6 de noviembre del 2002
Javier Ponce
La Insignia
"No queremos sólo una mejor calidad de vida para nuestros hijos y nietos. Queremos la tierra para vivir la eternidad".
-Sebastiao Hají Manchineri, coordinador general de la COICA-
En América Latina, son miles las familias campesinas. El sector de la agricultura da empleo y modo de supervivencia a una buena parte de la población. ¿Cuáles pueden ser, por tanto, los impactos directos que les ocasionaría el ALCA, una vez que entre en vigencia en el 2005?
¿Qué pasará con el café andino, el mercado de las papas, los productos lácteos, cuando haya una mayor competencia con productos de otros países de América que tienen ventajas y competitividad distintas, y el ALCA abra las puertas a los grandes grupos transnacionales, la mayoría de ellos estadounidenses?
El ALCA es, básicamente, un acuerdo de apertura de los mercados de todos los países de América (menos Cuba) para la circulación libre de productos, servicios y capital para inversiones. Significa que los países deben reducir progresivamente los aranceles y otras medidas de restricción no-arancelarias que protegen sus economías, para dejar paso a una libre circulación de los productos.
La mayor parte de países andinos exportan productos postres y de lujo, como es el caso ecuatoriano que vende al Norte, cacao, café, banano y flores.
En cambio, los países del Norte son productores y exportadores de productos estratégicos para la alimentación mundial, como son los cereales, lácteos y cárnicos principalmente, que en la última mitad del siglo XX han tenido un incremento en la productividad y la producción, llegando a niveles de sobreproducción. Ahora, estos productos alimenticios son exportados a un costo inferior a su costo de producción (dumping).
Los países andinos, sin embargo, producen algunos de estos artículos estratégicos principalmente dentro de unidades campesinas, que ya han sido afectadas por la introducción de productos importados del Norte. Con el establecimiento de una zona de libre comercio, este fenómeno tendería a profundizarse.
Por su lado, los Estados Unidos buscan resolver el tema de su sobreproducción exportando sus excedentes agrícolas a los países del Sur.
¿Qué dice el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) del Ecuador sobre el ALCA?
I. Que los países tendrán la oportunidad de exportar más y mejor sus productos y que los aranceles preferenciales permitirán fomentar las economías y la competitividad.
II. Con el ALCA -dice el MAG- se podrán aprovechar mejor los productos industriales del Norte y vender mejor los productos agrícolas del Sur.
III. Se sostiene que los países tendrán mucho que perder si se quedan fuera del ALCA. Que es un compromiso irreversible y que por lo tanto hay que buscar competitividad. ¿Cómo? Preparándose para lograr productos de mejor calidad, fomentando alianzas estratégicas para empujar cadenas agroindustriales, vendiendo productos agrícolas con valor agregado.
Es evidente hoy, que es difícil para un país aislarse de tal acuerdo y quedarse fuera de la dinámica de integración. Pero nos preguntamos, si los 34 países que participan en este acuerdo ganarán con la apertura de sus mercados.
Una vez que se supriman los aranceles y subsidios, ¿quiénes son los que lograrán competir?
Mirando la disparidad de las condiciones de producción y los niveles de competitividad, es probable que la respuesta sea que los ganadores serán los países del Norte del continente: EEUU, y Canadá.
La agricultura es un sector primordial para la economía, pero su importancia va más allá: debe asegurar la alimentación de la población, o la generación de empleo.
También es símbolo del saber hacer de los pueblos, de sus culturas y sus raíces.
En las economías de mercado, la agricultura se reduce a su función de mercado: es así que se cambia la palabra "agricultura" por la de agri-business. Se debe reconocer que la agricultura no es solamente una actividad de producción y mercado, sino que los campesinos cumplen con otras funciones necesarias para el bienestar de la sociedad.
El tema de la agricultura es de toda la sociedad, para:
-construir y mantener una identidad de territorio andino.
-generar empleos.
-proteger el medioambiente.
Muchas realidades nos dicen que la agricultura familiar puede ser más eficiente que la agricultura empresarial (valoriza mejor los pocos recursos disponibles, no utiliza tantos insumos que son importaciones con un costo para el país).
Es socialmente justa (da empleo), y tiende a ser más sostenible que la agricultura empresarial. No reemplaza al ser humano, es decir la mano de obra de sus hijos, por maquinaria. Regula el trabajo según las oportunidades, con actividades adicionales fuera de las unidades de producción en los momentos disponibles, y contratando mano de obra para los tiempos picos de trabajo.
La agricultura familiar crea ingresos y los reinvierte en su unidad de producción. Tiene una flexibilidad que le permite resistir mejor a las crisis (sequía, mala cosecha etc.) por el hecho de mantener una diversificación de sus actividades productivas, al contrario de lo que sucede con la agricultura empresarial de monocultivo.
Sin embargo, en los países andinos se asiste a una crisis de la agricultura familiar, que se agrava con los años. Se constata el abandono de ciertos rubros antes producidos por los campesinos de Bolivia, Perú, Ecuador, por ejemplo el trigo, las papas, la cebolla... En cambio, se subraya un aumento fuerte de las importaciones de estos productos desde terceros países.
Los productos provenientes del Norte cuentan con mejores posibilidades de ser competitivos fruto de una alta dosis de ayuda histórica acumulada.
El sistema de intercambio desde los países del Norte obliga a bajar los precios agrícolas, porque, además de los subsidios que reciben los productores, su nivel de productividad es mucho más alto.
Un productor de cereales de los Estados Unidos que trabaja solo sus cien hectáreas, cosecha quinientas toneladas por hectárea. Mientras que un productor peruano de la Sierra, con su mano de obra, tierra desgastada, y sin acceso a servicios ni carretera, aunque con costos mucho más bajos en insumos, en el mejor de los casos logra producir cinco toneladas. Es decir, el productor peruano produce cien veces menos que el productor estadounidense.
Además, muchos productores familiares de los países del Sur de los Andes, tienen muy poca tierra y sufre un fuerte desgaste de sus suelos. La tenencia de la tierra manifiesta una todavía muy fuerte concentración. Los procesos de las reformas agrarias de los años 1950-1980 no lograron cambiarla drásticamente.
Mantener una búsqueda de competitividad en condiciones tan desiguales equivale a negar el derecho de vivir de los campesinos. Es una negación de los derechos humanos, económicos y sociales de millones de familias del Sur.
El ALCA es un proceso en marcha, por tanto no se puede decir simplemente "No al ALCA" sin construir al mismo tiempo una propuesta alternativa y estrategias de alianzas para reivindicar otra política.
Por las diferencias de competitividad, suprimir los subsidios no es suficiente. Para defender la agricultura del Sur, es necesario reivindicar el derecho de protección de los mercados internos a través de aranceles.
Se deben mantener precios agrícolas más altos para los productores, y el dinero proveniente del cobro de aranceles debe utilizarse para ayudar a reactivar el consumo de los sectores más humildes.
No hay una mano invisible del mercado que va a arreglar los problemas del desarrollo. Si bien el mercado es un asignador de recursos, ha mostrado ser un asignador inequitativo e ineficiente. El mercado, en determinadas condiciones claramente reguladas, puede ser un buen sirviente, pero jamás puede ser el amo. Una expresión de esto es que los recursos naturales son utilizados en forma contraria a sus aptitudes, lo que induce a la degradación de la base material de la producción agropecuaria.
Se requiere reivindicar el derecho de los países, no solamente a tener acceso a los alimentos, sino el derecho a plantear políticas a favor de la pequeña agricultura para producir alimentos.
Las herramientas y estrategias pueden ser:
-Defender el derecho a mantener los precios agrícolas con aranceles.
-Regular el mercado interno.
-Fomentar un mejor acceso al financiamiento a los pequeños productores, con políticas de subsidios y de acceso al crédito.
-Plantear una política para fomentar el acceso a la tierra para los productores familiares (individual o tierras colectivas de territorios comunales), y medidas de conservación de los recursos naturales.
-Tener una política de investigación a favor de la pequeña producción: tecnología apropiada, rescate de semillas y biodiversidad etc.
Aunque exista el riesgo latente de que cualquier país se lance por su cuenta rompiendo la dinámica actual, la Comunidad Andina de Naciones (CAN) hasta ahora actúa en bloque en las negociaciones del ALCA, defendiendo posiciones propias frente al tema agrícola:
I. Eliminación de los subsidios a la exportaciones, incluso a los créditos, las garantías y los seguros.
II. Crear salvaguardias en casos como la ayuda alimentaria y el socorro a desastres naturales.
III. Aplicación de medidas sanitarias / fitosanitarias más allá de lo previsto en los acuerdos de la OMC sobre agricultura.
IV. Trato especial y diferenciado según niveles de desarrollo y tamaño de las economías.
No dividirse en este proceso de negociación aparece como una estrategia muy importante para los países andinos. Si un país sale, pierde su capacidad de negociación frente al ALCA.
Se ve la necesidad de que los países andinos se unan frente al ALCA, para reivindicar el derecho de mantener aranceles, y construir una política agrícola andina común.
Es necesario emprender en un proceso sostenido de intercambio de las reflexiones que se hagan en cada país y estructurar algunos elementos comunes de propuestas regionales.
Es importante que la sociedad civil, las organizaciones, reivindiquen su derecho a participar, a opinar e incidir en la toma de decisiones frente al ALCA.
(*) Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales.
Ficha técnica:
Edición, diagramación y producción original de la serie:
Javier Ponce, Susana López Olivares y David Villamar
Coordinación:
Alberto Acosta
Tomado de La Insignia