Miércoles 19 de marzo de 2003
Carta desde Bagdad de 6 Brigadistas contra la Guerra
Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
A nuestros familiares, compañeros/as, amigos/as, querido/as todos/as:
Teresa, Maria Rosa, Ana, Mino, Pepe y Carlos hemos decidido permanecer en Bagdad una vez se inicie el asalto militar de EEUU y sus aliados contra Iraq y cuando haya sido evacuada la brigada de Eukal Herria, la quinta de las que en el marco de la iniciativa Brigadas a Iraq contra la Guerra han viajado a este país en el transcurso de este mes.
Contamos para ello con la aceptación de nuestros interlocutores irradies, siempre respetuosos, quienes, sin embargo, nos habían pedido que abandonásemos Iraq por nuestra propia seguridad. Contamos para ello también con el apoyo de los amigos que en estos años hemos hecho aquí, y que se han comprometido a velar por nosotros y nosotras como de sus propias familias. Finalmente, contamos con el expreso amparo, en caso de necesidad, de la embajada de Cuba en Iraq, una de las pocas representaciones diplomáticas que han decidido permanecer abiertas en Bagdad, dando con ello un nuevo ejemplo de la solidaridad internacionalista del gobierno y el pueblo cubanos. Hemos adoptado además medidas básicas de protección y avituallamiento.
No se vea en nuestra decisión insensatez o presunción alguna. No es de nosotros y nosotras seis de quienes debáis preocuparos: preocuparos esencialmente por la suerte de este pueblo, al que hemos vinculado libremente la nuestra propia. Pero la nuestra no es tampoco una opción personal: nos quedamos aquí para seguir reivindicando -de igual manera que lo seguiréis haciendo vosotros y vosotras allá- el derecho de los pueblos a la autodeterminación, a la soberanía, a la gestión popular de sus recursos, a una democracia autentica cimentada en el disfrute de derechos sociales y económicos inalienables. Sintiéndonos parte del poderoso movimiento internacional y del Estado español contra la guerra, reclamamos vuestra atención y protección no sobre nosotros y nosotras sino sobre este pueblo y estos principios.
Quienes de entre nosotros venimos viajando a Iraq en estos años o quienes lo han hecho por primera vez en estas semanas, no imaginamos abandonar ahora este país, aun cuando nuestra presencia pueda ser considerada ya inútil. Hemos visto a esta gente -en sus hogares, en sus centros de trabajo, en la escuelas o en la universidades, en las tiendas o los tenderetes de la calle- afrontar colectivamente, unidos y solidarios, un infortunio impuesto sin compasión alguna, una guerra soterrada y permanente, la violencia insoportable y diaria del embargo, y todo ello con tesón, laboriosidad y animo, siempre con una pronta y luminosa sonrisa. Pese a provenir de un país agresor, no hemos recibido hasta hoy mismo -apenas ya 48 horas antes de que empiecen los bombardeos- mas que afecto y agradecimiento.
Como el propio pueblo palestino, el pueblo iraquí, inerme y exhausto como está tras 12 años de sanciones y agresión militar permanente, es sin embargo un pueblo victorioso, que no se ha doblegado, que ha sido capaz de salir adelante, que mantiene su dignidad y su fe en si mismo y en el futuro, ansioso por aprender y prosperar, por vivir finalmente en paz. Quienes han decidido atacar este país -también nuestro propio gobierno- lo hacen, antes incluso que para apoderarse de sus riquezas petrolíferas o para eliminar a sus dirigentes, para domeñar este espíritu soberano en esta zona de pueblos y regímenes sometidos y derrotados: será un crimen ignominioso.
Los gobiernos implicados en este genocidio están procurando convencer a los medios de comunicación y a los internacionalistas aun presentes en Iraq de que abandonemos el país. Nadie conoce a ciencia cierta qué puede ocurrir en los próximos días y semanas, pero esta claro que los agresores -tampoco el gobierno español- no quieren que haya testigos o, dispuestos como están a usar todo su poder militar contra este pueblo a fin de aplastar cualquier posible resistencia, no quieren victimas con apellidos y rostros occidentales: como el millón y medio de civiles asesinados por las sanciones, los muertos iraquíes no tendrán ni cara ni nombre. Para los seis brigadistas tienen ya cara y nombre, y cuando regresemos llevaremos como testimonio sus miradas, el timbre de sus voces, sus francas sonrisas.
Con todo nuestro afecto desde Bagdad
Maria Teresa Tuñon Álvarez, Maria Rosa Pañarroya Miranda, Ana Maria Rodríguez Alonso, Belarmino Marino García Villar, José Bielsa Fernández, Carlos Varea González.
Bagdad, 18 de marzo, 2003
Tomado de Rebelión
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