17 de marzo

15 de abril del 2003

Militares y paramilitares de Colombia contra Venezuela

Horacio Duque
ANNCOL

Gravísimas pero nada extrañas las denuncias del señor Vice-Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Doctor José Vicente Rangel, sobre las estrechas relaciones y los nexos de todo orden entre las Fuerzas Armadas de Colombia y los criminales grupos de Autodefensa en la frontera de ambas naciones.

Digo gravísimas porque ahora estas fuerzas se han concertado para agredir al hermano pueblo de Venezuela y sus lideres, empeñados en profundas transformaciones democráticas de la sociedad, la política y la economía de la nación bolivariana.

Desde luego, tal comportamiento es explicable dentro de una racionalidad de complicidades entre grupos que sustentan su dominación política en el despojo de los grupos populares. La protección en Bogotá del golpista Carmona, resguardado por la elite empresarial y política de Bogotá en lujosos apartamentos de Usaquen, es una muestra de los vasos comunicantes de la conspiración y la agresión contra Venezuela revolucionaria, para citar un caso.

Y digo que nada extrañas pues el doctor Rangel no es el único en denunciar algo que en Colombia es "pan de todos los días": el vínculo de militares y paramilitares y sus horrendas consecuencias en masacres de gentes humildes; asesinatos de lideres políticos de izquierda, sindicales y populares; desplazamientos de millones de campesinos; y violación sistemática de los derechos humanos.

La denuncia igual es de todos los días por parte de las victimas de esta macabra alianza, de las entidades de derechos humanos que a nivel internacional en sucesivos documentos demuestran con miles de hechos este tenaz contubernio.

Será esto tan real que hasta el propio Departamento de Estado y otras autoridades Norteamericanas publican informes permanentes sobre los nexos denunciados y han establecido condicionamientos a los aportes del Plan Colombia desde los Estados Unidos por la crónica y desesperante complicidad entre brigadas, batallones, oficiales y demás soldados con los mercenarios del paramilitarismo.

Jose Miguel Vivanco [de Human Rights Watch] es un buen testimonio de este demoníaco matrimonio colombiano, entre ejércitos privados y oficiales colombianos.

El gobierno colombiano, a través de su Canciller, ha salido ha contestar que esto no es cierto, que la acusación es temeraria. Puras frases que pretenden esconder la palpable realidad confirmada en una declaración, casi simultanea con la oficial, en la cual las autodefensas se quejan de una supuesta violación del territorio colombiano por parte de la Fuerza Aérea y el Ejercito venezolano.

Esta coincidencia, que le da toda la razón al alto funcionario del vecino país, no es nueva ni casual. Corresponde, en la actualidad, a una relación que se remonta a la propia gestión política y gubernamental del Presidente Uribe Vélez desde su gobernación en el Departamento de Antioquia, elegido a su actual cargo con el concurso abierto y apoyo de las bandas de Carlos Castaño, como lo denunció amplia y valientemente a lo largo de la última campaña electoral por la presidencia de la república Horacio Serpa Uribe, candidato oficial del Liberalismo.

Total que en vez de escandalizarse lo altos funcionarios del gobierno colombiano con las valientes denuncias del Vicepresidente Rangel y elevar hipócritas protestas que propician la conspiración contra el Gobierno Bolivariano de Chávez, lo mas conveniente es ofrecer el concurso para denunciar esta diabólica cooperación que lo que pretende es hacerle el juego a los enemigos de las profundas transformaciones en la patria del libertador Simón Bolívar.

La actitud del gobierno colombiano, del Presidente y su Canciller, profundizan el deterioro de las relaciones entre dos Estados que tienen muchos puntos de convergencia.

No es el mejor gesto en momentos en que se conoce la aguda crisis que experimentan, por ejemplo, las relaciones económicas y comerciales entre los dos países. El gobierno del señor Uribe esta arriesgando, todavía mas de lo que lo ha hecho hasta el momento, un intercambio de mas de mil millones de dólares -tres billones de pesos colombianos- con grave perjuicio para los empresarios e industriales de Colombia.

Con salidas como esta lo único que consigue el gobierno de Bogota es que otras naciones y otros empresarios llenen el vacio que deja el intercambio con Colombia, como de hecho ya está sucediendo. Hasta allá no puede llegar la soberbia y estupidez.

Es menos lo que le aportan los narcoparamilitares a la economía colombiana con su tráfico ilegal de narcóticos hacia los Estados Unidos, desde diversos puntos de la geografía colombiana, especialmente desde el departamento de Córdoba donde se ubican las extensas haciendas del doctor Uribe Vélez, ampliamente resguardadas por el señor Castaño y su tropa mercenaria.


Tomado de Rebelión

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