10 de febrero del 2003
Sebastián Hacher
Inymedia Argentina
¡Viva la coca!¡muerte a los yanquis! (Grito de guerra de los campesinos bolivianos)
Javier, un campesino de unos 50 años del departamento de Chapare, en Bolivia, el 13 de Enero salió de madrugada. Llevaba consigo apenas una bolsa de coca para "pijcear" en el camino y ganar fuerzas, y una honda de mano para defenderse. Se juntó antes que saliera el sol con cinco de sus compañeros, y como el camino estaba infectado de militares, se internó junto con ellos en el monte, para poder llegar al lugar elegido para el bloqueo de rutas.
En el monte, el grupo de campesinos cocaleros se encontró con un patrulla del ejército. Inmediatamente fueron torturados, golpeados y amenazados de muerte por lo soldados.
Y si Javier está sentado hoy en el Sindicato de Campesinos del poblado de Shinahuaca, es porque no tuvo la misma suerte de que varios de sus compañeros; el saldo de 14 días de bloqueos en todo el país es de 18 muertos, 200 heridos y casi un millar de detenidos.
El Chapare es el epicentro del conflicto y de la represión. Allí viven 35.000 campesinos, la mayoría de ellos productores de coca, planta considerada sagrada por las tradiciones locales y utilizada como principal nutritivo por la mayoría de la población. Tan sólo en los últimos tres años, en todo el departamento se contabilizan alrededor de 50 muertos en enfrentamientos con el ejército, además de cientos de torturados, y decenas de mujeres y niñas violadas por soldados.
En Chimore, el poblado vecino al de Javier, en estos últimos 14 días de bloqueo, dos campesinos fueron asesinados a balazos y 200 detenidos y torturados, incluyendo un campesino joven al que se le arrancó la mandíbula con tiros de fusil.
Los bloqueos de caminos y la represión militar, que incluyó tanques de guerra y prácticas dictatoriales, se extendieron esta vez hasta Potosí, Sucre, los Yungas en La Paz, Oruro y Chapare, y hoy se encuentran suspendidos mediante un tambaleante principio de diálogo entre los campesinos y el gobierno.
La reivindicaciones básicas de los campesinos; la suspensión de la erradicación forzosa de la planta de coca, la recuperación de las empresas privatizadas y los hidrocarburos y la negativa a formar parte del ALCA, han tenido dos efectos; por un lado se convirtieron en reivindicaciones nacionales, tomadas en sus manos tanto por trabajadores urbanos y estudiantes, y por el otro, han sido apenas escuchadas por el gobierno de Sánchez de Lozada, que hasta el momento solo busca ganar tiempo y responder con represión.
El día 26 de Enero, luego idas y venidas, finalmente comenzaron a funcionar siete mesas de diálogo entre el gobierno y una nueva organización surgida al calor de la lucha; el "Estado Mayor del Pueblo", que aglutina a sindicatos campesinos, fabriles y demás sectores que se han sumado a la movilización. Suspendidos los bloqueos, y con los campesinos realizando vigilias al costado del camino en la mayoría del país, el vicepresidente Carlos Mesa se apresuró a declarar que "el diálogo es simplemente eso, un diálogo...de allí no va a salir ninguna decisión".
La reacción campesina no se hizo esperar; en la primer reunión de todas federaciones del Trópico de Cochabamba (Chapare) luego de estas declaraciones oficiales, varios sectores plantean retomar los bloqueos y radicalizar los métodos para defenderse de la segura represión. Finalmente, en la reunión se define mantener una vigilia al costado de los caminos, amenazando con movilizar miles de campesinos a la ciudad, pero la mecha del descontento está prendida, y de un momento a otro, la soberbia gubernamental se puede ver en problemas otra vez.
Bolivia es un país que habla lenguajes originarios; casi siete millones de personas, mas del 80% de la población, habla en lenguaje Quechua o Aymara. El resto, apenas un millón de habitantes, hablan castellano, un idioma impuesto por una colonización que comenzó hace 500 años y parece no haber terminado todavía.
Y sin embargo las decisiones más importantes que hacen a los destinos del país se hablan en inglés; quizás como en ningún país de Latinoamérica, a lo largo de todo el siglo la Embajada Norteamericana ha organizado golpes de estado, dictado planes económicos y ha intervenido en todos los aspectos claves de la vida colectiva del país.
Uno de los atractivos de Bolivia es su riqueza natural; llegó a hacer el tercer país con mas reservas minerales en el mundo, y hoy es además un proveedor privilegiado en el ramo de hidrocarburos a nivel internacional, además de contar con una variedad geográfica y una riqueza hídrica siempre sorprendente.
Y esa riqueza natural, quizás sea también una de sus peores desgracias; durante siglos, el país ha sido desangrado por un puñado de colonizarodes, primero de España, y luego por trasnaciolanes tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea.
Parece ser una paradoja histórica, que se repite desde la caida del imperio Inca a manos de los colonizadores españoles que desangraron el oro de Potosí, pasando por las multinacionales como Patiño, que explotaron durante todo el siglo XX las minas de oro, plata y luego estaño, hasta la actual explotación del petroleo y el gas por parte de empresas como Repsol-YPF, Pan American, Shell, Enron (RIP) o Pacific LNG entre otras.
Dos de los aspectos mas dramáticos de este problema están expresados tanto en la creación del ALCA, que empujaría a Bolivia a convertirse directamente en una reserva barata de recursos naturales y un consumidor de , y la exportación de gas via Chile, proyecto detrás del cuál se esconden las intenciones de las trasnacionales de la energía para quedarse con uno de los actualmente mas ricos recursos del país.
La última ola de movilizaciones que conmocionó al país, tiene mucho que ver con este problema; de los 14 puntos reivindicativos varios aducen a la soberanía nacional, la recuperación de los hidrocarburos, las empresas privatizadas y la negativa a formar parte del ALCA.
De todas las razones del conflicto, la política de "coca cero" impulsada por la Embajada de Estados Unidos desde 1997, es quizás el punto mas sensible y una de las claves para entender la situación boliviana.
Según la leyenda, la coca fue otorgada por el dios sol a los quechuas y Aymaras vencidos por el conquistador español -aunque científicamente se sabe que existe desde mucho antes- y en la actualidad es uno de los productos mas consumidos por amplios sectores de la población de escasos recursos.
La coca representa, tanto para sus productores como para sus consumidores una flor nacional gracias a las decenas de usos curativos, nutritivos y hasta rituales en la que es utilizada. Consumida como infusión, o directamente masticada en el "pijceo", la coca es utilizada como nutritivo para soportar largas y pesadas jornadas de trabajo, climas extremos y curar enfermedades que van desde los problemas estomacales hasta los problemas de huesos o circulación. Incluso, en los sectores mas pobres, el consumo de coca mezclado con cecinas es el único alimento diario que garantiza la sobrevida con las calorías y proteínas básicas subsistir.
De las decenas de aplicaciones que tiene la hoja de coca, la cocaína es tan solo un derivado, y no es precisamente al que se dedican los campesinos bolivianos, que viven en una miseria tal que no puede siquiera despertar dudas de que no tienen ninguna relación con el narcotráfico.
Desde hace 10 años, la embajada de Estados Unidos ha intentado imponer la erradicación de la coca, poniendo un signo igual entre la planta y la droga. A partir del 98 ha impulsado la política llamada de "coca cero" mediante la cuál se debería erradicar completamente la planta y reemplazarla por otros cultivos llamados de "desarrollo alternativo".
La erradicación total, anunciada como objetivo todos los años desde aquel entonces, viene fracasando sistemáticamente gracias a la resistencia de los campesinos que con su organización, sus movilizaciones y un sordo empecinamiento han logrado enlentecer los plantes estadounidenses.
La principal herramienta para la erradicación es el ejército; todo el trópico del Chapare está intensamente militarizado, y es tan común ver mujeres con vestidos típicos de la región como militares con fusiles y ametralladoras paseando por las calles.
"A veces vienen por las noches- cuenta una campesina- y sacan a los compañeros de la cama.¡ Salí de ahí! le dicen, y a golpes y con armas lo obligan a que el mismo corte las plantas. Le usan las herramientas, le sacan todo y a veces hasta le queman las casas. Hay compañeros a los que le sacaron todo, le golpearon a los wawas (nenes) y les llevaron los animales y los otros cultivos".
Como alternativa a la coca en los últimos años se viene publicitando un programa de cultivos alternativos subvencionados por Estados Unidos. El cultivo de plátanos, palmitos y otros productos teóricamente darían acceso al mercado internacional a los productores que optasen por abandonar la coca.
El resultado es más que patético; según testimonia un productor que aceptó ese tipo de cultivos: "yo ahora tengo plátanos por todas partes, que trajeron un bicho nuevo que no podemos fumigar, y encima nos habían prometido que iban a pagar 3 pesos bolivianos (0.33 U $S) y terminaron pagando 0.50 bolivianos el kilo."
La realidad es que para la mayoría de los productos "alternativos" no existe mercado de venta, y los subsidios, como explica un campesino "se pierden entre las manos de unos poquitos políticos y se usan para comprar armas para seguir matando", ya que el 60% de esos créditos se utiliza en supuestos gastos administrativos para sostener la reconversión.
Según perciben las propias víctimas de esta política, la guerra contra el campesinado y su producto tradicional tiene varios objetivos. En primer lugar, Estados Unidos es el principal consumidor mundial de cocaína y como la coca no se puede producir en su país, querrían tener el monopolio sobre la hoja, elevando su costo y produciéndola en sus propias "zonas liberadas". El segundo objetivo es alzarse con un trozo de terreno más que valioso, en particular El Chapare, que con su fertilidad viene atrayendo en los últimos años colonizadores desplazados de todo el país. Y, por último, uno de los principales objetivos es destruir al movimiento campesino, que por sus demandas y su capacidad de movilización se convirtió en el sector aglutinador y punto de referencia de los trabajadores e indígenas de la ciudad y el campo.
Desde hace 18 años el movimiento campesino se viene organizando para resistir la erradicación de la coca, y en los últimos años viene jugando un rol protagónico en la vida política del país. Para ellos, explica Evo Morales "coca cero es igual a vida cero, y eso no vamos a dejar que suceda nunca".
Tan sólo en el Trópico de Cochabamba, la caliente y selvática zona del Chapare, viven 35.000 campesinos, la mayoría de ellos organizados a través de seis federaciones que día a día discuten los problemas, colaboran entre sí en la producción y se brindan a si mismos una sorprendente formación política a través de talleres y seminarios a nivel local.
La crisis del sector minero también aportó lo suyo, produciendo un movimiento inverso a la clásica urbanización de la economía, que empujó en los últimos años a varios trabajadores de la ciudad hacia el campo. Y junto con esa migración, llegaron también al campesinado las tradiciones de uno de los movimientos obreros mas combativos de Latinoamérica, que llegó en varias ocasiones a formar milicias armadas y en 1952 conquistó la nacionalización de las minas. Esa tradición, acostumbrada a los grandes combates, se hace sentir hoy en las asambleas de base del campo donde varias veces se vuelve sobre la historia para encontrar una fuente de inspiración y una explicación para los sucesos actuales.
Junto con ello, una contribución fundamental a la creación de este movimiento debemos buscarla en el resurgir del sentimiento indígena, como forma de resistencia cultural y política contra las imposiciones extranjeras y la opresión nacional. Según algunos de los activos militantes del movimiento Quechua "los movimientos más exitosos son los que lograron hacer una síntesis entre el sentimiento indígena que nunca termina de despertar y las formas occidentales de hacer política". Así, por ejemplo, tenemos al MIP (Movimiento Indígena Pachatuci, centrado en La Paz), dirigido por Felipe Quispe, que incluso llegó a hablar de la "Nación Aymara" y reivindica las formas sociales de organización pre-coloniales, y que en las últimas elecciones presidenciales sacó el 7% de los votos.
El movimiento campesino como actor en la política nacional, terminó de pasar al frente en Cochabamba a partir del año 2000, a través de la llamada "guerra del agua", un movimiento centrado tanto en la ciudad como en las zonas rurales, que se opuso a la privatización del servicio de riego y agua potable, dando por tierra con uno de los últimos intentos de privatización. Con esta nueva oleada de bloqueos, y ahora con las vigilias, parece consolidarse como oposición nacional, ocupando el centro de la escena por el carácter de sus demandas y por su enorme capacidad de movilización.
Nada se puede entender de la situación actual de Bolivia sin atender a la fisonomía del movimiento campesino y en particular del movimiento político que este ha dado a luz; el MAS.
Liderado por Evo Morales, un cocalero que milita desde hace 18 años en el Chapare, y que aparecía por primera vez frente a las cámaras desde un bloqueo de caminos, el MAS se ha convertido en la primera fuerza política del país desplazando en la arena electoral y en la militancia cotidiana a los partidos tradicionalmente neoliberales y de izquierda que durante décadas conformaron la fisonomía política del país.
Sus mismos dirigentes lo definen diciendo que "El MAS rechaza ser un partido político tradicional...es el instrumento de las organizaciones sociales...que rinde cuenta ante las organizaciones sociales y recibe de ellos la crítica y la orientación con un control permanente".
En las últimas elecciones, este nuevo partido produjo un terremoto político; con casi el 20% de los votos estuvo a casi un punto de ganar las elecciones presidenciales, pero perdió la presidencia ya que 6 partidos tradicionales se unieron en su contra auspiciados por la Embajada de Estados Unidos, que declaró que "ni locos vamos a dejar que asuma como presidente Evo Morales".
Finalmente asumió como presidente Sánchez de Lozada, el candidato del MNR, con apenas el 22% de los votos y una endeble alianza parlamentaria que le permite gobernar.
Para el MAS, a pesar de que le arrebataran la presidencia de la república, los resultados no fueron malos; 35 diputados y 2 senadores indigenas y campesinos obligaron a colocar, por primera vez en la historia, traductores del Quechua y el Aymara en el parlamento.
"Nosotros quisimos pasar de la protesta a la propuesta, y como ellos nos bloquearon en el parlamento, volvimos a las calles y les bloqueamos las rutas. De alguna forma nos van a tener que escuchar", explica un dirigente de base de la localidad de Shinaota, dando cuenta de la dualidad entre la acción electoral y la ligazón con los movimientos campesinos.
En esa dualidad se inscribe la situación actual; si bien el MAS se presenta como un proyecto político capaz de tejer alianzas con sectores del capitalismo local y propone como modelo al PT de Lula, se asienta sobre una base social que por la fuerza de las cosas se ve obligada a adoptar posiciones cada vez mas radicalizadas.
"Contestar bala con bala", "Solamente van a entender cuando le bloqueemos todo el país", son algunas de las propuestas vertidas por varias secciones en el última reunión general en el Chapare, expresando que la voracidad de los monopolios y la Embajada de EEUU empuja a enfrentamientos cada vez mas decisivos de los cuales, seguramente, las últimas semanas de bloqueos de caminos, movilizaciones y enfrentamientos, no fueron el último acto.
Sin duda, la consigna "erradiquen la coca-cola", pintada en una pared de la ciudad de Cochabamba, resume en forma ingeniosa los desafíos, las aspiraciones y los problemas que los sectores mas pobres de la sociedad boliviana tiene que enfrentar.
Tomado de Rebelión
Regresar