15 de mayo del 2003
Lucho Garzón
Polo Democrático
Más de un año llevo cumpliendo el rito de hacer esta columna semanalmente. Preparar el tema, conseguir información, plantear propuestas, buscar un estilo que no sea panfletario y evitar que no sean tan evidentes los errores gramaticales requiere su tiempo. Esto supone una disposición anímica y hoy quiero confesar que -como dicen los jóvenes- estoy llevao, pues asistí a las exequias del inmolado gobernador Guillermo Gaviria y el ambiente, la ceremonia y las versiones escuchadas conducen a una sensación de impotencia difícil de describir.
Se supone que un dirigente debe estar blindado contra la debilidad y demostrar seguridad, confianza y fortaleza. Hoy esa cuerda se tensiona tanto que no tengo respuestas para varios interrogantes que generan los hechos conocidos el pasado lunes 5 de mayo.
Hasta ahora, nadie ha controvertido la versión oficial de que éste fue un crimen de guerra hecho por las Farc, a mansalva y en estado absoluto de indefensión.
¿Es posible que quienes promueven los cambios de esta sociedad por una mejor, confrontan los valores éticos de lo existente y pregonan el respeto a la vida, realicen esos actos tan bárbaros?
¿Puede un sector de la izquierda seguir pasando de agache frente al secuestro, so pretexto de considerar que ello hace parte de la guerra?
¿Cómo se explica que el Gobernador y su asesor de paz, promoviendo una jornada por la vida, sean engañados para ser convertidos, posteriormente, en objetivos políticos?
¿A quiénes se refería el Gobernador cuando en su última carta a su padre afirma que "nuestros dirigentes nos han enseñado de la hipocresía una estrategia de éxito"?
¿Qué sentirán aquellos que tienen a sus familiares secuestrados y ven a un Gobierno que, apoyado en encuestas de no dolientes, termina cerrándole el espacio al acuerdo humanitario?
¿Por qué el Gobierno crea tres comisiones para conversar con los paramilitares y se niega a establecer una sola para tratar el tema de la liberación de gente en cautiverio?
¿Por qué sí hubo negociación cuando el secuestro de Pacho Santos y de Juan Carlos Gaviria, hermano del actual Secretario General de la OEA, hoy no es posible?
¿Tendrá razón el experto del Gaula cuando señaló que la fuerza militar que operó en este caso no tenía la capacidad ni la experiencia para el rescate?
A partir de ahora ¿cuál será el papel de los ex presidentes de la República, comprometidos con los familiares para alcanzar una liberación pacífica?
¿Por qué los congresistas afectados por la pérdida de su libertad no aparecen como parte de la lista de canjeables, en las cartas de las Farc?
¿Por qué hace más de una año la opinión pública no conoce pruebas de supervivencia de Ingrid Betancourt y Clara Rojas?
¿Por qué el Gobierno no ha informado públicamente quién a su nombre, con quién de las Farc y qué hablaron sobre este tema?
¿Qué papel puede jugar hoy Naciones Unidas como posible mediador, cuando el Presidente Uribe las descalificó como referente legítimo para evitar una acción cruenta en Iraq?
A pesar de todo este interrogatorio hay certidumbres que mantengo, no importa que representen una minoría en las encuestas. Veo inevitable -si no en el corto plazo, en el mediano- un acuerdo humanitario. No es cierto que hacerlo significa la excarcelación e indulto de todos los guerrilleros. Es evidente que el escepticismo cunde y para eso se requiere ganar confianzas.
¿A dónde irán? Ya hay sugerencias concretas como las de los gobiernos ecuatoriano y francés. ¿Qué harán? que lo discutan las partes. ¿En dónde lo hacen? No necesariamente área desmilitarizada significa zona de despeje.
¿Cuántos? Un número reducido, que crezca en la medida que avance un proceso confiable.
Mientras ésto se da, saludemos a las madres en su día, entendiendo que no todas lo podrán celebrar, pues como dice doña Adela, madre del inmolado Guillermo Gaviria: "Creo que mi Dios se equivocó. Los padres no pueden ver morir a sus hijos".
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