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PATRIOTICO Y CON SENTIDO NACIONAL

Comentario realizado en 1997 para una revista marplatense por el autor

Reflexiones de un argentino a fines del siglo XX

PATRIOTICO Y CON SENTIDO NACIONAL

por Ricardo E. Polo

 

 

Hace unos días, visitó nuestro país el presidente de los Estados Unidos de América. País del norte cuyo nombre es ese y no el que suelen darle muchos argentinos, entre funcionarios, locutores, voceros y en general, el cholulismo autóctono. Forma del ser que se deslumbra por todo lo ajeno, menospreciando lo propio.

Por no pretender ser incriminado de "nacionalista estéril", intentaré expresar claramente por qué digo estas cosas. Decir: los Estados Unidos y aditarle, de "Norteamérica", es una de las tantas tonterías señaladas en el "manual de la zoncera criolla", que con sabiduría escribiera don Arturo Jauretche. Ese país no existe. Sí, el que en el más puro inglés se denomina United States of America. Ocurre lo mismo con los que dicen con toda tranquilidad "estuve en maiami", cuando en inglés Miami se dice Miami, fonéticamente hablando.

Errores semánticos que implican, sin embargo, cuestiones de mayor envergadura y afectan nuestra idiosincrasia: la que define el diccionario, para ser más precisos.

El famoso "crisol de razas" con el que desde tiempos inmemoriales nos hemos querido definir como nación, es una de las tantas estupideces que a don Arturo Jauretche, -cuyas obras deberían leerse en las escuelas, si alguien las editara- lo hacían "morir" de risa.

En realidad, lo que se oculta tras esa indefinición de la realidad, es la sutil propuesta de desnacionalizarnos a través de un "Elogio de la necedad", mediante el cual la presunta herencia "acrisolada" haría de nosotros un país con sólidas convicciones patrióticas.

Algo como apegados a la "tradición", autodefinida: autóctona. Tal, como si ella existiera mas allá de las "formas" patricias o gauchescas, el folklore paisajista o las "organizaciones no gubernamentales" (ONG) de raigambre "campera", como repite un conocido personaje surero en su programa televisivo "Fogoneando".

Esa misma que Juan J. Guiraldes define como de "intolerable engaño", cuando se sorprende al ver la exhibición que de nuestro "tradicionalismo" de milicos fortineros y bailarines "pour la galerie", se desata en la Sociedad Rural, ante un impávido o farandulesco público.

Suelo comentar entre amigos el film titulado "Cromwel", con el objeto de permitirnos una reflexión. Oliverio Cromwel fue, a fines del siglo XVI el jefe de la revolución inglesa. Al mando de un ejército de puritanos venció a las tropas realistas e instituyó un tribunal de justicia que condenó a muerte al Rey Carlos I. Y lo ejecutó. Hubo entonces un parlamento. Por un tiempo Inglaterra fue República.

Mientras tanto, en estas regiones planetarias los "charrúas" practicaban la antropofagia y con cierto placer se comían al sucesor de Américo Vespuccio, Juan Díaz de Solís, navegante hispano que al descubrir el Río de la Plata, nunca imaginó final tan inapropiado.

Imaginemos. El nuestro, un país que al morir Carlos I, todavía no existía. Que fue colonizado, con todo el impudor que tal denominación implica. Y diferente del de la "conquista del Oeste" norteamericano, poblado por anglos y sajones de toda laya que "con inversión de riesgo", lograron construirlo a fuerza de empujar hacia adelante. Y hacia atrás a los pieles rojas, (versión norteña, similar a la de Carlos Vera, baqueano del ejército de Roca, cuya dinastía mapuche pugna por la restitución de las tierras que le otorgaran al pie del Chapelco ...nada menos) como al Oeste a nuestros mapuches, entre otros, hasta dejarlos tan exhaustos que constituyen hoy tan solo una reivindicación. Pero es otro tema.

Lo cierto es que casi al mismo tiempo, años más años menos, mientras los súbditos de Carlos I, huían de "la dulce Albión", creaban lo que hoy son los EE.UU., los descendientes de la conquista española, híbrido clonado y definido "crisol de razas", aspiran hoy a "dolarizar" no solo su economía, sino a sentirse inmersos en la presunta bonanza globalizadora, que asoma tras los "Chicago boys", los egresados de Oxford o Harvard y los video-films incluidos viajes a Orlando, que el cholulismo mediático emprende con retozón entusiasta.

Parece como si a los argentinos nos dolieran la bandera, el himno nacional y los símbolos patrios. Si bien la bandera no se lava, aún deteriorada, no la cambiamos. Poco se exhibe. El himno no se canta. Hoy, hasta en los actos se lo murmura. ¿ La escarapela? Una antigüedad atribuida a ciertos personajes como French y Berutti, que tal vez fueran, en realidad, espías de la corona fernandistas. ¿Territorio, fronteras, soberanía? ¿Qué es eso, a esta altura de la "globalización"? ¿ San Martín, Belgrano, Sarmiento.?, Apenas un busto en alguna parte; un acto conmemorativo al que asisten pocos; una obligación "vasallesca" de cuyo desarrollo deben participar el que manda, el cura, los uniformados y en cumplimiento de protocolos reglamentarios.

Lo cierto es que tales conmemoraciones se han convertido en las "petit vacaciones", que nos permiten disfrutar promocionados fin de semana largos.... Que incluso tuvieron tratamiento parlamentario!

Mientras se observa hasta el empalago la bandera norteamericana en cada film, sea de caw-boys, drama, ficción, policiales, o algún Drácula neoyorkino, nosotros preferimos la modestia de guardarla "en el corazón". Para qué exhibirla. Toda manifestación de amor a la patria o respeto a los símbolos que constituyen la herencia de mucha sangre derramada, pareciera contradecir los postulados economicistas contemporáneos. Pretendemos integrarnos al MERCOSUR , la NATO, y eventualmente al ALCA, la zona de Libre Comercio de las Américas que promete Bill Clinton, pero con esa curiosa identidad surgida de tantas inconductas cotidianas.

En tanto parece darnos verguenza ser "argentinos", a norteamericanos, ingleses, franceses, alemanes, japoneses, y hasta rusos occidentalizados, les parece excelente "ser" cada uno de ellos e identificarse a través de sus legendarios símbolos. Cantan sus himnos e izan sus banderas poniendo la mano derecha sobre el corazón. Y es inconcebible para ellos discutir su identidad nacional, su patria, sus fronteras, sus tradiciones, sus costumbres. Todos integran Mercados Comunes, Pactos Internacionales, Convenciones, Alianzas. Pero lo curioso es que si bien todos ellos se embelesan con la Gioconda, a ninguno se le ocurre la pretensión de acostarse con ella.

Ciertas cosas han cambiando en el decurso del tiempo. El general San Martín no preside comúnmente, despachos oficiales. El suyo, no es un mero cuadro: trasunta sus virtudes éticas y morales. Lo trascendente, fue reemplazado por lo efímero. Desde las Comisarías, ya no salen los escolares de guardapolvo blanco llevando la bandera para ser izada en las plazas, ni se sirve el chocolate y las facturas del 20 de junio o el 9 de julio. Que fue una tradición, con aquellas bombas de estruendo a las seis de la mañana.

Desde la sanción de la Ley 1420, promulgada cuando había sobrada pobreza en el país, el guardapolvo blanco llevó almidón y fue un orgullo. Hasta que el "jean" determinó que la igualdad es azulada y la pobreza: sin dignidad y que se note. Clientelismo le llaman. Quizás por el "sé igual" que propagó en "La voz del Rioba" el inefable "Minguito Tinguitella".

Ningún índice de pobreza, por más alto que fuere, explicará la desnacionalización ética y moral. Ni en las formas ni en el contenido. Con el amor a la patria también se viste, se come y se educa. Y si es escasa la parte, mejor aún, para retemplar el espíritu. Cómo es posible que nuestra debilidad por imitar e incorporar a nuestras costumbres, precisamente aquellas que son efímeras y descartables de los otros y que arriban montadas en la publicidad, no nos arredre. Es igual aceptar el ¿ Si no la probás cómo podes saber...? Que el sangre sudor y lágrimas que ejemplificó Winston Churchil ¿Si así lo entendió una de las naciones más civilizadas qué nos ocurre a nosotros...?

Demasiado conformismo anda suelto. País con cada día mas gerontos, se hace necesario reeducar el estamento de las resignaciones y las vergüenzas. Desde las sombras que envolvieron Malvinas después de la neblina cantada, hasta las excesivas relaciones carnales que no logran disfrutarse. No me gusta el canciller y se lo digo. Y menos aún la desafortunada frase que lo trascenderá a la historia.

Deseo vivir en democracia. Con todo el profundo significado que ella contiene. Con la dignidad del ciudadano que cree en su patria, en sus leyes, en sus instituciones y hasta en sus conciudadanos. Pero me niego a aceptar los trasvasamientos impelidos por las circunstancias, por los apresuramientos, por los intereses ajenos al sentir de las mayorías o las oligarquías intelectuales. O no. O en aquellas que se sustentan en anatemas.

Admiro a los hermanos brasileños que no claudican ante nadie. A los hermanos chilenos que sin su patria, prefieren la muerte. Y admiro a las dos naciones, que sin perder su identidad, negocian, comercian, se integran y a pesar de la globalización financiera: primero preguntan y después aceptan.

Puedo emocionarme y disfrutar aún, al leer aquella esquela que el general don José de San Martín remite a Torre Tagle en el Perú, siendo el general quien era: "Esta tarde estoy en vísperas de Santa Rosa: hágame el gusto de mandarme la Banda de Protector que dí a Ud. pues yo no tengo ninguna...".

Hasta eso había dado, el hombre a quien a pesar de sus "...constantes diarreas de sangre... que siempre han sido el principio de las disenterías que he padecido en el Perú...", le fue contestada por Torre Tagle una misiva enviada por el general en la que le recuerda que fue "....datada el día en que Vd. dio la libertad a 300 mil hombres que se habían acostado esclavos. Ya tiene Vd. asegurada en el templo de la inmortalidad un lugar distinguido, única recompensa digna de acción tan sublime." Fue en el Perú en 1821.

Pero de estas cosas no se habla. En todos estos años en los que campeó el despotismo y surgió "la clase política", se hace hincapié en los Derechos Humanos soslayando los Derechos Ciudadanos. Los primeros inherentes a la persona humana, los segundos propios del hombre político. En ambos casos la exageración torna oscura la zona donde lo ético y lo moral, debe primar por encima de lo puntual. También es un Derecho del Hombre tener su Nación, amar a su patria, someterse a su justicia, consolidar y perfeccionar sus costumbres y por encima de todo, sostener la heredad del antes, él durante y el después que cada generación exige.

Circunscribir el tema de la educación y simbolizarlo a través de "la carpa", es un despropósito a medida del nivel intelectual que padecemos.

Como los pueblos libres solo se forman a través de los hombres libres, rectos y virtuosos, don José de San Martín dijo a los maestros de Cuyo: "La educación formó el espíritu de los hombres. La naturaleza misma, el genio, la índole, cede a la acción fuerte de este resorte de la sociedad. A ello han debido siempre las naciones la variada alternativa de su política. La libertad, ídolo de los pueblos libres, es aún despreciada de los siervos, porque no la conocen..." Mas adelante, en su arenga que seguramente llegó a iodos de Domingo Faustino Sarmiento una generación después, San Martín les dice a los maestros: "...El destino de preceptor de primeras letras que ustedes ocupan, les obliga íntimamente a suministrar estas ideas a sus alumnos..., porque formarán algún día una nación culta, libre y gloriosa. El gobierno le impone el mayor esmero y vigilancia en inspirarles el patriotismo y virtudes cívicas, haciéndoles entender en lo posible que ya no pertenecen al suelo de una colonia miserable, sino a un pueblo libre y virtuoso".(Circular a los maestros-Mendoza-1815)

Si abreváramos más en estas historias que nos preceden en el tiempo, daríamos valor no solo a la elocuencia sino también a los silencios. La patria existe y de ella somos parte. ¿ Cómo confundir los límites históricos y geográficos con integraciones económicas que son coyunturales y pasarán, como toda teoría economicista..?

¿ Cómo confundir lo que concierne y se abreva en la propia tierra, con el canto de sirenas de Oxford, Harvard, Chicago o La Moncloa...? ¿ Hasta qué alturas intelectuales se arriesgan las elites divorciadas del sentir de su pueblo? ¿ Qué arrogancias eluden el saber sanmartiniano...? Por citar "un" prócer...

Cuando logremos salir de este devaneo en el que nos hallamos inmersos; recuperemos el canto de la historia; veamos en la bandera celeste y blanca su símbolo indisoluble; en nuestro himno un canto a la libertad y a la dignidad; en la enseñanza el viento del progreso y en cada argentino el orgullo de serlo, será posible toda integración americana.

 

Una Nación entre todas las Naciones. Con idénticos derechos y responsabilidades. Y sin la pérdida de ninguna de las instituciones que nos da la Constitución Nacional, ni de nuestra propia identidad.

El último silencio del general don José de San Martín, el de Guayaquil, coronó la calidad de su grandeza.

Antes de abordar la goleta que lo traería a Buenos Aires, durante un espléndido banquete que le ofrecía Simón Bolivar, éste se puso de pié y exclamó: ! Por los dos hombres más grandes de América del Sur: San Martín y yo!"

San Martín, frente a tan petulante definición de egolatría respondió con otro brindis: "Por la pronta conclusión de la guerra; por la organización de las diferentes repúblicas del continente... y por la salud del libertador de Colombia...!

Como bien le dice un trabajo dedicado a la memoria del general San Martín: "El tiempo, inexorable, ha decretado de parte de quién estuvo la grandeza."

La nacionalidad se forja a través de prohombres como el general San Martín, pero también con el ejemplo de nuestros abuelos europeos que luego de largas jornadas de trabajo, antes de ir a sus casas en busca del calor familiar y el descanso necesario, fundaban bibliotecas y tomaban su diaria cuota de conocimiento e información. En aquellas bibliotecas obreras, socialistas o radicales, donde no se "roscaba" para escalafonar la representación y después olvidar el mandato.

No hay tales "nacionalismos estériles". El mismo respeto a sus límites (langmars) que tienen las otras naciones de la Tierra, deberá ser el que sostengamos hacia los nuestros.