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La Ultima Noche

El frío nocturno recorre mi cuerpo y me avisa que es hora de despertar. Al abrir los ojos, y solo veo dos pares de blanquecinas y sucias paredes, como desde hace tres noches que estoy aquí encerrado. Siento que alguien se acerca, es la doctora, ya le dije ayer que soy un vampiro y se sigue arriesgando a visitarme, debe estar loca. Ya logro escuchar sus pasos en el corredor enmarcados por el silencio que a estas tempranas horas de la noche suaviza el caos y la demencia de los mortales, pobres de ellos, todos están locos, Lo tenían todo, la naturaleza les daba lo que necesitaban, pero se aliaron para destruirla y después se pelean entre ellos por lo que quedo, pobres de ellos, están dementes.

Estoy tirado en el piso mirando hacia el techo, tratando de comprender por que los mortales fueron atacados por la locura, cuando me doy cuenta que el lúgubre y triste cuarto en el que me encuentro no tiene ventanas, recuerdo que hace mucho tiempo, cuando era niño, tenia un cuarto con ventanas, y por las ventanas entraba la luz del sol, pero al sol no lo recuerdo, hace mucho tiempo que no lo veo. ¿Cómo era?.

Un agonizante rechinido de dolor, proferido por la puerta de metal, me despierta y al voltear la mirada entre la danza de luces y sombras entra una figura femenina, es la psicóloga, dicen los demás que es hermosa, no lo se, para mi todo es igual, nada es bello, nada es feo, todo simple y sencillamente es... los demás tienen ese trauma de etiquetar todo bajo conceptos incoherentes, pobres locos.

La doctora finge interesarse en mi, debe estar loca si cree que me engaña. Tengo sed, la Dra. Me mira a los ojos un momento, y se queda prendada a mi mirada, se que no la puede apartar, la tengo a mi merced, un par de palabras y la Dra. ordena que me saquen de aquí, aunque tal vez sea lo mismo, los de afuera están mas locos que los de aquí adentro.

Dos horas de llenar papeles inútiles antes de salir, mi sed crece a cada instante, hace tres días no pruebo el dulce sabor de la sangre, por fin estoy libre, de nuevo en la calle con mi ropa y unos billetes verdes, por los cuales un mortal haría lo que fuera, pobres dementes, reprimen su voluntad a cambio de un puñado de estos papeles...

La oscuridad celeste de nuevo relaja mi mirada, y de nuevo soy libre, me detengo, recapacito, y me doy cuenta de que siempre fui libre, por que a un alma libre, no se le puede encerrar en paredes de concreto... recapacito de nuevo, no soy libre... estoy atrapado en mi mismo, tengo como prisión a la eternidad.

Ya lo pense, quiero ser libre, he vivido mil años engañado, ya estoy harto de ver lo mismo una y otra y otra vez, esto se esta volviendo aburrido, todos esos locos no dejan de repetir las mismas locuras, y yo me estoy volviendo como ellos, no dejo de repetir el estúpido ritual que me tiene preso, bastaría con que lo dejara de hacer y seria libre de nuevo, Pero... ¿Podré dejar el placer de sentir el calor de la sangre corriendo por mi garganta?, el único placer que me ha acompañado en todo este tiempo, solo una vez mas... solo una.

Sigo caminando, como lo he hecho desde que salí, sin un orden fijo; tan solo dirigiéndome hacia las afueras de esta ciudad de locos, entre callejones donde no hay mas que locos tirados que se confunden con los bultos de basura. Algo me llama la atención, una débil voz de hombre, volteo y es un viejo que me extiende la mano y suplicantemente me dice: -Ayúdeme a salir de esta miseria por favor- , me dispongo a ayudarlo, me inclino sobre él y mis colmillos relucen una entre los reflejos de las luces de las casa, el anciano grita aterrorizado que no lo haga, pero ya es muy tarde, el dulce aroma de la sangre me domina, además no logro entender al viejo, primero me pide que lo saque de la miseria, y cuando lo hago me dice que lo deje como estaba, pobre de él, estaba loco...

Se acerca la hora, ya estoy en mi destino, el suave pasto me recuerda mi niñez, cuando aun no habían inventado tantas locuras, el llano se extiende ante mí, pero ya no tiene la majestuosidad del bosque que antes lo engalanaba, pero eso ya no importa, que se encarguen de ello los locos, que hoy es mi despedida, por fin la veré de nuevo, aquella madrugada que se me negó tanto tiempo... ya se acerca...

Los primeros rayos de sol tocan la tierra y la luz comienza a inundar el ambiente, haciendo que el negro que predominaba muera poco a poco de negro a gris, gris a azul claro, una madrugada como todas las demás, pero... en esta se escucha un lejano grito ahogado, un grito de alivio, de felicidad, de libertad...

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