17 de marzo

26 de mayo del 2002

Uribe y lo que se viene

EDITORIAL
EL TIEMPO

Colombia tuvo ayer la más difícil prueba democrática de su reciente historia y salió airosa. En un país sometido al terror y la intimidación, se realizaron elecciones pacíficas y cerca de doce millones de ciudadanos acudieron a las urnas. Votaron y escogieron. Y produjeron, de paso, un hecho político sin precedentes.

Por primera vez desde que existe la segunda vuelta, un candidato ha ganado sin necesidad de pasar a ella. El 53 por ciento de votos que dio la Presidencia a Álvaro Uribe Vélez es contundente y nítido. La mayoría de los colombianos se identificó con las fórmulas que propuso el candidato disidente del liberalismo (también sin precedentes), que recibió un mandato. Inapelable y claro. Reconocido a tiempo, con serenidad, madurez y patriotismo, por todos su adversarios.

Mandato que entraña un desafío también sin precedente en la lacerada Colombia de aquí y ahora. Y que obliga al Presidente electo a la más seria, exigente y selectiva tarea de convocatoria nacional. Para rodearse de los mejores, vengan de donde vinieren, y no tan solo de los adherentes políticos de primera o última hora. La euforia del triunfo del uribismo no debe excluir sino atraer. Y mal podría olvidarse de que casi la mitad del país -4,8 millones de votos por los otros candidatos, 200 mil en blanco y casi 54 por ciento de abstención- no comparte sus ideas. Se "evitó" la segunda vuelta que muchos consideraban, no sin razón, como un costoso desgaste. Lo que no se puede ni debe evitar es el debate sobre las propuestas y tesis del Presidente electo. En los escasos tres meses que restan para la posesión presidencial de Álvaro Uribe, la rigurosa decantación, concreción y confrontación de sus fórmulas es deber de una democracia seria.

Menos de cuatro horas después de cerradas las urnas, y con la entereza que lo caracteriza, Horacio Serpa reconoció la victoria de Álvaro Uribe. Su gallardo mensaje dejó, sin embargo, no pocos interrogantes sobre el Partido Liberal. Sobre su futuro, su conducción y el papel que ha de desempeñar en la crítica situación que vive el país.

Gracias a una eficiente labor de la Registraduría, la nación se enteró a tiempo, y sin sobresaltos, de quién era su nuevo Presidente. Elección que tiene varias implicaciones profundas para la política en Colombia.

Llegó al límite el hastío del país con el terror y la incertidumbre a los que lo ha sometido la guerrilla estos cuatro años. En departamentos asolados por la violencia, como Antioquia, Valle y Meta, entre otros, Uribe barrió. El resultado en Bogotá -57 por ciento de Uribe contra 25 por ciento de Serpa- fue aplastante. Y Uribe barrió también en el exterior. Desprestigiada la estrategia de negociación, una constatación central de esta elección es que Colombia se ha corrido a la derecha.

Una pregunta de fondo es quién va a fiscalizar, desde la oposición, al gobierno de Uribe. El nuevo Presidente tiene consigo al grueso del conservatismo, que ni siquiera presentó candidato, y, después de los barones que adhirieron a su candidatura antes de los comicios, podría tener la jefatura del liberalismo. Otra duda es sobre el futuro del Partido Liberal. Serpa entregó las llaves, pero no dijo a quién. Uribe no dijo que eran suyas. ¿El liberalismo se fragmentará nuevamente en bloques gobiernistas y oposicionistas? ¿Va a quedar el papel de oposición en manos de Lucho Garzón, que logró algo más del 6 por ciento de los votos?

Otros interrogantes tienen que ver con los planteamientos mismos de Uribe en relación con la crisis de orden público que determinó su triunfo. ¿De dónde va a salir la plata para doblar el número de soldados profesionales? ¿Hasta dónde es conveniente fomentar un millón de informantes? En el campo internacional -donde existen tantas preguntas sobre "el enigma Uribe"-, una serie de relaciones claves están por definir, con Estados Unidos, con Venezuela, con la Unión Europea, para no mencionar sino algunas. Y en el terreno económico, las inquietudes son igualmente grandes, pues, aparte de planes generales, está pendiente una política aterrizada para enfrentar la crisis actual y los grandes desafíos que tenemos por delante.

Razones para que este diario se afiance en su posición de servir de crítico y fiscalizador sistemático del nuevo gobierno. La presencia de un ex directivo de esta Casa Editorial en la Vicepresidencia nos hará ser aún más vigilantes.

La gobernabilidad del país en esta nueva etapa llena de interrogantes depende también de la forma como Uribe se deslinde de temas tan candentes como el del paramilitarismo y diseñe una estrategia para enfrentar a todos los grupos armados ilegales. Asimismo, ante una victoria tan contundente, el nuevo Presidente debe anunciar oportunamente la conformación de su nuevo gabinete y bajar a tierra las que serán las principales líneas de su administración.

Colombia tiene Presidente, y nuestra democracia puede felicitarse. Pero los desafíos que enfrenta su nuevo mandatario no pueden ser más complicados.

El triunfo sin precedentes de Álvaro Uribe abre muchas esperanzas y no pocos interrogantes sobre el futuro inmediato de Colombia.

Tomado de EL TIEMPO


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