17 de marzo

29 de junio del 2003

HALPERIN DONGHI

Argentina entre dos mundos

Pablo E. Chacón
Argenpress

En su último libro publicado, el historiador argentino Tulio Halperín Donghi, radicado en Berkeley, Estados Unidos, despedaza con paciencia de forense las piezas ideológicas que atravesaron como meteoritos el firmamento vernáculo entre 1930 y 1945, un período histórico inaugurado por una crisis económica global y el final de la segunda gran guerra.
 

Se trata, en palabras del autor, de 'explorar qué perspectivas adoptó ese país (por la Argentina) sumido en su propia crisis, frente a la infinitamente más vasta que azotaba al planeta entero'. El volumen está siendo distribuido por la filial local de Siglo XXI editores.

Dotado de una asombrosa capacidad para la prosa, Halperín analiza cómo las representaciones de la debacle económico-financiera de 1929 impactaron en el país y pusieron en cuestión 'la gran ola expansiva cuyo fruto era la Argentina moderna, sostenida a lo largo de más de un siglo'.

En ese viaje, el historiador no repara en las estaciones: así se detiene en las expresiones del catolicismo ultramontano que enfrentaba 'los avances seculares del individualismo moderno' con su invitación a dar por cerrado el ensayo democrático para 'inscribirse' abiertamente 'en la escuela del fascismo'.

El punto de inflexión de 'La Argentina y la tormenta del mundo' acaso sea 1940: entonces los nazis avanzan sobre París y bombardean Londres sin piedad, mientras las clases dominantes vernáculas oscilan entre la condena y el apoyo a los alemanes o a los ingleses, política que hubiera necesitado quebrar la 'neutralidad multilateral' que sirvió durante años de excusa para no enfrentar a las fuerzas del Eje.

Halperín no duda en asegurar que esa encrucijada todavía hoy tiene efectos sobre el campo político argentino, su valoración de las democracias parlamentarias, el papel de las izquierdas y las líneas de fuerza de la derecha, muchas alimentadas desde el propio peronismo, quien rompió esa 'neutralidad' cuando la guerra había terminado.

Así las cosas, el investigador recrea el atractivo que el fascismo ejercerá sobre grandes sectores de la población, que verá en esa doctrina una 'barrera contra el comunismo', redefiniendo el lugar histórico del país en el concierto global. Se había terminado el mito de la Argentina 'del progreso indefinido'.

Ese argumento permite introducir otro: el antiimperialismo cultivado, desde el inicio de la Guerra Civil española, por la derecha y por la izquierda. La oposición de masas entonces era entre fascismo y antifascismo, y es esa polaridad --para el autor-- la que finalmente se resolverá zanjándose con la emergencia del peronismo.

Si la pregunta final del volumen es por el estatuto de la democracia contemporánea, es porque no está hecha con carácter retroactivo. La mirada del historiador, después de los desgraciados sucesos de diciembre del 2001, está puesta en el mañana: no hay pesimismo en sus enunciados, y mucho menos 'realismos periféricos'; el escepticismo, en todo caso, será la única arma, para Halperín, que pueda cargarse de futuro.

 

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