7 de mayo del 2003
Peter Rosset*
Ecoportal
Hay que entender el TLCAN, el ALCA, la OMC y los acuerdos bilaterales como parte de lo mismo. Estados Unidos acosa a los gobiernos de cada país, y lo que no puede obtener en las negociaciones del ALCA lo quiere ganar en la OMC, y lo que no puede sacar de ninguno de los dos lo busca con una negociación regional o bilateral.
Hoy en día los pueblos de las Américas, desde Alaska y Canadá hasta la Tierra del Fuego, somos víctimas de la consolidación de un solo modelo económico y social que subordina las necesidades de la gente a los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales y los poderosos bancos financieros. El mismo fenómeno ocurre a nivel global, pero es brutal en las Américas, dado que el gobierno de Estados Unidos -y las trasnacionales de capital estadounidense que están detrás del gobierno- buscan crear reservas privadas para que las corporaciones estadounidenses cuenten con una desleal ventaja competitiva en su guerra comercial contra sus competidores europeos y japoneses.
Si bien el modelo neoliberal tiene muchos componentes -recorte drástico de presupuestos en servicios básicos, privatización de empresas e instituciones estatales, y hasta del agua y la vida misma- su centro es la famosa "liberalización del comercio", porque las grandes empresas de los países del norte tratan de conquistar los mercados del sur.
Desde fines de los 70 Estados Unidos buscó abrir los mercados del sur, lo que ha significado una presión indómita sobre estos países para que eliminen todo tipo de barreras a empresas y productos extranjeros: aranceles (impuestos sobre bienes importados), cuotas (límites anuales o mensuales sobre las cantidades de bienes determinados que se pueden importar), contratos preferenciales para la compra de bienes nacionales, y todo subsidio o preferencia que esos gobiernos daban a sus productores nacionales, sean industriales o agrícolas.
Al principio la presión se ejercía mediante la subordinación del Banco Mundial y el FMI a los intereses de Estados Unidos y las trasnacionales, utilizando los famosos "ajustes estructurales" para forzar la apertura de los mercados del sur.
Posteriormente la presión pasó al terreno del ahora exánime del GATT (Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles), convertido ahora en Organización Mundial del Comercio (OMC), y las negociaciones de acuerdos regionales (TLCAN entre México, Estados Unidos y Canadá, y ahora ALCA para todas las Américas) y bilaterales, en las que Estados Unidos se sienta con los gobiernos de los países para presionarlos uno por uno.
A pesar del cambio de terreno, la meta ha sido la misma: abrir los mercados para que puedan ser usurpados por las corporaciones e inversionistas del primer mundo, especialmente Estados Unidos. Los resultados han sido devastadores, sobre todo en países miembros de los nuevos acuerdos, como en el caso de México con el TLCAN. Desde 1994, cuando entró en vigor, el porcentaje de la población mexicana que vive en la miseria aumentó de forma exorbitante y se ha producido una quiebra general de la pequeña y mediana empresas, resultando en la pérdida masiva de empleos. Por si fuera poco, el campo ha sido inundado con maíz importado de Estados Unidos a precios subsidiados por el gobierno estadounidense, de tal manera que centenares de miles de campesinos ya no pueden competir en el mercado de maíz -alimento básico del pueblo mexicano- y han sido obligados a abandonar sus tierras. Y 2003 será peor.
Habrá que entender bien que Estados Unidos busca lo mismo de todos los países: abrir sus mercados para que las empresas extranjeras puedan conquistarlos, desplazando a los productores nacionales de sus propios mercados. El resultado siempre será el mismo: mayor desempleo, salarios más bajos, más desplazamiento del campesinado -o sea, un costo social altísimo, pérdida enorme de soberanía y el retraso total de la búsqueda de un desarrollo económico nacional equitativo con espacio para todos. Hay que entender el TLCAN, el ALCA, la OMC y los acuerdos bilaterales como parte de lo mismo. Estados Unidos acosa a los gobiernos de cada país, y lo que no puede obtener en las negociaciones del ALCA lo quiere ganar en la OMC, y lo que no puede sacar de ninguno de los dos lo busca con una negociación regional o bilateral.
Firmar los acuerdos de la OMC en el ministerial a celebrarse en Cancún en septiembre 2003 significaría consolidar todos los países dentro de una gran economía global con la que Estados Unidos quiere asegurarse reservas privadas para que sus corporaciones tengan mayor acceso que las de Europa o Japón, garantizando su dominio. En otras palabras, estas reservas privadas podrían ser el TLCAN y el ALCA, lo cual hace más evidente que éstos, junto con la OMC, son parte de la misma arquitectura neoliberal global. No importa desde qué ángulo lo veamos: hay que suspenderlos o abrogarlos si queremos tener la esperanza de crear una nueva América.
El TLCAN, ALCA y la OMC son un solo frente de lucha contra la consolidación del modelo excluyente del neoliberalismo a nivel continental y global. La suspensión del capítulo agrícola del TLCAN y las derrotas del ALCA y de la OMC, este último en Cancún el año entrante, representarían pasos importantes hacia la otra América, que es posible.
* Peter Rosset
Codirector de Food First-Instituto de Políticas de Alimentación y Desarrollo, Estados Unidos
(http://www.foodfirst.org)
Tomado de Moir