30 de diciembre del 2003
Rolando Astarita
Rebelión
En
los últimos meses se ha dado un interesante debate sobre la naturaleza de la
recuperación económica argentina. La cuestión se plantea así: ¿se trata de un
"rebote" o de la fase alcista de un nuevo ciclo económico? La primera posición
es defendida por acérrimos neoliberales y menemistas y , aunque por razones
opuestas a los anteriores, por economistas de izquierda. La segunda por
keynesianos y progresistas partidarios del gobierno. El cruzamiento de
posiciones es hasta cierto punto paradójico. Por un lado, los neoliberales dicen
que el gobierno abandonó el "modelo de libre competencia" para reemplazarlo por
"un régimen estatista y dirigista" que sólo puede resultar en un crecimiento
débil y muy limitado en el tiempo. Los economistas de izquierda, por el
contrario, sostienen que continúa en esencial la misma política que en los
noventa, y por consiguiente la economía sólo puede tener un rebote. A su vez los
defensores del gobierno afirman que el "modelo" actual es opuesto al de los
noventa, y que es precisamente esto lo que posibilita iniciar un crecimiento a
largo plazo, sustentado en una mejor distribución del ingreso.
La posición que vamos a defender en este trabajo se diferencia de estos
enfoques, ya que sostenemos que estamos ante más que un "rebote" de la economía,
pero también afirmamos que no cambiaron los rasgos sustanciales que
caracterizaron al "modelo" de acumulación de los noventa y que las debilidades
estructurales del capitalismo argentino siguen presentes. La exposición la
desarrollamos de la siguiente forma: en primer lugar, demostramos que no estamos
ante un mero "rebote" de la economía, sino ante una fase ascendente de un nuevo
ciclo económico. En segundo término analizamos cómo se produjo la salida a la
crisis. En tercer término, mostramos cómo existe una continuidad sustancial de
las políticas económicas de los noventa, aun teniendo en cuenta el giro hacia
una dosis de mayor intervención del Estado en la economía. En cuarto lugar
señalamos los límites del actual crecimiento. Por último, planteamos algunas
conclusiones que se desprenden del análisis realizado.
I ¿Rebote o salida de la recesión?
Esta pregunta se ha planteado siempre que una economía ha caído en recesión y
comienzan a verse los primeros síntomas de recuperación.Dado que muchas veces se
registran amagues de recuperación que luego no se confirman, es comprensible que
los primeros síntomas de recuperación del 2002 fueran tomados por muchos con
prudencia y una dosis de escepticismo. Esta actitud se potenciaba a la vista del
alto endeudamiento de la economía, de la profundidad de la crisis bancaria -con
un costo equivalente a un 18% del pbi- y de la gravedad de la crisis política
que había atravesado el país. Pero a la luz de los datos de que disponemos en
estos momentos (octubre de 2003) todo indica que la economía entró en una fase
ascendente de un nuevo ciclo económico. Para fundamentar lo que decimos,
presentemos los hechos:
. El crecimiento del pbi en lo que va del año es del 7%, aproximadamente, en un
contexto de precios estables; la inflación para el año estaría en el 3%. El
dólar no sólo se ha mantenido estable, sino que se ha revalorizado un 15% desde
enero, acompañando a la recomposición de reservas del Banco Central (subieron en
ese período casi 3.000 millones de dólares). En setiembre el uso de capacidad
instalada en la industria fue del 67,2%, el más alto desde 2001 y hay sectores
que ya tienen estrangulamientos en la oferta (ver infra). El índice de obreros
ocupados en el tercer trimestre del año fue un 6,3% más alto que un año atrás;
la mejora es pequeña, pero en el contexto que estamos describiendo indica
también una tendencia; en ese lapso las horas trabajadas crecieron un 8,4% con
relación a 2002. La construcción, que tiene un fuerte efecto multiplicador, ha
venido aumentando la actividad de manera sostenida (aunque todavía no se ven
obras de largo plazo): casi un 40% interanual. El otro sector que tiene efectos
multiplicadores fuertes, el automotor, se mantiene rezagado. Sin embargo en las
últimas semanas estuvo repuntando, en parte ayudado por el Plan Boden; lo
vendido en setiembre de 2003 todavía es la mitad de los picos promedios previos
a la crisis, pero tres veces más que a comienzos de año. Lo más importante es
que un crecimiento sostenido durante más de tres trimestres por lo general
indica la salida de una recesión; en Argentina hemos entrado en el séptimo
trimestre de recuperación del pbi.
. Mejoró la situación fiscal. Este año el superávit fiscal alcanzaría el 2,5%
del pbi. Se trata de un superávit fiscal inédito en este país, que no habían
impuesto los más "ortodoxos" ministros de Economía. En este marco se recuperó
buena parte de los bonos que circulaban como cuasi- monedas.
. Las tasas de interés han bajado, un fenómeno que por lo general se da en la
fase post- depresión aguda. Esto ayuda a la recomposición del crédito. En junio
el nivel de facturación de las emisoras por las ventas en cuotas ya volvía a las
cantidades -en términos nominales- previas a la crisis de fines de 2001. Además
hay un inicio de recuperación de crédito para Pymes y personales. Ejemplo: el
banco Río informa que antes de la crisis colocaban 16.000 préstamos entre
personales y prendarios; a comienzos de 2003 colocaba 2200; en setiembre llegó a
10.500; aún lejos del pico previo a la crisis, pero superior al fondo de la
crisis. Otro dato: diecisiete bancos privados acordaron prestar al Estado $500
millones para realizar obra pública, y ADEBA dejó abierta la puerta para ampliar
esta cantidad. La contrapartida del inicio de recuperación del crédito es la
recomposición de los depósitos, en especial a plazo fijo. Hay que tener en
cuenta que hace poco más de un año miles de ahorristas juraban que "nunca más"
volverían a poner un peso en el sistema bancario argentino. A mediados de
octubre de 2003 los plazos fijos totalizan casi 40.000 millones de pesos; además
se terminan las colocaciones a menos de 30 días. Todo esto no implica que los
bancos hayan salido del "rojo" (sus balances siguen con pérdidas, en especial
por la falta de colocación de crédito) ni que se haya recuperado en nivel de
depósitos previos a la crisis. Pero la recomposición debe compararse con
respecto a la crisis padecida.
. Se registra una recuperación sostenida de la bolsa de valores. Al cierre del
22/10 el índice Merval llevaba una suba del 74%. Si bien en términos de dólar el
índice está todavía muy por debajo de los máximos alcanzados en 1992, el aumento
no es desdeñable porque la bolsa anticipa evoluciones de la economía. El alza de
los precios de las acciones está apuntalado en la mejora de los balances. Esto
mejora a su vez el clima para los negocios.
. Reabrieron empresas que producen para el mercado interno o exportan. Se pueden
citar casos en textiles, vidrio, fabricantes de componentes (ejemplo, Aiwa en
Tierra del Fuego), vitivinícolas, cuero, frigoríficos, bienes durables línea
blanca, neumáticos (ejemplo Fate), entre otros. Además están en estudio
proyectos de reactivación, como el de Pirellli de volver a fabricar cables; de
Siemens de producir aparatos telefónicos (era el principal proveedor de las
telefónicas, pero levantó la planta en 2000).También se ha dado la reactivación
de algunos ramales ferroviarios (ejemplos Mesopotamia, anuncio de reanudación
del ramal San Miguel de Tucumán y San Salvador de Jujuy en el cual está
interesado el ingenio Ledesma).
. Se ha registrado un incremento de la inversión. Aquí opera el fenómeno de
"aceleración". En la medida en que crece el ingreso y la demanda, los sectores
que hacen punta en la recuperación económica comienzan a verse con capacidad
insuficiente y necesitan invertir en equipos. Según analistas del Indec, en los
últimos tiempos varias empresas debieron hacer paradas técnicas para adecuar sus
plantas ante el alto índice de utilización de la capacidad instalada. Por
ejemplo la industria del acero está cerca de la plena capacidad; en alimentos,
cemento, alimentarias hay cuellos de botella que están demandando inversión.
Pero además, la mejora de la demanda y de la rentabilidad eleva las perspectivas
de ganancias, lo que a su vez aumenta también las inversiones. Sobre inversión,
datos más recientes son los correspondientes al primer trimestre de 2003; según
Economía, la inversión interna bruta fija, medida a precios constantes, subió un
20,6% en comparación al mismo período de 2002; la construcción aumentó un 22,6%
y la inversión en equipos durables importados un 26,3%. Debe considerarse que la
inversión venía cayendo desde el cuarto trimestre de 1998. El pico más bajo se
alcanzó a mediados de 2002, y desde entonces comenzó una lenta recuperación, que
se ha venido acentuando desde el cuarto trimestre de 2002. En términos de pbi,
la inversión interna bruta fija pasó del 11,96% en 2002 al 13,69% en el primer
trimestre de 2003, y todo indica que continúa creciendo. En este sentido un dato
que apuntala esta hipótesis es el aumento de las importaciones de equipos:
subieron un 60% en los ocho primeros meses del año. Petróleo, alimentos,
metálicas básicas, química, caucho, plásticos, papel, textil, cuero y calzado
son los sectores que más aumentaron las compras de maquinarias importadas. Sin
contar al agro, que multiplicó por ocho sus compras externas en relación a 2002.
En el otro extremo están las empresas de servicios públicos, que apenas importan
un 10% de lo que hacían en 1990. Aunque se anuncian algunas inversiones, por
ejemplo en telecomunicaciones de 320 millones de dólares; en términos absolutos
no es una cifra significativa, pero es sintomática porque se da en un sector que
ha experimentado una baja en su rentabilidad. Existe además una recuperación de
la producción de bienes de equipo en el país. Por ejemplo, en términos
interanuales (setiembre 2003/2002) la industria metalmecánica aumentó un 31%.
También aumentó la inversión en turismo y comienza a recuperarse alguna
inversión inmobiliaria de grandes grupos (ejemplo, planes de IRSA en la Ciudad
deportiva de Boca y en Bariloche); creció la inversión inmobiliaria en comercio
en los grandes centros urbanos.También hay indicios de leve recuperación en el
área de locaciones para industrias; se demandan en especial pequeñas superficies
de plantas como es el caso de talleres que sustituyen importaciones. Textiles,
laboratorios, plásticos, papel, son algunos de los sector es que están
demandando; la dinámica de la inversión es esencial para la afirmación de una
fase ascendente del ciclo.
. Comenzó una lenta recuperación de salario. Cuando la fase alcista del nuevo
ciclo comienza afirmarse, el salario recupera algo del terreno perdido durante
la crisis. Esto sucede no sólo por la presión de la amenaza de la lucha de
clases -a la salida de la recesión los efectos de la desocupación se hacen
sentir en la capacidad de las reivindicaciones- sino también por la recuperación
de las horas de trabajo, y/o necesidad de empresas de recomponer parcialmente el
valor de la fuerza de trabajo para mantener el personal medio calificado. Además
de la suba del salario básico, está el aumento del 30% para los metalúrgicos que
acaba de negociar la UOM (a partir de la incorporación a los salarios de
convenio del aumento de $224 del salario mínimo). También consiguieron algunas
mejoras alimentación, telefónicos, trabajadores navales; y estarían por firmarse
acuerdos con aumentos en construcción, gráfica, madera, plásticos, lecheros,
algunos sectores de provisión de agua. Se parte, por supuesto, de niveles
bajísimos, que casi no garantizan la reproducción mínima de la fuerza de
trabajo. Pero tienen una incidencia política y social que no se puede pasar por
alto. Además pueden ser el punto de partida para que otros gremios comiencen a
reivindicar aumentos y para nuevos y más altos reclamos de estos mismos sectores
que acaban de recibir aumentos.
. Los puntos anteriores explican que en agosto pasado la compra de los productos
que integran la canasta básica registrara la mayor suba del año, el 18%, y que
gran parte de este crecimiento se debiera a los hogares de menores recursos
(estudio de la consultora Latin Panel). Los niveles de consumo venían creciendo
en forma sostenida respecto de 2002 desde mayo, pero en agosto fueron los
consumidores de menores ingresos los que mostraron los índices de recuperación
más altos, y ésta es una novedad.
Los datos son consistentes entre sí y confirman la caracterización que hacemos
de estar en presencia de la fase ascendente de un nuevo ciclo. Veamos ahora cuál
fue la mecánica profunda con que se dio esta recuperación.
II Una salida capitalista de la crisis
Hace dos años en el trabajo "La crisis y los programas de salida progresista"
discutíamos la posición de quienes sostenían que había una manera de salir de la
crisis a partir de una redistribución del ingreso en beneficio de los
trabajadores. Siguiendo una vieja tradición reformista, esa tesis planteaba que
la crisis se debía al bajo poder de compra de los sectores populares, y que la
redistribución del ingreso reactivaría el mercado interno, lo que llevaría al
aumento de la producción y la inversión. De esta forma, se decía, sería posible
conciliar los intereses del capital "nacional y productivo" y con los del
trabajo en pos de una salida democrática de la crisis.
En oposición a esta postura sostuvimos entonces que las crisis del capitalismo
siempre se resolvieron bajando los niveles de vida de las masas, y que esto es
consistente con la teoría de la plusvalía, en el sentido que durante las crisis
se trata de aumentar la rentabilidad general del capital para volver al ciclo
"normal" de los negocios. Decíamos que toda crisis "depura" a las fracciones más
débiles y mejora la tasa de ganancia a partir de la desvalorización de los
activos, de la centralización de los capitales y particularmente del aumento de
la explotación, potenciada por el disciplinamiento que impone la desocupación
sobre el trabajo.
Retomando aquella discusión, y a la luz de lo sucedido desde diciembre de 2001 a
la fecha, se puede comprobar ahora que la reactivación económica argentina
siguió las pautas generales que se deducen de la teoría marxista de la
acumlación. Es que lejos de la redistribución del ingreso y el aumento de los
salarios, la "solución" capitalista de la crisis se verificó en Argentina de
manera particularizada y aguda en la brutal caída del valor de la fuerza de
trabajo en términos del mercado mundial. Fue sólo sobre esta base que comenzaron
luego a concatenarse la serie de fenómenos que llevaron a la recuperación
económica. Así, a partir del abaratamiento de los costos, en especial de la mano
de obra, primero se recuperaron empresas y sectores ligados a la exportación y a
la sustitución de importaciones, que vieron mejorada rápidamente su
rentabilidad. Luego comenzó a recuperarse la inversión en stocks y a levantar el
consumo postergado de los sectores pudientes; su vez, fracciones del capital
local o externo, que disponían de líquido en moneda extranjera, compraron
selectivamente activos desvalorizados ; además, una vez que tocó fondo el
sistema financiero, empezó a recomponerse la liquidez y apareció algo de crédito
. De conjunto, estos factores recuperaron la demanda, lo que a su vez reactuó
positivamente sobre la rentabilidad de muchas empresas; esta situación a su vez
reactuó sobre la inversión.Y por último, arrancó una muy tímida recuperación del
salario. Pero lo que nos interesa destacar aquí es que el punto de arranque del
proceso fue el aumento de la tasa de explotación, que fue previo al inicio de la
recuperación. Los datos al respecto son contundentes: la baja de salarios, que
ya estaba en curso durante la Convertibilidad vía deflación, se profundizó con
la devaluación. Así, el piso del salario se alcanza durante el tercer trimestre
de 2002, cuando fue un 25,1% menor en términos reales a su nivel previo a la
devaluación . Luego, durante el cuarto trimestre de 2002, el salario se mantiene
estable, en un nivel un 24% menor al período pre-devaluación . Para entonces la
reactivación económica ya había comenzado (la podemos fechar en el segundo
trimestre de 2002). Por último, el salario recupera un 6 % durante la primera
mitad de 2003. Por lo tanto es claro también que la reactivación sigue dándose
sobre el fundamento de la baja del salario: con una suba del índice de precios
al consumidor desde enero de 2002 del 43,9%, la caída promedio del salario a
junio de 2003 era del 20% . Fue entonces desde este gigantesco aumento de la
tasa de plusvalor en términos del mercado mundial que comenzó a recuperarse la
demanda por el lado de las exportaciones y la sustitución de importaciones. Un
aspecto a resaltar es que el capital "productivo, nacional y progresista"
acompañó y sigue acompañando esta salida de la crisis basada en la explotación y
la precarización del trabajo.
La dimensión política y el contexto internacional de la salida de la crisis
En el análisis de los factores que llevaron a la reactivación es necesario
incorporar ahora la dimensión política. Es que la salida de la crisis fue
posible porque en un mar de desocupación, quiebras y despidos, y carente de un
programa alternativo, la clase obrera no pudo responder al empobrecimiento
generalizado que se dio a partir de la devaluación con acciones de lucha y
movilización. De manera que la clase dominante tuvo espacio para ir imponiendo
"su" programa frente a la crisis. Se realimentaron así las instancias económica
y política. Los primeros pasos en la estabilización política (elección del
gobierno Duhalde) generaron el marco para el inicio de la recuperación
económica; y ésta reforzó progresivamente los factores de estabilización
política (llamado a elecciones, canalización de la crisis del PJ,). De a poco
los sectores medios, afectados por el "corralito" se tranquilizaron, y las
asambleas barriales cedieron terreno y perdieron convocatoria. Progresivamente
el gobierno de Duhalde se fortaleció; luego los defensores del capital y la
propiedad privada se legitimaron como "representantes del pueblo" con abrumadora
superioridad en las elecciones, en tanto la recuperación económica avanzaba.
Ahora la reactivación fortalece al gobierno Kirchner. Todo lo cual contribuye a
recuperar la confianza de la clase dominante, cuestión vital para sostener la
demanda.
Señalemos también que la recuperación se ha dado en un contexto internacional
que en líneas generales no ha sido desfavorable para la economía argentina, a
pesar del estancamiento relativo de la economía brasileña (crecería un 1,5% en
2003). Contra los pronósticos de algunos sobre el inicio de una depresión, el
pbi mundial crecería en 2003 un 3,2% (los países del G7 un 1,8%) y un 4,1% en
2004 (los países del G7 2,8%; proyecciones del FMI). Además, hubo una mejora de
los precios relativos de productos claves de las exportaciones argentinas;
durante el primer semestre del año los precios de los productos importados
cayeron un 1% en relación con el mismo período de 2002, mientras que los valores
de exportación crecieron un 11%. El sostenido alza del precio de la soja (mala
cosecha en Estados Unidos) en los dos últimos meses mejoró aún más esta
situación. Por último, también se ha registrado una caída de las tasas de
interés internacionales. La baja de las tasas dispuesta por la Fed de Estados
Unidos en junio último las llevó al nivel más bajo desde 1958, lo que reduce los
costos de la deuda argentina que no entró en default.
Ha sido entonces la conjunción de estos factores la que determinó la entrada en
la fase ascendente de un ciclo económico.
III. Continuidad, rasgos estatistas y unidad del capital
La salida de la crisis, que operó siguiendo la lógica del capital, permite a su
vez comprender la vinculación orgánica existente entre las políticas económicas
que se instrumentaron en los noventa y la que está llevando ahora adelante el
gobierno de Kirchner. Es que los fundamentos que posibilitaron la recuperación
económica "exigen" que las políticas de ofensiva sobre el trabajo y de
acomodamiento a las demandas del capital -de las "condiciones propicias para
invertir y competir en el mercado mundial"- se mantengan en sus rasgos
esenciales. Sin embargo, lo que sí ha cambiado con respecto a la década pasada
es que ahora se apunta a una dosis de mayor ingerencia del Estado en la
economía, en consonancia con un cambio que se verifica a nivel internacional y
que es avalado incluso por la "ortodoxia" de los organismos financieros. Así,
por ejemplo, el Banco Mundial se muestra partidario en sus últimos informes
sobre desarrollo de las intervenciones estatales en un sentido "amigable para
los mercados", y el FMI admite que una dosis de inflación, en bajas
proporciones, puede ser apropiada para "rectificar desequilibrios". Pero lo
fundamental se mantiene; en particular:
a) los regímenes laborales que apuntan a la precarización y desvalorización
sistemática de la fuerza de trabajo
b) el disciplinamiento vía mercado y la sujeción de todos los sectores de la
economía, incluidos los servicios públicos, a la constricción que impone la
valorización de los capitales
c) las reducciones del gasto para salud y educación para la población y de los
salarios de los estatales
d) la fuerza del sector financiero, en el que se expresa de manera concentrada
la exigencia del aumento permanente de la extracción de plusvalor
e) la estrategia de inserción en la globalización sustentada en las aperturas
comerciales y búsqueda de la competitividad por medio del aumento sistemático de
las tasas de explotación
Veamos con algún detalle la cuestión:
a) Mantenimiento de los regímenes laborales instalados en los noventa
¿Alguien se acuerda de los discursos de Moyano y De Gennaro, cuando afirmaban a
los cuatro vientos que la derogación de la ley de flexibilización laboral de De
la Rúa debería ser la primera medida a tomar por un gobierno "popular"? ¿Qué
sucede con "el cambio de modelo", que de esto no se habla? Lo cierto es que, al
margen de proclamas y discursos, conquistas históricas como las ocho horas de
trabajo, los derechos sindicales, la defensa ante la prepotencia patronal, se
han perdido por completo. Señalemos como dato ilustrativo que hoy de los ocho
millones de trabajadores, casi tres millones están en negro, con salarios
promedio (julio) de 361 pesos mensuales; de éstos, el 37% trabaja más de 9 horas
diarias. En cuanto a los empleados del sector privado que están "en blanco" -un
poco más de tres millones- el salario promedio (julio) era de 740 pesos
mensuales; de estos, un 46% trabaja más de 45 horas semanales. Nada indica que
este panorama cambie sustancialmente en los próximos meses, de no mediar la
lucha de clases que obligue al capital y a su gobierno a ceder terreno. Lo que
se busca ahora es "blanquear" el trabajo en negro, oficializando los bajos
salarios y la precarización. Un hecho relevante al respecto son los acuerdos que
el gobierno está firmando con las cámaras empresarias para ofrecer mano de obra
barata subsidiada por los Planes sociales; los salarios establecidos serán de
apenas 300 pesos mensuales, de los cuales 150 los paga el Estado. Esto significa
que se siguen ofreciendo las mejores condiciones de explotación al capital
privado, a cambio de que las empresas cumplan con los aportes de seguridad
social. Agreguemos que aun con este nivel de miseria, organismos como el Banco
Mundial recomiendan al gobierno nuevas "reformas laborales" porque "los altos
costos laborales y de indemnizaciones impiden luchar contra la desocupación".
b) Continuidad de las privatizaciones
Todavía en la década de los ochenta buena parte de la producción y la mayoría de
los servicios públicos estaban en manos del Estado, sustrayéndose, de alguna
manera, a la constricción que impone la ley del valor. Las privatizaciones de
los noventa, por el contrario, dieron como resultado que estos sectores se
subordinaran a los imperativos de la valorización y del mercado, y que incluso
los trabajadores del Estado se vieran sometidos progresivamene a la misma
precarización y baja salarial que los asalariados del capital privado. El cambio
de "modelo" proclamado ahora por el gobierno y sus partidarios, ¿modifica esta
última situación? La respuesta es: no la modifica, simplemente se ajustan
aspectos y se ponen límites a algunos excesos que pudieran implicar tasas de
ganancia demasiado altas en beneficio de alguna fracción del capital.
Lo que afirmamos se evidencia, entre otros hechos, en los proyectos que se
barajan para la reforma previsional y en las renegociaciones de los peajes de
rutas.
Con respecto a la reforma previsional todas las fuentes oficiales subrayan que
el sistema seguirá siendo mixto, con un componente de capitalización del ahorro;
incluso el Gobierno prometió al FMI que enviará un proyecto de ley previsional
al Congreso en marzo de 2004 dentro de las "reglas del juego" establecidas. En
cuanto a los peajes, la renegociación de las concesiones fue por casi 8.000
kilómetros de rutas; o sea, el sistema de peajes continúa, sólo que en
condiciones algo modificadas. ¿Qué cambio "de fondo" hay aquí? Ninguno esencial;
ahora el Estado se hará cargo de las obras, pero siempre en acuerdo con las
empresas y licitando con capitales privados. Salen algunos grupos favorecidos
bajo el menemismo (Roggio, Macri, Dycasa) para dar lugar a otros que piensan
hacer un buen negocio (la tasa de retorno garantizada a las empresas es del
15%).
Por supuesto está la discusión sobre tarifas de servicios, donde existe un
conflicto con el gobierno. Pero también aquí se parte de la premisa que las
empresas seguirán en manos del capital privado. O sea, la negociación será un
poco más o menos dura, según los sectores, pero nada demuestra que se esté ante
un cambio sustancial.
Lo que apuntamos se puede ver también en el proyecto de presupuesto que elaboró
Economía. Entre las áreas que aumentan sus partidas está el apoyo a la actividad
área nacional, que sube el 10%; aquí la idea es subvencionar hasta que capitales
privados se hagan cargo del negocio. Además sube un 18% la partida para
Fabricaciones Militares. El fomento a las Pymes aumenta un 47%, y las políticas
industriales casi un 35%; también aumentan las partidas para promover el
comercio exterior; a su vez el Ministerio de Planificación Federal subirá un
101% la asignación para política energética; también hay aumentos para obras
públicas, fomento del transporte ferroviario, capacitación laboral. En niveles
absolutos son cifras bajas, pero marcan un cierto cambio en relación a lo
anterior, ya que hay mayor intervención estatal. Sin embargo lo central es que
son intervenciones en consonancia y acuerdo con el capital, y para favorecer la
acumulación privada. Ya hemos mencionado además la subvención a empresas para la
contratación de mano de obra barata. Por lo tanto no se busca reemplazar al
capital privado, sino cumplir con aquello de una "intervención amigable para los
mercados". Todo esto, además, en el marco de la extensión de los contratos
"basura" entre los trabajadores estatales y de precarización de sus condiciones
de trabajo.
c) Gastos del Estado en servicios públicos y salarios
Como lo dice el borrador de presupuesto elaborado por Economía, se prevee una
inflación del 10% sin aumentos de salarios. Las partidas de educación y salud
públicas siguen sin cubrir las necesidades mínimas indispensables para el
funcionamiento de escuelas y hospitales. Millones de argentinos carecen de obras
sociales, la división entre la educación y la medicina privada para la clase
alta y para las inmensas masas populares se hace cada vez más profunda. Dejando
de lado algún paliativo menor, cabe preguntarse también ¿qué ha cambiado aquí en
lo esencial?
d) Los intereses financieros
Un tema repetido de la propaganda oficial, en especial a partir de la oferta de
pagar la deuda con una quita del 75%, es que el gobierno de Kirchner "ha sabido
enfrentar con una posición digna y firme a los acreedores internacionales". Pero
la realidad es muy otra.
En primer lugar, hay que subrayar lo que significa el acuerdo que se ha firmado
con el FMI: en los próximos tres años se girarán a los acreedores unos 13.500
millones de dólares, equivalentes anualmente al 3% del pbi. Esto implica una
transferencia de recursos en términos reales, ya que no se pagará tomando nueva
deuda, sino a partir de un doble superávit, fiscal y de cuenta corriente. Dinero
que, por otra parte, paga los servicios de una deuda que se contrajo para
financiar la fuga de capitales que operó la misma burguesía argentina. En este
respecto tienen razón Kirchner y Lavagna cuando se vanaglorian de haber firmado
un acuerdo "serio" con el FMI; son "serios" en intentar restablecer la confianza
del capital, cumpliendo a costa del hambre y la miseria de amplias masas de la
población.
En segundo término, es evidente que ante un default los acreedores siempre deben
asumir pérdidas; después de todo la situación ya era insostenible mucho antes de
la caída de la Convertibilidad, cuando los ministros de Economía tomaban deuda a
tasas crecientes sólo para "cumplir" con los intereses de una deuda también
creciente. Estas espirales de endeudamiento exponencial terminan invariablemente
en la desvalorización de capitales financieros; de manera que ya el mercado
había descontado la caída, como lo reflejaban los precios de los títulos de la
deuda antes del default. Pero además la acción del gobierno encaja en la
política que adoptó la administración Bush con respecto a las deudas externas.
Es que mientras Bush (padre) y Clinton habían alentado la intervención en las
crisis mexicana de 1994 y asiática de 1997 con enormes paquetes de rescate, esta
política cambió luego de la operación de refinanciamiento de 2000 con Argentina.
A partir de ese momento cobró fuerza en Washington la prédica de ideólogos
conservadores que argumentan que con esos rescates se estaban financiando fugas
de capitales y se salvaba a "prestamistas y prestatarios irresponsables".
Entonces empezó ganar terreno la idea de que había que dejar librados a su
suerte a los tenedores de bonos y el FMI terminó "bajándole el pulgar" a Cavallo
y De la Rúa cuando éstos quisieron avanzar a fines de 2001 con las
refinanciaciones. Por lo tanto el acuerdo firmado con el FMI garantiza lo que
preocupa verdaderamente en el sistema financiero internacional, a saber, el pago
a los organismos internacionales.
En otro plano del análisis, la política del gobierno de Kirchner, y a pesar del
discurso del oficialismo "progre", tampoco fue de enfrentamiento con "la banca
usurera" nacional. El Ejecutivo y el Congreso estuvieron de acuerdo en dar las
compensaciones a los bancos, a costa de un mayor endeudamiento general del
Estado.
e) El fortalecimiento del Mercosur y la globalización
Las reuniones que se han mantenido en los últimos tiempos para fortalecer el
Mercosur y avanzar en la convergencia macroeconomica con Brasil también son
presentadas como un signo del "cambio radical del modelo de los noventa". Pero
un examen medianamente atento de los hechos tampoco confirma esta idea.
En primer lugar, hay que decir que el Mercosur se inscribe en la estrategia de
las burguesías del Cono Sur de integrarse en la globalización. No se trata de
volver a los proyectos de integración latinoamericana que en algún momento
impulsó el desarrollismo cepaliano, como fueron la Asociación Latinoamericana de
Libre Comercio (ALALC), de 1960, o la posterior Asociación Lationaamericana de
Integración (ALADI) . Estas tenían como propósito profundizar el crecimiento
basado en la sustitución de importaciones y el mercado interno. Por eso el FMI y
Estados Unidos vieron la ALALC como un proyecto de impulso a economías
autárquicas y la rechazaron. Pero más importante es que las condiciones
económicas eran muy distintas a las actuales. Hace cuarenta años las empresas
multinacionales que operaban en los territorios nacionales latinoamericanos se
inclinaban por comportamientos oligopólicos de reparto de mercados, y preferían
operar en compartimientos estancos; una especialización de la producción por
país les hubiera implicado grandes desembolsos de capital, a los que no estaban
obligadas en tanto los mercados estaban protegidos. Por otro lado las empresas
de origen local no tenían ni la capacidad ni la talla para operar por fuera de
sus territorios nacionales.
El Mercosur, por el contrario, se inscribe en una etapa distinta, marcada por
una internacionalización del capital muy superior, y por lo tanto se encuadra en
la estrategia de Estados dependientes de negociar en mejores términos su
inserción en la globalización. Hoy los capitales más fuertes consideran al
Mercosur funcional a sus intereses, y a la política de Kirchner y Lula en este
terreno como apropiada. En primer lugar, los capitales con inversiones
diversificadas en los países del bloque están interesados en la homogeinización
de las políticas estatales y la liberalización del comercio intrafirma, ya que
favorece la especialización de la producción. Esto sirve para lograr economías
de escala, importantes para enfrentar la exacerbada competencia internacional;
los acuerdos de complementación y especialización en automóvil, maquinaria
agrícola, alimentos, responden a esta estrategia. Existen además capitales con
importantes estrategias de inversión; son los casos de las adquisiciones
recientes de Perez Companc y de Quilmes que ya mencionamos. Otros capitales, más
débiles, también están interesados en el fortalecimiento del Mercosur porque
siguen una estrategia de inversiones para la ampliación de ventas dentro del
bloque; hay ejemplos en alimentación, aluminio, servicios de asistencia médica,
seguros. También están interesados en potenciar el Mercosur capitales que
realizaron acuerdos de distribución y complementación, como sucede con empresas
de siderurgia, autopartes, electrodomésticos, materiales para la construcción. Y
existe por último un interés común de los capitales en utilizar el Mercosur como
trampolín para negociar en mejores condiciones los términos de su participación
en otros mercados y el comercio con otros bloques. Por supuesto, todo esto no
anula las tensiones competitivas, en particular las que se originan en los
capitales nacionales débiles afectados por la competencia intra-Mercosur. Pero
en términos generales las políticas de los gobiernos de Lula y Kirchner de
fortalecimiento del Mercosur son propicias a los intereses de los capitales más
concentrados, y de ninguna manera son antagónicas al ALCA. Una y otra vez los
gobiernos de Argentina y Brasil aclararon que su objetivo es la negociación con
vistas a la conformación del ALCA. Además, el Mercosur también ha dado los pasos
iniciales para establecer una zona de libre comercio con la Unión Europea. Y el
gobierno de Kirchner continúa trabajando con su par mexicano para profundizar
las negociaciones iniciadas en diciembre de 2001 y concretar una zona de libre
comercio entre Argentina y México; grandes multinacionales del automóvil
radicadas en Argentina se vieron favorecidas con la apertura de este mercado, a
su vez que capitales mexicanos han comenzado a invertir en Argentina (caso
notorio la entrada del grupo de Carlos Slim).
Tenemos entonces aquí un nuevo ejemplo de políticas estatales "amigas de los
mercados". Obsérvese que en ningún momento las negociaciones entre los socios
del bloque han incluido clásulas de protección de los derechos laborales, o el
establecimiento de algún piso a los salarios. Toda la "integración y
coordinación" se hace desde el punto de vista de los beneficios del capital.
Es importante señalar también que las políticas de integración regional
refuerzan desde el punto de vista ideológico las políticas del capital contra el
trabajo. El argumento que se esgrime es que si no se aceptan las políticas en
curso es imposible "integrarse al mundo", o "avanzar en la coordinación con
nuestros socios". Frente a esto se hace imprescindible que las fuerzas del
trabajo coordinen sus plataformas reivindicativas, para responder desde una
perspectiva internacionalista a la ofensiva internacionalizada de los capitales
y sus Estados.
A pesar de tensiones, unidad del capital
Lo anterior explica que la postura de las grandes cámaras empresarias haya sido
de comprensión y disposición al diálogo con el gobierno Kirchner. Por ningún
lado se advierten los enfrentamientos que acostumbran caracterizar las
relaciones entre gobiernos populistas- nacionalistas y los grandes capitales.
Además, la mejoría económica ha disminuido algunas tensiones. Por ejemplo, los
reclamos del agro por las retenciones a la exportación, si bien continúan, se
han suavizado; los buenos negocios y las altas ganancias calman los ánimos. El
mayor conflicto parece centrado en las tarifas de los servicios públicos y en
los reclamos de los acreedores; pero no es suficiente para cambiar la
caracterización general: ninguna fracción burguesa importante está en una línea
de ruptura con el gobierno. Es significativo, por ejemplo, que las cámaras
empresarias apoyaran la propuesta de reestructuración de la deuda y el acuerdo
con el FMI. La Unión Industrial Argentina emitió un comunicado de respaldo a
Lavagna "por iniciar el proceso de reestructuración de la deuda ... sin asfixiar
el proceso de recuperación". La Asociación de Bancos Privados de Capital
Argentino y la Confederación Argentina de la Mediana Empresa también apoyaron.
La Asociación de Bancos Argentinos planteó que tanto el acuerdo con el FMI como
los anuncios sobre la reestructuración de la deuda "constituyen pasos
indispensables y muy positivos para restablecer el crédito internacional hacia
la Argentina y encarar el crecimiento sostenido que necesita la economía".
Además de declaraciones, los banqueros ofrecieron crédito para la obra pública y
participar en el fideicomiso financiero para el desarrollo de complejo
industrial nacional de las telecomunicaciones . Por su parte la Asociación de
Empresarios Argentinos (la que agrupa al capital más concentrado) ha mantenido
una posición de diálogo con el gobierno. Representantes de algunas grandes
multinacionales han tenido entrevistas con el presidente para manifestar "su
compromiso con el país"; un ejemplo es el reciente anuncio de Repsol YPF de su
plan de inversiones de 2.200 millones de pesos para este año luego de una
cordial reunión con Kirchner.
En definitiva, si bien subsisten fuertes tensiones en sectores, todo apunta a la
redefinición de posiciones dentro de la política económica en curso, con tipo de
cambio alto y admitiendo una dosis de ingerencia del Estado en la economía.
IV Las debilidades profundas del crecimiento
Ahora es necesario ubicar en sus justos términos el crecimiento en curso. En
primer lugar, hay que ponerlo en la perspectiva de la profundidad de la caída
previa. Entre 1998 y 2002 el retroceso de la economía fue del 18,4%, la segunda
caída en importancia desde comienzos del siglo veinte. Esto es, muy superior a
las caídas de 1987-1989, del 8%; de 1980-1982, del 8,7%; incluso superior a la
baja que se produjo por las repercusiones del crac de 1929 en Wall Street, ya
que entre 1929 y 1932 la economía argentina se redujo un 13,7%. Hay que
remontarse a la primera Guerra mundial para encontrar algo parecido, una caída
del 19% en tres años. De manera que la actual recuperación es sólo una parte del
terreno perdido, y se arranca de niveles bajísimos.
Por otro lado, y esto se ha señalado, los servicios de la deuda a los que se ha
comprometido el gobierno impondrán una pesada punción de riqueza durante años a
la economía en su conjunto. Además, no se trata sólo del pago de la deuda, sino
también de la salida de divisas sea por fuga de capitales o por pagos de
utilidades y dividendos. Por ejemplo, el fuerte superávit comercial entre enero
y setiembre de 2003, de casi 10.000 millones de dólares, sirvió en buena parte
para financiar estas salidas: las salidas netas de capital representaron 3.877
millones de dólares, los pagos de rentas 3.032 millones; a lo que hay que sumar
1.630 millones de dólares que se pagaron a los organismos financieros
internacionales. En síntesis, si bien la inversión aumentó, una parte importante
de la plusvalía no se destina a la acumulación ampliada de capital en el país,
sino se sigue dirigiendo al exterior.
Pero además, para que el actual ciclo adquiera consistencia y solidez debería
darse una fuerte expansión de la inversión de largo alcance, que se caracteriza
por la construcción de plantas, la renovación masiva de equipos, la expansión de
infraestructura y producción de tecnología. Sin embargo hasta el momento se está
muy lejos de esto. La inversión interna bruta fija ni siquiera llega a la media
de los noventa en términos del pbi, cuando rondaba el 17 al 19% del pbi. Los
problemas que se están evidenciando en la energía eléctrica por falta de
mantenimiento y ampliación de las redes de transmisión son sólo una muestra de
cómo la falta de inversión en infraestructura y construcciones puede afectar a
un plazo mediano la economía. Téngase en cuenta que los países asiáticos que
experimentaron fuertes desarrollos tuvieron tasas de inversión superiores al 25%
del pbi, durante años.
La falta de inversión de largo aliento se manifiesta indefectiblemente en la
baja productividad de la industria argentina, que si bien mejoró durante los
noventa (y parte de la recuperación ha sido posible porque entre 1990 y 1998
hubo renovación de equipos y aumento de la productividad) está aún lejos de los
niveles compatibles con una inserción exitosa en la globalización. Hoy en buena
medida la competitividad en los mercados mundiales se sustenta en la altísima
tasa de explotación que ha posibilitado el tipo de cambio alto. Pero aun con
esto el desempeño de las exportaciones está lejos de ser brillante. Así, si bien
crecieron un 16% en los primeros seis meses de 2003, sólo el 5% de este aumento
se debe a volúmen; el resto es por la mejora de los precios. Además, el 90% del
aumento del valor de las ventas externas se debe a los productos agropecuarios;
las exportaciones industriales cayeron un 3,4%, en gran medida debido a la caída
de las ventas a Brasil (-18%). La dependencia de la demanda de productos
industriales del mercado brasileño, y en particular de los acuerdos de
complementación de la industria automotriz, es un índice más de la debilidades
estructurales, de largo plazo, de la inserción productiva de Argentina en el
mercado mundial.
Pero tal vez más significativa sea la situación del complejo sojero, que se ha
convertido en el sector más dinámico y es presentado como modelo de la
competividad argentina. La situación real es que los cultivos de soja están
llevándose más nutrientes de los que se aportan, y a largo plazo -algunos
calculan unos 50 años- esto provocará un agotamiento de los suelos, aun
considerando el aporte de los fertilizantes. En palabras de especialistas del
INTA, "las producciones en muchas zonas se están realizando en un 50 o 60 por
ciento apelando a la caja de ahorros que es nuestro suelo". Por lo tanto, si
bien la producción argentina de grano pasó de 37 millones de toneladas a 70
millones desde comienzos de los noventa -y el cultivo de la soja pasó en siete
años de 12 a 35 millones de toneladas- la necesidad de avance tecnológico sigue
siendo vital. Si esto sucede con el sector estrella de la economía, ¿qué decir
del resto? La mayoría de las industrias tiene capital tecnológicamente más
atrasado en relación a las tecnologías de punta en el mundo. La producción de
maquinaria compleja, de productos de alto valor agregado, es extremadamente
débil. La ausencia de inversión en investigación y desarrollo, y de producción
de alta tecnología con utilización de trabajo complejo -generador de más valor
por unidad de producto- son también claras muestras de la debilidad de la
inserción capitalista de Argentina en la economía mundial. Según la Segunda
Encuesta Nacional de Innovación y Conducta tecnológica 1998-2001, que llevó a
cabo el Indec, lo invertido por la industria argentina en investigación y
desarrollo en ese período apenas fue de 204 millones de pesos anuales en
promedio; en innovación fue de 1.850 millones de pesos. De conjunto las
actividades de innovación representaban en 1998 el 2,1% de la facturación de las
empresas, contra 3,7% el promedio europeo. La inversión del Estado en
investigación y desarrollo es de poco más del 0,4% del pbi, seis o siete veces
menos, en términos relativos, que lo que se invierte en países adelantados. Por
eso, si bien puede prolongarse el ciclo actual de crecimiento, éste se sigue
dando en el marco de un desarrollo económico tecnológicamente atrasado y
dependiente. Todo esto realimenta la necesidad "estructural" del capitalismo
argentino de continuar las políticas de baja salarial y precarización del
trabajo, como respuesta a la creciente brecha tecnológica y competitiva que
existe con los países más desarrollados.
V. Algunas conclusiones
En síntesis, hemos planteado que no estamos ante un mero "rebote" de la
economía, sino ante un nuevo ciclo económico, en su fase ascendente, en el marco
de una superación de la crisis política que tuvo su pico a fines de 2001.Esta
coyuntura mejora las condiciones para la lucha por reivindicaciones elementales
y apuntar a la recomposición y acumulación de fuerzas en el movimiento obrero y
popular.
En segundo término, hemos planteado que la salida de la crisis se ha operado a
través de la lógica despiadada de la valorización del capital y del aumento de
la explotación. Esto ha demostrado, una vez más, que en tanto impere la
propiedad privada del capital no son posibles salidas concertadas de la crisis;
entre el capital y el trabajo los intereses son irreconciliables. La conclusión
es clara, o bien la clase obrera presenta un programa alternativo frente a la
crisis y lo impone desde el poder. O bien el capital termina imponiendo su
salida.
En tercer término, y en conexión con lo anterior, hemos planteado que existe una
continuidad esencial de la política que se ha llevado en la década pasada con
respecto al trabajo. Esta definición marca una divisoria de aguas en el seno del
movimiento obrero y popular entre aquellos que apoyan al gobierno y los que, de
alguna manera u otra, están dispuestos a resistir.Toda política de frente único
se asienta en esta toma de posición.
Por último, destacamos la debilidad de este ciclo alcista, señalando que la baja
productividad general de la economía constituye una constricción objetiva, que
empujarán al capital y a su Estado a continuar su presión sobre el trabajo. Esto
a su vez determina la perspectiva de la acumulación de largo plazo en este país,
y los marcos en los que deberían elaborarse los programas de resistencia del
movimiento obrero y popular.
Tomado de Rebelión