21 de junio del 2003
Kirchner o la efímera máscara progre del sistema
Jorge Beinstein
Señales confusas
En Argentina los progresistas están de
fiesta (todavía). Basta recorrer el diario de centroizquierda Pagina 12,
desbordante de oficialismo desde hace varias semanas. Mientras tanto la
izquierda mira con (prudente) desconfianza y la derecha prefiere callar.
Delegaciones piqueteras y de madres de desaparecidos fueron recibidas por
el presidente. Fidel, Chávez y Lula estuvieron presentes en la asunción
presidencial. Además se produjo una seguidilla de gestos asombrosos y
contradictorios: barrida de la vieja cúpula de las Fuerzas Armadas (sin ninguna
garantía que su reemplazo sea mejor), promesa de hacer lo mismo con la Corte
Suprema, declaraciones marcando el fin de las relaciones carnales con Estados
Unidos (seguidas por otras.. declaraciones pro-ALCA o anticubanas como las que
acaba de hacer el Canciller Bielsa), y de no sometimiento a las corporaciones
(sin que ello se traduzca en hechos concretos)...
Por otra parte no se vislumbra ni la menor objeción al poder económico
consolidado por el menemismo y reconvertido durante el duhaldismo, nada de
desprivatizar, ni de romper con la tutela del FMI (que se declara satisfecho
en general por la marcha de la economía), ni de redistribuir ingresos en
favor de los de abajo. Mas bien administración prolija del sistema:
capitalismo serio, austero, previsible, etc.
Resulta sugestivo el título de primera plana de Clarin el domingo 8 de
junio: "El gobierno reconoce la validez de los reclamos (tarifarios) de las
privatizadas. Pero dice que debe encontrar un equilibrio con las dificultades
que afrontan los usuarios". Reconocimiento de la legitimidad del saqueo que
desde hace una década realizan la empresas privatizadas, pero tentativa de
suavizar su impacto sobre el pueblo.
En suma: la unidad nacional, la cuadratura del círculo, con progres
de siempre, ex izquierdistas adaptados, conservadores lúcidos,(ex)
menemistas, neoliberales- keynesianos (¿porque no?), peronistas de la primera
hora (y de las otras horas también)...
¿Qué está pasando?, ¿cuánto durará el encanto?.
El contexto global
Los gestos independentistas del gobierno se explican en buena medida por
el cambio en el panorama internacional, marcado por la declinación de la
economía norteamericana, acosada por indicadores recesivos como la desocupación
en ascenso, el achatamiento del consumo y la inversión, y lo más grave: la
perspectiva de una huida mundial generalizada desde el dólar hacia monedas
relativamente mas fuertes como el euro. Aunque no solo Estados Unidos
está en crisis, Japón ve caer su Producto Bruto Interno y Alemania ronda el
crecimiento cero, arrastrando al conjunto de la Unión Europea.
En ese contexto de recesión mundial se acentúan las disputas entre las grandes
potencias económicas. Emerge una multipolaridad que no puede ahogar el
militarismo norteamericano. Más aún, las bravuconadas imperiales de Estados
Unidos terminan por demostrar su debilidad. En Iraq no pasa un día sin que se
informe de alguna baja entre las tropas invasoras, en Afganistan se extiende la
guerrilla. Los gastos militares agravan el déficit fiscal estadounidense que se
aproxima a los 400 mil millones de dólares. Mientras tanto Rusia se acerca a la
Unión Europea y a China, que sigue creciendo a tasas superiores al 7% anual.
El agotamiento imperial facilita tentativas periféricas como el proyecto de
cooperación regional en Asia del Este integrando a los ex tigres y dragones, con
China y probablemente India, y en América Latina el Mercosur impulsado por
Brasil.
Nuestra burguesía local olfatea la enfermedad del amo norteamericano y se
apresta a sobrevivir recomponiendo sus vínculos internacionales. Algo parecido
había ocurrido en los años 30 con nuestra burguesía proinglesa, cuando retiró
fichas de su anterior apuesta colonial y las fue reubicando en los nuevos
casilleros emergentes de ese momento (Alemania, Estados Unidos, Italia...). Pero
el paralelismo debe detenerse allí, porque en esa época existía la posibilidad
de acompañar la readecuación externa con una reconversión productiva
(industrial) interna. Hoy la globalización financiera (expresada en la
putrefacción integral del capitalismo argentino) ha bloqueado una perspectiva de
ese tipo.
Ante un mundo con oportunidades comerciales cada vez mas restringidas, Brasil y
Latinoamérica en general aparecen como tablas de salvación para las ventas
externas argentinas. El amor por Lula que ahora expresan los políticos del
sistema, desde Kirchner hasta Lopez Murphy, refleja no solo la derechización
económica del presidente brasileño (bienvenida por el FMI y los Estados Unidos),
sino principalmente las necesidades de grandes y medianos grupos empresarios
instalados en Argentina que sueñan con negocios en ese mercado.
No es que nuestra burguesía y sus políticos se hayan convertido al
tercermundismo militante, sino que la región latinoamericana del Tercer Mundo
les ofrece posibilidades de reproducción de beneficios que en otras latitudes se
van esfumando.
Economía y cultura
¿Pero de que beneficios estamos hablando?, ¿de que tipo de negocios?. Esto nos
lleva a una segunda explicación de los cambios en nuestro sistema de
poder.
Argentina pasó del saqueo menemista a un nuevo esquema de explotación, el
proceso fue realizado durante el 2002. El régimen de convertibilidad que rigió
en los años 90 se fundó en la desnacionalización de empresas públicas, la
transferencia masiva de fondos estatales a grupos financieros (por ejemplo las
AFJP) y la apertura a las importaciones y los capitales externos especulativos.
Dilapidó en pocos años el dinero de las privatizaciones y luego, cuando este se
agotó (al igual que los narcoingresos y otras entradas gangsteriles de divisas)
(1), se desató una vorágine de endeudamiento externo público y privado que se
fue desacelerando hacia 1998. Entonces la economía entró en recesión y colapsó a
fines del 2001.
El desastre financiero impulsó el hundimiento generalizado del mercado interno y
la devaluación del peso que provocó una estampida de precios. Cayó el consumo,
los salarios reales, pero también se produjo un achicamiento real del gasto
público menor que el de los ingresos fiscales. Todo eso causó el derrumbe de las
importaciones y generó superávit fiscal y del comercio exterior.
Quedó diseñada una economía con más de 20 millones de pobres y 10 millones de
indigentes, y excedentes de divisas y de pesos en manos del estado. En el nuevo
esquema los exportadores pasaron a ser el área clave, así como en el anterior lo
eran los importadores y las privatizadas. El sector financiero, hegemónico en
ambos casos, acompañó la reconversión del sistema concentrándose y orientándose
hacia los negocios emergentes.
Los cerca de 16 mil millones de dólares del superávit comercial de 2002 fueron
repartidos entre los pagos de deuda externa pública, el fortalecimiento de las
reservas del Banco Central y los envíos de fondos al exterior por parte de
privatizadas, bancos y grandes exportadores (en algunos casos un solo grupo
cumple las tres funciones o dos de ellas).
En los 90 tuvimos una economía de saqueo donde el gobierno tiraba la casa por la
ventana, los dólares eran baratos, el estado cubría su superdéficit
autoprovocado con deudas, fluían los narcodólares, etc. Menem expresaba
personalmente ese delirio, con su frivolidad e inescrupulosidad, su ínfimo nivel
intelectual, su corte de corruptos notorios. A nivel global era la época alegre
del neoliberalismo, de la timba financiera universal, de las relaciones
carnales con el Imperio próspero.
La cultura farandulera se correspondió con una economía de despilfarro y remate
del patrimonio nacional. Las clases superiores hacían ostentación de sus lujos,
concentraban ingresos, y los pobres eran deslumbrados con el espectáculo.
Peluqueros, modistos, genios del lifting, deportistas millonarios, eran los
paradigmas de la elite. Los de abajo estábamos mal pero según los comunicadores
íbamos bien y el futuro asomaba maravilloso.
Pero ahora nos encontramos en otra época, rige la economía de penuria, la
mayoría de los argentinos son pobres, muchos de ellos indigentes. Se acabó la
abundancia de inversiones y prestamos externos... y hace mucho tiempo
concluyeron las grandes privatizaciones, además el amo imperial está gravemente
enfermo. Ahora todo depende del saldo positivo del comercio exterior, principal
fuente de divisas, de ella se alimentan los usureros externos y los grupos
hegemónicos locales. Cuando menos consumamos e importemos y cuanto más
exportemos, mas dinero habrá para ellos. En ese clima de restricción del mercado
interno está de más la farándula menemista y su pro-norteamericanismo
desfachatado. El nuevo modelo necesita una cultura dominante austera, gerencial,
con métodos de control más precisos: En síntesis, un capitalismo serio,
incluidas algunas modestas referencias keynesianas y una cierta autonomía (no
mucha) con respecto de Estados Unidos. La elite dominante deja la ostentación
para otro momento y rodea a un presidente del que nadie pueda sospechar
inclinaciones al lifting ni a la ultima moda. Los actores, el libreto y el
decorado cambian pero el teatro es el mismo. El sistema estructuralmente
reconvertido acaba de recomponer su imagen.
El misterio progresista
En esta recomposición el progresismo cumple un papel clave. Muchos lo
daban por muerto luego de su última aventura aliancista, pero ha renacido,
aportando su buenos modales al nuevo gobierno. Uno de sus precursores, Jacobo
Timerman, lo definía allá por los lejanos años 60, como una combinación de
izquierdismo cultural y proimperialismo económico, para diferenciarlo del aquel
otro progresismo moderadamente cercano a la izquierda, que se extinguió al
desaparecer la guerra fría.
En realidad su entrada en el gran escenario ocurrió en 1983, de la mano de
Alfonsin, facilitando el repliegue de la dictadura, con su famosa teoría de los
dos demonios, y su posibilismo respetuoso de la configuración económica
instalada desde 1976. Reapareció con el Frepaso y se reinstaló en el gobierno
con De la Rua, detrás de un discurso que aceptaba el neoliberalismo como un
hecho inmodificable agregándole prolijidad y humanismo. Parecía que el 20 de
diciembre de 2001 había marcado su fin, pero ahora vuelve a la vida (y a los
cargos oficiales).
Su presencia en tanto instrumento del sistema ha dependido siempre de dos
ausencias. La ausencia de un consenso amplio en torno de la derecha (derivada
del proceso de concentración de ingresos y de la corrupción de los elencos
políticos tradicionales). Lo que hacía necesaria su actuación como fuerza de
bloqueo, de contención burguesa del descontento de las clases medias. Y por otra
parte la ausencia de un movimiento popular radicalizado capaz de unir a esa
oposición potencial con la de las masas sumergidas. Parasitando sobre ambas
debilidades, el progresismo reaparece una y otra vez en su rol de intermediario,
de distribuidor de ilusiones. Nace de las turbulencias cuyo desarrollo termina
por sepultarlo, para renacer una y otra vez, y volatilizarse luego de cada
fracaso... para regresar más adelante como si nada hubiera ocurrido. Su apuesta
central es a la falta de memoria, incentivada por la confusión del
subdesarrollo. Se maravillaron con Alfonsin, escupieron sobre los demonios
guerrilleros, recibieron (y reciben) generosos subsidios de la Fundación Ford,
votaron por Angeloz (el mal menor, según ellos), y por De la Rua, y por
Chacho Alvarez... ahora pululan en los despachos oficiales ofreciendo sus
servicios...
La cuadratura del círculo
Hoy la progresía acompaña al gobierno de Kirchner, continuidad económica de
Duhalde. ¿El éxito será duradero?. Muy probablemente no. Las inevitables peleas
entre grupos económicos (exportadores, empresas privatizadas de servicios,
bancos, acreedores externos, etc.) por una masa limitada de ingresos (y
divisas), el descontento de los de abajo sometidos a la miseria, las presiones
del FMI y de Estados Unidos, la profundización de la crisis regional (que tocará
severamente a Brasil); constituyen factores de desestabilización de un gobierno
que ahora usa y abusa de la contradicciones pero que terminará siendo acorralado
por ellas.
El embrollo es grande: darle la razón a las empresas privatizadas pero postergar
un poco su manotazo tarifario a los bolsillos de los consumidores, aceptar las
exigencias del FMI pero retardar su aplicación, escuchar a los piqueteros pero
perpetuar el modelo económico duhaldista (con Lavagna incluido). Recomponer la
Seguridad Social coexistiendo con los grupos financieros que la han saqueado,
emprender grandes obras públicas sin endeudamiento externo ni recuperación de
ingresos acaparados por la corporaciones. Dar a los pobres sin sacarle nada a
los ricos.
Mariposear con la Unión Europea pero manteniendo relaciones cordiales con
Estados Unidos, desarrollando el Mercosur y negociando el ALCA, todo al mismo
tiempo.
Juego inicialmente astuto, pero finalmente ridículo. El pavo real está bien
inflado y despliega sus plumas, se entretiene en un bosque donde no se ven
lobos... por ahora...
jorgebeinstein@yahoo.com
(1) desde mediados de los años 90, sobre todo después de la crisis asiática de
1997, los fondos especulativos (legales e ilegales) que fluían hacia la
periferia comenzaron a reorientarse hacia colocaciones en los países centrales,
principalmente los negocios bursátiles en Estados Unidos.
Tomado de Rebelión