14 de agosto 2002
BRASIL
Luis Alberto Moniz Bandeira *
Es posible que el retiro del apoyo a la Argentina por parte del gobierno de Washington haya estado influenciado por la oposición de los EE.UU. al crecimiento de la economía brasileña y al propósito de Brasilia de participar de las negociaciones para la formación del ALCA en posición de fuerza, basada en el Mercosur.
El debilitamiento de la Argentina representa una forma indirecta de retardar el crecimiento del Brasil. La percepción en el exterior es que Brasil y China son los dos únicos grandes países que más resisten en la actualidad la hegemonía de los EE.UU. Y actualmente en Washington no hay ilusiones en cuanto al alejamiento cada vez mayor del Brasil.
Desde la caída del gobierno de Juan D. Perón en 1955, los EE.UU. trataron frecuentemente de instrumentalizar a la Argentina contra el Brasil, sobre todo durante el gobierno de la dupla Carlos Menem-Domingo Cavallo. Y una de las preocupaciones de los formuladores de la política hemisférica norteamericana es que la crisis en la Argentina venga a reforzar la tendencia al proteccionismo, que puede no existir en el gobierno brasileño, pero avanza en la conciencia nacional, lo que dificulta las negociaciones para la creación del ALCA.
Este es el principal nervio del conflicto entre los EE.UU. y el Brasil. El ALCA, de acuerdo al embajador Samuel Pinheiro Guimaraes, uno de los responsables de la negociación de los acuerdos de integración Brasil-Argentina en 1986-1987, constituye parte de la estrategia de mantenimiento de la hegemonía política y económica de los EE.UU. "que realizarían su designio histórico de incorporación subordinada de América latina a su territorio económico y a su área de influencia político-militar".
"El ALCA conducirá a la desaparición del Mercosur", advirtió Pinheiro Guimaraes. Poco tiempo después, en un seminario en la Asociación Brasileña de la Industria de Máquinas Equipamientos (ABIMAQ), afirmó que la decisión de la Argentina de eliminar las barreras aduaneras para bienes de capital, ignorando el arancel externo común, le daba la oportunidad al Brasil de evaluar, por anticipado, los efectos del ALCA.
El gobierno brasileño sabía que la percepción del embajador Pinheiro Guimaraes era correcta. Sin embargo, una vez que muchos países estuviesen ilusionados con el ALCA imaginando aumentar sus ventas a los EE.UU., prefirió otra táctica para que el Brasil no fuera acusado de sabotear las negociaciones. Juzgó mejor continuar las negociaciones y lanzar sobre los EE.UU. la culpa por el fracaso, ya que ellos no irían a atender las exigencias ni del Brasil ni de la Argentina ni de los demás países de América del Sur, como lo demostró el Trade Power Authority (TPA) aprobado por el Congreso norteamericano.
Los EE.UU. nunca tuvieron realmente condiciones -ni la intención- de abolir las barreras proteccionistas ni arancelarias, sobre todo sobre los productos agrícolas, debido a los enormes intereses económicos y políticos que éstas involucran internamente.
No sin razón, el presidente Fernando Henrique Cardoso declaró que "si las condiciones se tomaran al pie de la letra, significa que no habrá ALCA". Sí, seguramente no habrá ALCA. El Congreso norteamericano mantuvo los subsidios a la agricultura y la legislación antidúmping que tanto afecta las ventas de productos manufacturados, entre los cuales están los productos siderúrgicos, exportados por el Brasil y que ya fueron obstaculizados por el aumento de tarifas impuesto por el presidente George W. Bush.
Los EE.UU. por lo tanto, no harán las concesiones esperadas ni el presidente Fernando Henrique Cardoso ni cualquiera que sea su sucesor aceptará negociar un área de libre comercio con los EE.UU. en términos que no sólo no atienden sino que contrarían los intereses económicos, comerciales y estratégicos del Brasil.
También por motivos similares, el TPA no sólo no beneficia, sino que tiende a perjudicar a la Argentina, así como a los demás socios del Mercosur, el Paraguay y el Uruguay, que aún tenían ilusiones en el ALCA.
El objetivo de los EE.UU., con la formación del ALCA, es consolidar las medidas ultraliberales, forzar una apertura unilateral de las economías latinoamericanas, de modo de obtener más ventajas comerciales y mayores reducciones de barreras a sus exportaciones y a sus capitales.
De esta manera podrá fomentar sus exportaciones en 30% y asegurar el crecimiento de su PBI a una tasa del 4-4,5%, y compensar el déficit comercial con otras regiones, a costa de los países latinoamericanos, induciéndolos gradualmente a adoptar el dólar como la única moneda en el hemisferio, cuya emisión y circulación estarán sobre su exclusivo control.
Como consecuencia, el acceso privilegiado a los mercados de la región, mediante el establecimiento del ALCA, podrá compensar perjuicios derivados de la pérdida de competitividad de los productos norteamericanos, que en varios renglones, no están en condiciones de competir directamente con los exportados por la Unión Europea, que suplantan a los EE.UU. en el comercio con los países del Mercosur, o por el Japón y la China.
El mayor interés de los EE.UU. para la formación del ALCA se concentra principalmente en el Mercosur, que tiene un PBI de US$ 1 billón, equivalente a más de la mitad del PBI de toda la ALADI, de US$ 1,7 billón en 1999 y representaba el 10,3% del mercado de las Américas.
Sin el Mercosur y, en especial, sin el Brasil, el ALCA representará un lucro relativamente pequeño de mercado para los EE.UU. De hecho, las exportaciones de productos norteamericanos al Brasil se triplicaron en los 90, saltando de US$ 5 mil millones en 1990 a US$ 15,3 mil millones en 2000, valor equivalente a menos o igual de las exportaciones destinadas a todos los demás países de América del Sur, y tres veces mayores que las exportaciones a la Argentina, que pasaron de US$ 1,1 mil millones en 1990 a US$ 4,6 mil millones en 2000.
Pero a lo largo de esos cinco años, de 1996 a 2000, el Brasil acumuló un total de cerca de US$ 18,6 mil millones de déficit en la balanza comercial con los EE.UU., con un promedio de US$ 3,7 mil millones al año. En 2000, el déficit del Brasil fue de US$ 1,5 mil millones y la razón principal por la cual viene ocurriendo sucesivamente a lo largo de seis años ha sido el aumento de las importaciones de productos norteamericanos por parte del Brasil sin un correspondiente aumento de las exportaciones de productos brasileños a los EE.UU.
Lo que los EE.UU. pretenden no es propiamente fomentar el comercio, sino ampliar su superávit a costa del Brasil y de los demás estados de América del Sur. La implantación del ALCA sólo tiende a agravar esa situación pues para los EE.UU. su éxito económico implica la conquista de mayor acceso al mercado brasileño y las porciones de mercados latinoamericanos ocupadas por el Brasil, que destina 23% de sus exportaciones, sobre todo de manufactura, a los países de la ALADI. El texto del proyecto del Trade Power Authority es bastante restrictivo y demuestra que los EE.UU. no levantarán las barreras ni la aplicación de cupos, sobretasas arancelarias, derechos antidúmping, restricciones fitosanitarias y otras medidas que afectan las exportaciones del Brasil, de la Argentina y otros países sudamericanos.
Por el contrario, deberá aumentarlas, debido a las presiones de los sectores más ineficientes de la economía americana, de los sindicatos de obreros, así como de decisiones unilaterales del propio gobierno norteamericano o del Congreso norteamericano, que, nuevamente aprobó subsidios para la agricultura.
El principio subyacente de la política comercial de los EE.UU., de acuerdo a lo que Charlene Barshefsky, antecesora de Robert Zoellick, declaró explícitamente, es "sustentar la prosperidad de los EE.UU., los empleos y riqueza de las compañías norteamericanas". No es, por lo tanto, propiciarle saldos positivos al Brasil ni a los demás países de América del Sur.
* Politólogo brasileño
Tomado de RESUMEN LATINOAMERICANO Nº 162