23 de febrero del 2003
Isaac Bigio
Analista Internacional
Podríamos resumir en 4 grandes grupos a las distintas opiniones sobre una eventual guerra entre Washington y Bagdad. El primer campo está liderado por Bush y Blair quienes piden una intervención pronta. El segundo campo está timoneado por Chirac, Shroeder y Putin y busca desarmar a Hussein haciendo lo posible por evitar una sangrienta confrontación bélica. Ambas posiciones polarizan al consejo de seguridad de Naciones Unidas, a la OTAN y a la Unión Europea. Las otras 2 posiciones son fuertes dentro de los millones de marchistas anti-guerra. Por un lado están los pacifistas y por otra los antiimperialistas.
Los argumentos de los intervensionistas se basan en la conjetura que Hussein es una amenaza para el orden global. Posee armas de destrucción masiva que eventualmente podrían ser usados por grupos terroristas contra occidente, así como antes las ha usado contra Irán y civiles de su propio país. Un deber moral para con el pueblo irakí consiste en deponer a su dictador. Su caída ayudará a ir socavando a los estados parias que son la principal amenaza para el mundo de la postguerra fría. Serviría para que Corea del Norte, Irán, Cuba o Libia dejen de fabricar armas de destrucción masiva o alentar terroristas. Un eventual ataque unilateral preventivo podría justificarse, aunque Naciones Unidas no lo ampare, debido a que es necesario que todo país obedezca las resoluciones de la ONU y a que a la postre el propio pueblo iraquí será el más beneficiado. Permitir que Saddam sobreviva es un costo peor que una guerra. Su derrumbe permitiría a liberalizar a Irak y al medio oriente.
Para quienes buscan que la comisión inspectora sea quien desarme a Irak ir hacia una intervención es prematuro y podría desestabilizar toda la región. Bagdad ya no es una amenaza para ninguno de sus vecinos. Ha sufrido mucho con la derrota de Kuwait y con las sanciones y el grueso de su arsenal ha sido desmantelado. Una guerra al margen de Naciones Unidas atentaría contra el rol de ésta y transformaría a una super-potencia en la única autoridad del planeta. Hay otros dictadores como Hussein y algunos de ellos tienen peores armas. La mejor manera de recortar su poder es con presiones diplomáticas. No se ha probado que Bagdad tenga armas de destrucción masiva y menos aún lazos con Bin laden. Una guerra contra Hussein podría empujar a éste a aliarse a Al Qaeda y a poder canalizar algunos gases a los terroristas.
Los pacifistas creen que la guerra producirá decenas de miles de muertos y que las decenas de miles de millones de dólares que costarán ésta mejor serían utilizarlas en un combate mundial contra el SIDA y la miseria. La democratización de Irak será obra de su propio pueblo quien la conquista con movilizaciones internas. La democracia no podrá ser impuesta por las bayonetas de una potencia foránea quien, además, tiene un historial de haber promovido sangrientas tiranías desde Chile hasta Indonesia. EEUU tiene cientos de veces peores armas de destrucción masivas que Irak con las cuales puede aniquilar a la humanidad. Acaba de usar algunas de éstas en Afganistán y se prepara para lanzar mini-armas nucleares contra Irak. Mientras se quiere sumir a la cuna de la civilización en escombros se alientan a regímenes como Israel o Pakistán que sí tienen armas nucleares, han guerreado contra sus vecinos y masacran minorías.
Los antiimperialistas postulan que el principal peligro para la humanidad es EEUU y las grandes potencias. La dictadura de las multinacionales viene acentuando la diferencia entre pobres y ricos, obligando al Tercer Mundo a tener que hambrear a sus pueblos para ofrecer las mejores posibilidades a los inversionistas para que lucren e inviertan. Evitar que la guerra se de o buscar la derrota de los anglo-americanos en caso de producirse ayudaría a fomentar la protesta social y las revoluciones. Contener o derrotar a Bush ayudaría a debilitar a los 'amos del mundo', al militarismo y al racismo, y a que los trabajadores impongan mejores salarios y condiciones laborales. Para los nacionalistas islámicos hay que defender la soberanía de sus naciones frente a occidente. Para los anti-capitalistas se debe aprovechar la lucha anti-guerra para reactivar las protestas anti-globales e ir hacia un mundo equitativo deponiendo al mercado.
Los primeros dos campos acusan a los dos últimos de ser utópicos e irreales. Todos admiten que Irak tiene el segundo yacimiento de oro negro del medio oriente. Para los anti-guerra el conflicto es una cobertura de las multinacionales anglo-americanas para adueñarse de los pozos mesopotámicos. Los intervensionistas pueden aceptar que el petróleo juega un rol en esa guerra y son los lazos de las corporaciones francesas y rusas con Hussein quienes empujan a París y Moscú a una actitud más complaciente. El control de los hidrocarburos, aceptan, ayudaría a levantar a las economías occidentales.
La posición bisagra la constituye la de Chirac-Shroeder-Putin. Para lograr el apoyo de éstos Hussein acepta desmantelar sus armas y EEUU se vale de ello y de las inspecciones para irlo debilitando. Para lograr ampliar su predicamento las marchas anti-guerra se llenan de políticos que se oponen a una guerra unilateral pero que aceptarían una guerra sin el veto de Francia, Rusia o China. Con su actitud contestaria ante EEUU, el eje galo-germano apunta a una mayor autonomía de la Unión Europea. Los pacifistas y antiimperialistas piensan que, aunque la guerra sea inevitable, ellos vienen avanzando dentro de la opinión pública para conseguir sus respectivas agendas. A pesar de la aparente hostilidad entre Bush y Chirac, los republicanos estadounidenses pueden sacar provecho de los conservadores franceses en ir domesticando a Hussein y a la oposición anti-guerra.
Tomado de www.mbr200.com
Regresar