15 de febrero del 2002
Jorge Robledo Castillo
MOIR
En el país de la politiquería, nadie se había atrevido a tanto. Me refiero, por supuesto, a la decisión del gobierno y el uribismo en el Congreso de introducir en el texto del llamado referendo "contra la politiquería" un punto que les alarga el período a más de trece mil alcaldes, gobernadores, diputados y concejales, quienes, si quieren nuevos sueldos y honorarios por unos ciento cincuenta mil millones de pesos, tendrán que convertirse en eficaces "jefes de debate" del Sí, como los llamó el vicepresidente Santos. Este monumento al clientelismo, que además de su redacción mañosa y de haberse aprobado ilegalmente contiene la desproporción antidemocrática de permitir que los votos en unos municipios les prolonguen el período a los elegidos en otros, confirma que mecanismos como este le tuercen el cuello a la democracia, así se presenten en su nombre. Que quienes ingenuamente creen que la apelación al "constituyente primario" es por definición un ejercicio democrático se pregunten por qué estos referendos se califican de bonapartismo (por el manipulador que primero los empleó) y han sido una constante en los regímenes autoritarios.
Con respecto a su contenido, el articulado puede dividirse en dos partes: las preguntas-carnada y las preguntas-anzuelo, las cuales, en cada caso, cumplen con el papel de la palabra que las califica. Las primeras son todas las que suenan bien, es decir, que parecen atacar la politiquería y la corrupción, por lo que en ellas se usan las palabras mágicas de la demagogia de la última década: "clientelismo", "auxilios", "suplencias", "burocracia", etc., etc., pero que no les hacen ni cosquillas al clientelismo ni a las prácticas corruptas.
Las preguntas-anzuelo buscan aplicar el acuerdo del gobierno con el Fondo Monetario Internacional, cuya inspiración es la máxima neoliberal de que el país no funciona porque los pobres y las capas medias ganan demasiado. Así que este apunta a congelar sueldos y pensiones para aumentar los recursos destinados a pagar la deuda externa, lo que no solo empobrece a los afectados sino a todos los colombianos, porque disminuye la capacidad de venta y de empleo de la industria, el agro, el comercio, el transporte y los servicios. Y también pretenden pescar incautos la reducción del Senado y la Cámara y el empleo del umbral para elegir a los congresistas, pues lo que quieren es un Congreso más de bolsillo del Ejecutivo, al que sea más difícil que lleguen los voceros de las minorías y en el que predominen todavía más quienes tengan con qué financiar opulentas campañas electorales. La relación entre la concentración económica implícita en el neoliberalismo y la concentración del poder político en manos de un puñado de plutócratas, no es, como se sabe, simple coincidencia.
Mención aparte merece la eliminación de las contralorías municipales y departamentales y las personerías. Porque así hagan demagogia con que los despidos permitirán reducir el gasto "en burocracia" para trasladarlo "a salud y educación", una de dos: o se quedarán sin control los corruptos y se dejará en absoluta indefensión a los más débiles o se privatizarán esas funciones y sus decisiones se concentrarán en dos personajes en Bogotá, lo que además mantendrá básicamente sus costos de operación. Un buen ejemplo de cómo se manipula a los electores.
Pero con todo y lo negativo que es el texto del referendo, sus peores consecuencias tienen que ver con lo que silencia. Si el gobierno lo gana, ellas consisten, primero, en que queda abierto el camino para que mediante este sistema cualquiera que consiga las mayorías electorales pueda imponer lo que se le antoje por regresivo que sea y, segundo, le entrega a Uribe Vélez un cheque en blanco para que siga girando en contra del progreso nacional, lo que sin duda incluirá, por ejemplo, más privatizaciones, desmesuradas alzas en las tarifas y mayores impuestos, así como el ingreso del país al ALCA o a un acuerdo económico bilateral de libre comercio con Estados Unidos, lo que sería peor.
Es obvio que el Sí que aúpan el gobierno y los poderes que lo rodean barrerá con el No que promoverán algunos, como corresponde con la naturaleza de los referendos. De ahí que la única posibilidad de derrotar este adefesio resida en que nos abstengamos de votarlo, apoyados en que la Constitución exige que todos los votos -sumados los del sí, los del no, más los nulos y en blanco- deberán superar los seis millones para que sea válido.
* Senador de la República.
Manizales, 15 de Febrero de 2003
Tomado de www.moir.org.co