1 de noviembre del 2002
Javier Ponce
La Insignia
"Nuestro sistema de libre empresa continuará siendo el más poderoso y prometedor del mundo."
-George W. Bush Jr., Declaración ante mil empresarios en Wall Street. Julio del 2002.-
Estados Unidos intenta, una vez más, la unidad económica del continente.
Lo ha intentado desde fines del siglo XIX, cuando propuso inclusive, la creación de una moneda única, pero fracasó en el intento por las resistencias dentro del propio país.
¿Por qué tanto interés de Estados Unidos en que esta nueva unidad, el ALCA, se concrete y pronto?
El problema fundamental al que se ve enfrentado el régimen norteamericano es la expansión de su imperio en un momento en el que se ha intensificado la competencia de rivales, la recesión económica euroamericana, así como las crisis en Asia y Latinoamérica y la creciente oposición socio-política especialmente en Latinoamérica, Rusia, China y en algunas ocasiones en Europa Occidental e incluso dentro de los Estados Unidos.
Durante la presidencia de Bill Clinton, el imperio norteamericano se expandió mucho más allá de sus fronteras que con ningún otro presidente desde Harry Truman. Desde los países bálticos hasta los Balcanes y desde ahí hacia el sur en dirección hacia lo que fue parte de la URSS. Una tendencia que continuó luego del 11 de septiembre del 2001, desde cuando los Estados Unidos han logrado ingresar al centro del Asia como parte de la guerra contra el terrorismo del presidente George Bush.
Los Estados Unidos han establecido una serie de estados clientes que son o bien miembros recientes de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) o bien "asociados de la paz" (clientes en espera). Al día de hoy, poseen bases militares en las fronteras de Rusia, sus misiles a sólo cinco minutos de Moscú, en Albania, Macedonia, Kosovo y a través de la OTAN, en la República Checa, Polonia, Hungría, Bulgaria, etc.
Pero el imperio tiene "dos caras": en la superficie, una economía en expansión que comprende nueve años en los que las corporaciones norteamericanas han podido incrementar sus enormes ganancias, provocando el más alto nivel de desigualdad y concentración de riqueza en Wall Street que nunca antes desde principios del siglo XIX. Más allá de la superficie, la crisis con signos evidentes en todos los sectores económicos.
El colapso de la industria de las tecnologías de la información (TI) y el fracaso de la mayoría de las empresas de biotecnología fueron dos prominentes ejemplos de la propaganda especulativa que sedujo a millones de inversionistas a invertir miles de millones de dólares en lo que acabó siendo un inmenso y masivo fraude financiero. La mayoría de las acciones que colapsaron tenían un valor 200 veces mayor a su capacidad de generar ganancias. Muchas empresas simplemente crecieron debido a expectativas futuras promovidas por especuladores.
La industria de la biotecnología siguió un camino similar. El colapso de estas inversiones perjudicó a los inversionistas, condujo al desempleo y subempleo a gran escala y minó la confianza en la llamada "nueva economía". Más importante aún, la nueva economía sustrajo cientos de miles de millones de dólares de inversiones productivas en aspectos fundamentales de la economía norteamericana, como son las nuevas fuentes de energía (sol, viento, mareas, etc).
El segundo signo de la crisis es una profunda y prolongada recesión en el sector manufacturero. Desde finales del 2000 hasta mediados del 2001, el sector manufacturero registró un crecimiento negativo. Durante los primeros meses de la recesión, antes del 11 de septiembre, más de 500.000 empleos fueron eliminados.
El tercer aspecto de la crisis son las insostenibles cuentas externas. Los Estados Unidos tenían un déficit en la balanza comercial de 437 mil millones de dólares en el 2000, que fue cubierto sólo gracias a los flujos de capital extranjero - en gran medida de Japón, pero también "dinero sucio" del tercer mundo. Las leyes estadounidenses permiten que bancos norteamericanos laven legalmente miles de millones de dólares de evasores de impuestos extranjeros y mandatarios corruptos. Además, los bancos estadounidenses, a través de otros bancos corresponsales ubicados en paraísos fiscales, lavan 500 mil millones de dólares en fondos ilegales anualmente.
Antes o después, pero cada vez más lo primero, los Estados Unidos no podrán seguir atrayendo fondos externos para subsanar su déficit comercial y las repercusiones serán severas en su capacidad de mantener su economía basada en los "consumidores", así como los estándares de vida de su población.
El cuarto aspecto de la crisis es la creciente dependencia de las corporaciones norteamericanas y de las ganancias de sus subsidiarias en el extranjero. Con el declive de la economía norteamericana, las ventas hacia los Estados Unidos decaerán, lo que afectará de manera significativa las ganancias e ingresos de economías neoliberales basadas en estrategias de exportación. Más aún, los mercados extranjeros se están volviendo notablemente más competitivos. Los inversionistas europeos, en particular España, Alemania e Inglaterra, han ido ganando fuerza a través de la compra de sectores estratégicos de la privatizada economía de América Latina. Esta crisis implica que Latinoamérica se ha vuelto una de las áreas centrales para la expansión imperial y la explotación por parte de Washington.
El ALCA es la estrategia norteamericana para soslayar su crisis, y es la culminación de más de un siglo de invasiones, chantajes, intervenciones veladas y uso de testaferros en nuestros países.
En 1901, mientras ocurría la segunda conferencia de la "Unión Panamericana", Washington aplicaba la "Enmienda Platt" a Cuba, que le facultaba para intervenir directamente en la política de la isla. Los marines se retiraron, pero hasta 1934, Cuba quedó convertida en protectorado de hecho. Por otro lado, frente a los intentos de varios países europeos de cobrar a la fuerza las deudas de Venezuela, Estados Unidos planteó el "derecho" de realizar algunas intervenciones militares en el Caribe en casos de "flagrante injusticia", como en Panamá, o de "insolvencia", como en Nicaragua.
En 1909, el presidente William Taft propuso cambiar el "gran garrote" por la "diplomacia del dólar". Un año después, durante la celebración de la IV Conferencia Panamericana en Buenos Aires, Estados Unidos invadió a Nicaragua y luego invadió a Haití (1915-33), México (1916), República Dominicana y Cuba (1916), Costa Rica y Nicaragua por tercera ocasión (1917), Panamá (1918), Honduras (1919) y Guatemala (1920).
En 1926, cuando los marines desembarcaron en Nicaragua por cuarta ocasión, el presidente Rodolfo Chiari de Panamá echó mano al nombre de Bolívar para llevar adelante la política de Estados Unidos.
Y después que la VI Conferencia panamericana (La Habana, 1928) tomó importantes resoluciones sobre "el uso del sistema métrico", Washington invadió Guatemala para defender al psicópata dictador Jorge Ubico, siervo de la United Fruit.
Durante la VIII Conferencia (Lima, 1938), los países latinoamericanos convinieron en llevar una "...acción conjunta y solidaria para el caso en que alguno de los Estados americanos fuera agredido o amenazado en su seguridad por una potencia extracontinental". En todo caso, México ya había adoptado la "Doctrina Estrada" (1930), del canciller Genaro Estrada (1887-1937) cuya premisa central señala que "...ninguna deuda podrá cobrarse por la fuerza (a más de otorgar o negar el reconocimiento) a gobiernos surgidos de movimientos revolucionarios".
La IX Conferencia (Bogotá, 1948) fue convocada para constituir la Organización de Estados Americanos (OEA) en reemplazo de la Unión Panamericana. Un año antes, las intervenciones "en caso de agresión externa", quedaron conjuradas por el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que permitió la estandarización de los ejércitos americanos.
En Colombia, donde se desarrollaba una guerra civil que costó 350 mil muertos, Estados Unidos suministró aviones para el bombardeo de las guerrillas del Partido Liberal.
La X Conferencia Panamericana (Caracas, 1954) aprobó una resolución que concedía a Estados Unidos el derecho de tomar todas las medidas, incluida la "intervención armada" contra el "peligro comunista".
Estados Unidos estuvo detrás del golpe militar de Argentina (1966), en el asesoramiento directo a los militares bolivianos que acabaron con la guerrilla del Che Guevara en Bolivia (1967) y en el bombardeo con napalm en Guatemala, en el curso de operaciones contraguerrilla (masacre de Río Hondo), cuando de 1968 a 1971 fueron asesinados 20 mil civiles por las organizaciones paramilitares que coordinaba el embajador estadounidense Natahaniel Davis.
La OEA tampoco hizo mucho en 1970, cuando Estados Unidos empezó la campaña de intervención en Chile luego de la victoria de Salvador Allende, el golpe en Bolivia contra el general Juan José Torres (1971), el bloqueo invisible al gobierno chileno (1972) y la formación del "Comité de los 40" de Kissinger para provocar el caos económico y la caída de Allende, el golpe de Uruguay (1973), Argentina (1976), o cuando Estados Unidos tomó partido a favor de Inglaterra en la guerra de las Malvinas (1982), en la invasión a Granada (1983), la intervención de Estados Unidos en América Central (1979-1989) y la invasión a Panamá (1989).
(*) Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales.
Ficha técnica:
Edición, diagramación y producción original de la serie:
Javier Ponce, Susana López Olivares y David Villamar
Coordinación:
Alberto Acosta
Tomado de La Insignia