05 de noviembre del 2004
Bolivia vive una amarga paradoja: el país es cada vez más rico, con la creciente producción y exportación de gas, minerales y potencial agrícola, pero la población es cada vez más pobre
Econoticiasbolivia.com
A Bolivia no le ha servido de nada tener un territorio con ingentes y millonarias riquezas en gas, minerales y potencial agrícola. En el último quinquenio, el ejército de pobres se agigantó a un ritmo febril en el centro de Sudamérica: cada hora 18 bolivianos se hunden en la pobreza y seis de ellos en la indigencia y en la marginalidad.
La información estadística oficial a la que tuvo acceso en exclusiva Econoticias muestra que hora que pasa 11 bolivianos en el área urbana y 7 en el área rural quedan atrapados en las redes de la pobreza. Entre 1999 y el 2003, el número absoluto de pobres aumentó en un 16 por ciento, alcanzado ahora a 5,8 millones. A fines de la década pasada, se habían contabilizado cinco millones de pobres.
Este promedio, que se mantiene a lo largo de los últimos cinco años, ha contribuido para que ahora dos terceras partes de la población estén por debajo de la línea de la pobreza, al no contar con los recursos necesarios para cubrir sus más elementales necesidades de subsistencia.
Uno de cada tres bolivianos pasa hambre, dice la información del Instituto Nacional de Estadística (INE) y de la Unidad de Análisis de Políticas Económicas (UDAPE), que irónicamente también destacan el notable crecimiento de la producción de hidrocarburos, el mejoramiento de los indicadores económicos y el aumento de las exportaciones de gas, de minerales y productos agrícolas.
Esta aparente paradoja —mayor riqueza del país y un mayor empobrecimiento de la población—tiene su explicación en la persistencia de un modelo económico que concentra el ingreso y la riqueza en pocas manos, agudizando los niveles de pobreza en la mayor parte de la población.
Bajo el neoliberalismo, la creciente producción y exportación de gas, minerales y productos agropecuarios, como la soya, beneficiaron casi en su totalidad a poderosas transnacionales que operan en el rubro del gas, a empresarios nacionales y extranjeros que controlan la minería, como es el caso del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, y a consorcios nacionales y extranjeros que han copado la agropecuaria comercial del oriente boliviano. Todos ellos retienen para sí la mayor parte de los millonarios recursos que se generan en estas actividades, dejando muy poco para el Estado y para las regiones productoras, donde crece la pobreza y el ejército de los pobres.
Las profundas desigualdades sociales, el estancamiento productivo y la debacle económica que agobia a los sectores productivos más importantes de la economía interna han sido de tal magnitud, que en los últimos cinco años el número de pobres aumentó en Bolivia en 800 mil personas.
Los nuevos pobres, hombres y mujeres de toda edad, provienen en su mayor parte de los hogares de los desempleados, de las clases medias empobrecidas y en desgracia, de los migrantes de los pueblos del occidente y de los hogares que reproducen constantemente la pobreza.
CRECE LA MISERIA
El análisis de la información oficial disponible muestra también que hay un marcado y alarmante deterioro de las condiciones de vida y subsistencia de la población. No sólo que crece la pobreza sino que también se multiplica la extrema pobreza e indigencia.
En la Bolivia de hoy, la pobreza se está volviendo miseria extrema e indigencia. En promedio, cada hora caen en la extrema pobreza por lo menos seis bolivianos.
Según los registros oficiales, en los últimos cinco años, 300 mil bolivianos ingresaron al submundo de la pobreza extrema, donde el denominador común es la subalimentación y el hambre.
La precariedad se ha hecho tan extrema, que se estima que la cuarta parte de la población que vive en las ciudades capitales y provinciales sobreviven con menos de 80 centavos de dólar al día. En el área rural, un poco más de la mitad de la población sobrevive con menos de 60 centavos de dólar al día. En total, son más de 3 millones de bolivianos que están en esta situación, sin el ingreso suficiente para costearse una canasta mínima de alimentos.
En este segmento poblacional están los hogares de los aproximadamente 350 mil desempleados, que carecen de ingresos, y de cerca de otro millón de trabajadores subocupados en empleos de muy baja calidad, sin protección social ni laboral y con ingresos insuficientes.
Tomado de Rebelión