17 de marzo

28 de septiembre del 2002

Asalto contra Irak

Ángeles Maestro - Carlos Varea

Ante los ojos del mundo se está preparando la consumación de la masacre de un pueblo. Esta vez la potente maquinaria estadounidense, experta históricamente en construir pretextos para sus intervenciones militares en el mundo, no ha logrado establecer pruebas concluyentes que justifiquen sus acusaciones de que Irak sea una amenaza para cualquier país, y mucho menos para EEUU.

Muy al contrario, los informes de expertos y comisiones de la ONU confirman el desarme estratégico de un país devastado por los efectos de los ataques militares y de un embargo genocida. Los 42 días de bombardeos en 1991, en los que se arrojaron sobre Irak 88.500 toneladas de bombas de una potencia equivalente a siete veces y media la de Hiroshima, los ataques militares constantes de EEUU y Gran Bretaña y el efecto destructor de un embargo que dura 12 años, directamente responsable de la muerte de 800.000 niños menores de cinco años, hablan por sí solos.

Ya en octubre de 1994 la UNSCOM y la Agencia Internacional para la Energía Atómica dieron por concluida la primera fase del desarme iraquí: la destrucción de los arsenales de armamento estratégico y el desmantelamiento de los medios materiales para su reconstrucción. Se ponía entonces en marcha el denominado sistema de verificación, para impedir el rearme iraquí, consistente en el control permanente de más de 400 instalaciones civiles y militares. De hecho, a finales de ese año, Francia, Rusia y China plantearon en el Consejo de Seguridad, sin éxito, elaborar un calendario para el levantamiento del embargo: la propuesta se basaba en el apreciable grado de cumplimiento por parte del Gobierno iraquí de las obligaciones impuestas al final de la Guerra del Golfo (resolución 687) y en el grave impacto humanitario de las sanciones.

Cuatro años después, a finales de 1998, el desarme estratégico de Irak era incuestionable. Scott Ritter, ex marine de la Guerra del Golfo y durante siete años el jefe de los inspectores de la UNSCOM, ha señalado reiteradas veces que el desarme estratégico de Irak podría cifrarse entonces en un 90-95% y que pretender alcanzar el restante 5-10% es literalmente imposible. El aviso del comienzo de la Operación Zorro del Desierto, en diciembre de ese año, determinó la precipitada salida de Irak de los inspectores de la UNSCOM, no ninguna orden de expulsión de Sadam, como se afirma ahora, tergiversando los hechos.

EEUU y Gran Bretaña intentaron sin éxito implicar a Irak en los atentados del 11-S. Ahora, la despreciativa respuesta de las administraciones británica y estadounidense a la reciente decisión del Ejecutivo iraquí de permitir, sin condiciones, el regreso de los inspectores, muestra que la decisión de un nuevo ataque contra Irak ya está tomada y que ésta tampoco tiene que ver con el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, tampoco, por supuesto, con la naturaleza de su sistema político.

El informe de los servicios secretos británicos, hecho público por el Gobierno de Blair, confirma la falta de pruebas sobre el rearme iraquí. De hecho, el informe fue elaborado en marzo pasado pero no fue hecho público entonces por la inconsistencia de su contenido.


1 El control del petróleo iraquí y el rediseño de las fronteras de los países de Oriente Medio a la medida de los intereses anglosajones e israelíes, incluyendo el aplastamiento definitivo del pueblo palestino, son los objetivos reales y explícitos de una desmesurada operación bélica destinada a imponer en Irak un gobierno títere, incluso una restauración monárquica, para cuyo mantenimiento será necesario ocupar el país 15 años con 75.000 soldados de EEUU y 35.000 de Gran Bretaña.

Ángeles Maestro es responsable de Solidaridad Internacional de IU

Carlos Varea es coordinador de la Campaña Estatal por el Levantamiento de las Sanciones a Irak

Tomado de Rebelión

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