24 de octubre del 2002
Eduardo Gudynas
La Insignia
La nueva ronda ministerial del Área de Libre Comercio de las Américas comienza bajo los cuestionamientos de las organizaciones sociales frente a las expectativas de avances concretos desde los gobiernos, especialmente Estados Unidos. Una negociación que parecía sencilla encuentra ahora la victoria de Lula en Brasil, quien ha cuestionado el ALCA, y una sorpresiva carta del gobierno de Venezuela reclamando dar a publicidad los borradores de negociación y la postergación del tratado hasta el 2010.
Quito, capital de Ecuador, comienza la semana teñida por el ALCA, el Área de Libre Comercio de las Américas. Centenares de delegados están llegando a esta ciudad que se repartirán entre tres ámbitos. Por un lado las negociaciones que llevan adelante los gobiernos, que culminarán con un encuentro de ministros de comercio o relaciones exteriores. Por otro lado, el Foro Empresarial de las Américas recibe a representantes de compañías. Finalmente, centenares de delegados se distribuirán entre múltiples actividades convocadas por organizaciones sociales y sindicales de todo el hemisferio.
Las expectativas son grandes. En los últimos meses se ha sostenido que varios gobiernos esperan un avance sustantivo en el borrador de lo que será un futuro tratado de libre comercio que cubre todo el hemisferio. El ALCA se propone convertirse en un gigantesco bloque comercial, con más de 800 millones de personas. Las negociaciones, iniciadas en 1994 por iniciativa del presidente Bill Clinton, han avanzando más o menos a los tumbos. Pero en estos momentos, Estados Unidos cuenta con una autorización de negociación comercial otorgada por su Congreso, y aunque establece varias limitaciones, se espera un mayor protagonismo. Otros países Latinoamericanos están igualmente interesados en hacer avanzar el proyecto. Desde hace semanas se esperaba que el encuentro ministerial de Quito certificara avances concretos sobre la apertura comercial hemisférica.
Paralelamente, los más diversos grupos de la sociedad civil, desde organizaciones feministas a ambientalistas, desde confederaciones indígenas hasta las grandes centrales sindicales del continente, han montado varias decenas de talleres, simposios, mesas redondas y conferencias sobre los efectos del ALCA. La mayor parte de ellas están centradas en el encuentro continental "Otra América es posible", y comenzaron el domingo 27 con un acto artístico en el parque El Arbolito de Quito.
Varios gobiernos y empresarios avanzan sobre el ALCA con un sentido fatalista: no existe otra opción. Gustavo Pinto, presidente de la Cámara de Industriales de Ecuador, en declaraciones al periódico Hoy, afirmó que el proceso del ALCA es "irreversible" y las únicas salidas a las desigualdades es ser competitivo. El candidato ecuatoriano Alvaro Noboa en la misma sintonía propuso el pasado fin de semana convertir a Ecuador en una gigantesca zona franca para lograr, según él, los beneficios que han obtenido Panamá o Suiza. Para complicar más el escenario, algunos gobiernos a su vez acusan a los empresarios de desinteresados; Robert Betancourt, presidente por Ecuador del comité de negociaciones del ALCA cuestiona a los empresarios de su país porque en seis foros empresariales solo presentaron una propuesta.
Las organizaciones ciudadanas tienen sus propios cuestionamientos sobre varios aspectos del proceso de negociación del ALCA. Entre ellos se destaca el alto grado de reserva en los pasos que se van dando, donde no se tiene acceso a los documentos de negociación ni se conocen las propuestas de cada país. Luego de varios años de presión, en 2001 se logró que se hicieran públicos los borrador del cuerpo principal del tratado, pero nada se ha avanzado desde entonces. La Alianza Social Continental, una enorme red de organizaciones de todo el hemisferio, cuestionó severamente el sentido secreto de las negociaciones en una carta enviada días atrás a la presidencia ecuatoriano del comité de negociaciones.
A esas criticas se suman varias otras, tales como la necesidad de incorporar medidas de protección ambiental y social, los reclamos de regular las inversiones, la posibilidad de tratos diferenciales para las economías más pequeñas del continente, la necesidad de proteger actividades críticas como la suficiencia en alimentación, etc.
Hasta ahora los apoyos al ALCA son en buena medida conceptuales, amparándose en la idea que el libre comercio es bueno es si mismo. Pero a medida que se suman los estudios, aparecen más y más problemas para las economías Latinoamericanas frente a las de EE.UU. y Canadá. Algunos rubros y ciertas empresas, especialmente transnacionales, obtendrían ventajas, pero los balances netos para los países en muchos casos aparecen como negativos.
A nivel de los cuestionamientos existe un cierto consenso en considerar que la actual propuesta del ALCA es negativa para los países de América Latina. Los temores mayores se centran en que formaliza mecanismos de decisión económica, especialmente ligados a las inversiones, que quedan en manos de espacios supranacionales. Los Estados perderán todavía más capacidad de poder establecer sus propias normas y regulaciones.
Pero mas allá de esos puntos básicos, la agenda ciudadana se diversifica ampliamente. Se ha avanzado mucho a lo largo de los años, y casi todas aceptan que es necesario otro proceso de integración alternativo para América Latina. Pero no existe consenso en cómo avanzar en esa integración, y si bien circulan algunas propuestas sobre los contenidos de ese camino, no han sido suficientemente estudiadas ni debatidas.
Quito inicia la semana con muchas otras novedades que también afectan directamente a las negociaciones del ALCA. En primer lugar, Lula ganó la presidencia de Brasil con un amplio margen. El presidente electo brasilero tiene una posición crítica sobre el ALCA; ha sostenido que el ALCA "significa en la práctica una especie de anexión de las economías Latinoamericanas a la economía de Estados Unidos" (La Insignia, 6 de agosto, www.lainsignia.org). El triunfo de Lula fortalece entonces las posiciones que buscan reformar profundamente el ALCA o incluso detenerla, y da nuevo aliento a las organizaciones sociales. Pero también es cierto que existe buena evidencia que el nuevo gobierno de Brasil no necesariamente tomará una actitud beligerante frente a EE.UU.
En segundo lugar, ha trascendido el texto de una carta oficial del gobierno de Venezuela al comité de negociaciones ministeriales. Allí, la administración Chávez indica que el ALCA implica un nuevo tipo de normativa supranacional la que afectará su soberanía, una situación que según la nueva constitución bolivariana requiere de un plebiscito. A partir de allí el gobierno de Venezuela presenta dos propuestas de enorme impacto en el seno de las negociaciones del ALCA: por un lado, hacer públicos los actuales borradores de las negociaciones y por el otro postergar la entrada en vigencia del ALCA en cinco años, llevándola al 2010.
La nota venezolana si bien es cuidadosa en la redacción, tiene fuertes implicaciones. Es la posición formal más dura que un gobierno ha tomado frente a las posiciones de EE.UU. de una agenda negociadora abreviada. Brasil y otros países han dejado en claro sus disconformidades, pero nunca hicieron un planteo de este tipo; han jugado a enlentecer las negociaciones, pero nunca enviaron una nota reclamándolo formalmente.
De esta manera, el encuentro ministerial que semanas atrás aparecía como sencillo, en pocos días se ha convertido en un escenario de enorme complejidad. Habrá que ver cómo reaccionan los gobiernos y la forma en que la sociedad civil aprovecha estas nuevas circunstancias.
Tomado de La Insignia