31 de octubre del 2002
Javier Ponce
La Insignia
"Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado (...), podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles."
-José Martí, Conferencia Internacional Americana-
¿Por qué tanto interés de Estados Unidos por integrar a todo el continente en un solo mercado? ¿Se trata de un interés surgido, así, de pronto, o tiene historia?
Tiene historia.
Larga historia que se cuenta en episodios de intervención directa, de presiones políticas o económicas, de tesis "americanistas" y finalmente de programas de integración de mercados.
Un momento de esa larga historia, nos la cuenta José Martí, en una crónica de mayo de 1891 aparecida en Nueva York en la Revista Ilustrada.
A pesar del tiempo transcurrido, algo más de un siglo, allí está la respuesta a nuestras dos preguntas iniciales en torno al ALCA.
Martí recuerda los intentos estadounidenses de 1888, 1890 y 1891 por impulsar la vigencia de una sola moneda en todo el continente, forzosa en todas las transacciones comerciales.
No era el dólar sino un signo monetario en plata. Un proyecto calificado de "fascinador" que en 1891 Estados Unidos quiso que se extendiese a todo el mundo occidental. .¿Eran desinteresadas estas propuestas?
- José Martí responde:
"A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas. Ningún pueblo hace nada contra su interés; de lo que se deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés. Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden juntarse. Si se juntan, chocan. Los pueblos menores, que están aún en los vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con los pueblos menores".
"Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado (...) podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles."
¿Pero qué hará, según el escritor y liberador de Cuba, aquel "que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y prevé?
Primero:
"Ha de inquirir y ha de decir qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado."
Segundo:
"Ha de inquirir cuáles son las fuerzas políticas del país que le convida, y los intereses de sus partidos, y los intereses de sus hombres, en el momento de la invitación". Porque "prever es la cualidad esencial, en la constitución y gobierno de los pueblos. Gobernar no es más que prever. Antes de unirse a un pueblo, se ha de ver qué daños, o qué beneficios, pueden venir naturalmente de los elementos que lo componen."
Y "el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la recomiende por mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará mal a América."
Para resumir las consecuencias de una apertura ciega, Martí usa una imagen deslumbrante:
"Si a un caballo hambriento se le abre la llanura, la llanura pastosa y fragante, el caballo se echará sobre el pasto, y se hundirá en el pasto hasta la cruz, y morderá furioso a quien le estorbe".
"En la vida común, las ideas y los hábitos han de ser comunes", dice José Martí. "Y si hay países que quieren hacer vida común a través de sus fronteras, no basta que el objeto de la vida sea igual en los que han de vivir juntos, sino que lo ha de ser la manera de vivir."
¿Cómo mira Martí a ese país que invita a la unión?
"Ni el que sabe y ve puede decir honradamente, -porque eso sólo lo dice quien no sabe y no ve, o no quiere por su provecho ver ni saber, -que en los Estados Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento más humano y viril, aunque siempre egoísta y conquistador, de los colonos rebeldes, ya segundones de la nobleza, ya burguesía puritana; sino que este factor, que consumió la raza nativa, fomentó y vivió de la esclavitud de otra raza y redujo o robó los países vecinos, se ha acendrado, en vez de suavizarse.(...)
Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro, como único derecho: "esto será nuestro, porque lo necesitamos". Creen en la superioridad incontrastable de "la raza anglosajona contra la raza latina".
Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente, de indios y de negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la respeten más, -como con la explicación incesante, urgente, múltiple, sagaz, de nuestros elementos y recursos, podrían llegar a respetarla, - ¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos?"
Para el líder cubano de fines del siglo XIX, unión económica implica unión política, la imposición económica sólo es posible con imposición política. A momentos parecería que Martí estuviera vislumbrando el Plan Colombia.
"El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos".
"El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. (...)
El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller, a unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra".
"Ni en los arreglos de la moneda, que es el instrumento del comercio, puede un pueblo sano prescindir -por acatamiento a un país que no le ayudó nunca, o lo ayuda por emulación y miedo de otro,- de las naciones que le anticipan el caudal necesario para sus empresas, que le obligan el cariño con su fe, que lo esperan en las crisis y le dan modo para salir de ellas, que lo tratan a la par, sin desdén arrogante, y le compran sus frutos. Por el universo todo debiera ser una sola moneda. Será una. Todo lo primitivo, como la diferencia de monedas, desaparecerá, cuando ya no haya pueblos primitivos. Se ha de poblar la tierra, para que impere, en el comercio como en la política, la paz igual y culta."
Quienes, hacia fines del siglo XIX, impulsaban esa unidad monetaria "debieron estudiar las propuestas por sus antecedentes políticos y locales, -la plétora fabril traída por el proteccionismo desordenado, la necesidad del Partido Republicano de halagar a sus mantenedores proteccionistas, - la ligereza con que un prestidigitador político, poniéndole colorines de república a una idea imperial, podía lisonjear a la vez, como bandera de candidato, el interés de los productores ansiosos de vender y la conquista latente y poco menos que madura en la sangre nacional."
Martí confiaba en que, si a los países de América latina les quedaban ojos, miraran "el peligro de abrirse, por concepto de cortesía o por impaciencia de falso progreso, a una política que los atrae, por el abalorio de la palabra y los hilos de la intriga, a una unión fraguada por los que la proponen con un concepto distinto del de los que la aceptan".
Pero curiosamente, diputados del propio parlamento estadounidense advertían el peligro de "una moneda única de plata que fuera un reto y una declaración de guerra a Europa". Así lo señala Martí en este artículo de revista:
"¡Los Estados Unidos marcaban a la América complaciente el peligro que hubiera corrido en acceder con demasiada prisa a las sugerencias de los Estados Unidos!
Si la idea había surgido de un sector político de Estados Unidos, encontró oposición en otro sector. Con lo que se evidenció que ese país no impulsa políticas que no respondan a sus intereses previamente acordados." .
Naturalmente que entonces, como ahora, los argumentos políticos de Washington no son necesariamente los reales. Y según Martí, "no habían dicho los Estados Unidos que el obstáculo para la creación de la moneda internacional fuese la resistencia (interior) de la Cámara de Representantes a votar la acuñación libre de la plata, sino la resistencia del mundo vasto del otro lado de la mar a aceptar la moneda de plata en relación fija e igual con la moneda de oro (europea)".
Finalmente, Martí concluye el relato de estos sinsabores de nuestra América recordando que, en esa ocasión -como ahora con el ALCA- "se corrió gran riesgo de hacer lo que no se debía: de dejar en pie al capricho de una política ajena, desesperada y sin escrúpulos (...)"
José Martí parece estar hablándonos de los enjuagues políticos de nuestros días:
"La cordura no está en confirmar la fama de débil, sino en aprovechar la ocasión de mostrarse enérgico sin peligro. Y en esto de peligro, lo menos peligroso, cuando se elige la hora propicia y se la usa con mesura, es ser enérgico."
"Sobre serpientes, ¿quién levanta pueblos? Si el afán de progreso en las repúblicas aún no cuajadas lleva a sus hijos, por singular desvío de la razón, o levadura enconada de..servidumbre, a confiar más en la virtud del progreso en los pueblos donde no nacieron, que en el pueblo en que han nacido; si el ansia de ver crecer el país nativo los lleva a la ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto de factores extraños u hostiles al país, que ha de crecer conforme a sus factores y por métodos que resulten de ellos; si la cautela natural de los pueblos clavados en las cercanías de Norteamérica no creía aconsejable lo que, más que a los demás, por esa misma cercanía, les interesa; si la prudencia local y respetable, o el temor, o la obligación privada, ponían más cera en los caracteres que la que se ha de tener en los asuntos de independencia y creación hispanoamericana, en la Comisión Monetaria no se vio, porque acordó levantar de lleno sus sesiones."
Y así el ALCA mismo, como propuesta global y jurídica, podría perderse en los pasillos del interés de Washington, lo cual no significa que los Estados Unidos no seguirán empeñados en hacer realidad sus objetivos: la liberalización de los servicios, una estructura legal para incentivar las inversiones estadounidenses, abrir las contrataciones públicas, reducir la soberanía en la utilización de tarifas arancelarias, eliminar totalmente los subsidios a la agricultura en los países del sur del Río Grande, introducir un sistema de propiedad intelectual que esté por sobre los derechos y las tradiciones de los pueblos indígenas, aplicación irrestricta de los acuerdos de la OMC, renuncia estatal al control de empresas públicas y la resolución de las disputas en tribunales internacionales de arbitraje cobijados por el Banco Mundial.
(*) Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales.
Ficha técnica:
Edición, diagramación y producción original de la serie:
Javier Ponce, Susana López Olivares y David Villamar
Coordinación:
Alberto Acosta
Tomado de La Insignia