosidad mi espíritu se asoma a su laguna interior, y el cristal de las aguas dormidas, refleja un dios o un monstruo, enmascarado en una esfinge tenebrosa suspensa de otras vidas. Visión ¿Acaso fue en un marco de ilusión, en el profundo espejo del deseo, o fue divina y simplemente en vida que yo te vi velar mi sueño la otra noche? En mi alcoba agrandada de soledad y miedo, taciturno a mi lado apareciste como un hongo gigante, muerto y vivo, brotado en los rincones de las noches húmedos de silencio, y engrasados de sombra y soledad. Te inclinabas a mi supremamente, como a la copa de cristal de un lago sobre el mantel de fuego del desierto; te inclinabas a mi, como un enfermo de la vida a los opios infalibles y a las vendas de piedra de la muerte; Te inclinabas a mi como el creyente a la oblea de cielo de la hostia... -Gota de nieve con sabor de estrellas que alimenta los lirios de la carne, chispa de Dios que estrella los espíritus-. Te inclinabas a mi como el gran sauce de la melancolía a las hondas lagunas del silencio: te inclinabas a mi como la torre de mármol del Orgullo, minada por un monstruo de tristeza, a la hermana solemne de la sombra... Te inclinabas a mi como si fuera mi cuerpo la inicial de tu destino en la página oscura de mi lecho; te inclinabas a mi como al milagro de una ventana abierta al más allá. ¡Y te inclinabas más que todo eso! Y era mi mirada una culebra apuntada entre zarzas de pestañas, al cisne reverente de tu cuerpo. Y era mi deseo una culebra glisando entre los riscos de la sombra a la estatua de lirios de tu cuerpo! Tú te inclinabas más y más...y tanto, y tanto inclinaste, que mis flores eróticas son dobles, y mi estrella es más grande desde entonces. Toda tu vida se imprimió en mi vida... Yo esperaba suspensa, el aletazo del abrazo magnífico; un abrazo de cuatro brazos que la gloria viste de fiebre y de milagro, será un vuelo! Y pueden ser los hechizados brazos cuatro raíces de una raza nueva: Y esperaba suspensa el aletazo del abrazo magnífico... Y cuando, te abrí los ojos como un alma, y vi que te hacías atrás y te envolvías en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra! El Cisne Pupila azul de mi parque es el sensitivo espejo de un lago claro, muy claro!... tan claro que a veces creo que en su cristalina página se imprime mi pensamiento. Flor del aire, flor del agua, alma del lago es un cisne con dos pupilas humanas, grave y gentil como un príncipe; alas lirio, remos rosa, pico en fuego, cuello triste y orgulloso, y la blancura y la suavidad de un cisne... El ave cándida y grave tiene un maléfico encanto; -Clavel vestido de lirio, trasciende a llama y milagro-; Sus alas blancas me turban como dos cálidos brazos; ningunos labios ardieron como su pico en mis manos, ninguna testa ha caído tan lánguida en mi regazo; ninguna carne tan viva, ha padecido o gozado: viborean en sus venas filtros dos veces humanos! Del rubí de la lujuria su testa está coronada; y va arrastrando el deseo en una cauda rosada... Agua le doy en mis manos y él parece beber fuego; y yo parezco ofrecerle todo el vaso en mi cuerpo... Y vive tanto en mis sueños, y ahonda tanto en mi carne, que a veces pienso si el cisne con sus dos alas fugaces, sus raros ojos humanos y el rojo pico quemante, es sólo un cisne en mi lago o es en mi vida un amante... Al margen del lago claro yo le interrogo en silencio... y el silencio es una rosa sobre su pico de fuego... Pero en su carne me habla y yo en mi carne lo entiendo. -A veces ¡toda! soy alma; y a veces ¡toda! soy cuerpo-. Hunde el pico en mi regazo y se queda como muerto... Y en la cristalina página, en el sensitivo espejo del lago que algunas veces refleja mi pensamiento, el cisne asusta de rojo, y yo de blanca doy miedo! Plegaria -Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas? Se dirán crisálidas de piedra de yo no sé qué formidable raza en una eterna espera inenarrable. Los cráteres dormidos de sus bocas dan la ceniza negra del silencio, mana de las columnas de sus hombros la mortaja copiosa de la calma, y fluye de sus órbitas la noche: víctimas del futuro o del misterio, en capullos terribles y magníficos esperan a la vida o a la muerte. Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas?- Piedad para las vidas que no doran a vida sus bonanzas ni riegan o desgajan sus tormentas; piedad para los cuerpos revestidos del armiño solemne de la calma, y las frentes en luz que sobrellevan grandes lirios marmóreos de pureza, pesados y glaciales como témpanos; piedad para las manos enguantadas de hielo, que no arrancan los frutos deleitosos de la carne ni las flores fantásticas del alma; piedad para los ojos que aletean espirituales párpados: escamas de misterio, negros telones de visiones rosas... ¡Nunca ven nada por mirar tan lejos! Piedad para las pulcras cabelleras -místicas aureolas- peinadas como lagos que nunca airea el abanico negro, negro y enorme de la tempestad; piedad para los ínclitos espíritus tallados en diamante, altos, claros, extáticos pararrayos de cúpulas morales; piedad para los labios como engarces celestes donde fulge invisible la perla de la hostia; -labios que nunca fueron, que no apresaron nunca un vampiro de fuego con más sed y más hambre que un abismo.- Piedad para los sexos sacrosantos que acoraza de una hoja de viña astral de castidad; piedad para las plantas imantadas de eternidad que arrastran por el eterno azur las sandalias quemantes de sus llagas; piedad, piedad, piedad para todas las vidas que defiende de tus maravillosas intemperies el mirador enhiesto del orgullo: Apúntales tus soles o tus rayos! Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas?... El arroyo. ¿Te acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena... Fluía triste y triste como un llanto de ciego cuando en las piedras grises donde arraiga la pena como un inmenso lirio se levantó tu ruego. Mi corazón, la piedra más gris y más serena, despertó en la caricia de la corriente y luego sintió cómo la tarde, con manos de agarena, prendía sobre él una rosa de fuego. Y mientras la serpiente del arroyo blandía el veneno divino de la melancolía, tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza, la coroné de un beso fatal, en la corriente vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza. Lo Inefable Yo muero extrañamente... No me mata la Vida, no me mata la Muerte, no me mata el Amor; muero de un pensamiento mudo como una herida. ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor? ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida que os abrasaba enteros y no daba fulgor...? ¡Cumbre de los Martirios...! ¡Llevar eternamente, desgarradora y árida, la trágica simiente clavada en las entrañas como un diente feroz...! Pero arrancarla un día en una flor que abriera milagrosa, inviolable... ¡Ah, más grande no fuera tener entre las manos la cabeza de Dios! |