Sospechar de lo "verdadero", buscar la verdad donde no parece estar
Para finalizar, citaré algunos filmes en los
que se ha transmitido conocimiento sobre realidades cósmicas que
son tomadas como mera ficción, pero que en los realizadores cinematográficos
deben haber aflorado como visiones muy reales para ellos, de modo que hacer
una película al respecto, sería la forma de poder transmitir
lo que pensaban. Destaco a George Lucas (Star
Wars), por su concepto de un imperio galáctico que domina
y destruye mundos, y de focos de resistencia "rebeldes" al régimen
opresor, que le presentan lucha; algo que no dista mucho de lo que sucedió
y sucede aquí y en el resto de las galaxias.
Destaco a The Matrix,
por su clara descripción de cómo el mundo obedece a una programación
en que los humanos son usados con propósitos negativos.
Referencias biográficas
Cioran (Émile M.). Ensayista
francés de origen rumano (Rasinari, 1911-París, 1995). Residente
en Francia desde 1937. En su obra, escrita en Francés, ha desarrollado
una profunda reflexión en torno de la absurdidad y del vacío
del hombre. Autor de Brevario de podredumbre, La tentación
de existir, El inconveniente de haber nacido, La caída
en el tiempo, El aciago demiurgo, etc.
Leopardi (Giacomo). Escritor
italiano (Recanati,1798-Nápoles, 1837). En prosa escribió
Diálogos,
al estilo de Luciano. Su obra poética, reunida en Cantos,
constituye la creación más importante del romanticismo italiano.
Figuran entre ellos los titulados Canto nocturno de un pastor errante
de Asia, La retama, El infinito, El pensamiento dominante,
etc.
Lucas (George). Director y
productor de cine estadounidense (Modesto, California, 1945). Entre sus
éxitos se destacan American Graffiti y Star Wars.
Zaratustra o Zoroastro.
Legislador y reformador religioso persa (660-583 a.c.). Fundador del mazdeísmo.
CITAS
"Tampoco concuerda todo con nuestras religiones. Éstas tienen una cosa en común: todas ellas prometen salvación y ayuda al hombre. También los dioses primitivos hicieron tal promesa. ¿Por qué no se atuvieron a ellas? ¿Por qué emplearon armas supermodernas contra aquella humanidad remota? Y, ¿por qué proyectaron su destrucción?"
"Los hombres extraterrestres vinieron y se casaron con las mujeres terrícolas durante varios cientos de años y no pareció que estuvieran ayudando al desarrollo del mundo en el transcurso de esa época, ya que Noé fue el único hombre justo de su tiempo".
"A la biblia en vez de "la palabra de Dios" habría que llamarle "las obras del diablo". Su astucia es tan diabólica, que ha tenido engañado al mundo entero por más de dos mil años, y sus consecuencias han sido dieciséis siglos de tinieblas, Cruzadas e Inquisiciones, prejuicios y fanatismo y en la actualidad una guerra en el mismo lugar en donde todos estos mitos se originaron. Creo que ya va siendo hora de que nos libremos de un libro causante de tantos enredos. Y creo que también ya va siendo hora de que analicemos a fondo aquella frase tan repetida en la biblia: "Y dijo Dios...".
"...ciertos seres que se encuentran en una escala
evolutiva mucho más alta que el ser humano, verdaderos dioses del
espacio, que se aprovechan del esfuerzo humano, pero que a la vez, cumplen
ciertas funciones cósmicas, es decir, ocupan un importante puesto
en la economía universal. Ya los hemos mencionado anteriormente
llamándolos los Arcontes del destino. También podríamos
referirnos a ellos como los Dioses del Zodíaco ya que son los que
dirigen y regulan la existencia humana en este planeta...
Los Arcontes del destino son seres temibles, no
porque sean malos, sino por su severidad fría e inexorable en la
manipulación del sapiens (hombre)...
Estos jueces ocultos provocan, por ejemplo, sin
piedad alguna en sus corazones, una guerra mundial en la cual mueren millones
de personas. Para ellos estos difuntos no tienen más valor que el
asignado por el sapiens a los miles de animales que sacrifica diariamente
para alimentarse.
El sapiens, en su lucha inclemente por la existencia,
hace que su aparato emocional y nervioso elabore ciertos elementos incorpóreos,
pero de una extraordinaria potencia, los cuales "abandonan" el cuerpo humano
en forma de vibraciones que son emitidas por antenas incorporadas en su
unidad biológica, las cuales se encuentran orientadas y sintonizadas
con la frecuencia de los Arcontes, que así "cosechan" esta fuerza
y la utilizan con fines que no divulgaremos; volviendo a advertir que,
de todos modos, cumplen una función cósmica.
Es así como el sapiens es despojado inadvertidamente
del producto más noble producido por él mismo, el destilado
final de la experiencia humana...el "caldo aurífero" de su vida".
El sapiens debe nacer, sufrir, amar, gozar, reproducirse,
construir civilizaciones, destruirlas, enfermar y morir, sólo para
beneficio de potencias superiores invisibles, quienes capitalizan el "producto
vital".
El sapiens es, por lo tanto, un esclavo a perpetuidad.
No obstante, ejemplares individuales o aislados (segregados del grupo),
pueden llegar a ser libres".
"En tiempos pasados los hombres estaban siempre
en busca de dioses a quienes adorar. En el futuro, los hombres vamos a
tener que defendernos de los dioses".
Frase final de Israel Pueblo Contacto y de introducción de
¡Defendámonos
de los dioses!, de Salvador Freixedo, libro éste al cual pertenecen
también los siguientes párrafos:
"Creo que ya va siendo hora de que la humanidad
pensante -porque desgraciadamente la mayoría de la humanidad no
es pensante- vaya arrancando estos sutiles velos y se encare con la tremenda
realidad de que ha sido manipulada y en cierta medida engañada por
los dioses. El que ayude a esta tarea -aunque corre el peligro de ser tenido
por alucinado- estará haciendo una enorme contribución a
la evolución de la raza humana".
"Las ideas que encierra este libro no sólo
no son una locura, sino que son una explicación mucho más
realista y hasta mucho más profunda que las infantilidades con que
el cristianismo y las demás religiones han intentado por siglos
explicarnos el por qué y el para qué de la vida humana. Si
se desconocen o se rechazan estas ideas, no se podrá tener una idea
realista de las raíces de la existencia humana y seguiremos teniendo
las mismas ideas distorsionadas que hemos tenido por siglos de las religiones,
de la historia, de las guerras, de la filosofía y de las culturas.
La tremenda realidad es que la humanidad sabe únicamente lo que
los dioses le han dejado saber y cree lo que los dioses le han hecho creer.
Pero ya ha llegado la hora de que los hombres sepamos todo lo que debemos
y somos capaces de saber y ha llegado la hora de que no creamos nada o
casi nada de lo que los dioses quieren que creamos para su conveniencia.
En vez de ser portavoces de ideas desquiciadas,
estamos propugnando una profunda y nueva teología: la teología
de los dioses (con minúscula).
La teología del "Dios verdadero y único"
es falsa; la teología de los dioses falsos es la verdadera".
Yahvé
"...le retiramos nuestra fe como Dios Universal
y Unico al dios del pentateuco, al que reducimos su categoría convirtiéndolo
en uno más de los muchos dioses menores que a lo largo de la historia
han estado utilizando a los hombres".
"...el dios cristiano de que se habla en el Pentateuco,
también existió, pero no es el padre bueno que él
quiso hacernos creer, y mucho menos es el Dios Universal, Creador de todo
el Cosmos. Es simplemente un suplantador más, que al igual que muchos
otros semejantes a él, pretendió hacerse pasar por la Gran
Energía Inteligente creadora de todo el Universo".
"En esta lucha que los ángeles tuvieron entre
sí y que la teología nos dice que culminó con la derrota
de Luzbel, el gran triunfador resultó ser Yahvé, que a lo
que parece, era el supremo jefe de esta facción de ángeles
que en aquel momento estaban manifestándose en nuestro planeta.
Naturalmente siendo nuestra teología de acuerdo con las enseñanzas
de Yahvé en el Monte Sinaí (y en posteriores manifestaciones
a lo largo de los siglos a diversos profetas y videntes), Luzbel tiene
que aparecer como el malo y Yahvé como el bueno. Pero usando nuestra
cabeza, tal como hacemos para juzgar los hechos de la historia, en donde
vemos que los vencedores describen todos los hechos en su favor y presentan
a los vencidos como malos y perversos, podemos llegar a la conclusión
de que no hay mucha diferencia entre estos dos personajes. Y si Luzbel
se comporta como se comportan los hombres (y muy probablemente se comporta
de una manera parecida), es muy lógico que trate de tomar venganza
de su vencedor y la mejor manera de hacerlo es tratando de restarle súbditos
y de deshacer toda la obra que aquél haya pretendido hacer entre
los hombres".
N. de Clomro: "la serpiente" -símbolo
de la sabiduría- por inducir a Adán y Eva -la humanidad-
a lograr el "conocimiento del Bien y del Mal" -"árbol" prohibido
y ocultado por Yahvé- ¿era diabólica por querer deshacer
la obra de un dios que no le permitía a los hombres tener acceso
a la información que les proporcionara sabiduría?.
Sigue Freixedo: "A los que nos digan que Dios tiene
el derecho de manifestarse como quiera y a los que nos presenten la teofanía
del judeo-cristianismo como algo único, les diremos que si bien
es cierto que Dios tiene el derecho de presentarse como quiera, no es lógico
que lo haga con todas las extrañísimas circunstancias con
que lo hizo en el caso del pueblo hebreo y por otro lado no estaremos de
acuerdo de ninguna manera, en que el caso judeo-cristiano sea un caso único.
Muy por el contrario, nos encontramos con que la manera de manifestarse
Yahvé al pueblo hebreo, no difiere fundamentalmente en nada, de
la manera que otros dioses usaron para manifestarse a sus "pueblos escogidos";
porque como ya dijimos, estos seres suprahumanos gustan de "escoger" un
pueblo en el que centran sus intervenciones con la raza humana, y en el
que influyen positiva y negativamente, a veces de una manera muy activa
y directa. En este particular el judeo-cristianismo no tiene originalidad
alguna tal como enseguida veremos. Lo que sucede es que los cristianos,
al igual que los fieles creyentes de otras religiones, concentrados en
el estudio y en el cumplimiento de sus dogmas y ritos, y aislados por sus
líderes religiosos de las creencias y ritos de otros pueblos, han
ignorado y continúan ignorando hechos históricos que por
sí solos son capaces de sembrar grandes dudas sobre la originalidad
y la validez de las propias creencias religiosas.
Sobre "pueblos elegidos" (continuación
del libro de Salvador Freixedo ¡Defendámonos de los dioses!
"La experiencia de haber sido "adoptados" por un
"dios", es casi común a todos los pueblos de la antigüedad,
con la circunstancia de que esta adopción conllevaba ciertas condiciones
que eran también comunes a todos los pueblos: la exigencia de sacrificios
sangrientos de una u otra clase, a cambio de una protección (que
resultaba ser tan mentirosa y, a la larga, tan poco eficaz como la que
Yahvé dispensó al pueblo hebreo). De hecho leemos en una
nota de la biblia de Jerusalem: "En el lenguaje del antiguo Oriente, se
reconocía a cada pueblo la ayuda eficaz de su dios particular".
"...muchos pueblos, separados por miles de años
y por miles de kilómetros, han tenido creencias y practicado ritos
muy semejantes; ritos y creencias que analizados a fondo, se dirían
procedentes de un tronco común. Con la peculiaridad de que muchos
de estos ritos y creencias son bastante antinaturales e ilógicos,
pudiendo uno llegar a la conclusión de que no brotaron espontáneamente
de la mente de los humanos como una ofrenda a sus "dioses protectores",
sino que les fueron impuestos a los terrícolas por alguien que,
a lo largo de los siglos, ha conservado los mismos gustos retorcidos, contradictorios
y en muchos casos crueles".
"Volviendo al caso histórico del pueblo hebreo,
y dejando de lado a los otros dioses de los pueblos de Mesopotamia, tan
desconcertantemente parecidos a Yahvé y contra los que éste
tenía tan tremendos celos (Baal, Moloc, Nabú, Aserá,
Bel, Milkom, Oanes, Kemos, Dagón, etc.) vamos a fijarnos en una
experiencia específica y extraña exigida por Yahvé
al pueblo hebreo y vamos a encontrarnos con otro pueblo (separado del pueblo
hebreo por unos 10.000 kilómetros en el espacio y por unos 3.000
años en el tiempo) al que su "dios protector" le hizo pasar por
la misma extraña experiencia.
Me refiero al hecho de andar errantes por muchos años antes
de llegar a la "tierra prometida "y bajo el mandato específico y
la dirección exacta de Yahvé".
Paralelismos entre Yahvé y el dios azteca
Huitzilopochtli
"Pues bien, esta extraña aventura -que tiene
que haber resultado penosísima para el pueblo judío- la vemos
repetida con unos paralelos asombrosos e incomprensibles en el pueblo azteca.
Según las tradiciones de este pueblo, hace aproximadamente unos
800 años que su dios Huitzilopochtli se les apareció y les
dijo que tenían que abandonar la región en que habitaban
y comenzar a desplazarse hacia el sur "hasta que encontrasen un lugar en
el que verían un águila devorando a una serpiente". En este
lugar se asentarían y él los convertiría en un gran
pueblo. La región en que por aquel entonces habitaban los aztecas
estaba en lo que hoy es terreno norteamericano -probablemente entre los
estados de Arizona y Utah- y por lo tanto su peregrinar hasta Tenochtitlán
fue notablemente más extenso que el que a los hijos de Abraham les
exigió su "protector" Yahvé. La caminata de los "Hijos de
la Grulla"(como tradicionalmente se llamaba a los aztecas) fue de no menos
de tres mil kilómetros y no precisamente por grandes carreteras,
sino teniendo que atravesar vastos desiertos y zonas abruptas y de una
densa vegetación, que ciertamente tuvieron que poner a prueba su
fe en la palabra de su dios Huitzilopochtli.
-La personalidad de Yahvé era muy parecida
a la de Huitzilopochtli. Ambos querían ser considerados como protectores
y hasta como padres, pero eran tremendamente exigentes, implacables en
sus frecuentes castigos y muy prontos a la ira.
-Ambos acompañaron "personalmente" a sus
protegidos a lo largo de toda la peregrinación ayudándolos
directamente a superar las muchas dificultades con que se iban encontrando
en su camino.
-Yahvé los acompañaba en forma de
una extraña columna de fuego y humo que lo mismo los alumbraba por
la noche que les daba sombra por el día, y les señalaba el
camino por donde tenían que ir, haciendo además muchos otros
menesteres tan extraños y útiles como apartar las aguas del
mar para que pudiesen pasar de una orilla a otra, etc. Huitzilopochtli
acompañó a los aztecas en forma de un pájaro, que
según la tradición era una gran águila blanca que
les iba mostrando la dirección en que tenían que avanzar
en su larguísima peregrinación.
-Este peregrinar en ninguno de los casos fue de
días o semanas. En el caso judío, Yahvé, extrañísimamente,
se dio gusto haciéndolos dar rodeos por el inhóspito desierto
del Sinaí durante 40 años (cuando podían haber hecho
el camino en tres meses). Huitzilopochtli fue todavía más
errático y desconsiderado en su liderazgo, pues tuvo a sus protegidos
vagando dos siglos aproximadamente, hasta que por fin los estableció
en el lugar de la actual ciudad de México.
-Ambos pueblos fueron adoctrinados en un rito tan
raro como es la circuncisión.
-Tanto Yahvé como Huitzilopochtli les exigían
a sus pueblos sacrificios de sangre. Entre los hebreos esta sangre era
de animales, pero entre los aztecas la sangre era frecuentemente humana
(...). Yahvé, a primera vista, no llegaba a tanta barbarie, pero
parece que a veces acariciaba la idea. Recordemos, si no, el abusivo sacrificio
que le exigió a Abraham de su hijo Isaac (y que sólo a última
hora impidió) (...).
(Y conste que no decimos nada -para no extendernos-
de los auténticos ríos de sangre que el propio Yahvé
causó con las continuas batallas a las que forzó durante
tantos años a su pueblo. Ríos de sangre que a veces provenían
exclusivamente de su pueblo escogido cuando "se encendía su ira
contra ellos" cosa que sucedía con bastante frecuencia).
-Tanto Yahvé como Huitzilopochtli abandonaron
de una manera inexplicable a sus respectivos pueblos cuando éstos
más los necesitaban. Yahvé -que estaba bastante escondido
desde hacía varios siglos- desapareció definitivamente a
la llegada de los romanos a Palestina, y Huitzilopochtli hizo lo mismo
cuando llegaron los españoles...
-Por supuesto, como no podía ser menos, ambos
pueblos fueron instruídos detalladamente acerca de cómo habían
de construir un gran templo en el lugar en donde definitivamente se instalasen.
-Por si todos estos paralelos no fuesen suficientes,
nos encontramos todavía con otro, que le confieso al lector que
a mí me produjo una profunda impresión cuando lo encontré
ingenuamente relatado por fray Diego Durán, uno de los muchos frailes
franciscanos que escribieron las crónicas de los primeros tiempos
del descubrimiento de las Américas, basados en lo que los propios
indios les contaban.
El buen fraile, en su relato de las creencias de
los antepasados de los aztecas, nos cuenta (por supuesto, con una cierta
lástima ante el paganismo "demoníaco" en que se hallaban
sumidos aquellos pueblos) que cuando el pueblo entero avanzaba hacia el
sur, siguiendo siempre a la gran águila blanca que los dirigía
desde el cielo, lo primero que hacían al llegar a un lugar, era
construir un pequeño templo para depositar en él el arca
que transportaban y mediante el cual se comunicaban con su dios.
-Todavía como un último paralelo,
podríamos añadir lo siguiente: si el Yahvé de los
hebreos tuvo su contrapartida americana en Huitzilopochtli, el Cristo judío,
en cierta medida reformador de los mandamientos de Yahvé, tuvo su
contrapartida en Quetzalcoatl, el mensajero de Dios, instructor y salvador
del pueblo azteca, que, como Cristo, apareció en este mundo de una
manera un tanto misteriosa; fue aparentemente un hombre como él,
se fue de la Tierra de una manera igualmente extraña, prometiendo
ambos que algún día volverían.
Sobre la "superioridad" de los dioses
Naturalmente el que conozca bien la manera de actuar
de los dioses, se quedaría asombrado ante esta afirmación
de superioridad, ya que como veremos enseguida, los dioses, en muchísimas
ocasiones -por no decir en todas- no se portan nada bien con nosotros y
hasta se puede decir que cometen tremendas injusticias.
La palabra "superior', por lo tanto, no hay que
entenderla de una manera absoluta sino de una manera relativa. Superiores
en conocimientos, en poderes físicos y psicológicos, etc.,
pero no precisamente en bondad o en otros valores morales vigentes entre
los hombres. Indudablemente ellos tienen también patrones y criterios
de bondad y maldad, de belleza y fealdad, etc., pero no son precisamente
iguales a los que rigen entre nosotros.
Y aparte de esto, seguramente que también
entre ellos hay quienes se atienen a tales principios y quienes no se atienen
y los violan, demostrándonos con esto que no son tan absolutamente
"superiores" a nosotros como a primera vista pudiera parecer, y que fundamentalmente
son, como nosotros, unas criaturas en evolución y consecuentemente
muy lejos de haber logrado la absoluta perfección.
Partes extractadas del libro de Salvador Freixedo: Los Hijos de la Nueva Era
Los falsos ídolos
Lo primero que haremos será derribar los
falsos ídolos, resaltar los errores tradicionales que ciegamente
hemos venido siguiendo como sabias pautas para nuestra vida y, finalmente,
hacer caer en cuenta al lector de que muchas de las ideas que hasta ahora
había considerado como serias y hasta como sagradas, son falsas
y, en muchas ocasiones, fatales para el desarrollo de la sociedad y de
cada una de las personas que la componen.
(...)
Paradójicamente muchas de las ideas y de
las instituciones consideradas más serias, como son la patria, la
familia, la religión, el honor, las tradiciones, etc., han sido
las que más daño le han hecho al ser humano en su evolución
a través de los siglos. Distorsionadas y convertidas por sucesivas
minorías en instrumentos de dominación han devenido en el
mayor freno que la humanidad ha tenido para su perfeccionamiento y en definitiva
para la consecución de la felicidad.
Estas ideas, que consideradas en teoría se
nos presentan como algo bello y positivo, a la larga y en la vida concreta
son los grandes instrumentos para la desunión de los seres humanos,
para el abuso de los fuertes sobre los débiles, para la incomprensión
y para todo tipo de discordias.
Tomemos como ejemplo una de estas ideas: la religión;
considerada tanto en su aspecto de pura ideología como en el más
concreto de institución, secta u organización religiosa.
Aparte de lo que más adelante diremos sobre este importantísimo
fenómeno en la historia de la humanidad, no podemos dejar de señalar
ahora mismo un hecho terrible en contra de ella: la religión ha
sido a lo largo de los siglos si no la mayor, al menos una de las mayores
causas de división y guerra entre los seres humanos. Por culpa de
las diferentes religiones se han derramado en el mundo ríos de sangre
y se siguen derramando todavía en la actualidad
La esencia del espíritu holístico
La esencia del espíritu holístico
o de la nueva era acuariana en la que estamos entrando, es, como ya dijimos,
la relación de todos con todos y de todo con todo; es la unión
por encima de la separación; es la búsqueda de la felicidad
por encima de los convencionalismos; es la consecución de la paz
del alma, es el desarrollo de la mente y la evolución del espíritu.
Muchas de las ideas tradicionales, "serias" y "sagradas",
van precisamente contra todo ello: nos encierran en nuestros propios conceptos,
nos separan, nos impiden adquirir nuevas ideas porque nos han prejuiciado
contra ellas, nos imposibilitan para ver nuevos horizontes, frenan nuestra
creatividad y no sólo no nos permiten conseguir la paz del alma
sino que con mucha frecuencia nos hacen profundamente infelices.
(...)
En esta era nueva hay mucha gente que vive con la
mentalidad de la era vieja: se limitan a seguir a sus podridos líderes,
votando como ellos les aconsejan, consumiendo lo que les sugieren los medios
de comunicación, creyendo lo que ellos les dicen que hay que creer.
Un hijo de la nueva era será ante todo un
hombre autocrítico, rebelde con toda imposición, buscador
incansable de otros niveles de realidad y de conocimiento.
(...)
Hemos sido vilipendiados
Necesariamente tenemos que comenzar a escribir sobre
la Nueva Era defendiendo y redefiniendo a su principal protagonista: el
ser humano.
¿Por qué tenemos que hacerlo ? Porque
el ser humano, a lo largo de los pasados milenios, ha sido vilipendiado
y humillado, de manera tenaz e inmisericorde, por todas las religiones
que han existido, aunque éstas afirmen elevar la dignidad del hombre
y la mujer.
Acomplejados por la religión
En el cristianismo, en concreto, el ser humano no
es un simple hombre o una simple mujer. Con frecuencia cuando los libros
de ascética y de teología se refieren a ellos les llaman
pecadores, como si eso fuese la esencia de su ser y su naturaleza estuviese
radicalmente viciada, de modo que no fuese capaz de recibir otro calificativo.
Rechacemos de plano la aseveración
de que somos pecadores por naturaleza. Somos seres humanos racionales,
con instintos, inteligencia, pasiones, limitaciones, miedos y capacidades
que en su mayor parte nos han sido dadas desde nuestro nacimiento, sin
que nosotros hayamos tenido nada que ver. Por lo tanto no tenemos por qué
sentirnos acomplejados, reos ni pecadores, como los predicadores cristianos
han venido diciendo por siglos.
Esta liberación mental es algo básico
e inicial para la revaluación de uno mismo, ya que es imposible
darse lugar y valía propios cuando en el fondo de la mente anidan
sentimientos tan negativos y destructores.
Consideraciones de Franz Griese, en La desilusión de un sacerdote
Reflexiones poéticas sobre el creador de este mundo, de Pedro B. Palacios (Almafuerte)
Extractos de La Sombra de la Patria
V
¿Dónde estás, Jehová? ¿Dónde
te ocultas?
¿Que? ¿no vuelves tus ojos y la salvas?
¿Qué? ¿no giras tu rostro y la contemplas?
¿Qué? ¿no extiendes tu diestra y la levantas?
Miras echar sobre su casto seno,
¡qué pulcro, Señor, como la nácar,
antes de que su rostro en él dejase
la vil caricia de la gran canalla!
Miras echar sobre sus nobles hombros,
hombros que fueran los de Juno y Diana,
si el azote brutal del infortunio
su pulido marfil no flagelara!
Miras echar sobre su cuerpo sacro,
tan sacro, sí, como tus hostias santas,
porque también tus hostias se mancillan,
porque también tus hostias se profanan!
Miras echar sobre la patria nuestra,
digo, por fin, vibrante de arrogancia,
el hediondo capote del esbirro
que ha de ser su señor, si no le matas;
¿y el rayo de tu enojo no descuelgas,
tu flamígero brazo no descargas,
tu cielo fulgurante no oscureces,
y tus mundos atónitos no paras?
VI
¿Dónde estás, Jehová? ¿Desde que
cumbre
circundada de monstruos y de llamas,
desde que abismo negro, impenetrable,
desde que estrella errante y solitaria,
ves su profanación y no fulminas?
¿oyes la voz de tu poeta y callas?
¡la voz de tu poeta que te siente,
la voz de tu poeta que te aclama,
la voz de tu poeta que te adora
en la noche, en el día y en el alba,
en el secreto foro de su pecho
y en el público altar de su palabra!
¿Dónde estás, Jehová, que así me
dejas
buscarte ansioso por doquier y callas?
¡Y callas como un ídolo sin lengua,
como un muñeco rígido sin alma,
a quien supuso vida el fanatismo
y atribuyó justicia la ignorancia?
VII
¡Sí! La virtud, las leyes, el derecho,
la religión, la libertad, la patria,
la tradición gloriosa de los pueblos,
la consigna inviolable de las razas,
y todo lo que da calor y vida,
a ese artefacto rígido que llaman
el Universo tuyo, son apenas
un sueño, una mentira, una palabra;
una cosa que suena, como un disco
chocando sobre el mármol de una escala;
una cosa que está como una momia
de vestimentas reales adornada;
una cosa que va, como una piedra,
descendiendo veloz de una montaña;
una mancha que brilla y que no alumbra;
una boca que grita y que no habla.
VIII
Y la doblez, la astucia, la codicia,
la vileza del sable que amenaza,
la insidia ruin que la virtud deshonra
y a las turbas conturba y maniata,
la evidencia del mal, su negro imperio
sojuzgando las cosas y las almas,
cual si fuese la torpe levadura
que lleva la creación en las entrañas,
la genésica fuerza incontrastable,
el fíat inicial del protoplasma,
¡esos son la verdad, Dios de los pueblos,
a cuyos pies la humanidad se arrastra,
como van los rebaños trashumantes
hacia donde el instinto les señala,
la pintoresca flota de las nubes
hacia donde los vientos la arrebatan,
los pluvionales arroyos a los ríos
y a las aguas del mar todas las aguas!
IX
¡Esos son la verdad, Dios providente
que todo lo precaves y lo mandas;
arquitecto invisible que dispones
la orientación del pórtico y tu fábrica;
poderoso caudillo que presides
la instrucción del soldado y la batalla;
tragadiente inmortal que modificas
la negra intriga de tus propios dramas!...
¡Esos son la verdad, Dios de justicia,
a cuyo tribunal siempre se llama,
que has fingido el color sobre las cosas
y amasado con lodo su sustancia,
que has hecho del placer el ancho auce
que conduce a la muerte o la nostalgia,
que has dejado indefensa a la gacela
y armado al lobo de potentes garras,
que has dividido el mundo de los hombres
en los más, que padecen y trabajan
y en los menos, que ríen y que cumplen
la misión de guiar la recua humana
y que más grandes son cuanto más mienten
y que más nobles son cuanto más matan!...
¿Dónde estás, Jehová? ¿Dónde
te ocultas
que así me dejas blasfemar y callas?
mi rebelión airada no sofrenas,
mi pequeñez pomposa no anonadas,
mi razón deleznable no enloqueces
y esta lengua de arpía no me arrancas?
..............................................................................................................................
Señor ¿Cuándo dejarás de ser silencioso
como el capataz de un ingenio de azúcar o de una cuadrilla de camineros?
..............................................................................................................................
¿Por qué permites que los hombres hagan aquello mismo
que repudian?
.............................................................................................................................
¿Por qué pusiste en mis manos esta mala bujía,
nada más que para darme cuenta de mis propias tinieblas?
..............................................................................................................................
Dios adusto, Dios frío, Dios con libro de entradas y salidas,
como un carcelero, Dios que necesita del Dolor, Dios que inventó
las lágrimas, ¡vete a tu Olimpo!
Páginas Negras, cap.XII
TRÉMOLO
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, de mis manchas, la peor
Aquí estoy a tus pies...¡De un solo gesto
Fulmíname, Señor!
¿Quién nos puso el horror a lo Deforme?
¿Quién dictó las pragmáticas del Bien?
¿Y qué mano brutal, que brazo enorme
Nos hunde en lo Soez?
Negras son las cien fauces del infierno;
Negras las almas que al infierno van:
Negra la Eternidad...¡Negro y eterno
¡Un minuto del Mal!
Tengo una luz en mí que no se apaga;
Tengo la claridad de lo Mejor...
Y tengo el corazón hecho una llaga,
¡Como el cuerpo de Job!
Brillan sobre la Noche las estrellas,
Brillan como pupilas de rubí;
Brillan desde el Principio, todas ellas...
¡No me miran a mí!
Yo no puedo ceñirme en lo Inefable,
Yo no puedo ser más de lo que soy;
Yo no puedo evitar lo Inevitable...
¡Porque yo no soy Dios!
¿Dónde están tus Olímpicos Pesebres?
¿Dónde está el manantial de tu Virtud?
¿Dónde se han refugiado, como liebres,
Tus Genios de la luz?
Gimen los gemebundos algarrobos;
Gimen bajo la fusta de Aquilón;
Gimen en las tinieblas como lobos...
¡No gimen como yo!
Yo he de ser el que cae, el que gravita;
Yo he de ser el Satán, el no feliz!
Yo he de ser el rosal que se marchita...
¡Porque te place a ti!
Guarda para tus buenos, tus Edenes;
Guarda para tus vírgenes tu amor;
Guárdate para Ti todos tus bienes...
¡Tirano sin control!
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, toda entera, mi maldad;
No hagas, solemne Dios, un solo gesto...
¡Te acuso de crueldad!
Braman en el desierto los leones;
Braman, como una gran lamentación;
Braman, porque maldicen las prisiones
De su instinto feroz.
Pesa la Cruz sobre Israel deicida,
Pesa la Rebelión sobre Satán;
Pesa sobre Caín la primer Vida...
¡Mi carga pesa más!
Buscan hasta los ángeles placeres,
Buscan las aves el espacio azul;
Busca la libertad todos los seres...
¡Yo busco el ataúd!
Sueña con retoñar el triste leño;
Sueñan los pobres ciegos con que ven;
Sueña la recua enorme...¡yo no sueño!
¡Jamás retoñaré!
Piensan los mismos necios en la gloria;
Piensan los incurables en vivir;
Piensa en la perfección la vil escoria...
¡Yo me río de mí!
Yo sé que hay una luz que no se apaga;
Yo sé que hay que llegar alguna vez...
Y yo sé que están hechas una llaga
Las plantas de mis pies.
Guarda para tus Santos tus Edenes;
Guarda para tus vírgenes tu Amor;
Guárdate para Ti todos tus Bienes...
¡Valen mucho, Señor!
Me impusiste la cruz de un gran destino;
Me pusiste el afán de un Más Allá,
Y pusiste la Noche en mi camino...
¡No doy un paso más!
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, de mis lacras, la peor;
Aquí estoy ante Ti...¡Ni un solo gesto!...
¡Págame mi dolor!
¿Qué te cuesta evitar las amarguras?
¿Qué te cuesta radiar toda tu luz?
¿Qué te cuesta dotar a tus criaturas
De la misma salud?
¿Quién reduce tus fuerzas infinitas?
¿Quién te obliga a crear ni un pecho vil?
¿Quién te impone la ley de los jesuitas
Para llenar tu fin?
¿Dónde está tu potencia soberana?
¿Dónde están tus ejércitos del Bien?
¿Adónde está la perfección humana,
Para tenerte fe?
Eras un viejo Buda milenario;
Eras un comodín y nada más;
Eras un espantajo innecesario...
¡Ya no habría otro igual!
Eras sin filiación como un gitano;
Eras como un error que ya no es;
Eras un epigrama, un dicho vano...
¡Una sombra que fue!
Todos te maldecían, Iscariote,
Todos te declaraban maniquí,
todos, hasta tus propios sacerdotes
¡Se reían de ti!
Estabas derrotado por la ciencia;
Estabas sin arraigo en lo Vulgar;
Estabas como Duda en la Conciencia...
¡No tenías altar!
Y yo arrimé mis labios a tu carro;
Yo te puse mis versos por pavés;
Yo te alcé como un mísero del barro
Con mi profunda fe.
Yo te soñé la Madre y el Abuelo;
Yo te soñé más próvido que el sol;
Yo te pensé mejor...¡Vete a tu cielo!
¡No mereces ser Dios!
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, de mis lacras, la peor;
Aquí estoy ante Ti...¡Ni un solo gesto!...
¡Págame mi dolor!
De El libro de la noche,
Meditaciones bajo el cielo estrellado
XVI - La alfarería de la muerte
He andado con este cadáver
no sé cuántos siglos de honda soledad,
reanimando su seca ceniza
porque así quería la fatalidad.
Anduve en cien guerras. Me cubrí de heridas
por todo lugar,
y fui sacerdote, y en guardias nocturnas
me heló de silencio la noche estelar.
Me vio la montaña, sembré por los valles,
guardé en alfolíes, trabajé en telar.
Arrimé la pesca, de tarde, en la playa
después de los bravos trabajos del mar.
¡Renacía siempre la mísera arcilla,
el vaso de sombra fatal!
Sabed que la muerte negocia este barro
y que hay alfareros por el más Allá.
De Melpómene
Mi Oración
Dios y Señor: Es menester que hablemos
bien a bien, mal a mal, y cara a cara.
Fuerza es que en lo mas hondo nos miremos.
Empieza tú, yo soy como agua clara.
Yo soy como agua clara. Ya lo viste.
Río que pasa soñoliento y manso.
Pero tú, mi Señor, y esto es lo triste,
eres la oscuridad bajo el remanso.
Eres la negación; fuente escondida;
verdad distinta a la verdad humana.
Si eres la muerte, eres también la vida:
Ir al sepulcro es renacer mañana...
Yo no sé dónde flotas. En la altura
diz, que tú moras en perpetuo goce.
¡Tal vez!... Pero esta cosa es bien segura:
que aquí no estás. Que el sol no te conoce.
Mi voz, que de terror se desmenuza,
se ha de afianzar en varonil reproche.
Por una sóla vez, seré lechuza.
Te buscaré en las sombras de la noche.
Ya lo soy... Y, profética, agorera,
toda mi alma en las sombras te reclama,
alzando su oración como si fuera
un águila caudal que alza una llama.
Siento en el corazón un regocijo
y un dolor... Tengo la intuición de hallarte.
Si eres bueno, mi Dios, seré tu hijo.
Si no eres bueno, ¿para qué buscarte?
Suelo pensar que tú eres un torrente
que por recios peñazcos se desata.
Y te acuerdo esta ciencia omnipotente:
¡la ciencia de barrer lo que se mata!.
¡Oh, Dios! No extrañes que en estrofa grave
igualándome a ti, yo te reproche.
Es que a veces, mi Dios, suelo der ave,
y no me importa atravesar la noche.
Tengo el mal de ser cóndor atrevido...
Pero valen muy poco mis hazañas...
Todo es que en el cenit colgué mi nido,
por ser pobre colgarlo en las montañas.
Suelo también gozar de la secreta
dicha de ser más hondo que un abismo.
Y entonces doy mi canto de poeta,
en un trágico asombro de mí mismo.
¿Ríes? ¡Bien hecho de reir!, ¿Qué
enano
es éste que levanta la cabeza?
Tu humillas todo poderío humano...
¡Grandeza de papel es mi grandeza!
¿Mas no lo ves? ¿No ves que también río?
¿Qué Dios es ése, me pregunto ahora,
tan grave, tan eterno, tan sombrío,
que así medra en la noche ocultadora?
Dios que lo puede todo, y que a fe mía,
nada puede en verdad que otro no pueda.
Que lo que ansío yo, también ansía:
¡romper el matorral donde se enreda!
Dios, prisionero como yo, no sales
de la prisión. Te pierde tu flaqueza.
Dios, prisionero como yo, ¿qué vales?...
¡Grandeza de papel es tu grandeza!
¡Dale vida a la muerte incomprensible!
¡Y transforma el dolor en carcajada!
¡Y convierte en posible lo imposible!
¡Eso es ser Dios!. ¡Si no, tú no eres nada!
Dirás, acaso, que tu ley te es cara;
y a cumplirla debiste dedicarte:
De esa suerte, el pretexto no te ampara.
¡Hecha la ley, debiste suicidarte!
¡Triste es de ser Creador, tornarse espía!
Si tu ley no razona, ve, ni muda,
negro y pútrido fango, se diría,
que con su miasma eterno te saluda.
¡Tu mundo es colosal! Prodigio osado,
que todo otro prodigio vuelve estrecho.
Mas ¿qué te vale, ¡oh Dios! haberlo creado?,
cuando te grita el hombre: ¡Está mal hecho!
Para que seas Dios, esto te pido:
algunas flores por la senda triste...
Un poco de bondad para el caído...
Que ames al hombre, si en verdad lo hiciste.
Trocar en risa la inquietud del llanto
no debe serte inaccesible cima:
Yo sé trocar la estrofa de mi canto
con un mísero cambio de la rima.
Señor: Si existes, para bien profundo,
todo lo invoco yo, todo lo inmolo:
Corrige los errores de tu mundo,
o pensaré que el mundo se hizo solo.
Muéstrate a mí. Dime, por fin, tu verbo...
Haz que en mi corazón la aurora irradie...
Confiesa lo más vil, lo más protervo,
lo más procaz... No he de contarlo a nadie.
Muéstrate a mí, Señor, Yo sé de un loco
que ha dicho: -"el que es Creador debe ser fuerte,
inexorable"- Y bien, tu has creado un poco...
un mundo... y una vida... y una muerte...
y un gran dolor universal... Y has hecho
cosas crueles... y cosas que pudiste
no hacer... Pues bien, Señor, aquí en mi pecho,
yo te traigo el perdón por lo que hiciste.
Pero cuenta... Es preciso que lo cuentes...
Yo sé que hay sangre oscura entre tus rastros...
¿Y qué importa? Si ahora te arrepientes,
con luz más buena brillarán los astros...
Rompe la hirsuta selva que te encierra.
¡Mandemos todos, desde ahora, abuelo!
Ya venció la República en la tierra...
¡Proclama la República en el cielo!
Siento en el corazón un regocijo
profundo... Tengo la intuición de hallarte.
Si eres bueno, yo vengo a ser tu hijo...
Si eres malo, yo vengo a perdonarte...
¿Y si no existe?...
-Cierto... Alguien lo dijo,
ya no sé ni en que tiempo, ni en qué parte.
La cosmovisión de un esclarecido
El aciago demiurgo
Parte inicial
Con excepción de algunos casos aberrantes,
el hombre no se inclina hacia el bien: ¿qué dios le impulsaría
a ello? Debe vencerse, hacerse violencia, para poder ejecutar el menor
acto no manchado de mal. Cada vez que lo logra, provoca y humilla a su
creador. Y si le acaece el ser bueno no por esfuerzo o cálculo,
sino por naturaleza, lo debe a una inadvertencia de lo alto: se sitúa
fuera del orden universal, no está previsto en ningún plan
divino. No hay modo de ver qué lugar ocupa entre los seres, ni siquiera
si es uno de ellos. ¿Será acaso un fantasma?
El bien es lo que fue o será, pero lo que
nunca es. Parásito del recuerdo o del presentimiento, periclitado
o posible, no podría ser actual ni subsistir por sí
mismo: en tanto que es, la conciencia le ignora y no lo capta más
que cuando desaparece. Todo prueba su insustancialidad; es una gran fuerza
irreal, es el principio que ha abortado desde un comienzo: desfallecimiento,
quiebra inmemorial, cuyos efectos se acusan a medida que la historia transcurre.
En los comienzos, en esa promiscuidad en que se opera el deslizamiento
hacia la vida, algo innombrable debió pasar, que se prolonga en
nuestros malestares, si no en nuestros razonamientos. Que la existencia
haya sido viciada en su origen, ella y los elementos mismos, es algo que
no se puede impedir uno suponer. Quien no haya sido llevado a afrontar
esta hipótesis al menos una vez por día habrá vivido
como un sonámbulo.
Es difícil, es imposible creer que el dios
bueno, el "Padre", se haya involucrado en el escándalo de la creación.
Todo hace pensar que no ha tomado en ella parte alguna, que es obra de
un dios sin escrúpulos, de un dios tarado. La bondad no crea: le
falta imaginación; pero hay que tenerla para fabricar un mundo,
por chapucero que sea. Es, en último extremo, de la mezcla de bondad
y maldad de la que puede surgir un acto o una obra. O un universo. Partiendo
del nuestro, es en cualquier caso mucho más fácil remontarse
a un dios sospechoso que a un dios honorable.
El dios bueno, decididamente, no ha sido dotado
para crear: lo posee todo, salvo la omnipotencia. Grande por sus deficiencias
(anemia y bondad van parejas), es el prototipo de la ineficacia: no puede
ayudar a nadie... No nos agarramos a él más que cuando nos
despojamos de nuestra dimensión histórica; en cuanto nos
reintegramos a ella, nos es extraño, nos es incomprensible: no tiene
nada de lo que nos fascina, no tiene nada de monstruo. Y es entonces cuando
nos volvemos hacia el creador, dios inferior y atareado, instigador de
los acontecimientos. Para comprender cómo ha podido crear, hay que
figurárselo presa del mal, que es innovación, y del bien,
que es inercia. Esta lucha fue, sin duda, nefasta para el mal, pues debió
sufrir la contaminación del bien: lo cual explica por qué
la creación no puede ser enteramente mal.
Como el mal preside todo lo que es corruptible,
que es tanto como decir todo lo que está vivo, es una tentativa
ridícula intentar demostrar que encierra menos ser que el bien,
o incluso que no contiene ninguno. Los que lo asimilan a la nada se imaginan
salvar
así al pobre dios bueno. No se le salva más que si se tiene
el valor de separar su causa de la del demiurgo. Por haberse rehusado a
ello, el cristianismo debía, durante toda su carrera, esforzarse
en imponer la inevidencia de un creador misericordioso: empresa desesperada
que ha agotado al cristianismo y comprometido al dios que quería
preservar.
No podemos impedirnos pensar que la creación,
que se ha quedado en estado de bosquejo, no podía ser acabada ni
merecía serlo, y que es en su conjunto una falta, y la famosa
fechoría, cometida por el hombre, aparece así como una versión
menor de una fechoría mucho más grave. ¿De qué
somos culpables, sino de haber seguido, más o menos servilmente,
el ejemplo del creador? La fatalidad que fue suya, la reconocemos sin duda
en nosotros: por algo hemos salido de las manos de un dios desdichado y
malo, de un dios maldito.
Predestinados los unos a creer en un dios supremo,
pero impotente; los otros en un demiurgo; los otros, finalmente, en el
demonio, no elegimos nuestras veneraciones ni nuestras blasfemias.
El demonio es el representante, el delegado del
demiurgo, cuyos asuntos administra aquí abajo. Pese al prestigio
y al terror unidos a su nombre, no es más que un administrador,
un ángel degradado a una tarea baja, a la historia.
Muy otro es el alcance del demiurgo: ¿cómo
afrontaríamos nuestras pruebas si él estuviese ausente? Si
estuviésemos a su altura o fuésemos sencillamente un poco
dignos de ella, podríamos abstenernos de invocarle. Ante nuestras
insuficiencias patentes, nos aferramos a él, incluso le imploramos
que exista: si se revelase como una ficción, ¡cuál
no sería nuestra desdicha o nuestra vergüenza! ¿Sobre
qué otros descargarnos de nuestras lagunas, nuestras miserias, de
nosotros mismos? Erigido por decreto nuestro en autor de nuestras carencias,
nos sirve de excusa para todo lo que no hemos podido ser. Cuando además
le endosamos la responsabilidad de este universo fallido, saboreamos una
cierta paz: no más incertidumbre sobre nuestros orígenes
ni sobre nuestras perspectivas, sino la plena seguridad en lo insoluble,
fuera de la pesadilla de la promesa. Su mérito es, en verdad, inapreciable:
nos dispensa incluso de nuestros remordimientos, puesto que ha tomado sobre
él hasta la iniciativa de nuestros fracasos.
Es más importante encontrar en la divinidad
nuestros vicios que nuestras virtudes. Nos resignamos a nuestras cualidades,
en tanto que nuestros defectos nos persiguen, nos trabajan. Poder proyectarlos
en un dios susceptible de caer tan bajo como nosotros y que no esté
confinado en la sosería de los atributos comúnmente admitidos,
nos alivia y nos tranquiliza. El dios malo es el dios más útil
que jamás hubo. Si no lo tuviésemos a mano, ¿a dónde
se encaminaría nuestra bilis? Toda forma de odio se dirige en última
instancia contra él. Como todos creemos que nuestros méritos
son desconocidos o pisoteados, ¿cómo admitir que una iniquidad
tan general sea obra del hombre tan sólo? Debe remontarse más
arriba y confundirse con algún tejemaneje antiguo, con el acto mismo
de la creación. Sabemos, pues, con quién tenérnosla,
a quién vilipendiar: nada nos halaga y nos sostiene tanto como poder
situar la fuente de nuestra indignidad lo más lejos posible de nosotros.
En cuanto al dios propiamente dicho, bueno y débil,
nos concertamos con él cada vez que no hay en nosotros ni rastro
de ningún mundo, en esos momentos que le postulan, que, fijos en
él de golpe, le suscitan, le crean, y durante los cuales
remonta de nuestras profundidades para la mayor humillación de nuestros
sarcasmos. Dios es el luto de la ironía. Basta, empero, que ésta
se refuerce, que se imponga de nuevo, para que nuestras relaciones con
él se agrien y se interrumpan. Nos sentimos entonces hartos de interrogarnos
a su respecto, queremos expulsarle de nuestras preocupaciones y de nuestros
furores, incluso de nuestro desprecio. Tantos le han infligido golpes antes
de nosotros, que nos parece ocioso venir ahora a encarnizarnos en un cadáver.
Y, sin embargo, cuenta todavía para nosotros, aunque no sea más
que por el pesar de no haberle abatido nosotros mismos.
Para evitar las dificultades propias del dualismo,
se podría concebir un mismo dios cuya historia transcurriría
en dos fases: en la primera, sabio, exangüe, replegado sobre sí
mismo, sin ninguna veleidad de manifestarse: un dios dormido, extenuado
por su eternidad; en la segunda, emprendedor, frenético, cometiendo
error tras error, se entregaría a una actividad condenable en sumo
grado. Esta hipótesis aparece a la reflexión como menos neta
y menos ventajosa que la de los dos dioses rotundamente distintos. Pero
si se encuentra que ni una ni otra dan cuenta de lo que vale este mundo,
siempre se tendrá el recurso de pensar, con algunos gnósticos,
que ha sido echado a suertes entre los ángeles.
(Es lamentable, es degradante asimilar la divinidad
a una persona. Nunca será una idea ni un principio anónimo
para quien haya practicado los Testamentos. Veinte siglos de altercados
no se olvidan de un día para otro. Se inspire en Job o en San Pablo,
nuestra vida religiosa es querella, desmesura, desabrimiento. Los ateos,
que manejan tan gustosamente la invectiva, prueban a las claras que apuntan
a alguien. Deberían estar menos orgullosos; su emancipación
no es tan completa como suponen: se hacen de Dios exactamente la misma
idea que los creyentes.)
El creador es el absoluto del hombre exterior; el
hombre interior, en revancha, considera la creación como un detalle
molesto, como un episodio inútil, entiéndase nefasto. Toda
experiencia religiosa profunda comienza donde acaba el reino del demiurgo.
No tiene nada que hacer con él, lo denuncia, es su negación.
En tanto que él nos obsesiona, él y el mundo, no hay medio
de escapar de uno y de otro, para, en un ímpetu de aniquilamiento,
alcanzar lo no creado y disolvernos en ello.
A favor del éxtasis -cuyo objeto es un dios
sin atributos, una esencia de dios- se eleva uno hacia una
forma de apatía más pura que la del mismo dios supremo, y
si uno se sumerge en lo divino, no por eso se deja de estar más
allá de toda forma de divinidad. Ésa es la etapa final, el
punto de llegada de la mística, mientras que el punto de partida
era la ruptura con el demiurgo, el rehuse a confraternizar todavía
con él y a aplaudir su obra. Nadie se arrodilla ante él;
nadie le venera. Las únicas palabras que se le dirigen son súplicas
invertidas; el único modo de comunicación entre una criatura
y un creador igualmente caídos.
Al infligir al dios oficial las funciones de padre, de creador y de gerente, se le expuso a ataques de resultas de los cuales debía sucumbir. ¡Cuál no hubiera sido su longevidad si se hubiese escuchado a un Marción, que de todos los heresiárcas es el que se ha erguido con más vigor contra el escamoteo del mal y que ha contribuido en el mayor grado a la gloria del dios malo por el odio que le ha profesado! No hay ejemplo de otra religión que, en sus comienzos, haya desperdiciado tantas ocasiones. Seríamos con toda seguridad muy diferentes si la era cristiana hubiera sido inaugurada por la execración del creador, pues el permiso de abrumarle no hubiese dejado de aliviar nuestra carga y de volver así menos opresores los dos últimos milenios. La Iglesia, al rehusar incriminarle y adoptar las doctrinas a las que no repugnaba hacerlo, iba a comprometerse en la astucia y la mentira. Por lo menos, tenemos el consuelo de constatar que lo más seductor que hay en su historia son sus enemigos íntimos, todos los que ella ha combatido y rechazado y quienes, para salvaguardar el honor de Dios, recusaron, a riesgo del martirio, su condición de creador. Fanáticos de la nada divina, de esa ausencia en que se complace la bondad suprema, conocen la dicha de odiar a tal dios y de amar a tal otro sin restricción, sin reservas mentales. Arrastrados por su fe, hubieran sido incapaces de descubrir la pizca de birlibirloque que entra hasta en el tormento más sincero. La noción de pretexto no había nacido todavía, ni tampoco esa tentación, completamente moderna, de ocultar nuestras agonías tras alguna acrobacia teológica. Una cierta ambigüedad existía empero en ellos: ¿qué eran esos gnósticos y esos maniqueos de toda laya sino perversos de la pureza, obsesos del horror? El mal les atraía, les llenaba casi: sin él, su existencia hubiera estado vacante. Le perseguían, no le dejaban ni un instante. Y si sostenían con tanta vehemencia que era increado, es porque deseaban en secreto que subsistiese por siempre jamás, para poder gozar y ejercer, durante toda la eternidad, de sus virtudes combativas. Habiendo, por amor al Padre, reflexionado demasiado en el adversario, debían acabar por comprender mejor la condenación que la salvación. Tal es la razón por la que habían captado ten bien la esencia de este mundo. La Iglesia, tras haberles vomitado, ¿será acaso tan hábil como para apropiarse de sus tesis, y tan caritativa como para prestigiar al creador, para excomulgarle finalmente? No podrá renacer más que desterrando las herejías, más que anulando sus antiguos anatemas para pronunciar otros nuevos.
Tímido, desprovisto de dinamismo, el bien
es incapaz de comunicarse; el mal, atareado muy por el contrario, quiere
transmitirse y lo logra, puesto que posee el doble privilegio de ser fascinante
y contagioso. De este modo, se ve más fácilmente extenderse
y salir de sí a un dios malo que a uno bueno.
Esta incapacidad de permanecer en sí mismo,
de la que el creador debía hacer una demostración tan irritante,
la hemos heredado todos: engendrar es continuar de otra forma y
a otra escala la empresa que lleva su nombre, es añadir algo a su
"creación" por un deplorable remedo. Sin el impulso que él
ha dado, el deseo de alargar la cadena de los seres no existiría,
ni tampoco esa necesidad de suscribirse a los tejemanejes de la carne.
Todo alumbramiento es sospechoso; los ángeles, felizmente, son incapaces
de ello, pues la propagación de la vida está reservada a
los caídos. La lepra es impaciente y ávida, gusta de expandirse.
Es importante desaconsejar la generación, pues el temor de ver a
la humanidad extinguirse no tiene fundamento alguno: pase lo que pase,
por todas partes habrá los suficientes necios que no pedirán
más que perpetuarse y, si incluso ellos acabasen por zafarse, siempre
se encontrará, para sacrificarse, alguna pareja espeluznante.
No es tanto el apetito de vivir lo que se trata
de combatir, como el gusto por la "descendencia". Los padres, los progenitores,
son provocadores o locos. Que el último de los abortos tenga la
facultad de dar la vida, de "echar al mundo"..., ¿existe algo más
desmoralizador? ¿Cómo pensar sin espanto o repulsión
en ese prodigio que hace del primer venido un medio-demiurgo? Lo que debería
ser un don tan excepcional como el genio ha sido conferido indistintamente
a todos: liberalidad de mala ley que descalifica para siempre a la naturaleza.
La exhortación criminal del Génesis:
Creced y multiplicaos, no ha podido salir de la boca del dios bueno.
Sed
escasos, hubiese debido sugerir más bien, si hubiese tenido
voz en el capítulo. Nunca tampoco hubiese podido añadir las
palabras funestas: Y llenad la tierra. Se debería, antes
de nada, borrarlas para lavar a la Biblia de la vergüenza de haberlas
recogido.
La carne se extiende más y más como
una gangrena por la superficie del globo. No sabe imponerse límites,
continúa haciendo estragos pese a sus reveses, toma sus derrotas
por conquistas, nunca ha aprendido nada. Pertenece ante todo al reino del
creador y es sin duda en ella donde éste ha proyectado sus instintos
malhechores. Normalmente, debería aterrar menos a quienes la contemplan
que a los mismos que la hacen durar y aseguran sus progresos. No es así,
pues no saben de qué aberración son cómplices. Las
mujeres encintas serán un día lapidadas, el instinto maternal
proscrito, la esterilidad aclamada. Con razón en las sectas en que
la fecundidad era mirada con recelo, entre los Bogomilos y los Cátaros,
se condenaba el matrimonio, institución abominable que todas las
sociedades protegen desde siempre, con gran desesperación de los
que no ceden al vértigo común. Procrear es amar la plaga,
es querer cultivarla y aumentarla. Tenían razón esos filósofos
antiguos que asimilaban el fuego al principio del universo y del deseo.
Pues el deseo arde, devora, aniquila: juntamente agente y destructor de
los seres, es sombrío e infernal por esencia.
Este mundo no fue creado alegremente. Sin embargo,
se procrea con placer. Sí, sin duda, pero el placer no es la alegría,
sólo es su simulacro: su función consiste en dar el cambiazo,
en hacernos olvidar que la creación lleva, hasta en su menor detalle,
la marca de esa tristeza inicial de la que ha surgido. Necesariamente engañoso,
es él también quien nos permite ejecutar cierto esfuerzo
que en teoría reprobamos. Sin su concurso, la continencia, ganando
terreno, seduciría incluso a las ratas. Pero es en la voluptuosidad
cuando comprendemos hasta qué punto el placer es ilusorio. Por ella
alcanza su cumbre, su máximo de intensidad, y es ahí, en
el colmo de su éxito, cuando se abre súbitamente a su irrealidad,
cuando se hunde en su propia nada. La voluptuosidad es el desastre
del placer.
No se puede consentir que un dios, ni siquiera
un hombre, proceda de una gimnástica coronada por un gruñido.
Es extraño que, tras un período de tiempo tan largo, la "evolución"
no haya logrado agenciarse otra fórmula. ¿Para qué
iba a cansarse, por otro lado, cuando la ahora vigente funciona a pleno
rendimiento y conviene a todo el mundo? Entendámonos: la vida misma
no entra en disputa, es misteriosa y extenuante a placer; lo que no es
el ejercicio en cuestión, de una inadmisible facilidad, vistas
sus consecuencias. Cuando se sabe lo que el destino dispensa a cada
cual, se queda uno pasmado ante la desproporción entre un momento
de olvido y la suma prodigiosa de desgracias que resulta de ello. Cuanto
más se vuelve sobre este tema, más se convence uno de que
los únicos que han entendido algo son los que han optado por la
orgía o la ascética, los libertinos o los castrados.
Como procrear supone un desvarío sin nombre,
cierto es que si nos volviésemos sensatos, es decir, indiferentes
a la suerte de la especie, sólo guardaríamos algunas muestras,
como se conservan especímenes de animales en vías de desaparición.
Cerremos el camino a la carne, intentemos paralizar su espantoso crecimiento.
Asistimos a una verdadera epidemia de vida, a una proliferación
de rostros. ¿Dónde y cómo seguir todavía frente
a frente con Dios?
Nadie es sujeto continuamente de la obsesión
del horror; sucede que nos apartamos de él, que casi le olvidamos,
sobre todo cuando contemplamos algún paisaje del que nuestros semejantes
están ausentes. En cuanto aparecen, se instala de nuevo en el espíritu.
Si uno se inclinase a absolver al creador, a considerar este mundo como
aceptable e incluso satisfactorio, aún habría que hacer reservas
sobre el hombre, ese punto negro de la creación.
Nos es fácil figurarnos que el demiurgo, convencido
de la insuficiencia o de la nocividad de su obra, quiera un día
hacerla perecer e incluso se las arregle para desaparecer con ella. Pero
también se puede concebir que desde un comienzo sólo se atarea
en destruirse y que el devenir se reduce al proceso de esa lenta autodestrucción.
Proceso despacioso o jadeante, en las dos eventualidades se trataría
de una vuelta sobre sí mismo, de un examen de conciencia, cuyo desenlace
sería el rechazo de la creación por su autor.
Lo que hay en nosotros de más anclado y de
menos perceptible es el sentimiento de una quiebra esencial, secreto de
todos, dioses incluidos. Y lo que es notable es que la mayoría está
lejos de adivinar que experimenta ese sentimiento. Estamos por lo demás,
merced a un favor especial de la naturaleza, destinados a no darnos cuenta
de ello: la fuerza de un ser reside en su incapacidad de saber hasta qué
punto está solo. Bendita ignorancia, gracias a la cual puede agitarse
y actuar. ¿Qué tiene por fin la revelación de su secreto?
Su impulso se rompe de inmediato, irremediablemente. Es lo que le ha sucedido
al creador o lo que le sucederá, quizás.
Haber vivido siempre con la nostalgia de coincidir
con algo, sin, a decir verdad, saber con qué... Es fácil
pasar de la incredulidad a la creencia o inversamente. Pero ¿a qué
convertirse y de qué abjurar, en medio de una lucidez crónica?
Desprovista de sustancia, no ofrece ningún contenido del que se
pueda renegar; está vacía y no se reniega del vacío:
la lucidez es el equivalente negativo del éxtasis.
Quien no coincide con nada, tampoco coincidirá
consigo mismo; de aquí provienen esas llamadas sin fe, esas convicciones
vacilantes, esas fiebres privadas de fervor, ese desdoblamiento del que
son víctimas nuestras ideas y hasta nuestros reflejos. El equívoco,
que regula todas nuestras relaciones con este mundo y con el otro, lo guardamos
en primera instancia para nosotros mismos; después lo hemos expandido
a nuestro alrededor, a fin de que nadie escape, a fin de que ningún
viviente sepa a qué atenerse. Ya no hay nada claro en ninguna
parte: por nuestra culpa las mismas cosas se tambalean y se hunden en la
perplejidad. Lo que nos haría falta es el don de imaginar la posibilidad
de rezar, indispensable a cualquiera que aspira a su salvación.
El infierno es la oración inconcebible.
La instauración de un equívoco universal
es la proeza más calamitosa que hemos realizado y la que nos hace
rivales del demiurgo.
No fuimos felices más que en las épocas
en que, ávidos de ocultamiento, aceptábamos nuestra nada
con entusiasmo. El sentimiento religioso no emana de la constatación,
sino del deseo de nuestra insignificancia, de la necesidad de revolcarnos
en ella. Esta necesidad, inherente a nuestra naturaleza, ¿cómo
podrá satisfacerse ahora que ya no podemos vivir a remolque de los
dioses? En otros tiempos eran ellos los que nos abandonaban; hoy somos
nosotros los que los abandonamos. Hemos vivido a su lado demasiado tiempo
como para que hallen gracia a nuestros ojos; siempre a nuestro alcance,
les oíamos rebullir; nos acechaban, nos espiaban: no estábamos
ya en nuestra casa... Ahora bien, como la experiencia nos lo enseña,
no existe ser más odioso que el vecino. El hecho de saberle tan
próximo en el espacio nos impide respirar y hace igualmente impracticables
nuestros días y nuestras noches. En vano, hora tras hora, meditamos
su ruina: ahí está, atrozmente presente. Todos nuestros pensamientos
nos invitan a suprimirle; cuando por fin nos decidimos, un sobresalto de
cobardía nos encoge, justo antes del acto. De este modo somos asesinos
en potencia de quienes viven en nuestros parajes; y por no poder serlo
de hecho, nos recomemos y nos agriamos, indecisos y fracasados de la sangre.
Si, con los dioses, todo pareció más
sencillo, es porque, siendo su indiscreción inmemorial, habría
que acabar con ella, costase lo que costase: ¿acaso no eran demasiado
molestos para que fuese posible guardarles aún miramientos? Así
se explica que, al clamor general contra ellos, ninguno de nosotros podía
dejar de mezclar su vocecita.
Cuando pensamos en esos compañeros o enemigos
varias veces milenarios, en todos los patrones de las sectas, de las religiones
y de las mitologías, el único del que nos repugna separarnos
es de ese demiurgo, al que nos apegan los males mismos de los que nos importa
que sea la causa. En él pensamos a propósito del menor acto
de la vida y de la vida sin más. Cada vez que le consideramos, que
escrutamos sus orígenes, nos maravilla y nos da miedo; es un milagro
aterrador, que debe provenir de él, dios especial, completamente
aparte. De nada sirve sostener que no existe, cuando nuestros estupores
cotidianos están ahí para exigir su realidad y proclamarla.
¿Se les opondrá que ha existido quizá, pero que ha
muerto como los otros? No se dejarán desanimar, se atraerán
en resucitarlo y durará tan largo tiempo como nuestro asombro y
nuestro miedo, como esta curiosidad indignada ante todo lo que es, ante
todo lo que vive. Dirán: "Triunfad sobre el miedo, para que sólo
subsista vuestro asombro". Pero para vencerle, para hacerle desaparecer,
habría que atacarle en su principio y demoler sus fundamentos, volver
a edificar ni más ni menos que el mundo en su totalidad, cambiar
alegremente de demiurgo, entregarse, en suma, a otro creador.
Frase final del libro:
Estamos todos en el fondo de un infierno, cada instante
del cual es un milagro.
Frases sueltas
La prueba de que este mundo no es un éxito, es que puede uno compararse sin incidencia con el que se supone que lo ha creado...
Mis dudas sobre la providencia no duran nunca mucho: ¿quién, fuera de ella, estaría dispuesto a asignarnos tan puntualmente nuestra infaltable ración de derrota cotidiana?
El rechazo del nacimiento, de nacer, no es otra cosa
que la nostalgia de ese tiempo antes del tiempo.
Partes del capítulo "El diablo persa", del libro El Diablo, de Giovanni Papini
Luego Papini cita el Himno a Ahrimán,
de Giacomo Leopardi (1798-1837):
"Rey de las cosas, autor del mundo, arcana
maldad, poder supremo y suprema
inteligencia, eterno
dador de males y rector del movimiento,
yo no sé si eso te hace feliz, pero mira y goza, etc. contemplarlo
eternam., etc.
Producción y destrucción, etc., para matar, pare, etc.
sistema del mundo, todo es padecim. La naturaleza como niño
que deshace enseguida lo que ha hecho, vejez. Hastío o pasión
llenos de dolor y de desesperación: amor.
Los salvajes y las tribus primitivas sólo te reconocen a ti,
bajo diversas formas. Pero los pueblos civilizados, etc., con distintos
nombres el vulgo te llama Hado, naturaleza y Dios. Pero tú eres
Ahrimán, el que, etc.
Y el mundo civilizado te invoca.
Callo las tempestades, las pestes, etc., dones tuyos, que no sabes
dar otra cosa. Tú traes heladas y sequías.
El mundo delira buscando nuevas ordenaciones y leyes y espera perfección.
Pero tu obra permanece inmutable, porque p. naturaleza reinarás
siempre. Audacia y engaño; sinceridad y modestia quedarán
atrás, y la suerte será enemiga del valor, y el mérito
no conseguirá abrirse paso, y el justo y el débil serán
oprimidos, etc., etc.
Vives, Ahrimán; y triunfas y siempre triunfarás.
Envidia hacia los hombres atribuída a los dioses por los antiguos
Animales destinados a ser comidos. Serpiente boa. Numen piadoso, etc.
¿Por qué, Dios del mal, has puesto en la vida apariencias
del placer? ¿El amor?...¿Para torturarnos con el deseo, con
la comparación con los demás y con el tiempo pasado, etc.?
No sé si te agradan las alabanzas o las blasfemias, etc. Tu
alabanza será el llanto, testimonio de nuestro padecimiento. De
mí no obtendrás llanto, por cierto: tu nombre será
maldito mil veces por mis labios, etc.
Pero yo no me resignaré, etc.
Si se le puede pedir una gracia a Ahrimán, etc., concédeme
no pasar del 7º lustro. Yo he sido en la vida tu mejor predicador,
etc., el apóstol de tu religión. No te pido ninguno de los
llamados bienes: te pido la muerte, considerado el mayor de los males (no
te pido riquezas, etc., ni amor, único digno motivo de vivir, etc.).
No tolero la vida, ya no la tolero."
Los conceptos son claros; más aun: demasiado
claros; y se reducen a una sucinta y apresurada exposición del pesimismo
leopardiano: el Mal triunfa y habrá de triunfar siempre; el autor
y regidor de un mundo tan tétrico y desdichado no puede ser sino
el mismo Dios del Mal, o sea, para decirlo a la manera persa, Ahrimán.
Leopardi sólo toma del zoroastrismo la divinidad
malvada; no alude siquiera a Ormuzd (o Ahura Mazda) principio luminoso
del Bien, y menos aun a su triunfo final, que el Avesta nos presenta.
El Demiurgo platónico
Los griegos, por influencia de Parménides
de Elea y de Heráclito de Efeso, tenían el concepto de dos
mundos. Uno era maravilloso a su modo, pero hecho de sombras y copias.
El otro era el mundo real, donde viven para siempre las grandes realidades
de las cuales nuestras cosas mundanas no son más que meras copias.
Para el griego, el mundo invisible era el real, y el mundo visible no era
mas que una sobra, una irrealidad.
Platón sistematizó esta forma de pensar
en su doctrina de las formas o las ideas. El sistema platónico se
basa en una concepción de la existencia de dos mundos, uno ideal
y de otro real. El mundo que existe mas allá del espacio y del tiempo,
fuera de este mundo sensible (que se puede tocar, sentir, oler, ver, gustar
y oír) y de nuestros conceptos, y otro mundo, el nuestro, en el
cual todo cambia, se transforma, donde todo es un devenir, un conjunto
de mutaciones y de persistencias. Según su percepción, en
el mundo ideal existían los modelos perfectos de cada cosa. En algún
lugar estaba el modelo perfecto del bien y de la belleza de la cual todo
bien y toda belleza no son más que copias imperfectas. Para Platón
ese mundo de conceptos estaba en el mundo ideal, el cual se refleja a modo
de destellos en este mundo real.
Platón se da cuenta de que a ese mundo ideal
en el cual existe todo lo original, es decir, el modelo perfecto de cada
cosa que existe en este mundo real-terrenal, le falta un creador. El ve
que esas ideas son la causa necesaria de la finalidad de este mundo, pero
no son la causa suficiente de la generación del mundo, no fueron
creadas por ellas, por lo tanto el mundo no pudo ser creado por las ideas.
Para Platón lo sensible esta relacionado con lo "inteligible" porque
hay una causa eficiente que efectúa tal participación, es
decir, de un dios que imprima en la materia los reflejos de las ideas en
el acto de engendrar el mundo sensible. Efectúa la relación
de este mundo con aquél y hace del nuestro una imitación
del otro. Bajo la apariencia de un ente mítico llamado Demiurgo,
se oculta una postulación metafísica de la necesidad de una
solución teística del problema del origen y formación
del mundo. Para Platón, las verdaderas causas de las cosas son las
ideas y ese ser llamado Demiurgo, es decir, una causa inteligible y un
principio inteligente. El propósito es el de plasmar en el mundo
sensible esa ideas y el principio inteligente, la mente que proyecta su
obra, el arquitecto, que pone la idea en la realidad. Ese origen se debe
a la inteligencia y a la bondad de ese ser sobrenatural. Sostiene, también,
que aunque sin demostrarlo, el Demiurgo ha tenido conciencia de la madurez
de la materia y la ha encuadrado en el origen y la finalidad del conjunto.
Pero a la pregunta de que si ese orden se ha logrado, no tiene respuesta
afirmativa porque tal ente no tiene poder absoluto sobre su creación,
el dios de Platón tiene límites.
Este es un modelo de Dios que nos resulta conocido.
No solo es el concepto de Dios, sino la teología impregnada que
lo acompaña es la que vamos a ver llegar hasta nuestros días.
La visión del mundo celestial donde plácidamente gobierna
Dios, en el cual hay paz, tranquilidad, descanso, estabilidad y hasta
con un poco de monotonía; versus el mundo terrenal, que cambia vertiginosamente
con y en todas sus realidades que preguntan: ¿Dónde se escondió
Dios que no ve este caos? Platón tuvo una intuición de la
necesidad de Dios causada por la búsqueda de respuestas a la existencia.
La teología aportada por la filosofía precristiana es, quizás,
el pensamiento más elevado que el hombre haya podido lograr por
sus propios medios, pero no alcanza para responder a la profunda pregunta
del origen de lo creado, aunque alcanzó para impregnar la sabiduría
religiosa popular que intuye a Dios pero no le ve. Sócrates,
Platón y toda la tradición de la que ambos formaban parte,
habían criticado a los dioses paganos, diciendo que eran creación
humana, y que según los mitos clásicos eran más perversos
que los hombres. Platón hablaba de un ser supremo, inmutable, perfecto,
que era la suprema bondad y belleza. Creía en la inmortalidad de
alma, y por consiguiente en la vida después de la muerte.
.
El gnosticismo fue considerado la primera herejía
del cristianismo. Su base era que el mundo físico y material no
había sido creado por el Dios Verdadero, sino por un Demiurgo, un
imitador imperfecto (que identificaban con el Yahvé del Antiguo
Testamento). Por lo tanto el mundo y la materia eran algo corrupto, que
aprisionaba las almas puras emanadas del Dios Verdadero.
Este Demiurgo estaba asistido por siete Arcontes,
que se identificaban con los siete cuerpos celestes de la astrología
tradicional. El alma humana era obligada a encarnarse una y otra vez en
un cuerpo material, cegada al mundo espiritual del que procede, y hundiéndose
en la maldad. Evitar que naciera más gente era evitar que las almas
fueran atrapadas en cuerpos, así que los gnósticos procuraban
no tener hijos.
Sin embargo, el Dios Verdadero había enviado
a su hijo Jesucristo para liberar a la humanidad. Como Jesucristo era puro
no podía estar atrapado en un cuerpo físico. Se aparecía
a los apóstoles para darles su mensaje, pero la crucifixión,
muerte, y resurrección no eran más que una ilusión,
ya que no era material.
Esta herejía era tan importante que para
combatirla se escribió el Evangelio de San Juan, que comienza diciendo
"la Palabra se hizo carne" en clara alusión a que Jesucristo tenía
un cuerpo humano. La gnosis contaba con famosos seguidores, como Simón
el mago, que aparece en Hechos de los Apóstoles y no sale muy bien
parado. Por otro lado, tambien existen los Evangelios Gnósticos,
que son apócrifos (es decir, no forman parte de la Biblia oficial).
Las ideas gnósticas fueron desapareciendo
(extinguidas alrededor del siglo V), si bien dejaron el concepto del cuerpo
como algo negativo y pecaminoso, que obstaculizaba el progreso espiritual.
Esta idea, posiblemente conectada con tradiciones orientales (hiduísmo,
budismo, y otras religiones que enviaron misioneros a Occidente en aquel
tiempo), fue muy popular entre los ascetas y puritanos medievales.
Las herejías de los Cátaros y Albigenses
en plena Edad Media, que motivaron una Cruzada, se suponen inspiradas en
la Gnosis. Aunque algunos sostienen que dichas ideas se transmitían
a través de sociedades secretas que han funcionado desde los primeros
tiempos del cristianismo, es más probable que estos brotes fueran
a consecuencia de las lecturas de los libros antiguos, así como
los grupos gnósticos actuales. Estos grupos mezclan las ideas antiguas
con las nuevas modas esotéricas y pretenden alcanzar poderes mágicos.
Por supuesto, son elitistas (sólo ellos tienen
el "conocimiento", la "gnosis"), y piensan que el resto de la humanidad
vive "dormida" ante la "Verdad".
EL EVANGELIO CÁTARO DEL PSEUDO-JUAN
Capítulo I
Revelaciones de Jesús sobre Satanás
1. Yo, Juan, vuestro hermano, que toma parte en vuestras
tribulaciones, a fin de tomarla igualmente en el reino de los cielos, cuando
tenía reclinada mi cabeza sobre el pecho de Nuestro Señor
Jesucristo, le pregunté: Señor, ¿quién es el
que te traicionará? Y él me respondió: El que mete
conmigo la mano en el plato. Entonces Satanás entró en él,
y buscaba ocasión para entregarlo.
2. Y yo dije: Señor, antes que Satanás
cayese, ¿cuál era su gloria cerca de tu Padre? Y Jesús
me contestó: Era una gloria tamaña, que mandaba en las potestades
de los cielos. Yo estaba sentado junto a mi Padre, y el mandaba a todos
los imitadores de mi Padre. Descendía del cielo al infierno, y subía
después desde el infierno hasta el trono del Padre invisible. Y
fue herido de orgullo por la gloria de quien, como él, dirigía
los cielos, y concibió el pensamiento de colocar su residencia por
encima de las nubes de los cielos, y quiso ser semejante al Altísimo.
3. Y cuando hubo descendido en el aire, dijo al
ángel del aire: Ábreme las puertas del aire, y el ángel
le abrió las puertas del aire.
4. Y, descendiendo más abajo, se dirigió
al ángel que presidía los cielos, y le ordenó: Ábreme
las puertas de los cielos, y el ángel se las abrió.
5. Y, continuando su camino, encontró toda
la faz de la tierra cubierta por las aguas.
6. Y, descendido sobre la tierra, encontró
dos grandes peces extendidos sobre las aguas, y que eran como bueyes uncidos
en pareja para labrar, los cuales, conforme al mandamiento del Padre invisible,
ocupaban toda la tierra, desde la puesta hasta la salida del sol.
7. Y, cuando descendió más todavía,
encontró su ossop, que es el elemento del fuego, y no pudo
descender más, a causa de las llamas ardientes que se lo impedían.
8. Y Satanás retrocedió, y fue hacia
el ángel del aire, y hacia el que preside las aguas, y dijo: Todo
esto es mío. Si me escucháis y me obedecéis, colocaré
mi residencia por encima de las nubes, y seré semejante al Altísimo.
Y, quitando las aguas de este firmamento supremo, reuniré los demás
lugares del mar, y no habrá agua sobre la superficie de la tierra,
y reinaré con vosotros por los siglos de los siglos.
9. Y, habiendo hablado así a los ángeles,
subió hacia los otros ángeles, hasta el quinto cielo, y preguntó
a cada uno: ¿Cuánto debes a tu Señor? Y uno contestó:
Cien medidas de trigo candeal. Y Satanás repuso: Toma pluma y tinta,
y escribe sesenta.
10. E interrogó a otros: Y tú, ¿cuánto
debes a tu Señor? Y uno de ellos, respondió: Cien medidas
de aceite. Y Satanás le dijo: Siéntate, y escribe cincuenta.
11. Y, subiendo hacia todos los cielos, habló
así hasta el quinto cielo, lisonjeando a los ángeles del
Padre invisible.
12. Y una voz salió del trono del Padre,
y dijo: ¿Qué haces, tú que niegas al Padre, y que
seduces a los ángeles? Fautor de pecado, cumple prontamente lo que
en el pensamiento has concebido.
13. Entonces el Padre dio orden a los ángeles,
diciéndoles: Tomad sus vestiduras. Y los ángeles despojaron
de sus vestiduras, de sus tronos y de sus coronas, a todos los ángeles
que habían escuchado y obedecido a Satanás.
Capítulo II
Satanás convertido en Demiurgo
1. Y yo, Juan, pregunté al Señor: Cuando
Satanás cayó, ¿a qué sitio fue a habitar?
2. Y el Señor me respondió: Mi padre
lo desfiguró a causa de su orgullo, y le arrebató su luz
prístina, y su faz se tornó a modo de un hierro enrojecido
al fuego, y fue semejante a la del hombre, y, con un solo latigazo de su
cola, arrastró a la tercera parte de los ángeles de Dios,
y fue lanzado lejos de la sede del Altísimo y de la estancia de
los cielos.
3. Y, al descender en el firmamento, no pudo procurarse
ningún reposo, ni para él, ni para los que lo acompañaban.
4. Y rogó al Padre, diciendo: Ten compasión
de mí, y te lo devolveré todo.
5. Y el Padre tuvo compasión de él,
y le concedió reposo, así como a los que lo acompañaban,
por espacio de siete días.
6. Y Satanás se instaló en el firmamento,
e imperó en el ángel del aire, y en el ángel del agua.
Y éstos levantaron la tierra, la cual apareció arriba, y
el ángel que dominaba sobre las aguas recibió una corona.
Y con la mitad de ella hizo la luz de la luna, y la luz de las estrellas,
y con las piedras hizo todas las milicias de las estrellas.
7. Y tomó en seguida a los ángeles
por ministros suyos, según el orden establecido en la mansión
del Altísimo, y creó el trueno, la lluvia, el granizo y la
nieve.
8. Y envió a la tierra a los ángeles,
sus ministros. Y mandó a la tierra que produjese todos los volátiles,
y todos los reptiles, y los árboles, y las hierbas. Y mandó
al mar que produjese los peces y los pájaros del cielo.
9. Y, reflexionando entre sí, quiso hacer
al hombre a su imagen, y ordenó al ángel del tercer cielo
que entrase en un cuerpo de barro.
10. Y, tomando una porción de este cuerpo,
hizo otro cuerpo en forma de mujer, y ordenó al ángel del
segundo cielo que entrase en el cuerpo de la mujer.
11. Y los ángeles lloraban, al verse revestidos
de una forma mortal y diferente de la que siempre les había correspondido.
12. Mas él los mandó a ejecutar la
obra carnal en sus cuerpos de barro, sin que ellos comprendiesen que cometían
un pecado.
13. Y el autor del mal pensó en formar el
Paraíso, e introdujo en él al primer hombre.
14. Y plantó un árbol en medio del
Paraíso, y ocultó así su pensamiento, para que los
hombres no conociesen su engaño.
15. Y se aproximó a ellos, y les dijo: Comed
de todo fruto que esté en el Paraíso, mas no comáis
del fruto del árbol del bien y del mal.
16. Y el diablo entró en el cuerpo de la
serpiente perversa, y sedujo al ángel que tenía forma de
mujer, y en su hermano repercutió la concupiscencia del pecado,
y cometió su concupiscencia con Eva en el canto de la serpiente.
17. Y he ahí por qué se llaman hijos
del diablo e hijos de la serpiente a los que cometen la concupiscencia
del diablo, su padre, hasta la consumación de los siglos.
18. Y, sin tardanza, el diablo inoculó al
ángel que estaba en Adán su veneno y su concupiscencia, que
engendraron el hijo de la serpiente y el hijo del demonio, hasta la consumación
de los siglos.
Capítulo III
Explicación del pecado original y de la redención
cristiana
1. Y en seguida, yo, Juan, interrogué al Señor,
diciendo: ¿Cómo los hombres afirman que Adán y Eva
fueron creados por la mano de Dios, y que, puestos en el Paraíso
para observar los preceptos, se vieron entregados a la muerte?
2. Y el Señor me respondió: Escucha,
Juan, bien amado de mi Padre. Los hombres ignorantes dicen también
en la prevaricación que mi Padre había fabricado cuerpos.
Empero ha creado, por el Espíritu Santo, todas las virtudes de los
cielos y los santos, a causa de la prevaricación, se encontraron
en posesión de cuerpos de barro, y he aquí por qué
se vieron entregados a la muerte.
3. Y de nuevo, yo, Juan, interrogué al Señor,
diciendo: ¿Cómo el hombre comienza a existir en espíritu
en un cuerpo carnal?
4. Y el Señor me respondió: Ángeles
caídos del cielo pasan a los cuerpos de las mujeres, y reciben la
carne de la concupiscencia de la carne. Porque el espíritu nace
del espíritu, y la carne de la carne, y es así como se consuma
el reinado de Satanás en este mundo y en todas las naciones.
5. Y me dijo: Mi Padre le ha permitido reinar siete
días, que son siete siglos.
6. Y otra vez pregunté al Señor: ¿Cuándo
advendrá ese tiempo?
7. Y él me contestó: El diablo, que
ha caído de la gloria del Padre, y que ha querido levantar y realzar
su propia gloria, envió a sus ángeles, irradiantes de fuego,
a los hombres, desde Adán hasta Enoch, su ministro.
8. Y elevó a Enoch por encima del firmamento,
y le mostró su divinidad, y le dio pluma y tinta, para que escribiese
sesenta y siete libros, y le ordenó que los trajese a la tierra,
y los diese en legado a sus hijos.
9. Y Enoch obedeció a Satanás punto
por punto y, llegado a la tierra, comenzó a instruir a sus hijos
en la manera como debían hacerse los sacrificios, y a enseñarles
misterios injustos, y ocultaba así a los hombres el reino de los
cielos.
10. Y el diablo le decía: Cree en mí,
porque soy tu Dios, y no hay otro Dios que yo.
11. He aquí por qué mi Padre me ha
enviado a este mundo, a fin de que haga conocer a los hombres los perversos
designios del diablo.
12. Y, cuando el diablo supo que había bajado
del cielo al mundo, envió a un ángel, y tomó tres
lenguas, y las dio, para crucificarme, a Moisés, y yo las conservo
aún.
13. Entonces Moisés anunció a Dios
a su pueblo. Y Dios le mandó dar la ley a los hijos de Israel, y
lo condujo por entre la mar desecada.
14. Y, cuando mi Padre pensó en enviarme
al mundo, envió, antes que a mí, a su ángel, llamado
María, para que yo fuese recibido en su seno.
15. Y, descendiendo, entré en ella por el
oído, y por el oído salí.
La maldad de los
dioses segun los sumerios
Del libro La historia
empieza en Sumer (From the tablets of Sumer, 1965), Samuel Noah
Kramer
Sufrimiento y Sumisión
El primer Job
Dios mío:
El día brilla luminoso sobre la tierra;
para mí el día es negro
.........................................................................................................
las lágrimas,
la tristeza, la angustia y la desesperación
se han alojado en el fondo de mí.
.........................................................................................................
La mala suerte
me tiene en sus manos, se lleva el aliento de mi vida.
La fiebre
maligna baña mi cuerpo...
Dios mío,
oh, tú, padre que me has engendrado,
levanta mi rostro.
.......................................................................................................
¿Cuánto
tiempo me abandonarás,
me dejarás sin protección?
.......................................................................................................
¿Cuánto
tiempo más me dejarás sin apoyo?
Cité estas
líneas entre otras, el 29 de diciembre de 1954, en una comunicación
que presenté ante la "Society of Biblical Literature", titulada:
"Un hombre y su dios. Preludio sumerio al tema de Job". Estas líneas
pertenecen a un ensayo poético que yo acababa de reconstruir aquel
mismo año, a partir de varias tabletas y fragmentos descubiertos
en Nippur.
Así, pues,
mas de mil años antes de que fuese compuesto el libro de Job, un
texto sumerio anunciaba los acentos que la Biblia luego amplificaría
y popularizaría.
Los sabios sumerios
creían y enseñaban que las desdichas del hombre son el resultado
de sus pecados y de sus malas acciones, y que no hay ningún hombre
que, por un motivo u otro, esté excento de culpa. Para ellos, como
ya hemos visto, no existía ningún ejemplo de sufrimiento
humano injusto o inmerecido; es siempre al hombre, decían, a quien
hay que recriminar, nunca a los dioses. A pesar de todo, más de
un sumerio debió existir que en los momentos de adversidad estuviese
tantado a poner en duda la lealtad y justicia de los dioses. Y tal vez
fuera para prevenir semejante resentimiento y neutralizar toda clase de
desilusión por parte de los hombres, en lo que hace referencia al
orden divino, por lo que uno de esos sabios compuso el edificante ensayo
cuya traducción doy un poco más adelante.
Que el hombre,
sumido en la adversidad, proclama nuestro poeta, se contente con glorificar
a su dios. Es el único recurso eficaz.
Ética
El primer ideal moral
De acuerdo con
su concepto del mundo, los pensadores sumerios tenían una visión
relativamente pesimista del hombre y de su destino y estaban persuadidos
de que el ser humano, formado y amasado con arcilla, no había sido
creado más que para servir a los dioses, suministrándoles
comida, bebida y morada, para que se pudieran entregar en paz y sosiego
a sus actividades divinas. Se decían los pensadores sumerios que
la vida está llena de incertidumbre y que el hombre no puede gozar
jamás de una seguridad completa, ya que es incapaz de prever el
destino que le ha sido asignado por los dioses, cuyos designios son imprevisibles.
Después de su muerte, el hombre no es más que una sombra
impotente y errabunda en las lúgubres tinieblas de los infiernos,
donde la "vida" no es más que un miserable reflejo de la vida terrestre.
El difícil
problema del libre albedrío, que tanto preocupa a los filósofos,
no se plantea en absoluto entre los pensadores sumerios, quienes aceptaban
como una gran verdad inmediata que el hombre había sido creado por
los dioses únicamente para su provecho y placer, y que por lo tanto
no podía considerarse como un ser libre. Para ellos la muerte era
el premio reservado a la criatura humana, ya que sólo los dioses
eran inmortales, en virtud de una ley trascendental e ineluctable. Asimismo
estaban convencidos de que las altas virtudes de sus compatriotas, adquiridas
progresivamente, en realidad después de muchos siglos de tanteos
y experiencias sociales, habían sido inventadas por los dioses.
Eran éstos los que disponían; los hombres no podían
hacer otra cosa que obedecerles.
(...)
Según
los sabios sumerios, los dioses preferían la moralidad a la inmoralidad,
y los himnos exaltan, sin excepción, la bondad, la justicia, la
franqueza y la rectitud de todas las grandes divinidades. Hasta tal punto
que había muchos dioses, como Utu, dios del sol, cuya principal
función era velar por el mantenimiento del orden moral.
(...)
Si los sumerios
pensaban que los grandes dioses se comportaban de una manera virtuosa,
no dejaban por eso de creer que al establecer la civilización humana
esos mismos dioses habían introducido el mal en ella. El mal, la
mentira, la violencia y la opresión. Y la lista de los me,
esos principios inventados por los dioses para hacer funcionar sin trabas
al cosmos, comprendía, como ya se ha visto, no solamente la verdad,
la paz, la bondad, la justicia, sino también la falsedad, la disputa,
la lamentación, el temor.
¿Por qué
habrían sentido la necesidad, los dioses, de promover y crear el
pecado y el mal, el sufrimiento y la desgracia? A juzgar por los documentos
de que disponemos, si los sabios de Sumer llegaron a plantearse alguna
vez este problema, estaban ciertamente dispuestos a responder que nada
sabían de esta cuestión. ¿No creían que la
voluntad de los dioses y sus motivos eran impenetrables? Un "Job"
sumerio, abrumado por una desdicha, al parecer injustificada, no habría
siquiera soñado con discutir y quejarse, sino solamente, en implorar,
gemir, lamentarse y confesar unos pecados y unas faltas que le habían
sido inevitables.
Pero, ¿habrían
prestado atención los dioses a aquel mortal solitario e insignificante?
Los pensadores de Sumer creían que no. Para ellos, los dioses se
parecían mucho a los soberanos mortales de la tierra; es decir,
tenían cosas más importantes en qué ocuparse. Del
mismo modo que había que recurrir a un intermediario para conseguir
cualquier cosa de los reyes, era lógico que uno no pudiese hacerse
oír de los dioses más que a través de alguien que
disfrutara de su especial favor. De ahí nació, sin duda,
ese procedimiento de recurrir a un dios "personal", especie de ángel
de la guarda, adscrito a cada ser humano y a cada cabeza de familia, del
que se aprovecharon los sumerios. Era a esta especie de ángel de
la guarda a quien el sumerio afligido descubría la intimidad de
su corazón, era a él a quien rogaba y suplicaba, y era gracias
a él que lograba alcanzar la salvación dentro de la desgracia.
Calendario maya
de las 13 Lunas
Encantamiento del Sueño
El origen de los conflictos cósmicos en la Tierra
y el sistema solar, según José Argüelles
ORÁCULO DEL DESTINO DEL ENCANTAMIENTO DEL SUEÑO:
EL ORÁCULO DEL TIEMPO GALÁCTICO
LA MISIÓN DEL ENCANTAMIENTO DEL SUEÑO, DE LA NAVE DEL
TIEMPO
Tierra 2013
Reparto y trama
Humanos: viajeros del tiempo, perdidos en una colonia experimental tri-dimensional.
Tierra: Ancla tri-dimensional de una Nave del Tiempo perdida.
Misión original: Aterrizar la Nave del Tiempo 2013 en la Tierra y tomar acción para evitar que la Tierra sea el tercer planeta en sucesión que explote dentro del sistema estelar local.
Meta de la misión original: La sincronización galáctica, 2013 d.C.
Causa de las explosiones planetarias: Un virus de memoria que afecta a los trajes espaciales tridimensionales.
Efectos del virus: Fallo genético en los trajes espaciales que causa amnesia en la conexión entre la tercera y cuarta dimensión y el enlacesensorial/ambiental.
Origen del virus: Bandidos del tiempo que eran agentes
dobles en Júpiter y Saturno con el objetivo de apoderarse del Sistema
Solar local, proyectan un rayo de la proporción 12:60 hacia la Tierra
para mantener a los colonizadores del tiempo en la tercera dimensión.
Antecedentes
Los protagonistas de la misión: La Quinta Fuerza Galáctica Central, una organización de una dimensión superior.
Función: Vigilancia de la estrella y del desarrollo del planeta con el propósito de sembrar la quinta fuerza, el poder de la auto-creación galáctica.
Historia de la Misión: A través de muchos giros galácticos había tenido lugar una vigilancia del sistema Kinich Ahau, sistema de una sola estrella con diez alas orbitales. Debido a sus diez alas orbitales Kinich Ahau se consideró perfecta para anclar la quinta fuerza. Una vez que la Quinta Fuerza fue anclada en la estrella Kinich Ahau, sus diez órbitas fueron cargadas y activadas.
Una vez que las órbitas planetarias de una estrella están cargadas y activadas, es necesaria la colonización. Un proceso fastidioso y largo, al principio la colonización procedió rutinariamente. El mayor punto de compromiso fue establecer un túnel del tiempo entre los planetas que mantienen la tercera y la octava órbita. Esto quería decir que primero había que estabilizar las órbitas a ambos lados de los planetas tercero y octavo.
Los problemas empezaron cuando la misión en la quinta órbita, mantenida por un planeta local llamado Maldek, estalló de tal manera que el planeta quedó convertido en un cinturón de asteroides. Una segunda misión en el cuarto planeta, llamado Marte, también se auto-destruyó dejando un planeta rojo inhabitable. La situación de Kinich Ahau era grave.
El origen del problema venía de contra-agentes que se habían apoderado de los planetas Júpiter y Saturno, que mantienen las órbitas sexta y séptima. Estos contra-agentes mantenían ahora los dos planetas más grandes del sistema Kinich Ahau y formaron un bloqueo efectivo entre las órbitas tercera y octava, haciendo imposible la construcción del túnel del tiempo.
Aunque Kinich Ahau es un sistema de una sola estrella dando vueltas alrededor de las Pléyades, cuando esté operando de una manera completa, contribuirá al sondeo del acorde cósmico de la quinta fuerza en este sector remoto de la Galaxia. Debido a esto, la misión de la Nave del Tiempo Tierra fue decidida como la última táctica para salvar Kinich Ahau.
Siguiendo el calendario Pleyádico de Kinich Ahau, la misión del Encantamiento del Sueño de la Nave del Tiempo 2013 fue implantada en la Tierra a -23.987 años del Encantamiento del Sueño. Utilizando el código de las cuatro razas cósmicas raíz, los viajeros del tiempo galáctico entraron en sus trajes espaciales tri-dimensionales. Durante 26.000 años del Encantamiento del Sueño, la colonia del tiempo utilizaría la programación genética de los trajes espaciales tri-dimensionales y permanecerían encarnados en el planeta Tierra.
Durante el génesis del dragón, la colonia del tiempo se enriqueció con los nódulos de la memoria que desentrañaba la causa y la cura de las disfunciones en Kinich Ahau. Después, a pesar de la precaución de cultivar la magia y la sabiduría de las trece Lunas durante el génesis del Mono, el virus de la memoria atacó.
A -3.187 años del Encantamiento del Sueño, los bandidos del tiempo de las órbitas sexta y séptima pulsaron su rayo. La frecuencia 12:60 del virus de la memoria tuvo un efecto inmediato en los trajes espaciales tri-dimensionales.
Inicialmente los colonizadores planetarios experimentaron el virus como una disminución de la memoria con respecto a sus círculos de enganche cuatri-dimensionales, y después, como un debilitamiento en sus percepciones sensoriales. Contra-agentes en la Tierra disfrazados de sacerdotes dijeron a los colonizadores que para compensar sus sentidos debilitados deberían desarrollar la civilización. Para justificar el debilitamiento de la memoria cuatri-dimensional, descrita como "la pérdida del alma", sería necesaria la religión.
El Encantamiento del Sueño de la Historia fue creado. Una cuña fue introducida entre el ego del traje espacial tri-dimensional y los holones cuatri-dimensionales de los colonizadores galácticos.
Resultado: El último 20 por ciento de la misión fue abortada. En vez de crear un continuo espectral conectando los planetas tercero y octavo, la Tierra y Urano, los colonizadores entraron en la amnesia y recrearon el efecto Marte-Maldek, también conocido como Atlantis.
Mientras la cuña entre los trajes espaciales tri-dimensionales y el holón cuatri-dimensional fue creciendo, los colonizadores experimentaron una desincronización cada vez mayor. Los colonizadores estaban ahora perdidos en el tiempo.
A medida que la desincronización aumentaba, el planeta atraía a más y más viajeros perdidos en el tiempo de otras partes de la galaxia. Al llegar a la Era de la Transformación, 1754-2013 d.C., la atracción desincronizada de los viajeros perdidos en el tiempo galáctico creció en proporciones épicas. La población humana de la Tierra se expandió enormemente, creciendo desde 500 millones en 1754 a 5.000 millones en 1990. La civilización material explotó en proporción directa a ese crecimiento exponencial.
El virus de la memoria era ahora una epidemia. Como no quería ver a Kinich Ahaudesvanecerse al sondear del acorde cósmico, la quinta fuerza galáctica ha desarrollado en el último momento posible una vacuna para el virus de la memoria: el Encantamiento del Sueño.
El Encantamiento del Sueño cura el virus de la memoria mientras restaura los circuitos de memoria de la cuarta-dimensión. A través de la utilización del Encantamiento del Sueño puedes sintonizar con tu umbral galáctico y volver a entrar en el estado de la misión original y desestructurar la ilusión del virus de la memoria.
El Giro del Tiempo, el 26 de julio de 1992, es el primer paso para preparar la Nave del Tiempo para completar su misión. Al restaurar el poder del trece mediante la puesta en práctica del calendario de las trece Lunas, el poder del siete de Saturno será refrenado.
Con esto podemos ganar tiempo y nos da ocho años para aclarar la confusión. A través del cambio de los polos en el año 2000 podrás recobrar el poder de viajar en el tiempo, y los túneles del tiempo se volverán a abrir. Entre el año 2000 y 2013, podrás localizar el origen del virus de la memoria en Saturno y júpiter. En el 2013 llegarás a la sincronización galáctica. Kinich Ahau será estabilizado.
CÓMO JUGAR Y ENTRAR EN EL ORÁCULO DEL DESTINO DEL ENCANTAMIENTO DEL SUEÑO
El Oráculo del Destino del Encantamiento del Sueño: Utilizar la Brujula Galáctica, el tablero del Oráculo, el Tablero de Viaje, el Libro del Kin, para invocar el Oráculo del Encantamiento del Sueño es un regalo que llega con 5.000 años de atraso. Este regalo es el conocimiento del tiempo galáctico como el calendario de las 13 Lunas, los 100 patrones del destino y los 260 umbrales galácticos de los kin planetarios.
El propósito: Reunir la nación del arco iris y restablecer la armonía original de las cuatro razas raíz; prepararse para el Giro del Tiempo el 26 de julio de 1992; ponerse a limpiar y re-estabilizar el planeta Tierra, de 1992 al 2000 d.C.; entrar en el cambio de polos, el 2000 d.C. para intentar guiar la Nave del Tiempo Tierra, del 2000 al 2013 d.C.; lanzar la Nave del Tiempo, resonando el quinto acorde galáctico de Kinich Ahau, el sistema solar, el 26 de julio del año 2013 d.C.
¿Cómo? A través de la utilización del oráculo del Encantamiento del Sueño, la Brújula y el mapa del tiempo, para despertar y reconstruir la memoria del tiempo galáctico. Al reconectar el traje espacial tri-dimensional, el cuerpo humano, con su holon cuatri-dimensional, el tiempo galáctico es la revelación directa de la ley del kin. En la ley del kin, todos los kin son iguales. Es labor de los kin planetarios, iguales y libres, crear un sendero de poder para que la nación del arco iris esté completamente liberada de todas las instituciones, del dinero, de la guerra y de la pobreza.
El Oráculo del Encantamiento del Sueño,
te conecta, te sintoniza y te vuelve hacia la cuarta dimensión.
El resto depende de ti.
CORREIO EXTRATERRESTRE
N° 34, mayo de 1998
Publicación mensual de la SOCEX (Sociedad de Estudios Extraterrestres),
Rua Felipe Schmidt, 515 Sala 112 - Centro - 88010-001 Florianópolis
- Santa Catarina - Brasil
E-mail: socex@intergate.com.br Page: http://www.tabajara.com/socex
Nota de tapa:
ATENTOS A LA SUMISIÓN
La difusión y la censura de la verdad
[Fotos] [Consideraciones Generales] [Mensaje] [Historia] [Cartas] [Programas] [Notas] [Conferencias] [Congresos] [Reflexiones] [Poemas] [Cadena Solidaria] [E-mails] [Bibliografía Recomendada] [Películas] [Red Mundial de Libres Rebeldes] [Páginas Relacionadas (CLOMRONET)] Página Principal