30 de marzo del 2003
Iraquíes alimentan a marines hambrientos
La Jornada
AGENCIAS
"Jamás pensé que un huevo duro pudiera ser tan delicioso", decía extasiado un soldado en el frente, mientras devoraba literalmente ese "manjar" obsequiado por la población civil iraquí, expulsada por el avance de la guerra.
Sin embargo, contra toda lógica, no se trataba de un guardia republicano o de un integrante de las milicias de resistencia, sino de un marine estadunidense.
Porque según consigna un despacho de Afp, corresponsales constataron que infantes de marina estadunidenses, cuyas raciones de alimentos se han agotado desde hace varios días, consumieron sin temor a ser envenenados la comida que les ofrecieron civiles iraquíes que huyen de los combates en el centro de Irak.
A miles de kilómetros de distancia, en la confortable sala de prensa del Departamento de Defensa, un portavoz del Pentágono aseguraba a los reporteros que sus fuerzas no tienen problema alguno de aprovisionamiento.
"No hay ningún problema (...) el agua, la comida y las municiones son entregadas normalmente", afirmaba enfático el general Stanley McChrystal. "El despacho de los equipos y de otras cosas son siempre un desafío en un campo de batalla, pero todo va muy bien."
Todo esto tiene que ver con la táctica de las fuerzas angloestadunidenses de evitar los focos de resistencia camino a Bagdad, lo cual tornó vulnerables las caravanas de reabastecimiento terrestre. Eso obligó a los aliados a detener su avance hacia la capital en espera de agua, alimento, tropas, tanques, municiones y combustible, apuntaron comentaristas y analistas en Washington.
Por ello, los soldados de una división de vanguardia de los marines, aislados del convoy de aprovisionamiento, bloqueado en la retaguardia, comenzaban a sufrir por falta de agua y alimentos. Después de haber avanzado durante tres días en medio de violentos combates, la división se detuvo 250 kilómetros al sur de Bagdad para esperar abastecimiento.
Fue donde los militares entraron en contacto con dos autobuses de civiles iraquíes que venían huyendo del sur, contó Kenneth Wilson, un sargento que habla árabe.
Los iraquíes, que se habían preparado para huir lejos de las líneas del frente, llevaban para su travesía "carneros y pollos y habían cocinado huevos y papas", relató Wilson.
Al pasar por el campamento militar, los dos autobuses se detuvieron y las mujeres dieron comida por las ventanillas a los soldados hambrientos, quienes se mostraron encantados por el inesperado "banquete", pues desde hacía dos días estos infantes de marina economizaban sus raciones y comenzaban a sufrir por falta de agua.
"Nos dieron huevos y papas. Pienso que la población local nos agradece y quiere ver la caída de Hussein. Fue un gesto muy hermoso", estimó el soldado Tony García.
Mientras los soldados se lanzaban sobre la comida que les ofrecían los iraquíes, un médico de los marines les advertía a gritos que esos alimentos podían estar envenenados.
Ignorándolo por completo, los soldados se pusieron a preparar un fondue con queso australiano, pero devoraron las papas antes de que el queso se derritiera.
Tomado de La Jornada
Regresar