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ELLA ESPERA

Mi "gancho" Arriagada, no creía en nada. En su mente no existía el menor hálito de superstición, y se burlaba de las creencias de los viejos mineros. Desde que lo conocí, jamás se sintió interesado en escuchar las historias fantásticas que se contaban al momento de "choquear", o cuando en el descanso los compañeros compartían el humeante "tacho" de café, en el lúgubre socavón de la galería del nivel 4 de la mina. Siempre se reía por lo bajo, mientras daba una chupada al cigarrillo; que adquiría un leve sabor dulce bajo la Sub-terra. Pero, esa última noche del mes de octubre, cuando la temperatura era progresivamente agradable y los mineros descansaban de su agotadora labor. Él dejó de reír y guardó silencio...

 

El viejo Salazar, un longevo minero, considerado por los demás como una especie de maestro de ceremonias. Empezó a contar su historia alrededor de los rostros interesados de los "cacheros", que siempre estaban dispuestos a oír un buen cuento; sin importar si éste era cierto:

-Esta noche es víspera del día de los muertos, y después de la medianoche, "el arte" cabalgará por el viento, y traerá viejas memorias sepultadas de alguien que se ha perdido para siempre entre este mundo y el otro. No les voy a contar la típica historia de la aparición de "La Lola", aunque precisamente es Ella, la que ronda por las galerías en esta noche, amparada por la oscuridad, y sedienta de enviar al incrédulo a navegar por el mar de la locura. Todos cuentan que Ella era una mujer de la vida, y que entró al mineral a escondidas, oculta de los serenos. Yo no lo creo, y les aseguró que ella estaba aquí, antes que los indios; mucho antes de que se descubriera la veta principal de Brecha Braden. Incluso, me atrevo a decir que Ella es tan antigua como esta cordillera. Ustedes saben que no todos en este mundo creen en nuestro señor Jesucristo, y por lo tanto no todos adoran a los mismos dioses...

La mujer que aparece en estas galerías es un alma maldita, y su imagen no se parece en nada, con aquella noble muchacha de la noche, perecida en el interior; después de una explosión.

Arriagada sabe muy bien a que me refiero... ¿No es cierto, compañero?

El minero bajó la vista hacia el suelo y se quedó callado. Encendió un cigarrillo y temblando nervioso, miró al viejo como reprochándole algo.

-¿Por qué no le cuentas a los "ganchos" con quién te encontraste en el socavón de los caídos la otra noche?- El viejo volvió a insistir.

-Cállate, viejo intrigante- replicó Arriagada, tú no sabes nada.

Nosotros guardamos silencio y nos quedamos meditando. Esa noche Arriagada estaba visiblemente alterado, él y el viejo Salazar sabían algo, o habían contemplado cierto fenómeno extraño, que explicaría el radical cambio de mi amigo. Lo cierto es que esa noche, en la víspera del día de los muertos, algo se ocultaba en las tinieblas. Una especie de terror premonitorio nos invadió a todos.

Al término de la jornada, mientras bajábamos a Campamento Coya, en el tren. Arriagada se sentó a mi lado y guardó un intrigante silencio; una media hora transcurrió, y al fin el hombre se quebró en un prolongado llanto, y me miró con una profunda expresión de terror, al momento en que su resquebrajada y sofocada voz servía como instrumento a una delirante confusión:

-Tengo miedo, Valderrama. El viejo Salazar tenía razón. Anoche me encontré con alguien, y lo más horrible, es que no puedo dejar de pensar en Ella. Fue algo mágico, sabes. Era la criatura más hermosa que he contemplado... Tú sabes que nunca he amado a ninguna mujer como para perder la cabeza. Pero a Ella la amo, y no podré estar nunca más a su lado. Ella me ha hechizado de un modo extraño. La besé, Valderrama, y sus labios eran fríos y a la vez tan delicados, que infectaron pensamientos extraños en mi corazón. Le pregunté su nombre; y ella me respondió: Lola. No sé como llegó ahí, y no espero que alguien pueda explicarlo. Lo cierto es que Ella me prometió que no me olvidaría, pero antes debía hacer algo... Y eso es lo más horrible. Me temo que no podré negarme a ejecutar el mandato de mi amada.

-¿Estas loco, Arriagada? ¿Te das cuenta lo que has dicho? Ella no es una mujer, es el mismo demonio. ¿Cómo te explicas que Ella apareciera ante ti, y que solo tú la hayas contemplado?

 

-Ella me eligió a mí, y además el viejo Salazar también me vio.

En ese momento me levanté del asiento que compartía con mi compañero, y me disponía a hablar con Salazar. Cuando de pronto: una confusión en el vagón del tren termino con mis deseos.

-¡Un médico! Gritó un hombre, sentado algunos asientos atrás.

No hubo respuesta, todos nos quedamos fríos. Era la muerte la que cobraba una nueva víctima. Salazar estaba rígido al llegar al Campamento Coya, y todos los esfuerzos de los enfermeros fueron inútiles. El viejo maestro de ceremonias, se encontraba muerto. Sus ojos completamente abiertos exhibían con horror, lo que en su último momento había contemplado.

Miré a "Mi gancho" Arriagada y mi corazón se congeló: En su rostro antes amable y sincero, se dibujaba una especie de cruel satisfacción.

¿Fue mi imaginación, o realmente mi amigo sentía absoluto placer por la muerte de ese pobre viejo?

En la tarde siguiente, se nos informó, que a los compañeros del difunto que desearan asistir a la ceremonia fúnebre, se les disculparía de sus obligaciones. De modo que en la tarde, todos nos encontrábamos otorgando una sincera despedida al sabio maestro de ceremonias. Nunca más escucharíamos sus cuentos, y cada vez que camináramos solos por la oscuridad de las galerías de piedra, pensaríamos en él; y en cuanto nos enseñó a respetar las creencias de los mineros más viejos. No vi a Arriagada en la ceremonia, y aquello no me extrañó. En el fondo de mi corazón, sabía que mi "gancho" no era el mismo, y que quizá nunca lo volvería a ser. La ceremonia fue sencilla y conmovedora, el difunto fue alabado por todos los que le habían conocido, y sus familiares hablaron de él, como un excelente y digno padre, esposo, y abuelo.

Después de la misa en El Carmen, me reuní con el habitual grupo de camaradas del viejo, y decidimos reunirnos en La Ciudad Perdida, para embriagarnos a su memoria. Todos estaban nerviosos, más de alguno se sintió sorprendido por la última narración del viejo, y sus palabras regresaban desde el sepulcro, para crear un estado de confusión e inseguridad que quedaría por siempre estampado en nuestros corazones: "Ella es tan antigua como esta cordillera".

Después de toda una noche de memorias y vino barato, abandonamos "la picada" y nos despedimos dispuestos a marcharnos a nuestros hogares. Llegué a mi casa cerca del amanecer, y a pesar del exquisito sopor que me provocó el alcohol, no pude conciliar el sueño. Intenté pensar en algo agradable, pero lo único que llegaba a mi mente, era la terrible expresión de Arriagada.

Cuando me convencí de que sería imposible conciliar el sueño, escuché unos golpes desenfrenados en la puerta de mi casa, y al abrir, me encontré con el cuerpo caído de mi "gancho", quién sollozaba y se abandonaba a las terribles cuchilladas de la culpa en el alma.

Lo cargué y lo recosté en un viejo sillón en la sala del comedor. El hombre temblaba y miraba extraviado al vació, mientras repetía una y otra vez: - "Yo maté al viejo".

Sentí pena por él. Parecía que un sentimiento de culpa comenzaba a devorarlo por dentro. Arriagada respiraba con dificultad, cuando de pronto, sus llantos se transformaron en otra demente confesión:

"Ese viejo imprudente no tenía derecho a contarle a los demás que me había encontrado con Ella. Lola es su nombre. No me importa que Ella este muerta, o que sea maligna. Sabes, mi único deseo es volver a encontrarme con Lola, y perderme para siempre a su lado. Este mundo me parece cada vez más miserable, y pronto lo abandonaré. ¡Pobre viejo! Le juro amigo, que deseaba que muriera en el momento en que me delató. No me importaba para nada que ustedes me tomaran por loco. Lo que me aterraba era que alguien pudiera buscar a Lola, y obtener su gracia y favor".

Mis oídos no podían dar crédito a lo que estaba escuchando. Mi compañero de tantas jornadas, había enloquecido. ¿Qué se puede hacer para darle esperanzas a alguien que ha abandonado la sensatez? No lo supe en ese momento; y creo que jamás lo sabré. Esa noche mi "gancho" durmió sobre el sillón, mientras mi único pensamiento era encontrar algo de razón en él, al despertar.

A la mañana siguiente, encontré el sillón vacío: El loco había escapado. Aún no era la hora de subir a la faena, así es que me quede ordenando mis ideas, buscando algún pequeño indicio del destino de mi amigo.

Después de la medianoche bajé del tren, y me preparé para ingresar a la Mina. Al momento de tomar "la jaula", que me conduciría al nivel cuatro, una descabellada idea de mi amigo se repetía en mi cabeza: "Me temo que no podré negarme a ejecutar el mandato de mi amada". ¿Qué era lo que su excitada y perdida mente le ordenaba?...

En este momento es cuando mi relato servirá como una especie de defensa desesperada. Quizá ninguno de los que leen esto, comprenderá el motivo por el cual, hice lo que hice, arriesgando mi vida y la de mis compañeros. Pero primero, debo exponer las investigaciones posteriores, que he hecho en mi celda. Para hacer comprender a ustedes (que deben ser mi jurado) lo que esa noche sucedió.

En primer lugar; ocuparé las palabras del viejo maestro de ceremonias, El señor Salazar (Q.E.P.D): "Ella es tan antigua como esta cordillera". El querido viejo no estaba muy alejado de la verdad. La mujer que se aparecía en las galerías, no era precisamente el espectro de una muchacha muerta. "La Lola" como le llaman los mineros, es tan solo una leyenda, pero lo aterradoramente cierto, es que hay algo en el interior del mineral que siempre ha estado ahí.

Los indígenas de la zona tenían sus secretos, y también sus dioses. ¿Me considerarían un demente si les digo que aquella mujer era una Diosa? Muchos de ustedes pensarán que es una horrible blasfemia lo que acabo de expresar; sin embargo, paso por paso, detallaré los hechos que me llevaron a esta conclusión.

Llegué al mineral en el turno de amanecida, y de inmediato sentí algo extraño en el aire: Todos los "ganchos" estaban inquietos, "El jaulero" Martínez, me dijo que un accidente había ocurrido en el nivel 4. Al dejar la "jaula" avancé a través de la galería y escuché a lo lejos, unas voces que disputaban. Cuál no sería mi sorpresa, al comprobar que Arriagada se encontraba bajo una considerable cantidad de roca. El derrumbe había ocurrido debido a que "el pobre loco" había dinamitado una pared, sin las debidas precauciones. Sobre él, había un montón de piedra y escombros de un metro aproximado de altura. El hombre estaba vivo, y les gritaba a los otros mineros con una inusitada furia: ¡No impedirán que la libere! ¡Ella esta detrás de esa roca y volverá a recobrar lo que es suyo! Los mineros le rogaban que se tranquilizara, pero Arriagada insistía: ¡Los muertos olerán el incienso y se levantarán!

Personalmente, creía que él enloquecía. Pero luego comprendí que lo que su excitada voz gritaba, estaba en verdad sucediendo. En la pared, una abertura de un metro de ancho por dos de alto. Revelaba un nuevo mundo, una tierra cenagosa y lúgubre, que solo yo contemplaba. Desde dentro de la improvisada caverna, una voz me llamaba; y solo yo escuchaba aquella voz:

 

-Tú nos has encontrado... entra y únete a nosotros. Otórganos la libertad.

Los mineros intentaron detenerme cuando decidí introducirme por la bizarra grieta, incluso sentí la sangrante mano de Arriagada impidiendo que avanzara ante semejante peligro. Pero no me detuve, algo se metió en mi interior... Una especie de voz que ordenaba:

-Continua, este es el nuevo mundo y tú serás el primer hombre en habitarlo.

Entonces vi que una mujer, demasiado hermosa, me invitaba a perderme en el interior de ese nuevo mundo. Doy gracias a los cielos, que en ese preciso momento recuperé un poco de cordura, y comprendí que aquél mundo, no era otro que el infierno.

Retrocedí espantado y a mis espaldas los Ave María y las plegarías de mis "ganchos" sonaron sin sentido. Fue entonces cuando la vi, y espero que Dios me dé fuerzas para describirla: Una masa negra y viscosa, bípeda y con un rostro semejante al de una mujer, pero de un color grisáceo. Sus ojos eran dos luces fluorescentes de un amarillo repulsivo. La cosa que intentaba penetrar en nuestro mundo, despedía un vapor pestilente, semejante al hedor de los sepulcros. Ella recogió a Arriagada con sus manos membranosas, y mientras reía (si es que a aquella horrible abominación se le puede llamar así) abrió sus demoniacas fauces, mientras devoraba la carne fresca de mi compañero de labores...

Todos corrimos en ese momento, porque "la cosa" que había penetrado en la galería se movía rápido, con movimientos que se asemejaban a los de una rata. Miré hacia la criatura y observé con horror, como despedazaba miembro por miembro, a otro desdichado compañero de labores. Su boca marenga chorreaba sangre a borbotones. Entonces llamé "al jaulero" por medio de un aparato telefónico en la galería.

Tuve la suficiente fuerza para conseguir una exagerada cantidad de explosivos. Esa criatura era una amenaza para el mundo, y yo me encargaría de sepultarla para siempre. Al momento de encender la mecha, observé la masacre en la galería: Cuerpos completamente mutilados, uno encima del otro; miembros esparcidos, desparramados por todo el lugar, y una especie de Mujer monstruosa, con la belleza de un mundo subterráneo de caos y horror, poblado por seres dispuestos a eliminar a nuestra especie y usurpar de esta manera nuestro mundo...

Aquella noche fui el único sobreviviente, y al hacer explotar la galería, eliminé a 15 de mis queridos ganchos. Fui un cobarde y lo sé. Estoy dispuesto a terminar mis días en prisión para purgar mi error. No estoy esperando que alguno de ustedes -mis jueces- me absuelva por algo que realmente he hecho. He asesinado a 15 seres humanos y estoy consciente de ello, pero también es cierto, que de alguna forma he salvado a la humanidad.

Lo que espera en ese mundo subterráneo, no posee razón, ni compasión. Quizá lo más horrendo es que su inteligencia es millones de veces superiores a la nuestra.

No sé si realmente he matado a la bestia; De hecho, estoy completamente convencido de que aquello ya estaba muerto, por lo tanto -NO PUEDE MORIR.

Pero seguramente nadie me escuchará, restaurarán la galería y volverán a surgir heridas abiertas en la roca, y entonces... El mundo no será como lo conocemos.

Es hora de terminar mi confesión. Espero sinceramente que siquiera uno de ustedes crea en lo que he narrado. Me despido abandonándome al súbito horror de una noche entre rejas.

VICTOR LEÓN FERNÁNDEZ

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