Paul Géraldy |
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Datos del autor
Poeta francés. Nació en 1885. Murió en 1954. Sus obras se caracterizan por un singular romanticismo lleno de simplicidad y pasión. |
Algunos de sus mejores poemas:
Despedida Pantalla Confesion Ternura Dualismo Estereoscopio Post-Scriptum Post-Scriptum 2 Final Pantalla Confesion ¿Intentas otra vez reñir? Su carta Distancia Serenidad DESPEDIDA Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada? Bueno, vete... Podemos despedirnos. ¿Ya no tenemos nada qué decirnos? Te dejo, pues irte... Aunque no, espera, espera todavía que pare de llover... Espera un rato y sobre todo, ve bien abrigada, pues ya sabes el frío que hace allí afuera. Un abrigo de invierno es lo que habría que ponerte... ¿De modo que te he devuelto todo? ¿No tengo tuyo nada? ¿Has tomado tus cartas, tu retrato? Y bien, mírame ahora, amiga mía; pues que en fin, ya va uno a despedirse. ¡Vaya! No hay que afligirse; ¡vamos!, ¡no hay que llorar, qué tontería! ¡Y qué esfuerzo tan grande necesitan hacer nuestras cabezas, para poder imaginar y vernos otra vez los amantes aquellos tan rendidos y tan tiernos que habíamos sido antes! Nos habíamos las vidas entregado para siempre, uno al otro, eternamente, y he aquí que ahora nos las devolvemos, y tú vas a dejarme y yo voy a dejarte, y pronto partiremos cada quien con su nombre, por su lado... Recomenzar... vagar... vivir en otra parte... Por supuesto, al principio sufriremos. Pero luego vendrá piadoso olvido, único amigo fiel que nos perdona; y habrá otra vez en que tú y yo tornaremos a ser como hemos sido, entre todas las otras, dos personas. Así es que vas a entrar a mi pasado. Y he de verte en la calle desde lejos, sin cruzar, para hablarte, a la otra acera, y nos alejaremos distraídos y pasarás ligera con trajes para mí desconocidos. Y estaremos sin vernos largos meses, y olvidaré el sabor de tus caricias, y mis amigos te darán noticias de "aquel amigo tuyo". Y yo a mi vez, con ansia reprimida por el mal fingido orgullo, preguntaré por la que fue mi estrella y al referirme a ti, que eres mi vida, a ti, que eras mi fuerza y mi dulzura, diré: ¿cómo va aquella? Nuestro gran corazón, ¡qué pequeño era! Nuestros muchos propósitos, ¡qué pocos!; y sin embargo, estábamos tan locos al principio, en aquella primavera. ¡Te acuerdas? ¡La apoteosis! ¡El encanto! ¡Nos amábamos tanto! ¿Y esto era aquel amor? ¡Quién lo creyera! De modo que nosotros -aún nosotros-, cuando de amor hablamos ¿somos como los otros? He aquí el valor que damos a la frase de amor que nos conmueve. ¡Qué desgracia, Dios mío que seamos lo mismo que son todos! ¡Cómo llueve! Tú no puedes salir así lloviendo. ¡Vamos!, quédate, mira, te lo ruego, ya trataremos de entendernos luego. Haremos nuevos planes, y aun cuando el corazón haya cambiado, quizá revivirá el amor pasado al encanto de viejos ademanes. Haremos lo posible; se portará uno bien. Tú, serás buena, Y luego... es increíble, tiene uno sus costumbres; la cadena llega a veces a ser necesidad. Siéntate aquí, bien mío: recordarás junto de mí tu hastío, y yo cerca de ti mi soledad. PANTALLA Me preguntas ahora por qué estoy tan callado? Porque llegó el momento, el gran momento, la hora de los ojos y las dulces sonrisas... ¡La noche....y esta noche cuánto amor por ti siento! Contra tu pecho apriétame. Necesito caricias. Si tú supieras todo lo que en mí está subiendo de deseo, de orgullo, de ambición, de ternura y de bondad. Más oye: tú no puedes saberlo. Bájate la pantalla, mejor así estaremos. En la sombra en donde los corazones hablan; cuando en torno las cosas se empiezan a ver menos; te amo mucho esta noche para hablarte de amor. Apriétame a tu pecho... Sobre tu pecho estoy. ¡Cuánta dulzura mi amor halla! Y para acariciarte, cómo ansío que llegue el turno mío.... Baja más la pantalla... Pero no hablemos más. Tengamos juicio, estemos quietos. Dicha no hay ninguna, en este instante de pasión ferviente, como sentir tu piel cerca a mi frente.... Pero, ¿qué es eso? ¿Quién nos importuna? ¡El café! Ponlo allá. Cierra la puerta. ¿De qué te estaba hablando? ¿Tomamos el café? ¿Después...? ¿Ahora? ¡Ah! Te gusta caliente; lo estaba yo olvidando. ¿Quieres que te sirva yo mismo? ¿Eso prefieres? Está fuerte. ¿Azúcar? ¿Un terrón no más quieres? ¿Quieres que lo pruebe? ¿Será un terrón bastante? Esta es la taza tuya. Toma el café al instante, que se te enfría. Y calla y nada más hablemos. Pero, ¡qué oscuridad! Si nada vemos... Alza un poco, amor mío, la pantalla. CONFESIÓN Sé que soy irritable, celoso, imperativo, infeliz, exigente, que razones no escucho; que siempre estoy buscándote querellas sin motivo; ¡y crees que no te quiero..y es que te quiero mucho! Te busco, te regaño, y hago tu vida triste... Serías más dichosa, por todos consentida, si para mí no fueras cuanto en el mundo existe, y si este amor no fuera todo el bien de mi vida. ¡Si tú me amaras, y si yo te amara, cuánto te amaría! TERNURA ¿Me amas? ¿Qué estás haciendo? Ni una palabra dices. Aproxímate a mí. Deja por un momento lo que te ocupa ahora. Ven a sentarte aquí. Tendré mucho cuidado. Trataré que tu falda no se vaya a arrugar. Quitemos los cojines, si acaso te incomodan, y vente aquí a sentar. Picaroncita. Dame las manos. Que tus ojos se fijen bien en mí. ¡Si a comprender llegaras cuánto es lo que te quiero!... Mírame más... Así... Debes ver en mis ojos que te entregué a ti sola entero el corazón. ¿No lo estás comprendiendo? Tan grande es esta noche, ¡tan grande es mi pasión! Pero no lo comprendes, no puedes comprenderlo... ¿Cómo que dices " sí"? ¡Qué corazón tan bueno! ¡Qué amable! Y qué ternura siento ahora por ti. Sólo es para que puedas ahora darte cuenta... Pero ¿oyéndome estás? Sólo es para que sepas... En fin... De que te quiero bien te convencerás. Vuelve hacia mí los ojos. Mírame enternecida porque llorando estoy. Nada como tus ojos y tu frente... ¡Qué dicha, pues de ellos dueño soy! Inclina la cabeza del lado de la lámpara... así te quiero ver. ¡Y déjame las manos, como si banda fueran, en tu frente poner! Gran ternura condensan tus ojos y tu frente en mi triste vivir. ¿Dices que es cierto... es cierto? Te adoro, y bien quisiera hoy hacerte sufrir. DUALISMO Explícame por qué dices "mis rosas", y "mi piano", y por qué frecuentemente "tus libros" y "tu perro", indiferente; y di, por qué con aire placentero me dices: "Unas cosas voy ahora a comprar con mi dinero". Lo mío es siempre tuyo, eso es sabido. ¿Por qué dices palabras que entre los dos han sido y serán siempre odiosas? "Mío y tuyo"... ¡Qué extrañas tonterías! Si me amaras, "los libros" tú dirías, y "el perro", y "nuestras rosas". ESTEREOSCOPIO No quiero verlos, oye. Llévate esos clisés que copian, según dices, nuestra vida y su historia. Mis recuerdos más bellos están en mi memoria. como evocarlos quieres, tanto tiempo después, habrás de evaporarlos... llévate esos clisés, donde todo se achica, se esfuma, y el pasado si surge, es despojado de su color y música, de su encanto y su aroma, mientras que impertinente detalle vida toma con visible importancia de relieve cruel. Mi memoria es más fiel aunque a veces olvida. Tal vez ha confundido las líneas, o un contorno no está bien definido; pero siempre el recuerdo, que a veces trae llanto, le ha dado a mi memoria como imborrable encanto; conserva mis placeres, cuanto ha sido mi anhelo, y al menor llamamiento, con toda su dulzura, ante los ojos míos los tiende, con la altura de su radiante cielo. Y las horas felices que revivir ansío me las da, si lo quiero, pues todo lo ha guardado: el acre olor del bosque, de aquel bosque sombrío de pinos en la playa, que nos dejó embriagado el corazón; el viento que se llevó en la duna nuestros besos, al claro de la naciente luna; la aldeita, el estrecho recodo del camino en donde disputamos al fulgor vespertino; nuestro largo regreso; y cómo yo con modos fingidos o reales te regañaba, el tiempo que empleaste ex-profeso comprando bagatelas y tarjetas postales; después perdón y llanto, la entrada en la capilla con aroma de incienso; nuestra casa sencilla; en tardes de verano, bajo cielo violeta, nuestros largos paseos en veloz bicicleta; nuestros cantos y gritos, nuestras horas sombrías; y por el campo, aquellas alegres correrías... Todo eso es mi memoria, con imborrable acopio de recuerdos, me vuelve, recuerdos de otros días... ¿No piensas que ella vale más que tu estereoscopio? ¿No piensas que lo tuyo semeja cosa trunca, esos blancos y negros, conjunto deslustrado de ataúdes en donde vivo quedó el pasado, y de donde a la vida no ha de salir ya nunca? Habrás de mostrar esos sarcófagos sombríos en donde nuestros días se encuentran prisioneros, y dirán tus amigos con rostros placenteros: "¡Qué grande vuestra playa, qué campos y qué ríos, y qué árboles teníais! ¿Solos en esta aldea vivísteis?" Para luego reír a costa mía de mi torpe apostura. ¡Que eso tu encanto sea! Tú, diviértete, y hazlos que vivan nuestro viaje; mas todos esos sitios y muros y paisaje que tan feliz me hicieron y que guardo en la mente, cuadros en donde surges con aire diferente, siempre aire placentero, guárdalos sin mostrármelos, porque verlos no quiero. De otras bellas imágenes mi mente está repleta, y me interesan más... Tus clisés no me importan. El recuerdo es poeta, pero ¡por Dios! no lo hagas historiador jamás. POST – SCRIPTUM Me escribiste ayer tarde dos hojas solamente. ¿Estarás tan contenta que me olvidas así? Sin duda te fatigas y ves a mucha gente; repósate. Y escríbeme. Y piensa siempre en mí. Y tu vestido nuevo no te lo pongas tanto; qué bien te va. Celoso no soy, y nunca fui. Puede el aire dañártelo. ¿Para qué nuevo encanto a tu belleza? Guárdalo para ti y para mí. POST - SCRIPTUM 2 He bebido tu carta con febril impaciencia. Y tú, cuando estas líneas recibas, estarás en un grupo dichoso. Y entre la concurrencia, "Léela pronto", un amigo junto a ti te dirá. Y en tanto, abanicándote con mi carta cerrada, y viendo el sobre apenas, distraída tal vez, dirás, no interrumpiendo tu charla comenzada: "No es nada, sí... no es nada. La leeré después". FINAL Adiós, pues. ¿Nada olvidas? Está bien. Puedes irte. Ya nada más debemos decirnos... ¿Para qué? Te dejo. Partir puedes. Pero aguarda un momento... está lloviendo. Espera que deje de llover. Abrígate. Está haciendo mucho frío en la calle. Ponte capa de invierno. Y abrígate muy bien. ¿Todo te lo he devuelto? ¿Nada tuyo me queda? ¿Tu retrato te llevas y tus cartas también? Por última vez mírame. Vamos a separarnos. Óyeme. No lloremos, pues necedad sería... ¡Y qué esfuerzo debemos los dos hacer ahora para ser lo que fuimos... lo que fuimos un día! Se habían nuestras almas tan bien compenetrado, y hoy de nuevo su vida cada cual ha tomado. Con un distinto nombre por senda aparte iremos, a errar, a vivir solos... Sin duda sufriremos. Sufriremos un tiempo. Después vendrá el olvido, lo solo que perdona. Tú, de mí desunida, serás lo que antes fuiste. Yo, lo que antes he sido... Dos distintas personas seremos en la vida. Vas a entrar desde ahora por siempre en mi pasado; tal vez nos encontremos en la calle algún día. Te veré desde lejos con aire descuidado, y llevarás un traje que no te conocía. Después pasarán meses sin que te vea. En tanto, habrán de hablarte amigos de mí. Yo bien lo sé; y cuando en mi presencia te recuerden, encanto que fuiste de mi vida, «¿Cómo está?» les diré. Y qué grandes creímos nuestros dos corazones, ¡y qué pequeños! ¡Cómo nos quisimos tú y yo! ¿Recuerdas otros días? ¡Qué gratas ilusiones! Y mira en lo que ahora nuestra pasión quedó. Y nosotros, lo mismo que los demás mortales, en promesas ardientes de eterno amor creyendo. ¡Verdad que humilla! ¿Todos somos acaso iguales? ¿Somos como los otros? Mira, sigue lloviendo. Quédate. ¡Ven! No escampa. Y en la calle hace frío. Quizá nos entendamos. Yo no sé de qué modo. Aunque han cambiado tanto tu corazón y el mío, tal vez al fin digamos: «¡No está perdido todo!» Hagamos lo posible. Que acabe este desvío. Vencer nuestras costumbres es inútil. ¿Verdad? ¡Ven, siéntate! A mi lado recobrarás tu hastío, y volverá a tu lado mi triste soledad. ¿INTENTAS OTRA VEZ REÑIR? ¿Intentas otra vez reñir? Ya escucho llanto y explicaciones. Sí mucho amamos, regañamos mucho, y así termina todo en discusiones. Por esta sola vez quiero que calles, mientras, yo con cariño, sin recordar disputas y detalles desato tu corpiño... Lo que intentas decirme de antemano te digo que lo sé; explicarte, reñir, hablar en vano, y todo ... ¿para qué? Cuando luego el vestido desabroche, te sentirás mejor sin ese velo... ¡Además, sin recelos, mucho más te querré toda la noche! No hagas mohines. Mírame sin celos, y desde ahora, estrechamente unidos amémonos de veras poniendo en ello todos los sentidos. Ven hacia mí, que haré lo que tú quieras. Bien sabes que nos unen fuertes lazos que el juramento anuda. Apura, ¡vamos!, échate en mis brazos así... ¡toda desnuda! SU CARTA Ella me escribe: "Un día como tantos, perdido. ¿Sabes? La primavera muy hermosa ha venido; mas durante tu ausencia, siempre en cosas chiquitas se va el tiempo; en las tiendas y en algunas visitas. Hoy, temprano, a la casa llegué, pues recibí. ¡Qué cansancio! La vida muy horrible es sin ti. Triste, en este momento, de la alcoba, y aprisa, me vine junto al fuego, descalza y en camisa. En el tardío instante, desde el alba esperado, en que puedo, de lejos, fundirme en ti, mi amado. Todo tu amor me envuelve -porque sé que me amas- y más calor me infunde que el calor de las llamas. Imaginar no puedes cuánta tristeza siento. -Contra los vidrios ¿ no oyes allá gemir el viento?- Por el salón anduve. Sintiéndome cansada, a la alcoba me vine y arreglé la almohada; me quité la camisa, que doblé con esmero; después, collar y anillos puse en el joyelero con todas las pulseras; y en la mesita, al lado, junto al retrato tuyo, por mí siempre besado, dejé el corsé... sonrío en tantas noches en que febril, inquieto, sufrías con los broches; y recuerdo tu cólera, que olvidar nunca puedo, cuando al soltar un broche te lastimaste un dedo. Libre ya de apreturas, ¡qué alivio el que hubo en mí! mi desnudez, entonces, blanca y nerviosa vi copiada en el espejo del armario. Y sintiendo horror por este cuerpo que creo inútil, tiendo con la mente los brazos a ti, mi asilo amado; y ¿para qué negártelo?, lo confieso: he llorado. ¡Sí! Sobre las rodillas estas líneas te escribo. En la mesa de laca que en el rincón percibo, tus guantes, y tus libros están, y todos ellos me recuerdan ahora muchos instantes bellos y otros tristes: ¿te acuerdas? porque de vez en cuando hemos ambos reñido... Tú sin razón... Regando la bujía luz pálida, bajo pantalla lila, va extendiendo en las sábanas una sombra tranquila. -¡Cómo contra los vidrios está soplando el viento!- ¡Si junto a mí estuvieras, aspirando mi aliento, para que me miraras feliz, inanimada, y sollozar me hicieras al verme por ti amada!... ¡Porque hace mucho tiempo para ti sólo vivo! ¿Sabes? Ya casi, casi no veo lo que escribo, Adiós, pues; duerme mucho. Me acuesto de amor loca. ¡Ah! recibe mil besos, más de mil en la boca." DISTANCIA Turbome como a un niño tu cita telefónica. Una hora antes dije que nadie me entraría al cuarto, donde todas las luces extinguía para esperarte a oscuras. Zumbábanme las sienes. Dudaba si en la sombra cargada de promesas fragantes de tu voz quizás no sentiría el soplo de tu aliento... De pronto el llamamiento. Yo creo que mi pulso se detuvo un momento. Hablaste. Yo te oía. Las voces que dijiste venían de otro mundo. De un sólo único impulso tu pobre voz debía saltar colinas, llanos ciudades, campos, selvas, correr por las riberas de ríos y a lo largo de rutas y de sendas. Por eso me llegaba tu voz disminuida, tan tenue y tan cambiada que quien me conversaba aquí en el aposento ya no era tu persona, más bien era una sombra, fantasma de tu voz. Díjeme antes, amada, que yo te sentiría en mí como inclinada sobre mi boca ardiente y que si no presente al menos te hallaría mil veces acercada. Así no fue; al contrario, se me hizo ese instante más largo. La distancia crecía inmensamente. Y luego, de repente, surgiste al fin de ese hilo engañador, más lejos, horriblemente lejos, y me encontré delante del aparato, triste, más lúgubre e intranquilo, más solitario que antes. SERENIDAD ¿Qué fue lo que dijiste cuando adiós me dijiste? ¿Que ya no nos amábamos?...Pero, sí, nos amamos. ¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido desde que en nuestra vida los dos nos encontramos? Y sé perfectamente que bien me has comprendido. Sé más franca. Las cosas siempre están complicando, y por ese motivo nos vemos disputando; di, pues, que en nuestra época siempre es afectación, y que siempre resulta ridículo y vulgar, cuando de amantes finos muchos la quieren dar, escribir con mayúsculas Amor y corazón; palabras que de nada nos sirven empleamos y que son fastidiosas, y, además, peligrosas, e importancia con ellas en la vida nos damos. Mi corazón, repiten. Tu corazón también, y nuestros corazones. Es costumbre corriente. Y podría jurarte que de todo eso, bien prescindir se podría, sin gran inconveniente, y arreglarse al momento las cosas fácilmente. ¿Nuestros dos corazones? Hay tan sólo "tú y yo", "tú y yo" no más: de raro no hemos tenido nada, pero con las palabras siempre nos embriagamos, y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos de que lo real no llega nunca a la altura soñada. Te suplico, es prudente, que los dos prescindamos de hablar de Corazones, y que tú y yo seamos lo que nosotros somos. Cuando los dos nos vemos no nos turbamos mucho, pues bien nos conocemos; ya todo no es como antes, en días de ventura; cuando nos encontramos, no veo en ti locura; me pasa a mí lo mismo...lo mismo. ¡Bien! ¿Y qué? Es esto que aquí ocurre, tragedia no se ve. ¿Nos sentimos calmados?... Esto es muy natural, es la costumbre. Estamos ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal; y cuando ambos creemos que ya no nos amamos, cada uno se fastidia si el otro se halla ausente. No hallamos gusto en nada. Todo es triste en redor. Nos vemos desdichados, con aire displicente. Pero ¿un bien no es esto ya? Pues bueno: así es mejor. |