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QUINIELA

Fernando salió de su empleo. El día estaba caluroso. Hizo señas al ómnibus en la parada.

Pensaba… ¿qué día será hoy?… Cierto, jueves 13, mañana debemos ir con Lucía al cumpleaños de su hermana, sin regalo, porque no tenemos plata y lo que importa es recordar el onomástico.

Subió al ómnibus y encontró con satisfacción un asiento disponible. Desplayó su cuerpo cansado del trabajo, y recién se dio cuenta de que lo había despachado una mujer guarda. Lo consideró original, hay pocas mujeres guardas, y miró el número del boleto: las tres últimas cifras, 525. Pensó jugarle a la quiniela.

Se adormeció un poco hasta que una señora tropezó con su pie que asomaba en el pasillo. Estaba aproximándose a su parada. Se levantó rápidamente.

El quiosco de su barrio tenía el número de calle 525, bien grande. Entró y le preguntó a la joven que atendía si todavía estaba a tiempo de jugar.

-Claro- respondió ella- son las dos, tiene tiempo hasta las tres.

Y con su lapicera esperó frente a la libreta de jugadas.

-Bien- dijo Fernando- ponga quinientos veinticinco a la cabeza, cuarenta pesos, y a los cinco, cuarenta pesos.

Iban dos gemelas al liceo con uniforme azul y decían:

-Apurate, que hay poco tiempo, juguemos al quinientos veinticinco como dijo mamá, a la cabeza quince pesos y quince pesos a los cinco.

¿Y esto qué es? -se preguntó Fernando- ¿todos me están copiando la jugada? ¡Bah, simple casualidad!

Al otro día Fernando quedó preocupado por la forma en que lo trató el jefe por tener trabajo atrasado. Llevaba apretada bajo el brazo la carpeta con los documentos que debía entregar al abogado de la empresa. Pasó un muchacho corriendo, gritando "¡Taxi, taxi!" y lo llevó por delante, haciéndole caer la carpeta y desparramar todos los documentos. Un poco más allá de estos, vio un número de lotería. Bah, atrasado- se dijo y acomodó de nuevo la carpeta con fastidio.

Llegó a su casa. Su mujer enojada porque su hermana no iba a estar hasta las nueve de la noche.
-Pero qué pasa, Lucía, siempre encontrás algo para enfadarte. Vamos a ver qué número salió a la quiniela.

Encendieron el informativo: 444 a la cabeza, luego 309, 707, 666, 399.

-Maldición- dijo Fernando- no salió nada, claro, yo como siempre…

A la mañana siguiente subió al ómnibus. Estaba la misma mujer guarda. Se sentó y al meter el boleto en el bolsillo de la campera, encontró un papelito rectangular. Lo sacó y vio que era el número de lotería. 14.444. Igual al número del boleto. El ómnibus estaba parado frente al quiosco, donde en la pizarra se leía claramente: SORTEO DEL 14 DE MARZO- LA GRANDE- 14.444.

Fernando miró la fecha en el billete: 14 de marzo de 2003.