15 de junio de 2002
EN EL AÑO 75 DE SU NACIMIENTO
°El Memorial a Che Guevara ha devenido uno de los más importantes lugares a visitar en Cuba ° A José Delarra, su forjador, un artista integral de la plástica que ha dejado para la posteridad más de 100 obras escultóricas de pequeño, medio y gran formatos en 40 países, la afición por crear cosas le surgió desde la más tierna infancia, por vocación, herencia y necesidad ° De ellas y de su apasionado trabajo en honor al héroe argentino-cubano nos habla en ocasión del 14 de junio, 74º aniversario de su nacimiento.
José Delarra se embriagaba con el aroma de la piel, la madera y otros materiales que usaba su padre, José Ramón de Lázaro Cordero, zapatero, herrero y encuadernador de libros finos, cuando lo ayudaba en la modesta vivienda del habanero barrio del Cerro con las herramientas de todo tipo que allí pululaban. Olor subyugante como la tinta fresca, recién impresa en papel.
Sólo mucho después, al buscar en sus recuerdos, comprendió Delarra de dónde provenía su afición por crear. Percibió que ese anhelo brotó desde la más tierna infancia, cuando era aún José Ramón de Lázaro Bencomo. Nadie hubiera pensado que nacía un artista capaz de concebir obras, algunas tan imperecederas como el Memorial al héroe del mundo que es Che Guevara, quien el 14 de junio del 2003 cumpliría 75 años.
"Era el hijo mayor y ayudaba a mi padre en la zapatería y encuadernación. El quiso estudiar en San Alejandro, pero no pudo. Lo recuerdo en alguna ocasión, haciéndome posar de pequeño para realizar un dibujo. Sin ser un artista, era un artesano, pero no en la forma que lo entendemos hoy, sino más integral, un zapatero que fabricaba la horma del zapato, que lo diseñaba y lo realizaba completo. De mi padre heredé y aprendí esa afición de crear cosas."
La vida era difícil para esa familia de vida modesta, a veces extremadamente modesta. De niño, Delarra fabricaba flores de papel y las vendía en la calle o arreglaba cajas de cartón y las vendía a un fabricante de tacones de zapatos.
La necesidad, la vocación y los genes lo hicieron un artista íntegro.
"Eso te hace madurar antes de tiempo. Yo digo que soy escultor y pintor desde el 49, cuando tenía 11 años, porque lo que aprendía en la escuela, en Villate, lo ponía en práctica en la vida normal. Por ejemplo, hacía soportes de yeso para santos, que en esa época tenían mucha demanda. O lámparas de luz indirecta. A medida que aprendía lo ponía en práctica para ayudar a la economía familiar o a la mía propia.
"No era como ahora, que la gente estudia, se gradúa. Y tiene asegurado un empleo. La lucha por la vida era, en el momento oportuno, poder acceder a un trabajo remunerado. Casi siempre trabajando gratis o contra casi nada, para ser merecedor de obtenerlo."
José Delarra, inscrito como José Ramón de Lázaro Bencomo en San Antonio de los Baños, donde nació el 26 de abril de 1938, llevó legalmente ese nombre hasta febrero del 2000 en que, con un expediente de cambio de nombre, oficializó aquel que ya lo distinguía, simplemente Delarra, cuando lo conocí: atento, desenfadado y simpático en la alegre aunque sufrida Madrid de 1958. Nos veíamos en lugares como la cafetería Ilsa Frigo, frente a la casa de huéspedes de la calle Marqués de Cuba No. 23, pues allí vivían muchos de los cubanos, especialmente estudiantes de Medicina, como Felipe Rodiles, César López y Gerardo César que, de un modo u otro, no querían o no podían vivir en la patria adulterada y desgarrada por una sangrienta tiranía.
Aquella ciudad la vivíamos con amor y sin altanería, por sus valores humanos, a pesar de su atraso con relación a La Habana de la época. Conocimos un país hospitalario y económico, especialmente para nosotros que no éramos, ni nos trataban los españoles como turistas extranjeros.
La emigración de Delarra fue uno de esos absurdos que no eran raros en aquella atmósfera viciada de la Isla. Tenía una novia en Pinar del Río, ciudad pueblerina a menos de 300 km de La Habana, y la visitaba los fines de semana. Sin tener él nada que ver con la política, pues no tenía ninguna actividad de ese tipo, los cuerpos represivos lo detienen allí porque su padre era comunista y le regalan una entrada de golpes. Después el capitán Mata, de la Décima estación en el Cerro, una popular barriada en el centro de la capital, quien sí sabía sobre su padre, también lo toma preso y le amenaza. La situación se hizo tensa por las manifestaciones y otras acciones de los estudiantes. El joven artista le planteó a su padre salir del país.
"Yo había hecho un mural en el recién construido Necrocomio de La Habana, que está todavía allí, y me gané 500 pesos. Así compré un pasaje en el buque Satústregui que me costó 212 pesos. El barco hacía un periplo por las Antillas hasta La Guaira, después iba por África, Islas Canarias hasta Barcelona, durante más de 20 días, pues lo hice completo. Fue el último viaje del Satústregui, pues después se quemó. Llegué a España con algo más de 200 dólares en el bolsillo, tuve que vivir allí de mi trabajo, de esculturas que hacía.
"En Barcelona indagué sobre la dirección de José Clará, quien había sido discípulo de Rodin. Me fui a verlo y me le presenté. Estábamos hablando y llegaron unos fundidores con quienes él se enredó en una discusión. Escuchándolo, agarré barro y comencé a trabajar en una cabeza de él, para lo cual yo siempre he tenido mucha rapidez. Cuando terminó su discusión y la vio se mantuvo posando; así me quedé trabajando con él.
"En nuestro Museo de Bellas Artes hay una obra de Clará. Por cierto, él esculpió una cabeza del gran violinista cubano Brindis de Salas, en París. Cuando decidí irme a Madrid, me condujo en su carro a la estación de trenes. En esa época había que ser un gran personaje para poseer un coche particular. En la capital entré a copiar en el Museo del Prado, me mudo a una pensión barata y a hacer esculturas, retratos al óleo, al pastel. De eso iba viviendo. Cuando muere Clará, hago mi primera exposición en el Círculo Catalán de Madrid, pues como yo tenía la escultura de su cabeza, me hicieron entrevistas en dos diarios, una en el periódico Pueblo y otra en Informaciones.
"De esa España, lo que más recuerdo en mis 19 y 20 años entonces, es una bohemia productiva, tranquila, llena de mucha poesía. Por ejemplo, mis visitas a Toledo, donde están las obras de El Greco. Entre mis amigos estaba León Bosh, un hijo de Juan Bosh, que como yo era copista en el Museo de El Prado. Era un muchacho alocado, pero con ideas firmes; nos reuníamos cubanos y latinoamericanos con inquietudes culturales y políticas. Yo tenía que luchar por mantenerme y conocí gente muy interesante, y a los jóvenes exiliados.
"Recuerdo el monumento a Cuba en el Parque del Retiro, donde íbamos a rendir tributo en las fechas patrióticas. Recuerdo algún acto en que estaba Jorge Mañach entre otras personas conocidas. Estábamos muy unidos. Entre los españoles recuerdo a mi casera, doña Carmen Mariscal, en la calle Carranza No. 21. Ella estuvo casada con un oficial franquista. Pero odiaba a su ex marido y al franquismo sin ser de izquierda. Yo le llevaba flores con frecuencia y le tenía mucho afecto; se estableció una relación casi maternal, tanto que permitía a mis novias visitarme, algo muy poco común en la época".
José Delarra estudió de 1949 a 1954 en la Escuela de Artes y Oficios y en la Fundación del maestro Villate en el Cerro. Desde 1954 al 61 en la Sociedad Económica Amigos del País y en la prestigiosa Escuela San Alejandro (de la cual fue profesor de 1962 al 68 y director en 1967 y 68), con los profesores Armenteros, José Sicre, Luisa Fernández Morell y Carmelo González. En todo este tiempo era a la vez trabajador del arte por cuenta propia.
Desde 1949, aun antes de graduarse, ya era un artista de cuerpo entero. Se distinguió en escultura, pintura y dibujo; desde 1951, en decoración y grabado; desde 1954, en diseño gráfico y cerámica; desde 1963, en ilustración gráfica; desde 1972, en diseño industrial; desde 1986, en caricatura escultórica y, desde 1987, en redacción e ilustraciones para la prensa escrita y radial.
Y también enriqueció su preparación en el Taller Experimental de la Plaza de la Catedral y el de Cerámica de Santos Suárez, con los profesores Israel de la Hoya, Armando Posse y Carmelo González; y como ayudante de Fernando Boada, en el Cotorro, de 1950 al 57.
Delarra acumula 102 distinciones nacionales e internacionales, entre premios y medallas recibidos. El primero fue el José Martí de la Escuela de Bellas Artes y Oficios en 1953.
"Cuando yo me voy para Europa, en 1958, no había terminado en San Alejandro y vengo a graduarme después del triunfo de la Revolución, a mi regreso, para complacer a mi madre. Pero ya yo era un artista profesional. Es cuando entro en San Alejandro, hice la carrera en cinco años en lugar de en seis, pues me hicieron un examen de evaluación y pasé al segundo, porque ya venía con una formación desde Villate del 49 al 53 de estudiar y de poner en práctica rápido lo que se aprendía, porque la lucha diaria por la vida te lo imponía. Cuando me gradúo ya tenía diez años de experiencia en Cuba y en Europa. Cuando nos conocimos en Madrid, ustedes me consideraban ya como un escultor profesional, pues hacía exposiciones y demás.
"Al triunfar la Revolución el 1º de enero de 1959, el viejo me manda una carta para que regrese, pero le contesté que iba a demorar un tiempo más. En Madrid me fui al Consulado italiano y pedí las direcciones de los escultores italianos más conocidos. El Cónsul me las facilitó y, por cierto, algunos se habían muerto. Me fui en auto stop a París y luego a Roma y Florencia. Pensé que debía quedarme un tiempo más para completar mi formación.
"Llegué a París por la Puerta de Chapelle y fui caminando hasta la Puerta de Orleans sin conocerla. Buscaba la Ciudad Universitaria, La Cité, para meterme en el Pabellón Cuba, en el cuarto de algún cubano. Lo logré cuando se fue un brasileño y me quedé alojado.
"Como estudiante de Bellas Artes podía entrar gratis a los museos. Nuestro Cónsul en Génova me dio una carta para que me dejasen actuar como oyente. Después estuve en un taller de cerámica. ¡Qué vida! Recuerdo cómo llegué a Hamburgo y me ponía a hacer caricaturas en un café y se las mandaba a los clientes con un camarero. Andaba con una mochila, lápices, fotos de mis obras y un pantalón enrollado que de ese modo no se estrujaba.
"Estuve en Holanda, Alemania, Bélgica. Me puse a trabajar en Roma con el escultor Antonio Berti, que era profesor de la Escuela de Artes Plásticas de Florencia, y así estudié allí de un modo informal. Berti trabajaba en el Vaticano una escultura que estaba haciendo en la Basílica de San Pedro."
Delarra volvió a Madrid y de allí a Cuba en septiembre del 59. No volvió a salir del país hasta el 74. Se inscribió en la escuela y cuando vio a Camilo Cienfuegos, héroe de la guerra de guerrillas, hablar durante una concentración ante el Palacio Presidencial, se impresionó mucho e ingresó en la milicia. Montó un estudio en la calle Domínguez 215, muy cercano a la casa de su familia, por un módico precio.
En el 67 ganó un premio de escultura y uno de pintura en un concurso. Siempre trabajó más la escultura, menos ahora, que está haciendo más pintura.
"Porque la escultura es el monumento. Antes de la Revolución sólo había un montón de busticos. Quienes habían hecho los insuficientes monumentos en este país eran italianos, españoles, franceses y no los cubanos. Sicre y Ramos Blanco, siendo dos portentos de la escultura reconocidos en y fuera de Cuba, no podían salir de los bustos. Las excepciones fueron el monumento de Ramos Blanco a la madre de los Maceo en 23 y E y el de Sicre a Martí en la antes llamada Plaza Cívica (la Plaza de la Revolución).
"Cuando estudiábamos en San Alejandro antes de la Revolución, pensábamos que podíamos trabajar la monumentaria cubana. Al regresar, había muchos temas que tratar, pues no se había agotado la historia. Al contrario, había una nueva etapa. Y empezamos a realizar el trabajo monumental. Yo me había preparado en Europa con artistas conocidos para acometer una estructura monumental. Venía con un conocimiento de la monumentaria. Además de trabajar con Clará en Barcelona, 1958, y con el profesor Antonio Bertri, en la Escuela di Belle Arti de Florencia, Italia, 1959, conocí a Moisés de Huerta, que hizo el Monumento al Maine; a Victorio Macho, 1959, en Toledo; a Juan de Avalos, Madrid, 1959."
Entre 1961 y 1972, Delarra hizo unos 27 bustos en distintos lugares del país, especialmente en La Habana. No fue hasta 1976 que realizó su primer Monumento, al generalísimo Máximo Gómez, en la Escuela Vocacional de Camagüey, que fue inaugurado por Fidel. Después levantó, desde 1974 al 2001, cerca de 50 monumentos en el país, entre ellos los dedicados a Federico Engels, y a José Martí en Pinar del Río; a batallas heroicas de la guerra de liberación nacional y a hechos de relieve mundial como el erigido a las víctimas del bombardeo atómico en Nagasaki.
El primero fuera de Cuba, también a José Martí, lo creó en Cancún, México, en 1978. Realizó en 1980-81 el monumento sobre la historia de México, igualmente en Cancún, inaugurado por el presidente José López Portillo. Erigió otras diez obras monumentales fuera de Cuba: cinco en España, dos más en Cancún, una en Angola y una en República Dominicana. En cerca de 40 países hay obras de pequeño, mediano y gran formatos de Delarra.
En estos años ha creado decenas de relieves, murales, cabezas, placas y tarjas en todo el país y en el exterior.
Cuando estaba terminando el complejo monumento Plaza de la Revolución en Bayamo, en 1982, fueron a verlo autoridades de Santa Clara a pedirle que hiciera el proyecto del Monumento al Che. Delarra se fue un mes a la Unión Soviética, regresó y se puso a trabajar en lo que sería su obra capital, 72 m de frente, 28 de fondo, 25 de alto. El Ministerio de las Fuerzas Armadas fue el organismo inversor y se inauguró con la presencia de Raúl Castro, el 28 de diciembre de 1988.
"El monumento al Che es el producto de muchos años de trabajo. Había hecho otras en varias provincias, pero esta obra es como el resumen de muchas cosas. Uno resuelve sus problemas no por los hechos, sino por los errores que reconoces has cometido. Esa es la verdadera experiencia para mí, cuando tú vas acumulando una serie de experiencias negativas y positivas. Fue una oportunidad excepcional porque es un monumento al Che, es un monumento a una personalidad que tiene un alcance que rebasa las fronteras de Santa Clara, de Cuba y de América incluso".
Delarra seleccionó el lugar, la loma de la Tenería, por su ubicación, y diseñó la maqueta total del monumento en que la estatua, los relieves y los textos del Che, colocados sobre un volumen virtualmente piramidal, se conectan con el resto en forma de escalinata para ubicar abajo el museo, salón de protocolo y un centro de documentación.
El proyecto fue aprobado por el Gobierno y el Partido y el artista invitó a participar en su ejecución a miembros de la Dirección Provincial de Arquitectura y Urbanismo de Villa Clara. La primera que vino fue la arquitecta Blanca Hernández, quien trabajó en la maqueta concebida por el artista, en su taller de Santa Clara, junto a ingenieros estructurales y otros compañeros. Cuando estaba adelantada la ejecución del Memorial, Delarra invitó al arquitecto José Alberto Cao Campo a diseñar la plaza, que es el área de concentración, y aprobó el proyecto que éste concibió.
"La obra fue trabajo de seis años y es un amplio alcance de la vida del comandante Che Guevara. Recoge frases del Che en Guatemala; hay, incluso, un cubo sobre su decisión de ser médico, pero de la sociedad, no ya de la gente. En Guatemala ve sus funciones quirúrgicas, pero también la función política y la acción armada."
Che fue representado por Delarra con el brazo enyesado, como tomó a Santa Clara, aunque no solamente representa al Che de Villa Clara, sino que representa al guerrillero que, herido y con su hospital a cuestas, tiene que proseguir. Este imponente monumento está orientado a 190 grados exactamente hacia Suramérica, viene de oriente y dobla a la izquierda para volcarse hacia el Sur. En los relieves también está el Che haciendo trabajo voluntario, está el gobernante, está la carta de despedida a Fidel, su discurso en la ONU. No se refiere únicamente a los hechos de la ciudad de Santa Clara.
"Cuando en el 97 llegan sus restos, no se concebía otro lugar donde ponerlos que no fuese allí, porque no es sólo el Monumento de la Plaza en la propia Santa Clara, al que se le puso Memorial por lo que representa de memoria. Hay una continuidad también con el Complejo Monumentario, de 100 km de ancho, porque fueron sus acciones militares concretas en la provincia, durante la marcha del Che hacia Santa Clara como parte de la invasión que comenzó en la Sierra Maestra. Está desde los poblados Güinía de Miranda hasta Santo Domingo, está en Caibarién, en Zulueta, en la Loma del Capiro, está en el tren blindado enviado con refuerzos por la tiranía, que fue tomado por el Che y sus tropas. Son cerca de quince monumentos y todavía estoy haciendo algunas ideas para otros pequeños lugares, pues además de la toma de Santa Clara, están esos combates mencionados, decisivos para el triunfo insurreccional.
"El de la ciudad, a un kilómetro del centro, es más abarcador en la concepción misma que hice del monumento, donde la especie de escalinata tiene abajo mil y pico de metros cuadrados de área y se hicieron el Museo y el salón de Protocolo. El diseño del memorial al Che es el monumento a la sencillez y a la dignidad, al valor de un pueblo. En la fase de ejecución de las esculturas de la obra civil, se realizaron más de 500 mil horas de trabajo voluntario por la población, como un homenaje más al Che."
Al ser hallados los restos mortales del Che y la mayoría de sus compañeros en Bolivia, y decidirse por el Gobierno colocarlos en Santa Clara, en la base, en el museo, el memorial se hizo aún más impresionante y de más serena belleza. Delarra hizo entonces todos los rostros de los combatientes caídos en la gesta de Bolivia. El Centro de Documentación pasó a una construcción anexa.
Cuando le pregunto si prefiere ahora hacer obras de otros formatos, el artista responde que a veces "las circunstancias te llevan, quisiera, sí, seguir haciendo monumentos porque estoy preparado para eso y estoy preparado para enseñar a otros cómo resolver determinados problemas".
"Pero no significa que me sienta incómodo fuera de la obra monumentaria. Por ejemplo, en el 67 yo gané un primer premio de pintura en un salón nacional y también el de escultura. Una de las obras ganadoras era la cabeza de un negro tallado en Guayacán y la otra era un caballo.
"Yo soy un escultor que pinto, aparte de que tengo el criterio de que la escultura es la novela y la pintura es la poesía. La escultura hay que elaborarla mucho, mientras que la pintura es mas lírica; el color es un elemento, entonces. Pero yo fui el fundador del Taller de Gráfica de la Plaza de la Catedral, pues siempre me ha gustado dibujar, el dibujo es la columna vertebral de la escultura y de la pintura; no quiere decir que la pintura sea un dibujo coloreado, ni la escultura sea un dibujo tridimensional, pero el concepto estructural del dibujo es común a ambas; es como sería el lenguaje para la novela y la poesía, sin lenguaje no hay estructura.
"Cada rama de las artes plásticas tiene lo suyo. La escultura monumental tiene muchas cosas que ver con mucha gente, tienes que hacer estudios históricos, geológicos, tiene que ver con ingenieros, con arquitectos, geólogos, y la pequeña escultura tiene también su encanto. La escultura es muy amplia y muy variada. Yo he hecho, incluso, medallas de las que se otorgan por determinados méritos."
La primera escultura que este artista plástico integral hizo fue una cabeza de un caballo, porque el caballo está ligado a la guerra de independencia. En los cuadros enfoca al jinete, al caballo, el paisaje urbano de La Habana Vieja. Su más reciente exposición en La Habana Vieja, donde ha tenido estudio durante 38 años, está centrada en esos temas.
"Por ejemplo, llevé un gallo de 2 metros, cuyo título es el Gallo de Belén, y otro cuadro es una mujer a caballo andando por La Habana Vieja, al cual le puse la novia de ojos verdes. Es un homenaje, pues en ese estudio se ha hecho escultura, pintura, de todo, durante estos años, el grueso de mi obra ha sido realizado allí, la nacional y los proyectos de la internacional.
"Están esos caballos que salen transparentados de los palacios. El criollo nació allí. El gallo es el patio nuestro, es el gallo como lo trae la naturaleza, el gallo que marca su territorio en el gallinero, y a su territorio entra quien él autoriza y si él no lo autoriza no puede entrar. Aquí está también una expresión sublime de nuestra realidad nacional, que entra quien queremos y quien entre en son de pelea, pues tiene problemas. Esa es la razón del gallo. Y la mujer, bueno, la mujer es lo que une todo, es ese elemento. Muchas veces hay un caballo que sale de una mujer, el caballo tiene la intención equina, pero también cubana. Es manejar al caballo como una idea, no solamente como ese hermoso animal cuadrúpedo armónicamente diseñado por la naturaleza."
"Estoy abierto a muchísimos proyectos y estoy pintando y haciendo cosas, pero yo tengo ganas de meterme en la aventura de un monumento importante, pero eso no lo decido yo porque es tan costoso que tiene que ser una decisión nacional. Cualquier monumento cuesta millones o miles de miles.
"Me siento satisfecho porque he hecho casi todo lo que he querido, los presupuestos que me hicieron cuando era joven escultor, cuando nos conocimos en Madrid o antes, los he logrado ampliamente, pero aún me desvelo muchas veces, y me pongo a elaborar ideas. Porque sientes que el tiempo se acorta y que tienes cosas que hacer. Tengo muchos proyectos de escultura y de pintura y de todo. He hecho todo lo que he podido y todo lo que me han dado la posibilidad de hacer.
"Pero no hay en las artes plásticas comparación posible entre la época después de la Revolución y antes. Yo recuerdo a nuestro maestro de la Escuela de San Alejandro. Ser maestro de esa Escuela era casi una garantía de vida, y de prestigio social. Pero no podían vivir de la pintura, porque no había un mercado. Carlos Enríquez, Portocarrero, Mariano, no podían vivir de ella.
"Sólo pudieron hacerlo cuando triunfó la Revolución, no hay posibilidades de comparación, porque también está presente el reconocimiento social. Pienso que nombres como ésos, Amelia Peláez u otros, se habrían diluido bastante, no serían tan considerados como lo son ahora. Por ejemplo, el Palacio de la Revolución fue decorado con un precioso mural de Portocarrero. Se aumentaron las posibilidades de las escuelas de arte, porque el arte de un país no se ve sólo de los artistas extraordinarios, sino también en los artistas medianos, los que salen de una escuela de arte, el diseñador industrial. Todo el movimiento artístico no se resume a las figuras descollantes, sino que también para toda una pléyade de gente que enseña, que crea, incluso, la artesanía se ha desarrollado por ese ambiente favorable alcanzado."
"Hay muchos factores nacionales y hasta internacionales. En realidad, en los años 50, la escultura en Cuba tuvo un desarrollo grande y una proyección internacional, son los años en que Lam y Cárdenas integran a todos los movimientos en París, eso es producto de una profundización en la plástica cubana. Salvo estos dos artistas que pudieron sobresalir en el mundo, con su arte muy universal, ese arte iba muriendo o iba sobreviviendo en general.
"En la actualidad, en el mundo entero las artes plásticas, al convertirse cada vez más en mercancía, han crecido los coleccionistas de arte. He hecho exposiciones en Europa, en México, en muchos países y la gente adquiere también obras de artistas cubanos. Hay un prestigio que se ha ido ganando por todo este movimiento del que hablaba de los artistas que surgieron de las provincias, se formaron las escuelas y demás.
"El mercado nacional ha crecido, pero muy poco, ha crecido en la reproducción, que la gente las compra. Hay minorías que compran obras de arte, pero también los precios han crecido muchísimo. Sería positivo la posibilidad de adquirir obras de arte a crédito, porque una persona no puede disponer de equis cantidad en un momento, pero sí puede pagar poco a poco."
Hasta la victoria siempre