"Gaitán no era un ideólogo del tipo razonador y metódico a que perteneció Murillo Toro, o como lo fue Darío Echandía. Su pensamiento era la expresión emotiva de un compromiso vital y fogoso por la causa de las clases trabajadoras y de los grandes grupos desprotegidos y humildes en cuyo seno nació"
Gabriel Poveda Ramos*
*Gabriel Poveda Ramos, acerca del caudillo en Gaitán, el hombre y su pensamiento (1988).
El 16 de marzo de 1919, los artesanos de Bogotá se tomaron las calles de la ciudad, elevando sus voces de protesta ante una medida tomada por el entonces presidente Marco Fidel Suárez, por la cual se contrataba en el exterior la confección de unos uniformes para las Fuerzas Armadas. El choque con la policía no se hizo esperar, y la sangre corrió libre por las vías de la capital. El saldo: 7 muertos, 15 heridos y un eco, que rebotando en las paredes se dejaba escuchar "¡viva el socialismo!".
Aquel día se dice que el socialismo cobró sus primeras víctimas en el país, pero además del trágico recuerdo de aquella fecha, también quedó en la memoria de aquellos que lograron sobrevivir la voz poderosa de un joven de apellido Gaitán, que desde sus primeras intervenciones dejó bien claro que llegaría muy lejos, porque creía en lo que decía.
Veintiún años antes de ese incidente, el 23 de enero de 1898, en el seno de una modesta familia en Bogotá, Manuela Ayala y Eliécer Gaitán recibieron a Jorge Eliécer Gaitán, un hombre que se proclamaría como un pueblo.
La familia Gaitán vivía humildemente de los ingresos del padre en una pequeña librería y de la madre como maestra de escuela pública. Allí, en la escuela donde enseñaba su madre, el joven Gaitán comenzó su vida como estudiante, tomando la educación primaria que terminó en 1910.
En 1913 y a pesar de las dificultades económicas de su familia, Gaitán logró matricularse como estudiante de bachillerato en el colegio de don Simón Araújo. Allí permaneció hasta enero de 1919, cuando se trasladó al colegio de don Martín Restrepo Mejía, donde se graduó de bachiller al finalizar el año.
Para esta época, Gaitán ya se destacaba entre sus compañeros por su fuerte personalidad, su espíritu rebelde y su extraordinaria sensibilidad social, cualidades que lo acompañarían toda su vida y que con el tiempo iría fortaleciendo y añadiendo a la lista nuevos valores.
En 1921 comenzó su carrera de abogado en la Facultad Nacional de Derecho, habiendo participado un año antes en la campaña presidencial del general Benjamín Herrera, ganando su primer reconocimiento público como gran orador. Al ser derrotado Herrera, Gaitán se pronuncia en la Convención Liberal de Ibagué, defendiendo fuertemente las tesis del general, sobre las reivindicaciones en pro de las clases populares y las nuevas ideas que surgían en el mundo sobre justicia social y protección al trabajador, que a su parecer debían ser incluidas dentro del ideario liberal.
En 1924 recibe su grado de derecho, después de presentar su tesis que tuvo como tema el de "Las ideas socialistas en Colombia", con el cual produjo gran revuelo entre sus profesores y compañeros pero que le fue aprobada después de varios debates gracias a la lucidez de la exposición y a la seriedad de la investigación histórica.
En 1926 viajó a Italia con ayuda económica de su hermano Manuel José; allí se matriculó en la Real Universidad de Roma, en la escuela de Derecho Penal y Criminología, de donde se graduó un año después con una tesis sobre "La premeditación en el delito" que le valió calurosos elogios de sus maestros y un premio de la universidad. Después de viajar por Italia y Francia, volvió al país a principios de 1929.
El año anterior a su regreso, había tenido lugar el trágico episodio de las bananeras de Ciénaga; cuando Gaitán llegó al país, se dedicó durante casi un mes a investigar cuanto pudo acerca del tema. Fue elegido representante a la Cámara, allí expuso durante 15 días de oratoria clara pero fuerte, cuanto había averiguado acerca de la masacre de las bananeras, haciendo reflexionar al liberalismo sobre su verdadero papel como representante del pueblo, y sobre la cuestión social como razón de su existencia.
Desde 1929 y hasta 1932, Gaitán presentó numerosos proyectos de ley en materia social y laboral :el servicio médico a los trabajadores, las vacaciones remuneradas, la propiedad campesina, la ayuda a la niñez desamparada, etc. Algunas de estas propuestas fueron convertidas en leyes en esos años, pero otras muchas fueron rechazadas (de reforma constitucional una de ellas), inclusive por sus mismos copartidarios.
En 1933, decepcionado de su partido, y la apatía general hacia las causas sociales y los intereses reformistas, crea en compañía del representante Carlos Arango Vélez, la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, UNIR. Su programa político y económico era el de continuar el camino de reformas e iniciativas de justicia social y muy especialmente transformar las condiciones feudales en que vivían aun los campesinos colombianos.
Sin embargo, su iniciativa no tuvo mucha acogida y al subir a la presidencia Alfonso López Pumarejo, Gaitán optó por abandonar su poco exitosa empresa y en cambio respaldar en la Cámara el programa de López y sus medidas reformistas que en cierta medida se acoplaban al ideal social de Gaitán.
En julio de 1936 fue nombrado como Alcalde de la capital; desde ese puesto pudo poner en marcha algunas de sus ideas en favor del pueblo: abrió numerosas escuelas; creó el desayuno escolar para niños pobres; construyó los primeros barrios obreros de la ciudad; creo una fábrica de calzado para repartir entre estudiantes y trabajadores y pidió al Concejo la municipalización de los servicios públicos, entre otros proyectos.
Pero se vio obligado a renunciar a su cargo, por una huelga de taxistas y ciertas maniobras políticas en el alto gobierno.
En 1940 asumió el cargo de Ministro de Educación, desde donde pudo aplicar a nivel nacional las iniciativas que había llevado a cabo como alcalde de Bogotá.
Desde el Ministerio lanzó la campaña nacional del calzado escolar y fundó numerosas escuelas. Dio especial apoyo a las escuelas rurales. Nacionalizó colegios que trabajaban con dificultades pero que era necesario sostener. Creó el novedoso servicio de las escuelas ambulantes. Abrió en las escuelas públicas la ayuda alimentaria para niños de menores ingresos.
Al año siguiente, 1941, fue elegido senador por la Asamblea del Departamento de Nariño, y se dedicó a defender la candidatura presidencial de su compañero de luchas políticas, el senador Carlos Arango Vélez. En 1942 volvió López Pumarejo a la presidencia de la república, pero en esta ocasión Gaitán en el Congreso combatió al nuevo gobierno por las actuaciones de ciertos amigos y allegados del presidente.
En 1943, Darío Echandía quien asumió el poder ante una ausencia temporal de López, nombra a Gaitán en la cartera de Trabajo, Higiene y Previsión Social. En este cargo, Gaitán se ve obligado a manejar grandes huelgas en el río Magdalena, en Barranca y en Medellín, tareas en las cuales demostró una vez más su gran compromiso con las reivindicaciones de las clases trabajadoras.
En 1944, Gaitán ya era reconocido y aclamado por el pueblo como un gran caudillo. En febrero de ese año renunció al Ministerio de Trabajo y se dedicó a organizar un movimiento político aprovechando la cantidad de personas que se estaban reuniendo en torno suyo, que se identificaban y se sentían respaldadas con sus ideales.
Durante casi dos años recorrió el país abarrotando plazas donde quiera que llegaba, y repitiendo con su verbo elocuente y poderoso su denuncia contra las prácticas indelicadas que él veía en el gobierno, contra las grandes desigualdades de la riqueza, contra la miseria y la mediatización de los campesinos y los trabajadores, contra el "país político" que veía enfrentado al "país nacional".
Como una extensión escrita de su oratoria hipnotizante, Gaitán funda el periódico "Jornada", dirigido por su amigo el escritor José Antonio Osorio Lizarazo.
El 15 de septiembre de 1945, en el circo de Santamaría fue proclamada multitudinariamente la candidatura presidencial de Gaitán. Los otros eran Gabriel Turbay, como candidato oficial del Partido Liberal, y Mariano Ospina Pérez por el Partido Conservador.
En las elecciones, celebradas el 5 de mayo de 1946, obtuvo mayoría de votos el candidato conservador. Sin dejarse amedrentar por esto, Gaitán enfoca todos sus esfuerzos a reconquistar el gobierno para el Partido Liberal, al mismo tiempo que Turbay, lleno de decepción y de escepticismo, abandonó el país.
El trabajo continuo y pujante de Jorge Eliécer Gaitán, unificó alrededor del caudillo todo el Partido Liberal, asumiendo Gaitán la jefatura del mismo. A principios de 1947 se reunió una Convención Liberal en Bogotá, que expidió una plataforma de acción legislativa cuya defensa Gaitán inició de inmediato en el Congreso. Desafortunadamente, el recrudecimiento de la violencia política de aquellos años produjo el rompimiento de la Unión Nacional, y la retirada de los liberales de sus posiciones en el gobierno.
Al intensificarse la violencia, con la evidente tolerancia de algunas autoridades regionales, Gaitán organizó en febrero de 1948 una multitudinaria y silenciosa manifestación que recorrió la carrera 7a. en Bogotá, desde el Parque Nacional hasta el Palacio de Nariño. En esta ocasión el gran líder pronunció una de sus más brillantes piezas oratorias, "La Oración por la Paz". Tres meses después, cuando salía de su oficina sobre la carrera séptima, el 9 de abril de 1948, el gran líder fue asesinado truncando con tres disparos las esperanzas de cientos de colombianos que veían en el caudillo su salvación.
Gaitán llevaba en su alma el sentimiento del pueblo, porque su sangre era la sangre del pueblo. Nadie habría podido definir mejor que él la situación política y social de aquel entonces. En su sentencia "el país político y el país nacional", sintetiza Gaitán su pensamiento y su realidad.
Jorge Eliécer Gaitán dedicó su vida a luchar por los pobres, los oprimidos; se convirtió en la voz del pueblo ante la "oligarquía plutocrática", que lejos de aceptar sus planteamientos reformistas, demostró una clara antipatía en contra del líder y su pensamiento, pues obviamente se favorecían con la exclusión de las grandes mayorías del poder público y de la fortuna económica.
En cada hecho que analizaba, veía Gaitán un problema social, y para solucionarlos planteó toda su vida la tesis de la participación popular en el gobierno, desde las bases hasta los más altos niveles.
Gaitán, a su regreso de Europa (donde logró aprender algunas nuevas formas de oratoria y agitación), quedó marcado por una gran influencia socialista, que contrastaba duramente con sus tradicionales convicciones liberales, pero que lejos de confundirle y amilanarle (como sucedía con muchos de cuantos iban Europa y al volver quedaban devastados por un pesimismo destructor y simplemente se resignaban a ver a su patria morir aplastada por el peso de sus problemas), creó en él una nueva convicción, por la cual debería buscar incluir bajo el manto individualista del Partido Liberal, la igualdad social y la lucha de clases que proclamaba el socialismo.
Pues aunque Gaitán tenía fuertes tendencias izquierdistas, su corazón y su mente estaban puestas en el liberalismo, así que magistralmente supo combinar las dos teorías, y le demostró al país y al mundo, que el liberalismo puede ser socialista, y por el bien del pueblo debería serlo.
Gaitán propuso una fórmula en la que el liberalismo sería "la herramienta de trabajo, y el socialismo el manantial de ideas motrices, es decir el Liberalismo como partido del pueblo".
En su tesis de grado (Las ideas socialistas en Colombia), Gaitán descubre cómo aun cuando el capitalismo en nuestro país es apenas embrionario, ya se veían grandes sectores de la población afectados, especialmente los campesinos y obreros en quienes concentró su labor. Él toma el ejemplo de Rusia que apenas acababa de tener su revolución, y basándose en él demuestra que sí es posible tener socialismo aunque cuando no se hubiera consolidado el capitalismo.
El caudillo veía cómo gran multitud de colombianos estaba sumida en la pobreza, agobiados de necesidades, de ignorancia y desesperanza, que trataban infructuosamente de mejorar sus condiciones sin apoyo del Estado, que estaba en manos de unos pocos afortunados nada interesados en compartir el poder que poseían y las riquezas que acaparaban descaradamente.
Él luchó desde las filas del liberalismo, pero con una concepción distinta del Estado, pues lo entendía como un defensor eficaz y poderoso de la justicia en las relaciones económicas y humanas entre las clases sociales, y no como un gran aparato policial destinado solamente a conservar el orden establecido, sin espacio para innovar ni mucho menos para revoluciones en favor de las clases oprimidas.
Desde la desgraciadamente famosa masacre de las bananeras, que él mismo investigó, Gaitán sostuvo siempre la necesidad de ejercer un control sobre los monopolios y el capital extranjero, pues en un país tan pequeño, con tan poco capital y un muy reducido mercado interno, las empresas que se formaban tendían a ser de carácter monopolista u oligopolista.
Para él era muy importante el control sobre el capital extranjero, no sólo por la experiencia de las bananeras, sino por la diaria realidad de ese entonces, pues fue él quien advirtió en varias ocasiones la manera como las compañías extranjeras explotaban nuestro petróleo, el oro, el platino, varios ferrocarriles, algunos bancos, el servicio eléctrico y ciertas empresas agroindustriales.
Le preocupaba bastante el hecho de que no se le diera igual trato a los empresarios nacionales y extranjeros, y se extralimitaran las concesiones a los inversionistas foráneos llegando incluso a atropellar los derechos de los ciudadanos comunes con el único propósito de beneficiar la inversión y lógicamente sacar una buena tajada de ella.
Pero de todos los problemas sociales que analizó, y a los cuales dedicó todas sus luchas, el que más le obsesionaba era el problema de la tierra y el campesinado misérrimo. Resaltaba especialmente en este problema, la pésima distribución de la tierra, y denunciaba fieramente a los latifundistas a quienes atribuyó en gran parte la mala situación del campesinado. Gaitán, apoyó con energía en el Congreso de 1936 la expedición de la ley de tierras o Ley 200 que el gobierno del presidente López Pumarejo presentó y logró hacer expedir en aquel año.
Gaitán, advirtiéndole al país que el atraso técnico del pequeño agricultor era uno de los principales factores de miseria y estancamiento, propone un proyecto novedoso : plantea una extensa red de granjas-modelo, de tipo cooperativo, apoyadas por el Estado, que dieran al campesino una capacitación técnica, organización social y educación para sacarlo de su posición y para dignificarlo.
Además del campo, Gaitán prestaba especial interés hacia el área de la educación, pues por su propia experiencia, sabía que la educación es uno del los pocos medios que le quedaban a las clases menos favorecidas para buscar un mejor porvenir. El veía en la educación la más amplia vía de redención y de ascenso de las clases pobres.
En su programa presidencial, el impulso a la instrucción, especialmente a la primaria, ocupó un puesto de importancia predominante y en sus transitorios pasos por posiciones gubernamentales, Gaitán hizo ostensible su predilección por el desarrollo de la educación y por la protección a la infancia pobre, con programas como el del calzado escolar, las ayudas alimenticias, guarderías populares, etc.
En el parlamento y en el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social defendió el derecho a la huelga y el derecho impostergable a la sindicalización. Él propuso y apoyó enfáticamente desde 1931 varios proyectos de protección y benefició a los trabajadores en materia de salario mínimo, descanso remunerado, servicio médico, calzado obrero, previsión social, seguridad industrial, higiene en las fábricas y remuneración justa.
El caudillo propuso también la creación de talleres populares, para dar empleo a gentes de pocos recursos y para que ellas satisficieran con su trabajo muchas de sus propias necesidades en materia de alimentos, vestuario, vivienda, mobiliario, transporte, etc.
Jorge Eliécer Gaitán dio también suma importancia al hombre en sí, su dimensión ante la vida y los sueños. Siempre aspiró a que todo ser humano, por humilde que fuera, alcanzara un grado de respetabilidad por su proyección sobre la humanidad. Según Gaitán, la "revolución se hace para restaurar la justicia y para colocara a cada hombre en su lugar. No se hace tan solo para resolver un problema de desigualdad económica y social, sino para resolver el gran problema del hombre. Y no se hace solamente contra las dictaduras humanas, sino contra la dictadura de las estrellas también".
Por los principios socialistas de Gaitán, él siempre concibió al individuo como parte de una sociedad, y por lo tanto limitaba en cierta forma sus acciones dentro de la misma.
Es decir, nunca concibió que pudiese uno "someter sus acciones al capricho individual, a la vanidad íntima, olvidando que nuestra misión es simultánea, sobre planos colectivos". Sin embargo, tampoco se fue al extremo de cercenarle a la persona su derecho a ser un individuo, capaz de decidir por sí mismo y siguiendo sus intereses.
Dentro de esa concepción, ya que todos formamos parte de una sociedad, pero al mismo tiempo somos individuos responsables, debemos buscar un Estado que nos beneficie a todos, sin necesidad de volver pobres a los poderosos, pero con la obligación de mejorar la situación de los necesitados, es decir, como Gaitán mismo resumía: "No soy enemigo de la riqueza sino de la pobreza. No se trata de arruinar a los que han logrado bienes con su esfuerzo, sino lograr que los desposeídos mejoren su situación en las proporciones a que tienen derecho. En una palabra, queremos que la riqueza del país aumente en forma proporcional y justa. No es posible conseguir la elevación del nivel de los colombianos sin un desarrollo creciente de la riqueza nacional".
Gaitán no pretendió nunca salirse de la ley, pues él, en su calidad de abogado, de figura publica, y sobre todo de emblema de honestidad de lucha y entrega ; no podía traicionar a todo un pueblo que confió en él y que él supo encarnar. Por esto, sus políticas y proyectos aunque revolucionarios y reformistas, jamás abandonaron ese esquema de legalidad y transparencia que lo acompañaría hasta el final de sus días.
"Nunca trató de utilizar su sistema para reñir con la justicia y la realidad sociológica". Siempre la disciplina fue una constante en sus intervenciones, y aunque el lenguaje volcánico y el contenido explosivo de sus discursos hubieran bastado para desatar más de una revuelta, supo siempre guiar por buen cauce la voluntad de aquellas enormes y fervorosas masas que constantemente lo acompañaron.
Gaitán siempre supo mostrarse como un orador maduro, desprovisto de exhibicionismo, que ha superado el afán de satisfacer a las masas, y que procura que el pueblo comprenda que antes que los íntimos pensamientos, existe la concepción de la patria y el respeto de la Constitución y la ley, que detienen el poderío de nuestro fervor.
Jorge Eliécer Gaitán, era un astro con la palabra, un magnífico orador, capaz de cautivar multitudes con sus promesas de igualdad, liberación y prosperidad. Pero en todo momento fue más allá del discurso, y convirtió el sustantivo en verbo cada vez que tuvo la oportunidad. Aprovechó cada una de sus estaciones en el poder para hacer realidad aquellas ideas que le había expuesto al pueblo.
Por esto, por sus dotes de orador, su ideología revolucionaria, sus promesas de prosperidad y sobre todo por sus acciones que confirmaron fielmente sus palabras, Gaitán se convirtió en una figura amada por el pueblo, en una esperanza de igualdad y, finalmente, en un mártir, que al morir nos dejó un legado que no podemos olvidar: sí es posible salir adelante, si realmente se cree en lo que se lucha.
Gaitán sin duda estaba en lo cierto cuando se autoproclamó como un pueblo, pues el país entero se encargó de confirmarlo no solamente en las plazas, mientras vivió y llamó las multitudes, sino también en la fatídica tarde de su muerte, porque Roa Sierra no asesinó a un hombre, mató a miles de colombianos que salieron de sus casas con una esperanza, pero volvieron sin vida a su hogar.
REFERENCIAS
David Leonardo Gómez Manrique
Universidad Central,Bogotá, 1998