17 de marzo

Bogotá, jueves 21 de febrero de 2002

El escenario de la guerra

EL TIEMPO

¿Qué les espera a los colombianos al terminar el proceso de paz?

El escenario más terrorífico es el de la intensificación y posiblemente el deterioro del conflicto hasta límites impredecibles. Y por el discurso que se les oye, las partes consideran que están listas para la confrontación armada, pues mientras hablaban de paz, el Estado y las Farc fortalecieron sus aparatos militares, su capacidad operativa y abrieron nuevos frentes de combate.

Rotos los diálogos, es previsible que la guerrilla intente lanzar una ofensiva en distintos frentes para demostrarle al Gobierno y a la sociedad los costos de la ruptura.

Tres ex comandantes guerrilleros reinsertados consultados sobre el tema dan por seguro que las Farc no intentarán mantener su dominio territorial sobre la zona de distensión, porque resultaría inútil y costoso en hombres y dinero, pero seguramente dejarían campos minados.

Opinan que tampoco van a aceptar confrontaciones directas con el Ejército porque les podría resultar desventajoso, debido al incremento de su capacidad de lucha.

Así las cosas, el mayor temor es que las Farc se dediquen a una labor de desestabilización del país para generar un desgobierno y presionar un nuevo diálogo en mejores condiciones a las que tuvieron durante el actual proceso.

"Podrían intentar sabotear el proceso electoral, y si lo consiguen sería un triunfo", dice uno de los consultados. Bajo esta perspectiva, las Farc podrían obstaculizar el abastecimiento de alimentos de las ciudades, atacar la infraestructura energética y petrolera y sabotear las campañas electorales, además de incrementar los ataques a puestos de policía, extorsiones y secuestros.

Dos de los insurgentes reinsertados señalan que durante los últimos tres años las Farc han fortalecido las milicias de las zonas urbanas pobres de Bogotá, Medellín, Cartagena, Cali y Barranquilla y, sobre todo, han ordenado a sus frentes acercarse a las zonas periféricas de las ciudades.

Las cifras sobre el número real de combatientes son inciertas. Los consultados hablan de entre 12 y 17 mil (con incremento del 30 por ciento en los últimos cinco años), mientras un alto oficial del Ejército señala que las Farc tienen 28 mil guerrilleros.

También se han expandido, especialmente en el sur del país. Sólo en el Cauca actúan tres frentes y dos columnas móviles y han recibido unos 400 hombres procedentes de la zona de despeje en los últimos tres meses.

Aunque las adquisiciones de armamento hechas por ese grupo subversivo en el mercado negro son una incógnita, se da por hecho que compraron los 10 mil fusiles AK-47 y se especula que tendrían misiles tierra-aire. La zona desmilitarizada les ha permitido incrementar su capacidad de transporte por ríos y han construido unos 400 kilómetros de carreteras y adquirido docenas de vehículos robados, algunos de los cuales ha sido blindados.

Las Farc cuentan con siete bloques y cada bloque tiene cerca de 15 frentes y una columna móvil, que es su principal fuerza de combate.

Por otro lado, las Fuerzas Militares también muestran una capacidad histórica. Sus mayores avances son el cambio de estrategia, la cualificación de sus hombres y la consolidación de su capacidad aérea.

El Ejército creó unidades de alta movilidad, como la Fuerza de Despliegue Rápido (Fudra), en la que agrupó a sus mejores combatientes. Desde 1998, el número de soldados profesionales pasó de 22.000 a 55.000 y los soldados regulares son unos 100 mil. En los últimos tres años se creó la brigada para la vigilancia de la infraestructura petrolera, la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur, que tiene un batallón antinarcóticos, y el batallón de alta montaña en el Sumapaz.

Comunicaciones satelitales a través de aviones de inteligencia y equipos con sensores infrarrojos y térmicos también forman parte de las ayudas de las renovadas Fuerzas Militares del país.

En esas condiciones, si no se renuevan los diálogos, seguramente los colombianos quedarían en medio de la mayor confrontación militar que se haya desarrollado en el país en los últimos cien años.

Tomado de EL TIEMPO


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