13 de agosto del 2003
Hugo Alberto de Pedro
"El engaño y la complicidad
de los genocidas que están sueltos,
el indulto y el punto final
a las bestias de aquel infierno.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia."
La Memoria - Leon Gieco
En el mes de enero de 1919 la represión policial
contra los trabajadores dio comienzo a los años negros de represión y muerte,
que llegan a nuestros días. Por aquel entonces unos 2000 obreros del
establecimiento metalúrgico Pedro Vasena e hijos mantenían un mes de huelga por
reivindicaciones tan sencillas como la del descanso dominical, una jornada de
ocho horas de trabajo, aumento de salarios y la reincorporación de los
compañeros despedidos. La muerte de obreros no se hizo esperar como tampoco la
solidaridad de vastos sectores del pueblo trabajador, nucleados en la Federación
Obrera Regional Argentina (FORA) con gran participación de anarquistas y
socialistas, que fueron masacrados en oportunidad de realizarse el sepelio. La
huelga general fue inevitable y terminó en la denominada como "La Semana
Trágica" con cientos de muertos y miles de heridos y detenidos. El radical
Hipólito Yrigoyen era presidente constitucional desde 1916.
En el sur de la República Argentina, en Santa Cruz, entre los años 1920 y 1922
se realizó el primero genocidio de nuestra historia, si lo entendemos a éste
como producto de una orden sistemática y presidencial, de Yrigoyen, donde
cientos de peones de campo argentinos, sudamericanos y europeos fueron
masacrados por el solo hecho de reclamar miserables reivindicaciones laborales y
sociales, aún aquellos que habían abandonado la huelga y el reclamo. Aquellos
sucesos han sido excelentemente historiados por José María Borrero (La Patagonia
Trágica), Osvaldo Bayer (La Patagonia Rebelde) y David Viñas (Los dueños de la
tierra) y tenían como víctimas a los anarquistas y todos aquellos que abrazaran
ideales libertarios de izquierda que estaban atrapados en un sistema feudal por
entonces ejercido por latifundistas ganaderos y comerciantes inescrupulosos, la
mayoría extranjeros sostenidos económica y políticamente por los intereses
ingleses. Las manos ejecutoras serían: 1) Las fuerzas militares argentinas para
las cuales "En general, la impresión que causa al argentino, es la de que el
territorio de Santa Cruz no pertenece a nuestra Patria " según el informe al
Ministerio de Guerra del Teniente Coronel Héctor Benigno Varela; 2) Las manos
civiles dirigidas por el conservador a ultranza y secretario de la Sociedad
Rural Edelmiro Correa Falcón como la del capitán del Ejército Ángel Ignacio Yza
quienes fueran gobernadores del por entonces territorio nacional.
La llegada al poder de Marcelo T. De Alvear en 1922 como el regreso en 1928 de
Yrigoyen para un segundo mandato solamente hacía un juego entre radicales
personalistas y antipersonalistas, alejados siempre de los intereses populares
daba inicio al siempre "necesario" despido de empleados públicos, las
conspiraciones políticas partidarias y la impronta militar que terminaría en
1930 con el permiso "democrático".
Después vendrían años de serios desencuentros, conspiraciones, golpes
cívicos-militares y con todo ello la tristemente recordada "Década Infame" entre
1930 y 1943 con los militares José E. Uriburu y Agustín P. Justo y los
fraudulentos Roberto M. Ortiz y Ramón S. Castillo, radical y conservador
respectivamente, no cambiarían las reglas impuestas anteriormente y dieron paso
otros militares como Pedro P. Ramírez y Edelmiro J. Farrel para terminar con la
tarea iniciada dieciséis años antes y que fuera una amalgama conservadora y
militar. Mientras la vida nacional transcurría a los tropiezos avanzaban a pasos
agigantados dentro del Ejército y la Marina las ideas nazi-fascistas, que
encontrarían en el coronel Juan Domingo Perón a uno de sus máximos exponentes.
Éste luego de una orquestada puesta en escena militar se haría del gobierno en
forma constitucional dando comienzo a la aplicación de las premisas del Grupo de
Oficiales Unidos o bien Grupo de Obra de Unificación (GOU en ambos casos). Perón
y Eva Duarte darían comienzos a una década de reivindicaciones obreras, un
nacionalismo popular nunca demasiado real, intervenciones en la justicia y las
provincias junto a tristes años de persecución ideológica, apremios ilegales,
cárcel y exilio que se extendió desde 1946 hasta 1955.
A partir de 1955 y hasta 1973 los golpistas uniformados Eduardo Lonardi, Pedro
E. Aramburu, José M. Guido, Juan C. Onganía, Roberto M. Levingston y Alejandro
A. Lanusse, desarrollaron toda una política nacional basada en la entrega de
parte del patrimonio nacional, la proscripción del peronismo, los golpes de
estado contra Arturo Frondizi en 1962 y Arturo U. Illia en 1966 ambos
provenientes del radicalismo. Como corresponde surgieron nuevamente las
persecuciones hacia quienes representaran a los pensamientos de la izquierda
vernácula, entre los cuales muchos supieron ser colaboracionistas que
convergieron con los uniformados en una muestra de venganza hacia Perón. La
venganza de los militares, en connivencia con sectores civiles, produjeron los
fusilamientos de José León Suárez en el año 1956 que se convirtió seguramente en
la bisagra histórica que diera comienzo a la resistencia armada peronista y a la
que años después adhirieron grupos armados de izquierda alentados por las
revoluciones que se produjeron en Latinoamérica y el Caribe.
Desde la llegada en 1973 de Héctor J. Cámpora a la presidencia en elecciones
libres y sin proscripciones partidarias, aunque sí de Perón, comienzan otros
tiempos de desuniones en Argentina, el presidente electo renuncia y debe dejar
su cargo, por las presiones y los acuerdos realizados, en Raúl A. Lastiri, y
entonces en nuevas elecciones Perón llega a su tercera presidencia, ya como
general. Cómo si de un parto se tratara, a menos de nueve meses, deja en el
gobierno a su esposa María E. Martínez, a raíz de su fallecimiento. El fascista,
falangista, nazista y anticomunista José L. Rega pasa a conducir en los hechos
los destinos de Argentina, aunque en la formalidad solamente era ministro de
Bienestar Social, luego de haber sido secretario privado de Perón durante su
exilio en España y regreso al país lo que le permitió llegar a ser comisario
general de la Policía Federal sin haber tenido grado intermedio desde su
condición de cabo. Fue éste quien creó, desarrolló, armó y dio impunidad
política y judicial a la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) conformada
por policías, militares, sindicalistas y civiles asesinos a sueldo.
El 6 de octubre de 1975, por los decretos nacionales 2770 y 2771 se estableció
la conformación del Consejo de Seguridad Interna y el control operacional de las
policías y servicios penitenciarios bajo el mando del Consejo de Defensa. El
decreto 2772, denominado de "Exterminio" puso bajo el control del Comando
Superior del Presidente de la Nación a las Fuerzas Armadas con la misión de "ejecutar
las operaciones militares y de seguridad necesarias a efectos de aniquilar a los
elementos subversivos en todo el territorio del país".
El ministro de Defensa Tomás Vottero manifestaría el 16 de diciembre de 1974: "ante
la lucha total, sofisticada y compleja, despiadada, diabólica y criminal
promovida por la subversión armada, queda una sola alternativa: el exterminio
total del enemigo", con referencia último decreto mencionado y que también
habían firmado el ministro de Economía Antonio F. Cafiero, el de trabajo Carlos
F. Ruckauf y el presidente en ejercicio Ítalo Luder. Para el actual senador
Cafiero según sus dichos del año 1998 "De ningún modo puede interpretarse
dicha orden como una autorización para exterminar a personas nucleadas en
organizaciones subversivas mediante metodologías contrarias a la Constitución y
a la Ley".
Todo lo sucedido a partir del genocida golpe militar del 24 de marzo de 1976 es
por todos conocidos, no tendría sentido recordar, por ser ampliamente
historiados, juzgados y condenados todos los atropellos perpetrados contra toda
una generación de argentinos: desaparición forzada de mujeres, hombres y niños,
campos clandestinos de detención y tortura, robo de bebés, cárcel, exilio,
vejaciones, muerte, robos, etc. En 1978 el presidente de facto general Jorge R.
Videla, verdadera bestia uniformada, decía frente a las cámaras de televisión "No
están ni vivos ni muertos, están desaparecidos". Se refería a decenas de
miles de personas.
Esa dictadura tuvo como manos ejecutoras de la criminal barbarie también a los
generales Roberto E. Viola, Leopoldo F. Galtieri y Reynaldo B. Bignone como
presidentes y a cientos de oficiales del ejercito, la marina, la aeronáutica y
fuerzas de seguridad como ministros, gobernadores, intendentes, asesores que han
sido igualmente responsables del genocidio con sus acciones criminales de lesa
humanidad.
El juicio a las juntas de comandantes de la dictadura con el fallo de la Cámara
Federal del año 1985 y de otros juzgados por la apropiación de menores
terminaron en todos los casos condenando a los asesinos y apropiadores.
Anteriormente el informe de setiembre de 1984 de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas (CONADEP) había dejado establecidas las bases de los
procesos, con las investigaciones y declaraciones necesarias para que NUNCA MÁS
el silencio condenará a la verdad y la justicia como desgraciadamente sucedió
poco tiempo después.
"Con este proyecto de Ley el Poder Ejecutivo no duda que, poniendo fin a una
situación de incertidumbre jurídica, contribuirá a la pacificación de los
espíritus y al afianzamiento del encuentro entre los argentinos". Así Raúl
R. Alfonsín elevaría el proyecto que terminó convirtiéndose en la Ley de Punto
Final (Ley 23.492) sancionada el 23 de diciembre de 1986.
"El gobierno ha decidido, en cambio, asumir la responsabilidad de encauzar la
voluntad popular en medidas que clausuren los enfrentamientos que aún persisten
en la sociedad, convencido de que la unión de los argentinos es hoy
indispensable para consolidar lo construido durante más de tres años de madura
convivencia dentro de la legalidad". Así también Alfonsín con ésta frase
terminaría el proyecto de lo que sería Ley de Obediencia Debida (Ley 23.521)
sancionada el 4 de junio de 1987. Hoy en día, después de dieciséis años
reconocería que fueron producto de las presiones y conatos militares
"carapintadas".
Con estas "Leyes del Olvido" la Argentina se quedó sin justicia, sin verdad, sin
castigo, sin juicio y se trató también que sin memoria. Y lo que es peor aún,
sin la condena que la historia impone con el correr de los años cada vez con
mayor fuerza porque día a día surgen más elementos de prueba para conseguir que
las muertes y desapariciones encuentren en un estrado judicial el castigo por
las violaciones a los Derechos Humanos cometidas bajo la tristemente recordada
noche del "Terrorismo de Estado".
A la justicia por todos reclamada le han pasado varios presidentes
constitucionales por encima desde el 10 de diciembre de 1983 hasta estos días:
Alfonsín, Carlos S. Menem, Fernando de la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez
Saá, Eduardo Caamaño, Eduardo A. Duhalde y Néstor C. Kirchner. Alfonsín prohibió
la consecución de los procesos judiciales al promulgar las leyes antes
mencionadas, Menem recurrió a los decretos de indulto para los procesados y
condenados con los Decretos del 7 de octubre de 1989 y 30 de diciembre de 1990
sumados a la negación de la jurisdicción de los tribunales españoles (Decreto
111 del 26 de enero de 1998), De la Rúa imposibilitó las extradiciones de los
militares y civiles reclamados para ser juzgados por la justicia de varios
países al ordenar el rechazo a las mismas (Decreto 1581 del 5 de diciembre del
2001 el cual se derogó el 25 de julio del 2003 por el Decreto 420 de Kirchner).
Asimismo cabe recordar que el 18 de diciembre de 1996 fue sancionada la Ley
24.767 de Cooperación Internacional en Materia Penal que establece en su primer
artículo "La República Argentina prestará a cualquier Estado que lo requiera
la más amplia ayuda relacionada con la investigación, el juzgamiento y la
punición de delitos que correspondan a la jurisdicción de aquél. Las autoridades
que intervengan actuarán con la mayor diligencia para que la tramitación se
cumpla con una prontitud que no desnaturalice la ayuda" Como también en
artículo sexto establece: "Para que proceda la extradición de una persona, el
hecho materia del proceso deberá constituir un delito que tanto en la ley
argentina cuanto en la del Estado requirente tenga prevista una pena privativa
de libertad con mínimo y máximo tales que su semisuma sea al menos de un año. Si
un Estado requiriese una extradición por varios delitos, bastará que uno de
ellos cumpla con esta condición para que la extradición pueda ser concedida
respecto de los restantes. En caso que la extradición se solicitara para el
cumplimiento de una pena, se requerirá, además. que la pena que faltare cumplir
fuese no menor de un año de privación de libertad en el momento en que se
presente la solicitud".
Además debemos recordar que las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueron
derogadas por el Congreso Nacional el 25 de marzo de 1998 por la Ley 24.952.
Por la historia y la memoria, por la verdad y la justicia, por el juicio y
castigo a todos los culpables, por los desaparecidos y las próximas generaciones
de argentinos debemos esperar que el Congreso Nacional corrija tantos errores
cometidos y demos por finalizados a casi cien años de aberrantes persecuciones,
torturas y muertes.
Por una Argentina sin impunidad.
Nulidad efectiva de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida e Indultos.
Cárcel a los Genocidas.
11 de agosto del 2003
Tomado de Rebelión