17 de marzo

Jueves, Febrero 13 de 2003

Crónica

Militares y policías se enfrentan con armas de guerra. Francotiradores disparan desde edificios. Mueren 15 personas y 76 caen heridas. El Comandante de la Policía renuncia; sin embargo, el Poder Ejecutivo lo ratifica por la noche.

Muertos, heridos, caos y una renuncia en un día infernal

LA RAZON

LA ESPERA
Un policía aguarda con su arma detrás de un árbol. Detrás de él ya se ha desatado el enfrentamiento en la plaza Murillo, cerca de Palacio

Enfrentamientos entre militares y policías con armas de fuego en la plaza Murillo y calles adyacentes. Francotiradores militares apostados en edificios que disparan a matar. Quince muertos y 76 heridos. Gente que huye despavorida, otra que se enfrenta a pedradas con los uniformados y la más que mira desde las esquinas como si se tratara de un espectáculo, cuya chispa fue prendida por el Gobierno con el anuncio de un impuestazo y detonada por un motín de policías que empezó el lunes a medianoche con la negativa de dos distritos policiales de salir a patrullar las calles del centro y del Sur de La Paz.

Si el martes el comandante de la Policía, general Edgar Pardo, no pudo convencer a los amotinados de suspender la extrema medida policial que exigía la anulación del impuestazo y el incremento salarial, entre otros puntos que al día siguiente ya eran 30, ayer el Poder Ejecutivo no pudo contener rápido los choques armados entre los policías y los militares por el control de la plaza Murillo, ni tampoco el vandalismo que se activó con la caída de la tarde y duró hasta bastante entrada la noche.

Cuando el martes nació con el amotinamiento policial en La Paz a cuestas y el anuncio del repliegue de los uniformados de unidades del resto del país, se respiraba en la plaza Murillo un aire tenso que después se convirtió en gasificación alrededor del mediodía por los choques entre militares y policías. Al despertar la tarde, el vandalismo desatado (y no sólo en La Paz) dejó el humo de llantas y autos quemados, además de incendios en las sedes de UCS, MIR y ADN, y en una casa ubicada en la calle Bolívar, además del producido en instalaciones de la Vicepresidencia.

Muchas horas antes, a las 06.00, el ministro de Gobierno, Alberto Gasser, visitó el GES, a una cuadra de la plaza Murillo, donde se hallaban los amotinados. Al salir, informó que el Poder Ejecutivo no negociaría bajo presión alguna. Doce horas más tarde, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada anunciaba en un mensaje a la nación la anulación del impuestazo y después se presentaba junto con los máximos jefes castrense y policial para demostrar que éstos no lo habían abandonado y, más bien, ordenaban el repliegue de sus uniformados.

A las 18.25, el comandante de la Policía, general Edgar Pardo, llegó al GES, donde se encontraban los cuerpos de algunos policías muertos. Una mujer policía gritaba descontrolada. Pardo se acercó y se abalanzó sobre uno de los cuerpos. Lloraba y apretaba fuertemente la frazada que cubría parte de la humanidad muerta. La abrazaba. Atrás, los uniformados gritaban contra "los desgraciados militares que dispararon a sangre fría". Al fondo, otro proponía a gritos la venganza. El jefe policial, abatido, se incorporó lentamente, se sacó su saco con estrellas y gritó entre sollozos: "Se lo devuelvo este uniforme a este Gobierno masacrador". Las voces que pedían la renuncia del Ministro de Gobierno nacieron.

Minutos después, el Comandante de la Policía ingresó en Palacio de Gobierno para presentar su renuncia. No pudo ver al Presidente. En el GES, en un ampliado improvisado, los uniformados decidieron no negociar la muerte de sus compañeros y exigir la renuncia de los ministros de Gobierno, Alberto Gasser, y de la Presidencia, Carlos Sánchez Berzaín, por considerarlos responsables de los enfrentamientos armados. Luego, se informó que la cúpula policial sería sustituida. Empero, no fue así. El portavoz del Presidente, Mauricio Antezana, informó que no habrá destitución de la cúpula policial ni del Ministro de Gobierno y que una declaración del Ministro de Defensa en sentido de que la cúpula policial sería removida había sido malinterpretada.

ESTUDIANTES DEL AYACUCHO
Los alumnos de ese colegio se plegaron a la marcha de los policías y lanzaron piedras a Palacio de Gobierno, desde donde les respondieron con gases.

MILITARES CON ARMAS DE GUERRA
Los uniformados llegaron a la plaza Murillo con todo tipo de armas, incluso ametralladoras. Tenían por misión recuperar las esquinas de la plaza.

En la plaza, las oficinas de la Vicepresidencia ardían. En esas instalaciones se guardan documentos originales de la vida institucional del país. Cerca al mediodía ya habían pedido al personal del despacho del segundo hombre del país que abandonara el lugar y no regresara a trabajar por la tarde. Cerca, dos autos eran devorados por las llamas producto de manos vandálicas. Una turba se dirigía hacia tiendas comerciales y bancos.

La Iglesia, el Gobierno, la defensora del Pueblo, Ana María Romero; el representante de la Asamblea de Derechos Humanos de Bolivia, Waldo Albarracín; los empresarios y los medios de comunicación llamaban una y otra vez a la paz, al diálogo. Evo Morales, del MAS, pedía la renuncia del Primer Mandatario.

Ese era el corolario de un día cuya pesadilla empezó alrededor del mediodía con el primer enfrentamiento entre policías y militares. éste se produjo después de que a las 09.45 una delegación de los amotinados, encabezada por el mayor David Vargas, visitara el Comando Nacional de la institución del orden sin obtener resultado alguno.

Alrededor de las 10.00, una marcha de policías ingresó a la plaza Murillo portando pancartas. Media hora después, los mismos volvieron a marchar hasta que alrededor de las 11.30 estudiantes del colegio Ayacucho se plegaron y empezaron a lanzar piedras contra el recinto en el que se hallaba el Presidente de la República, bajo la lluvia de aplausos de los policías marchistas. Militares que se hallaban dentro de Palacio salieron a los balcones para lanzar a los manifestantes gases, pero los jóvenes rompieron vidrios, mientras los del GES contestaban a los castrenses también con gases. Era un ping pong.

¿Por qué salieron los del colegio Ayacucho? Durante la marcha, dos de ellos jalaban a un tercero mientras le decían: "Tenemos que actuar ahora porque los profesores nos han dicho que más que una mala nota, si es que no marchamos, les quitarán el sueldo a nuestros papás y no tendrán para comprar los cuadernos y nos van a tener que sacar del colegio. Y a los maricones de tercero medio hay que sacarles la mugre porque se han escapado. Estamos primero, segundo y cuarto, nomás".

El reloj de la plaza dio las 12.00. Instantes después, unos mil militares que portaban fusiles FAL con culata reclinable, M-16, lanzacohetes, ametralladoras, revólveres, lanzagases, carros de asalto y vehículos livianos ingresaron desde la calle Ayacucho hasta la plaza Murillo. Comenzaron a lanzar gases dentro del edificio del GES. Duró una media hora. Allí, la situación se tornaba insoportable por los gases y la cantidad de amotinados.

En ese momento, la comisión que había ido a negociar al Comando de la Policía llegó al GES, pero no pudo explicar nada porque el descalabro ya se había desatado. El mayor David Vargas salió del recinto para negociar una tregua con el jefe de la Casa Militar, general Hugo Tellería Gutiérrez. No pudieron ponerse de acuerdo. Entonces, la negociación se trasladó hasta el ministro de Defensa, Freddy Teodovic, con quien acordaron que en el GES sólo se quedarían los funcionarios de esa unidad, mientras los efectivos de los otros departamentos -que se habían sumado una noche anterior y ayer- se alejarían en patrullas que irían por ellos. Por su parte, los militares debían retirarse. Era, un acuerdo.

MILITARES EN BUSCA DEL CONTROL TOTAL
Un uniformado dispara. Detrás, sus compañeros disparan como él, pero echados en el piso. Buscaban el control de la plaza Murillo.

UN CIVIL HERIDO
Policías y transeúntes ayudan a un hombre que cayó herido cerca a la plaza Murillo. No fue el único. Tres civiles resultaron muertos

Sin embargo, cuando llegaron las patrullas de la Policía hasta el GES metiendo bulla para recoger a los uniformados, los militares comenzaron a disparar contra éstas. Sus vidrios fueron hechos añicos. Los del GES, al ver que no se había cumplido el trato, respondieron.

Y se desató la pugna por el control de la plaza Murillo. En algunos edificios se apostaron francotiradores que comenzaron a disparar contra policías que se hallaban en el techo de la Cancillería. Allá cayeron algunos uniformados. Más abajo, los policías se quedaron cerca a la acera que da a la Comercio y en la que se encuentran varias joyerías, mientras los militares se ubicaban frente a Palacio de Gobierno. Empezó el fuego cruzado.

En las calles adyacentes a la plaza Murillo también se hilaba otra historia. En la esquina formada por las calles Colón y Comercio empezaron a caer al suelo policías con impactos de bala en el pecho y en la cabeza. Los uniformados gritaban que eran francotiradores los que estaban disparando, mientras los civiles, asustados, se apretaban contra las puertas como intentando que la tierra los tragara. Cerca de ellos fue depositado el cuerpo de un policía ya sin vida. Tenía un impacto de bala en el pecho. A las 14.00, tres civiles fueron metidos a golpes al GES y colocados en cuartos separados. Los policías los acusaban de ser infiltrados de los militares. Momentos antes, uno de ellos fue detenido portando una filmadora. Los uniformados que lo descubrieron lo hicieron poner de rodillas y trataron de dispararle, pero no tenían balas. Lo llevaron hasta el GES.

"¡Policía y el pueblo, unidos, jamás serán vencidos", gritaban personas agolpadas en las esquinas. Otras chillaban: "¡Soldados, vayan a Chile. Hay que botarlo al gringo, dense la vuelta". Otro, muy joven, recriminaba a los militares: "Ustedes son Quispe y Mamani, igual que yo, por qué están disparando contra su pueblo".

Si los periodistas y reporteros gráficos habían empezado a registrar los primeros choques entre militares y policías cerca al mediodía, después perdieron la cuenta de cuántas veces las balas silbaron por entre los árboles de la plaza y después en calles adyacentes. Mientras tanto, los heridos iban llegando al Hospital de Clínicas y también al hospital militar en Miraflores.

A las 20.00, dos ambulancias con una camilla y personal médico ingresaron a la residencia presidencial. No se supo si era para atender al Primer Mandatario, a quien horas antes ya había controlado un médico en Palacio de Gobierno, supuestamente por un problema de presión arterial.

Una vez más se volvió a repetir la historia de enfrentamientos en Bolivia que tuvo como escenario a la plaza Murillo en tres oportunidades. Primero en 1875 en el gobierno de Tomás Frías cuando incendiaron el Palacio de Gobierno. Después en 1946 y, finalmente, en 1952 cuando 490 personas murieron en un intento de golpe que terminó en insurrección.

EL INCUMPLIDO ACUERDO
El Ministro de Defensa habla con el mayor David Vargas. Sacha Llorenti, de DDHH, los observa.

VANDALISMO
Gente ingresó en el Ministerio de Trabajo, sacó papeles, muebles y otros objetos, y les prendió fuego.

EL PALACIO QUEMADO

1875 - En marzo se produce un complot contra el presidente Tomás Frías. 100 personas fieles a él enfrentan a los agresores. éstos queman el Palacio. Hay 130 muertos.

1946 - En junio empiezan las movilizaciones lideradas por ferroviarios, constructores, maestros y estudiantes. El 21 toman la plaza Murillo. Renuncia el Presidente, pero lo matan.

1952 - Gobierna Hugo Ballivián. Un golpe se encamina con la participación de los carabineros. Ballivián trata de huir, pero no puede y se refugia en el Colegio Militar. Los cadetes se enfrentan con los policías. éstos y los movimientistas toman el Palacio y el intento de golpe se convierte en insurrección. Hay 490 muertos.

Los protagonistas

Mayor David Vargas, portavoz de la Policía Apareció el martes en la noche como el interlocutor de los reclamos de los policías amotinados. Fue el único que dio la cara, como en abril del 2000, pese a que coroneles, capitanes y clases apoyaban la medida. Gral. Edgar Pardo, comandante policial Se encargó de la negociación entre los amotinados y el Gobierno. No pudo solucionar el conflicto y cuando pidió a sus subalternos que regresen a sus unidades, no le hicieron caso. Ayer en la tarde lloró y renunció.
Alberto Gasser, ministro de Gobierno No dio la cara para hablar sobre el conflicto con la Policía. El martes anunció conferencias de prensa, pero no las realizó. Se presentó en el GES y luego dijo que no dialogaría bajo presión. Fue sacado de las negociaciones. Freddy Teodovic, ministro de Defensa Negoció en la plaza Murillo con los policías para que ambas fuerzas retrocedieran y eviten el enfrentamiento. Pese al acuerdo, la tropa militar siguió en sus posiciones y se produjeron choques con la Policía.
Gral. Roberto Claros, comandante militar La máxima autoridad de las Fuerzas Armadas ordenó a sus subalternos que se replieguen de la plaza Murillo y retornen a sus unidades después del mensaje presidencial; sin embargo, los efectivos continuaron en las calles.

Tomado de La Razón


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