17 de marzo

4 de marzo del 2003

5.012 razones a favor de la guerra

Santiago Alba Rico
Novas de Galizia

Hay al menos doce razones para apoyar la guerra contra Irak: que Sadam Hussein es un malvado, que no podrá oponer resistencia, que necesitamos petróleo bueno y barato, que la economía se ha estancado, que nuestros misiles enmohecen en sus ojivas, que hay que probar nuevas armas de destrucción, que a Israel le conviene, que a Rusia no le conviene, que nos gustan los espectáculos fuertes, que nos gusta sentirnos civilizados, que algunos musulmanes no aprecian lo que hacemos por ellos y, en general, que tenemos altísimos principios y bajísimos instintos. Podrían aducirse otras cinco mil razones, incluidas la de que el mundo es redondo, la orquídea es una flor del orden de las monocotiledóneas y Kafka nació en Praga en 1883.

Sólo hay dos razones, en cambio, para rechazar la guerra.

La primera es, si se quiere, altruista. Al contrario que el Derecho, la moral debe ser sumarísima: si uno ve a diez personas golpeando brutalmente a una sola, no se pregunta si la víctima es carterista o si ha dado un tirón a un viandante; interviene (o al menos se escandaliza) con la misma rapidez, y por los mismos motivos, por los que retiraría la mano del fuego. Nadie que tenga una raíz moral en el mundo permanece indiferente ante un linchamiento. Cuando en vez de diez son mil personas dotadas de una fuerza que no admite defensa y linchan no sólo al presunto carterista sino también a su mujer, a sus hijos, a sus tíos y a todo aquel que mantiene algún tipo de relación con él -de parentesco o de vecindad- el linchamiento se llama progromo. Si el progromo lo organiza un Estado y utiliza misiles balísticos, bombas de racimo, uranio empobrecido y amenaza con usar armas nucleares, el progromo se llama genocidio. No importa cuál sea nuestra ideología o nuestras creencias: el genocidio lo prohiben por igual Dios, la ética y la ONU.

La segunda razón es quizás -al menos por oposición a la primera- egoísta. La Primera Guerra Mundial no evitó la Segunda y la Segunda trajo consigo nuevas amenazas objetivas que generalizaron la conciencia de evitar por todos los medios una Tercera. La voluntad declarada por parte de EEUU de operar al margen del frágil ordenamiento jurídico internacional creado en 1945 -que ellos mismos ayudaron a establecer y que han trampeado durante sesenta años sin retirarle al menos su reconocimiento formal- se produce en un contexto tecnológico y social aún más peligroso que aquél en el que la Alemania nazi abandonó la Sociedad de Naciones en 1936. En un mundo devastado por el hambre, la miseria, la violencia y la opresión y en el que la potencia destructiva de la tecnología armamentística, y su distribución y circulación, han alcanzado dimensiones no ya planetarias sino "universales", la agresión a Irak amenaza con "globalizar" la inseguridad a todas las escalas y todos los niveles, sin distinción de clases ni de continentes. Después de eso, ningún sueldo, ninguna casa, ningún ejército nos garantizará la inmunidad.

Pero hay, por último, una tercera razón, en este caso política. El terror del proyecto hegemonista de EEUU (ese "fascismo democrático" del que hablaba Brecht) busca no sólo asegurar el control de la economía mundial y la reconfiguración de las relaciones internacionales; busca asimismo desactivar por adelantado cualquier alternativa o proyecto político que ponga en cuestión sus objetivos, desde los pacifistas de ANSWER a los islamistas de Al-Qaida, también en este caso sin distinción. La política misma, en todas sus variantes, es incompatible con el tipo de inseguridad y desorden que el lichamiento de Irak se propone a conciencia establecer: el miedo disuelve todos los lazos y todas las formas de organización. Por eso también debemos oponernos a una "guerra" que, en realidad, es el primer acto de un golpe de Estado en el marco de un mundo inevitablemente "global" -el equivalente para todos de lo que fue el bombardeo de La Moneda para Chile en 1973. Que no nos angustie ni nos inquiete la acusación de "hacerle el juego" a Sadam. Hay que cargar con eso. Durante la Segunda Guerra Mundial, la izquierda tuvo que cargar también con la responsabilidad de apoyar contra Hitler a la Inglaterra de Churchill, un imperialista que había gaseado kurdos en los años 20, o a los EEUU de Truman, que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. La izquierda no ganó nada entonces, como tiene poco que ganar ahora, salvo porque puede perderlo todo. En circunstancias como éstas, entre Bush y Sadam, hay que elegir al más moderado, al menos peligroso, al menos destructivo para el conjunto de la humanidad. La única posibilidad (como reconocen los propios comunistas iraquíes, torturados y perseguidos por el régimen) de democratizar Irak, es evitar que sea reemplazado por un clon pro-estadounidense.

Tenemos, pues, 5.012 razones para apoyar la guerra y sólo dos y media para rechazarla. Que cada cual decida cuántas razones quiere tener de su parte.

Tomado de Rebelión

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