17 de marzo

31 de marzo del 2002

No hemos de llorar por ti, Argentina

Juan Vicente Gómez Gómez
Red Bolivariana

Y no porque tu llanto sea indigno, ya que sois muchos los argentinos que lloráis por la dignidad perdida; y muchos lo iberoamericanos que os acompañamos en ese llanto de dignidades ultrajadas.

Ese llanto no es el de la plañidera. No es llanto que conturba el ánimo. No es el llanto cuyas lágrimas nublan la mirada e inhibe la visión.

Es el llanto seco. Es el llanto que nace en lo más recóndito de nuestro ser y que cuando aflora, tras un largo recorrido interior, se ha secado de sus humores y aflora, seco, trastocado en ira.

Y en diciembre al fin afloró. Y no se llamó llanto. Se le llamó "Bronca". Y la bronca, aun sigue siendo bronca.

Y ante la bronca qué mejor que levantar muros de fierros para proteger los templos en los que reposa el espolio de un pueblo.

Y viniendo de los confines del tiempo retumba la voz de un gaucho:

"-Qué mañana ni otro día",
al punto me contestó,
"la paga ya se acabó,
siempre has de ser animal."
Me rái y le dije: "Yo...
no he recebido ni un rial".

Y ante la bronca qué mejor que armar de fierros a gente entresacada del pueblo, y ordenarle meter a hierro frío la bronca del pueblo.
Y de nuevo se oye su voz:

"Allí tuito va al revés:
los milicos se hacen piones,
y andan por las poblaciones
emprestaos pa trabajar;
los rejuntan pa peliar
cuando entran indios ladrones."

Y ante la bronca qué mejor que enclaustrarse en el Templo del pueblo y a espaldas del pueblo, hablar a nombre del pueblo.

Y el gaucho les dice:

"Y colijo que no quieren
la barunda componer:
para esto no ha de tener
el jefe, aunque esté de estable,
más que su poncho y su sable,
su caballo y su deber."

Y ante la bronca qué mejor que exigirle sacrificio al pueblo, mientras que quienes lo exigen reclaman nuevas prebendas.
Y el gaucho socarronamente les espeta:

"Y lo pasan sus mercedes
lengüetiando pico a pico
hasta que viene un milico
a servirles al asao...
Y eso sí, en lo delicaos
parecen hijos de rico."

Y ante la bronca qué mejor que hincarse de rodillas, doblar la cerviz, tender la mano y solicitar nuevas dádivas, que el patrocinante del desastre se niega a conceder, sabedor de que ya no hay nada más que expoliar.

Y amargamente el gaucho se lamenta:

"Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron,
la hacienda se la vendieron
pa pagar arrendamientos,
y qué sé yo cuántos cuentos;
pero todo lo fundieron."

Y ante la bronca qué mejor que enjuiciar a quien abrocan, mientras que se ampara a los abroncados.

Y el gaucho constata:

"Para él son los calabozos,
para él las duras prisiones;
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre;
que son campanas de palo
las razones de los pobres."

Y de pronto la voz del gaucho se confunde con la voz de la bronca:

"Y andábamos de mugrientos
que el mirarnos daba horror;
les juro que era un dolor
ver esos hombres,¡por Cristo!
En mi perra vida he visto
una miseria mayor."

Y quien esto dijo nunca supuso que sí habría miseria mayor, y que cada minuto consumido por el reloj, vomitaría un nuevo pobre.

Y entonces al unísono, cada uno de ellos le robó la voz al gaucho:

"Afigúresé cualquiera
la suerte de este su amigo,
a pie y mostrando el umbligo,
estropiao, pobre y desnudo.
Ni por castigo se pudo
hacerse más mal conmigo."

Y de nuevo, minuto a minuto, se sigue oyendo:

"Afigúresé cualquiera
la suerte de este su amigo,
a pie y mostrando el umbligo,
estropiao, pobre y desnudo.
Ni por castigo se pudo
hacerse más mal conmigo."

Y aún hay quienes, en Argentina y fuera de ella, se preguntan el por qué de la bronca y la condenan por parecerles indigna de un pueblo civilizado. Son quienes no han tenido tiempo para leer los clásicos e ignoran que Victor Hugo escribió: 'Los volcanes arrojan piedras y las revoluciones, hombres'; los mismos que, periódico en mano, desestiman lo que consideran baladí, por lo cual ignoran a un Eduardo Haro Tecglen cuando afirma: 'Nunca hubo revoluciones en el mundo si no fue porque la muerte en la barricada es mejor que la agonía en la choza.'

Y tampoco oyen, sus medios de comunicación social se lo filtran, cuando desde la patria grande, que es la América, millones de voces abroncan.
¡No hemos de llorar por ti, Argentina!

Y retomando la voz del gaucho, América abronca:

"Yo sé que allá los caciques
amparan a los cristianos,
y que los tratan de "hermanos"
cuando se van por su gusto.
¿A qué andar pasando sustos?
Alcemos el poncho y vamos.

En la cruzada hay peligros
pero ni aun esto me aterra;
yo ruedo sobre la tierra
arrastrao por mi destino
y si erramos el camino...
no es el primero que lo erra.

Si hemos de salvar o no
de esto naides nos responde.
Derecho ande el sol se esconde
tierra adentro hay que tirar;
algún día hemos de llegar...
después sabremos adónde."

Nota: En este artículo se incluyen fragmentos, utilizados libremente, del poema "Martín Fierro" (1872-1879), del poeta argentino JOSÉ HERNÁNDEZ (1834-1886)

juanvicente@redbolivariana.com

 

Tomado de Red Bolivariana


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