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La
lectura del discurso del dramaturgo y flamante Premio Nobel
de Literatura, Harold Pinter, ante la Academia Sueca ha coincidido
con la gira de Condoleezza Rice, la secretaria de Estado norteamericana.
La historia ha querido que estos dos hechos mostrasen crudamente
la biografía contemporánea del mundo. Por un lado,
la enorme estatura moral de un luchador de toda la vida por
la dignidad del hombre y, por el otro, la patética puesta
en escena de una protagonista de la inmoralidad imperante en
este planeta globalizado. Afortunadamente, y aunque sólo
sirva como símbolo en extinción, la esencia ética
de Pinter se alza como un testimonio de coherencia frente a
la sumisión y la cobardía de los altos representantes
de la enana política europea.
El
discurso televisado que Harold Pinter, Nobel de Literatura,
enunció ante la selecta audiencia de la Academia Sueca
de Estocolmo, no significó mayores comentarios en la
sociedad sueca y sus medios de comunicación.
Pinter
dice verdades incuestionables. Una de ellas es que Estados Unidos
ocupa 702 bases militares en 132 países, con la posible
excepción de Suecia, sin saberse cómo lo han conseguido
pero ahí están y nadie dice nada. La crónica
que hace sobre la invasión de Iraq, donde se iba a instalar
la democracia y han muerto decenas de miles de iraquíes,
y otros par de miles de soldados norteamericanos, donde ahora
hay terrorismo y no parece probable que el pueblo iraquie acepte
que los norteamericanos dirigan su destino tan fácilmente.
El
repaso exhaustivo que hace sobre la acción de la política
exterior norteamericana en América Central y en América
del Sur. Citando a Ronald Reagan cuando dijo que “la Contra
nicaragüense es el equivalente moral de nuestros Padres
Fundadores”.
Somoza,
Pinochet y otros dictadores de la zona entran en su repertorio
de una devastadora crítica a la política exterior
de Washington. Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay,
Haití, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador
son citados como objetos de la política sin escrúpulos
de todos los presidentes americanos. Aseverando que los “crímenes
de Estados Unidos han sido sistemáticos, constantes,
perversos, despiadados, pero muy poca gente habla de ellos”.
Harold
Printer, como muchos premios nobeles han aprovechado esta tribuna
única en el mundo para mostrar al mundo que la ideología
imperante no es la mejor y no es la única. Que existe
una alternativa, y esta debe tomarse en serio, no como una herramienta
para los discursos o los libros. Desde la izquierda radical.
Varios premios Nobel recientes, desde Dario Fo de Italia, hasta
Günter Grass de Alemania pasando por José Saramago
de Portugal han pronunciado discursos muy ideológicos
en el momento de aceptar el premio. Pero los dirigentes y los
militantes de estos partidos en europa e, inclusive en los países
dominados, no han sido capaces de asumir los desafíos
planteados por los pocos ideólogos de izquierda que quedan
el mundo.
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