18 de julio del 2003
Informe sobre una fábrica de chocolates
Nuestra lucha
¿Quién
no coleccionó cuando era niño los muñequitos de los exquisitos chocolatines Jack?
La delicia de los productos Felfort son bien conocidas para los argentinos pero
cada uno de esos bocados está producido por mujeres y hombres que en las
interminables horas que trabajan dentro de la fábrica, son sometidos a
relaciones que lejos están de la ingenuidad de la infancia o el dulzor del
chocolate: hace falta mucha azúcar para tapar la amargura del obrero que sufre
día a día condiciones laborales desfavorables, malos tratos de sus patrones,
aprietes de sus delegados burocratizados y, en fin, la explotación de sus
propias fuerzas. La vida en la fabrica La fábrica Felfort existe desde 1912 y
tiene actualmente una planta de más de 800 trabajadores: 500 son obreros
efectivos y otros tantos son contratados por dos agencias de colocación de
empleo. Para tener una idea de la magnitud de la fábrica damos el siguiente
ejemplo: se producen 215.000 barritas de cereal por día. Lo que sigue es el
relato de lo que verdaderamente pasa en la fábrica de la familia Fort. Según
convenio, los trabajadores deben cumplir 48 horas semanales repartiéndose en 8
horas diarias seis días a la semana.
Así, el sábado pasa a ser un día laborable más y los obreros pierden,
imperceptible, el derecho al medio día de descanso o a horas extras al 100%.
Pero 6 días de 8 horas no bastan. Cerca de las Pascuas, cuando aumenta la
producción, la empresa exige al obrero el cumplimiento compulsivo de horas
extras, haciendo que trabaje hasta 12 horas. Aunque al borde de lo humano,
podría ser al menos una forma de que el trabajador aumente sus ingresos en
proporción a las horas trabajadas. Pero tampoco. Mientras un trabajador junta
hasta 100 horas extras en un mes, la empresa las liquida repartidas en 3 o 4
meses. ¿Qué ganan con esto? Impedir un pico salarial que obligaría a aumentar el
monto del aguinaldo, calculado siempre sobre la base de la mejor liquidación
anual. Esta lógica de más mano de obra al menor costo posible, se repite con los
contratados. Los mismos que son contratados por agencia para trabajar 12 horas
en temporada alta son despedidos sin compensación alguna en períodos de baja
producción. La mayoría de los obreros trabaja en el primero de los tres turnos
en que se organiza la fábrica (6 a 14, 14 a 22 y 22 a 6 hs.), pero, de todos
modos, organizar la vida familiar y el descanso durante el resto del día no
parece ser un derecho que los asista. Es frecuente (sobre todo para los
contratados a quienes amenazan con la sombra del despido) que, por decisión
arbitraria de la empresa, los trabajadores sean cambiados de turno con el
ridículo previo aviso del día anterior. No es el único vejamen que padecen los
contratados que, aclaramos, ganan $1.90 la hora y no son reconocidos por el
sindicato en su carácter de trabajadores. También se les quitan algunos derechos
básicos. Se eliminaron los 10 minutos de desayuno, extendiendo la jornada
laboral para poder sacar más productos a la venta y se despidió a una contratada
por estar embarazada, por ejemplo. Las jerarquías en el interior de la fábrica
son, junto con las diferencias salariales y la prohibición de circulación entre
las distintas secciones, otra forma de división entre trabajadores que impone la
empresa.
Como sucede en la mayoría de las fábricas con tecnología, el control del ritmo
de la máquina es el control del proceso de producción, y por supuesto, no está
en manos de los obreros aunque sea su cuerpo el que corre el riesgo de
mutilación.
Cada una de las máquinas se conecta con la oficina del jefe de producción y
envía un registro de lo que sucede en esa línea. Esto permite controlar a cada
uno de los operarios, en su gran mayoría mujeres, y sancionarlo en caso de que
alguno modifique el ritmo de producción de una máquina. Cuando el trabajador es
por agencia, la sanción puede llegar al despido. En caso de accidente, los
atiende el médico de la empresa en la enfermería del sexto piso, siempre y
cuando no sean del turno noche para quienes parece no haber derecho a
accidentarse porque el médico se va a las 6 de la tarde. Para que esta
maquinaria de presiones y controles funcione aceitadamente es fundamental la
presencia de los encargados que, en realidad, son operarios a quienes se les
paga un "premio" del 10% de su salario, generando rivalidad entre obreros de la
misma categoría. Si bien los trabajadores son sujetos de sanción cuando no
cumplen con las exigencias de higiene que les impone la empresa (muchas veces no
usan guantes porque no se los proveen), la patronal no se rige con los mismos
criterios y el descuido de la limpieza en algunas secciones hace que la
población de cucarachas y ratas sea permanente.
Hablando de ratas: hace poco Aníbal Ibarra asistió gustoso a la inauguración de
un nuevo edificio celebrando las bondades del empresariado nacional. El mismo
Jefe de Gobierno que se palmea la espalda con don Fort ¿se habrá palmeado
también con Jacobo Brukman mientras le vencían los plazos de su deuda con el
Banco Ciudad? ¿Quién defiende a los trabajadores? En los últimos 10 años se
realizó sólo una asamblea en la fábrica y no se caracterizó, justamente, por su
funcionamiento democrático: fue convocada por la propia dirección del sindicato
para decir quiénes iban a ser los delegados de la comisión interna. La comisión
actual está compuesta por una lista que ganó las elecciones por diferenciarse de
los planteos pro- patronales de los delegados que estaban anteriormente. Sin
embargo, no tardaron mucho en mostrar su hilacha burocrática y ya se ven los
primeros síntomas de descontento entre los trabajadores que le habían confiado
la representación de sus intereses. Un petitorio que exige la remoción de una de
las delegadas fue avalado por 36 firmas y presentado a la secretaría del
sindicato que, aunque se mostró indiferente, ya debe estar sintiendo la molestia
del germen de la organización independiente de los trabajadores. Por algo, al
día siguiente el sindicato tenía la ficha completa de cada uno de los firmantes
y su situación sindical.
Imaginamos a Daer sudando de madrugada y sobresaltado por la pesadilla de la
generalización del ejemplo de Pepsico. Los sueños del obrero son la pesadilla
del burócrata. Si este apenas intento de organización independiente se
desarrollara, los delegados cada vez menos se ocuparán sólo de garantizar jabón
y papel higiénico para los baños y cada vez más serán la voz de verdaderos
reclamos y cada vez más, los instrumentos de la lucha y la solidaridad obrera.
Por eso no alcanza con pedidos formales a la gerencia, sino que los verdaderos
reclamos son con la organización democrática de los trabajadores para luchar por
unidad entre efectivos y contratados, efectivización, aumento salarial ya que el
convenio por empresa hizo que Felfort sea una de las empresas que peores
salarios paga.
Tomado de Rebelión