3 de noviembre del 2003
América Latina: Una izquierda sin rumbo. Revolución o reformismo (IV parte)
Luis Arce
Rebelión
No hay mejor forma de tratar un tema en debate que recurrir a la experiencia y al desenvolvimiento de la actual lucha de clases como pruebas de lo justo de la idea en discusión. Ahora tomamos como referencia la extraordinaria rebelión del pueblo boliviano de octubre para seguir el desarrollo de este análisis en torno a la conducta política de la izquierda latinoamericana y su complicidad con los grupos de poder y el imperialismo. Una vez más la experiencia es implacable y resuelve las interrogantes planteadas en torno al desarrollo del proceso social y su desenlace revolucionario. En Bolivia se prueba una vez más que las masas a pesar de todo su heroísmo y sacrificio no podrán coronar en victoria ninguna de sus luchas mientras estén dirigidas por partidos y organizaciones políticas no proletarias que parasitan en los movimientos espontáneos de las masas y en el atraso político de los trabajadores. En Bolivia se confirma lo que señalamos en la primera parte de este artículo (setiembre 2003) que: cada cosa que hace o dice la izquierda latinoamericana sirve solamente para mostrar su ineptitud frente al desarrollo de la lucha social y si estalla una rebelión popular se monta en la ola rebelde, no para darle orientación revolucionaria, sino más bien para conminar a las masas a tomar el camino de la legalidad burguesa. Exactamente lo que ha ocurrido en Bolivia.
En plena rebelión popular, Evo Morales, uno de los dirigentes del movimiento buscó que orientar la lucha hacia una solución negociada con las clases que detentan el poder del Estado. Su planteamiento no fue más allá de sugerir medidas para reforzar el "orden constitucional" y demás instrumentos del Estado. Para ello esbozó la propuesta de convocar a una Asamblea Constituyente controlada, según él, por el poder judicial que en Bolivia, Perú, Ecuador o en cualquier otro país latinoamericano es apenas un antro de corrupción al servicio de los grupos de poder. Felipe Quispe, otro de los líderes de los pobres de Bolivia, propuso la formación de un gobierno provisional encabezado por el vicepresidente de la República. Ambos planteamientos, tanto el de Morales como el de Quispe, no significó otra cosa que desviar la furia popular hacia el terreno de la legalidad impuesta por el Estado reaccionario de este país.
La solución negociada y legalista predicaba por Evo Morales y Felipe Quispe, se inscriben únicamente en esa corriente política pequeño burguesa que actualmente invade América Latina cuyo eje fundamental de acción es el parlamentarismo y la defensa velada del sistema de opresión. Sus proyectos "nacionalistas", y "revolucionarios", trazados en función de ficticias reformas en el Estado opresor y sin perjuicio de los intereses de los grupos de poder locales ni del imperialismo, nada tienen que ver con una verdadera lucha revolucionaria por el socialismo. La posición de estos dirigentes está determinada por sus objetivos políticos (salvar la caída del Estado) y sus ambiciones de carácter electoral. Por ello, fueron las propias masas (protagonistas de la rebelión popular) las que con prontitud percibieron esta tendencia en los acontecimientos de octubre, y en el calor del combate, tanto Evo Morales como Felipe Quispe (ambos miembros del parlamento), fueron denunciados de tomar la gran rebelión popular de octubre como parte de sus cálculos electorales futuros. Así para Toribio Hinojosa, dirigente de los trabajadores de la Caja Nacional de Salud, Morales y Quispe estaban pensando equivocadamente en las elecciones municipales que se realizará a fines del 2004. "Estos partidos no creen en un cambio radical del sistema. Por eso, por ejemplo, el sector de Evo aún no ingresa en el conflicto, está haciendo cálculos electorales". Por su parte el maestro Teodomiro Herrera afirmó, que la "egoísta disputa" del Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales y el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP) de Felipe Quispe "por ganar votos para las elecciones" es una de las trabas fundamentales que no permite la lucha unitaria". (1).
Los acontecimientos posteriores, y la forma en que se negocio el fin de la rebelión popular, muestra dramáticamente que las masas pobres, que entregaron más de 80 hijos del pueblo asesinados por el ejército y la policía, han sido nuevamente estafados y conducidos al matadero de burgueses y terratenientes. Es equivocado como dicen algunos que con la rebelión boliviana, se logró "vencer al imperio mejor armado del mundo" y que esta batalla significa un "triunfo irreversible", y "un viaje sin retorno". Lo más positivo en esta lucha, no es haber detenido momentáneamente la venta del gas, sino más bien su constatación de que cambiar a un presidente burgués por otro de la misma calaña, no resuelve en nada sus problemas económicos y sociales históricos. Esta bien mantener el optimismo revolucionario al tope, pero en política lo más aconsejable es tomar con seriedad la realidad de los hechos, antes que nuestros propios deseos. Contar historias fantasiosas o distorsionar la realidad, no contribuye en nada al avance de lucha de los oprimidos, y por el contrario sirve para camuflar a quienes se montan en la ola rebelde para subastar y traicionar la lucha popular.
La caída y fuga a los Estados Unidos del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada no ha cambiado en nada la naturaleza reaccionaria del sistema y del Estado Bolivia. Los grupos de poder (la burguesía y los terratenientes) siguen controlando el Estado, las fuerzas armadas y los tentáculos del imperialismo se mantienen intactos y se alistan a seguir aplicando sus planes antipopulares y represivos. Como ya lo han dicho los trabajadores bolivianos, el cambio de mando a manos del vicepresidente Carlos Meza, viene a ser la "misma chola con diferentes pollera". Los hechos no se han demorado para demostrar que el gobierno, producto de la rebelión no se diferencia en nada del anterior. Así cuando aún está fresca la sangre vertida por los trabajadores, Carlos Mesa, el nuevo presidente boliviano (instalado el 17 de octubre) ha dicho que "no se apartará ni un milímetro de la línea del Fondo Monetario Internacional (FMI) y dará continuidad a las políticas económicas y fiscales emprendidas por su antecesor el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.". (2). Como informa un medio de comunicación boliviano bien enterado; "tras posesionar a un gabinete de "tecnócratas neoliberales", el gobierno de Mesa se ha comprometido públicamente a cumplir estrictamente los acuerdos establecidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a suscribir hasta fin de año un Tratado de libre comercio con Chile, a impulsar la exportación de gas a Estados Unidos, a revisar la Ley de Hidrocarburos en acuerdo con las transnacionales que operan en el país y a no interrumpir la política de erradicación forzosa de coca en el Chapare'. (3) En el mismo tono el ministro de Hacienda Javier Cuevas (*1) aseguró que se dará estricto cumplimiento a los programas suscritos con el organismo internacional (FMI), "para que Bolivia siga recibiendo dinero de esta institución" como dijo en tono de argumento inapelable.
La rebelión boliviana ha mostrado como ningún otro movimiento latinoamericano, que desviar una rebelión popular y conducirla al campo de la legalidad burguesa no constituye un error político de los dirigentes, sino una forma conciente y planificada de actuar en el seno de las masas pobres, cuyos representantes constituyen una línea política contraria a la revolución. La acción de los que adhieren esta línea tiene magnitud estratégica y en política actúan como válvula de escape de la explosión social. Utilizan diversos subterfugios para oponerse a la lucha de los trabajadores, y cuando ya no pueden hacer nada para detenerla, se montan en ella para convertir la rebelión popular en un movimiento mendigante y negociable con los representantes del Estado. En Bolivia la lucha también fue espontánea, y los dirigentes que se mantuvieron alejados al inicio de la explosión social aparecieron después como propiciadores de la negociación de la rebelión. Cuando estalló la lucha Evo Morales estaba de gira por Europa y como denunciaron los trabajadores ni Morales ni Quispe "bajaban a las bases desde hace un año cuando estaban en campaña electoral". (*2). El carácter espontáneo de la lucha y la perniciosa actitud que asumieron los dirigentes, fue percibido con claridad por los trabajadores que en su momento señalaron que, "ningún líder ni ningún partido político dirigió este levantamiento popular. Ni Evo (Morales) ni Felipe (Quispe) ni nosotros encabezamos la rebelión…Los trabajadores bolivianos, desde abajo, fueron los que echaron a patadas del poder al asesino de 'Goni' (Gonzalo Sánchez de Lozada). Nadie, individual y partidariamente, se puede adjudicar el liderazgo de este conflicto. ! Nadie ¡". (4).
La estrategia para desactivar la rebelión popular no sólo se restringe a detener la lucha en el momento de la explosión, sino también a influir para que las masas crean, como los creyentes en Cristo, en que es posible dentro del orden burgués y sin cambiar absolutamente nada, lograr satisfacer las expectativas reivindicativas de los oprimidos. Es en esta dirección que se han dirigido los discursos y acciones de los más conocidos dirigentes populares de Bolivia durante y después del desarrollo de la lucha boliviana. Por ejemplo, Evo Morales después de concluida la rebelión, declaró su confianza en que el nuevo presidente "rompa con el neoliberalismo y modifique varias leyes que sustentan el modelo". Como da cuenta Tom Lewis en su artículo "Bolivia: ¿ ahora qué? (5) el Movimiento al Socialismo (MAS) "afirmó en su página Web que "un 80 por ciento del mensaje del [nuevo] presidente ha sido mensaje del MAS, y que ahora [los líderes del MAS] esperan que Carlos Mesa de los dichos llegue a los hechos". En la misma dirección política se ha pronunciado Felipe Quispe, quien señaló; "Muy bien ahora vamos a ver lo que ocurre con el Congreso. Asumiendo el vice, trataremos de negociar". (6). Y como premio consuelo advirtió que pasada la tregua de 3 meses volverían a las movilizaciones para echar abajo al nuevo presidente en el caso que no cumpla con revolver los 72 puntos exigidos por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia. La misma posición fue adoptada Juan Gabriel (diputado y dirigente del Movimiento Indígena Pachacuti -MIP-), señalando que "No es momento de amenazas ni de dar plazos al presidente Carlos Mesa, porque el país necesita un respiro, necesita un tiempo (...) Dejémoslo trabajar, yo diría que todos los parlamentarios, todos los dirigentes estamos en la obligación de dar un hombro, una manito". (7).
Antes de cerrar esta nota de revisión sumaria de los acontecimientos en la rebelión de Bolivia, queremos formular algunos puntos de vista que consideramos esenciales para continuar la discusión en torno al futuro de la lucha popular en América Latina. Los pueblos latinoamericanos atraviesan una situación revolucionaria en desarrollo desigual. Las causas fundamentales de este fenómeno inherente a los sistemas sociales de explotación son; por un lado el hambre, la miseria y la desigualdad que cada vez es peor, y por otro, la descomposición del Estado y de las élites dirigentes. En este panorama de crecimiento de la extrema pobreza y de la represión, las sublevaciones y rebeliones espontáneas seguirán manifestándose como expresión directa de la agudización de la lucha de clases. ¿Qué hacer en esta situación?. La tarea fundamental y decisiva es dotar a los trabajadores de un auténtico partido revolucionario que sea capaz de ponerse al frente de las masas oprimidas y conducirlas a la conquista del poder del Estado. Como lo señalara Carlos Marx; la revolución es un acto supremo de la política, y que querer hacer la revolución es querer tener el medio para hacerlo (el partido, ejército y frente único de clases) y esto decía él, conlleva como requisito fundamental, proporcionar a los obreros la educación política para la revolución, "sin la cual los obreros, al día siguiente después de la lucha, serán siempre víctimas del engaño". (8). Por su parte Lenin analizando los acontecimientos de la insurrección de diciembre de 1906 en Moscú, señaló que es un error no explicar a las masas, la "necesidad de una lucha armada intrépida e implacable" para coronar en victoria la lucha de los oprimidos, y que "ocultar a las masas la necesidad de una guerra encarnizada, sangrienta y exterminadora como tarea inmediata de la acción próxima es engañarse a si mismo y engañar al pueblo". (9).
Lo dicho por Marx y Lenin, que hemos reproducido no son palabras en el aire y se relacionan a las preguntas más corrientes que los trabajadores bolivianos se hicieron durante la rebelión de octubre. No faltaron algunos, que basados más en su instinto de clases que en su formación teórica, se reformularon la interrogante de ¿qué hacer para refundar el país?, y si ¿la toma del poder debe ser por vía armada o pacifica?. (Econoticias Bolivia, 6 de octubre 2003. Y son estas interrogantes las que resumen en forma brillante las perspectivas de una verdadera confrontación antiimperialista y lucha por el socialismo. En Bolivia las masas no han estado totalmente despistas, y aunque en forma incipiente se han planteado cuestiones de fondo de la revolución proletaria. Las masas han visto de cerca y han palpado con sus propias manos, que el asunto de la revolución es una asunto demasiado serio para dejarlo en manos de caudillos y falsos revolucionarios. Han experimentado una vez más, que mientras no luchen en forma diferente para liquidar el Estado y sus instrumentos de opresión (el parlamento, el poder judicial, las fuerzas armadas, etc.), ninguna de sus valerosas acciones servirá para modificar su miserable existencia y menos para defender los recursos naturales del país.
Octubre 30 del 2003.
(*1). Javier Cuevas, es asesor económico desde hace muchos años de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia. Se declara partidario de cumplir las "metas" requeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y de restringir al máximo los gastos del Estado para cancelar la deuda externa. Según él lo más viable para la economía boliviana es reducir el gasto público con una política de austeridad, y por ello no habría recursos para atender nuevas demandas sociales planteadas por las organizaciones sociales y laborales que se movilizaron desde septiembre. Javier Cueva como el actual presidente, son partidarios, y así lo han dicho que el gobierno seguirá en la ejecución del proyecto para vender el gas boliviano. Hay que recordar que el proyecto de la venta del gas es resulta de una de las condiciones del FMI para seguir entregando dinero al Estado boliviano. Este proyecto debe iniciarse en el 2004 y debe quedar concluido en 2007.
(*2). En nombre de los maestros rurales, Teodomiro Herrera, afirmó que Evo Morales y Felipe Quispe hace un año que no bajan a las bases. "Cuando estaban en campaña electoral, todos los días venían a nuestras organizaciones. Ahora parece que los 20 mil bolivianos (más de 2.500 dólares) que ganan en el Parlamento, los ha cambiado. Ya no nos tiran pelota (no nos hacen caso). ¡Si el lunes 6, Evo (Morales) no se suma a la lucha, debe ser visto como un traidor!". (Ampliado Nacional de Emergencia de la Central Obrera Boliviana (COB), viernes 3 de octubre 2003).
Tomado de Rebelión