6 de septiembre del 2002
Alan Woods
El Militante
El sonido de los tambores de guerra procedentes de Washington, según pasan los días es más alto e insistente. Los observadores políticos están ocupados examinando cada matiz de los discursos que salen de Washington, como los adivinos de la antigua Roma que adivinaban el futuro a partir de las entrañas de los animales muertos, aunque con escaso éxito. El propio presidente Bush se ha mantenido muy silencioso, a parte de insistir en que el objetivo de su política en Irak es el "cambio de régimen", es decir, derrocar a Saddam Hussein mientras insiste en que él es un "hombre paciente".
La implicación es que se debe tomar la decisión final sobre la actuación militar. Pero parece poco probable. Después de tanta furia y ruido público, una vuelta atrás supondría una pérdida de prestigio para George W. Bush. El presidente guarda silencio pero otros hablan por él (y se llevan las críticas). El vicepresidente Cheney insiste en que la decisión se debe tomar y que "los riesgos de la inactividad son mayores que el riesgo de la acción". Esta sin duda es la auténtica voz de la administración Bush.
Las recientes declaraciones de Bush, Cheney y Rumsfeld no dejan ninguna duda sobre las intenciones de la camarilla dominante de EEUU. Están impacientes por lanzar una operación militar contra Irak. Han dejado claro que el Presidente no tiene porque consultar al Congreso antes de comenzar las hostilidades y que el apoyo de los Aliados de EEUU tampoco es una condición necesaria. Por supuesto que no hay nada nuevo en la afirmación de que la Casa Blanca no tiene que pedir permiso al Congreso para declarar una guerra. La última vez que lo hizo fue en 1941 ¡en vísperas de la guerra contra Japón! Desde entonces, EEUU ha participado en cientos de acciones militar en suelo extranjero y nunca ha consultado a los representantes electos de la nación. ¡Siempre es posible encontrar alguna justificación para una buena causa!
Los más cautos naturalmente piden que la cuestión se ponga en manos de las Naciones "Unidas", ¡como si eso garantizara que no habrá guerra! En realidad, es posible que la ONU, finalmente, acepte una acción militar contra Irak, como hizo (no debemos olvidarlo) hace diez años. Los estadounidenses cuentan con muchos recursos para obligar a la ONU. Sin embargo, Bush está dispuesto a evitar a las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, porque teme el veto a EEUU, posiblemente de los rusos, aunque no sólo de ellos. China -miembro permanente del Consejo de Seguridad- se ha opuesto a cualquier ataque sobre Irak. El 28 de agosto tanto India como China volvieron a repetir sus objeciones a cualquier acción militar contra ese país.
Como era de esperar, Saddam Hussein ha respondido a las amenazas de Washington con el juego del gato y el ratón, en el cual destaca. Los estadounidenses comprenden que maniobrando sobre la cuestión de permitir a los inspectores la entrada, Saddam podría retrasar los planes bélicos estadounidenses durante meses o años, especialmente ante la dificultad que supone luchar durante el verano iraquí. Esto es lo que quieren evitar a toda costa.
Estas maniobras diplomáticas de Bagdad explican por qué el discurso de Cheney la semana pasada, se centro en la inutilidad de la inspección del armamento. Saddam Hussein, según Cheney, "gobierna un régimen totalitario que ha convertido en ciencia el engaño a la comunidad internacional". EEUU le acusa de tener ya armas biológicas y químicas, que está intentado fabricar armas nucleares y por eso hay que detenerle. Siguiendo la dirección de Cheney, Rumsfeld comparó la postura del presidente George Bush con relación a Irak, con los avisos de Wiston Churchill en los años treinta ¡contra el ascenso de la Alemania nazi!
Todo está muy bien, excepto por que a diferencia de la Alemania de Hitler en los años treinta, Irak lleva diez años sufriendo un ataque mortal que prácticamente ha destruido su maquinaria de guerra. Desde entonces, ha estado sometido a un violento embargo económico que ha destruido todo su potencial industrial y económico. Han examinado exhaustivamente sus instalaciones militares y civiles. Los antiguos inspectores de armas de la ONU han declarado que es físicamente imposible que Irak pueda reconstruir su industria armamentística desde que ellos abandonaron el país.
El coro de críticas ha sido muy estrepitoso en todo Oriente Medio. Arabia Saudí, un firme aliado de EEUU, ha descartado el uso de sus bases para un ataque a Irak, una postura que no ha cambiado ¾públicamente al menos¾ según la reunión del 27 de agosto en el rancho tejano de Bush entre el presidente y el embajador Saudí.
El ministro de exteriores de Qatar, un pequeño emirato del Golfo donde el ejército estadounidense tiene bases y que se ha propuesto como un posible centro de mando alternativo para la guerra, visitó recientemente Irak para expresar su oposición a la acción militar. Pero más significativo aún es que el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, dijera en un discurso el pasado 27 de agosto, que en caso de un ataque estadounidense a Irak, "ni un solo líder árabe será capaz de controlar la explosión de furia de las masas".
Estas voces de aviso son una expresión de la difícil situación de los regímenes árabes pro-occidentales. No hay un solo régimen estable en todo Oriente Medio. Un ataque estadounidense a Irak actuaría como una cerilla en una pradera seca. Los regímenes árabes derechistas podrían caer como fichas de dominó. The Economist (29/8/2002) admitía que "el temor a la furia popular ayuda a explicar las posturas públicas que han adoptado los líderes árabes, los estadounidenses dicen que en privado son menos inflexibles ante una acción militar".
Con estos avisos desesperados de los regímenes amigos de Oriente Medio ¿por qué Bush hace oídos sordos? ¿Por qué insiste en mantener el choque actual, incluso a costa de preparar una reacción violenta en toda la región?
En parte, es una continuación de la lógica del papel mundial de EEUU después del 11 de septiembre, cuando Bush en la práctica se abrogó el derecho de intervenir militarmente contra cualquier país del mundo, y de esta forma, ha hecho trizas todas las leyes básicas que han regido las relaciones internacionales desde el siglo XVII. Esto, a su vez, es el resultado de una situación sin precedentes desde la caída de la URSS, cuando todo el mundo está dominado por una sola superpotencia que es responsable de aproximadamente el 40 por ciento de la producción militar del mundo.
EEUU piensa que puede desafiar con toda seguridad las opiniones del resto del mundo, y actuar como ellos quieran, siguiendo la lógica de "¿quién puede detenernos?" La derrota y destitución de Saddam Hussein sería una advertencia peligrosa para los pueblos de todo el mundo y, especialmente, para Oriente Medio: ¡hacéis lo que decimos o debéis ateneros a las consecuencias!
También, por supuesto, hay factores económicos importantes en esta ecuación. La lucha en Oriente Medio está estrechamente vinculada a la cuestión de quién controlará los recursos petroleros del mundo (no hay que olvidar que George W. Es un petrolero). Con el mundo en medio de una recesión económica de longitud y duración inciertas, EEUU está ansioso por poner las manos en las principales palancas del poder económico mundial, en particular, busca garantizar sus suministros de petróleo. Irak cuenta con las segundas reservas conocidas de petróleo más grandes del mundo. No es una cuestión secundaria, especialmente cuando Arabia Saudí es presa de una gran inestabilidad.
Últimamente, las relaciones entre Arabia Saudí y EEUU ya no son lo que eran. El régimen Saudí cada vez es más inestable e incapaz de controlar los acontecimientos dentro de su país. Ni siquiera ha podido atacar seriamente a al Qaeda. La perspectiva es que el régimen pro-estadounidense pudiera ser derrocado. En este caso, las tropas estadounidenses con base en Arabia Saudí se moverían para ocupar la estrecha franja costera donde se concentra el petróleo, y consideradamente, dejarán la tierra para los habitantes.
La turbulencia en Oriente Medio, que no muestra signos de agotamiento, podría estallar con el inicio de la guerra, y amenaza con provocar un profundo aumento de los precios del petróleo, y sobre ellos, EEUU no tendría ningún control. Esto, a su vez, haría que la economía estadounidense y la mundial entrasen en una caída en barrena incontrolable.
Si los estadounidenses pudiesen poner las manos en el petróleo iraquí, obtendrían una especie de póliza de seguros para el futuro. Estarían en una situación, en teoría, de extraer masivas cantidades de petróleo, y de esta forma, mantener bajos los precios, mientras que garantizan el suministro futuro para EEUU. La condición previa es la destitución de Saddam Hussein. Y esto no se puede conseguir con medios pacíficos.
Sin embargo, todo el plan es muy defectuoso desde el punto de vista del imperialismo. La camarilla belicosa que controla la Casa Blanca no ha pensado las cosas hasta el final. La destitución de Saddam Hussein no se puede conseguir sólo con bombas. En Irak no existe una fuerza similar a la Alianza del Norte de Afganistán. Para conseguir este objetivo (y Bush no oculta que ese es su objetivo), EEUU necesita desplegar una gran fuerza terrestre. Además, el conflicto no sería fácil ni corto. EEUU podría estar empantanado durante años en una aventura militar sangrienta, que encendería las llamas en todo Oriente Medio. Estas consideraciones han provocado desavenencias profundas en la administración y obligado a Bush a retrasar sus apreciados planes bélicos.
La administración está profundamente dividida y las divisiones en sus filas han aparecido -de una forma sin precedentes- en las páginas de la prensa. Los discursos de Rumsfeld y Cheney formaban parte de esta lucha fraccional interna, en la cual James Baker, secretario de estado con el padre del presidente George W. Bush, ha pedido cautela. Como Baker también dirigió la campaña legal en Florida que ganó George W. Bush, esta oposición tiene un carácter significativo.
Las advertencias de Baker destacan los riesgos de una acción militar unilateral: la escala de la operación; el enorme coste financiero y los peligros de las alianzas de mucho tiempo en Oriente Medio y en otras partes. Otros han insistido en el riesgo de que una invasión pueda provocar que Hussein pueda utilizar las armas que todavía tiene contra Israel.
El secretario de estado Colin Powell, que también tiene sus propias ambiciones presidenciales, ha utilizado los temores de los líderes europeos y los estados árabes, particularmente el Saudí y el egipcio, para movilizar la oposición a la guerra entre los sectores tradicionalmente aislacionistas del establishment republicano. Esto sin duda ha complicado la vida a Bush, Rumsfeld y Cheney. Pero sería ingenuo pensar que este es un factor determinante.
Según cabe suponer, los aliados "amantes de la paz" de Powell, Bren Scowcroft, Norman Schwarzkopf, James Baker y los demás, nunca se han opuesto en principio a una invasión de Irak. Sus comentarios simplemente insisten en que la invasión se debe realizar en nombre de la coalición contra el terrorismo y no destruir esta coalición. No se oponen a la guerra, sino a la ruptura de la coalición aliada.
La postura de Rumsfeld-Cheney es que las innovaciones en la guerra han hecho posible lanzar un ataque sobre Irak sin basarse en los socios de coalición árabes o europeos. Se han convencido de que Saddam puede ser destituido sin la necesidad de desplegar un número masivo de tropas terrestres. Según esta teoría las nuevas tecnologías permitirán a la fuerza aérea y al Comando de Operaciones Especiales (SOCOM) destruir el régimen del presidente iraquí. Esto es una suposición imprudente. Cualquier ataque sobre Irak iniciará un conflicto que duraría años. Precisamente por esa razón los estadounidenses no avanzaron sobre Bagdad al final de la Guerra del Golfo.
Otros oficiales del ejército estadounidenses, incluido Schwarzkopf, no comparten estas ilusiones tecnológicas. Han comprendido que, en última instancia, habrá que enviar a Irak un gran número de fuerzas terrestres para poder derrotar al ejército de Hussein. Esto implicaría unas dificultades logísticas colosales. Debido al tamaño del ejército estadounidense, y la necesidad de tener bases fiables cerca del teatro de operaciones, la participación de las fuerzas de la coalición es algo imperativo.
Se necesitaría una gran fuerza armada, y esto a su vez, requeriría un considerable apoyo logístico. Particularmente vital sería un puerto para recibir los suministros a gran escala. Ya que ni Arabia Saudí, Kuwait o cualquier otro estado del Golfo estaría dispuesto a ceder sus puertos o campos aéreos, todos los ojos están puestos en Turquía. Un ataque a través de Turquía no sería tan efectivo como un ataque desde dos frentes, desde el norte y el sur. Rumsfeld está planteando la idea de la "nueva tecnología" sólo porque no tiene otra cosa. Pero el argumento de Powell es que deben intentar mantener la coalición unida.
Los estadounidenses tendrán que hacer todo lo que esté en su poder para ganarse a los líderes europeos que, con la excepción de Tony Blair, han puesto objeciones a una acción militar contra Irak hasta que no se haya consultado a las Naciones Unidas. Por eso Washington pide a Europa algo parecido a un cheque en blanco. Su mensaje básico es: "Nosotros dirigimos, seguidnos".
La diplomacia estadounidense, como es habitual, es tan sutil como un rinoceronte en una tienda de porcelana china. El primer premio a la habilidad diplomática deber ir para Donald Rumsfeld, quién informó a los aliados de coalición de EEUU, que sus ideas no tenían el más mínimo interés, para él o su jefe. EEUU, si es necesario, iría sólo y después, presumiblemente, arrastraría a sus aliados detrás de él. Tanto Cheney como Rumsfeld están adoptando una acción preventiva para destituir a Saddam Hussein, acceda o no a la demanda de la ONU para que permita que sus inspectores regresen para investigar la fabricación de armas de destrucción masiva.
Los oficiales estadounidenses en privado han dejado claro que, cualquiera que sea el poder de la OTAN, no incluirá a Irak. Bush parece decidido a seguir son sus planes de destituir a Saddam Hussein, aunque, como resultado del caos en Palestina y la amenaza de mayor desestabilización en Oriente Medio, temporalmente se ha visto obligado a esperar. En lugar de la acción militar, EEUU está intentado llevar su causa con medios diplomáticos. Pero si estos fallan -y fallarán- Washington está preparado para llevar adelante una acción militar unilateral. Cualquiera que dude de esto, sólo debe leer las declaraciones de George W. Bush -incluido su discurso en el Reichstag- que volvió a insistir en que EEUU utilizaría cualquier medio a su disposición para llevar a cabo la "guerra contra el terrorismo".
El 31 de mayo escribíamos lo siguiente: "Las contradicciones entre Europa y EEUU todavía están en sus inicios, se expresan en privado o en manifestaciones secundarias, como un ambiente subyacente de desconfianza mutua y malestar. Según pasa el tiempo las fisuras aumentan. La administración estadounidense ahora dice que quiere que la OTAN actúe 'fuera de zona'. El mismo punto se repite en Europa. Los funcionarios alemanes y británicos insisten en que todo está bien en la alianza. La OTAN ahora tiene la autoridad para actuar si algún miembro está amenazado. Pero inmediatamente surgen toda una serie de preguntas: ¿Cómo actuará? ¿Dónde? ¿Con qué armas? Y sobre todo, ¿quién manda?" Los acontecimientos de las últimas semanas han confirmado este análisis más allá de cualquier duda razonable.
Los capitalistas europeos tienen sus propios intereses en Oriente Medio, que no necesariamente se corresponden con los de EEUU. Han intentado vincular la "guerra contra el terrorismo" y el problema de Al Qaeda, con una resolución del conflicto palestino-israelí, sosteniendo que no puede haber progreso alguno en la cuestión de Al Qaeda hasta que no se haya solucionado la disputa israelí-palestina. Como un hombre que se está ahogando y se agarra a una paja, ellos se han abrazado al plan saudí. Pero saben muy bien que un acuerdo no está en el orden del día. La política de Sharon es "tenemos lo que queremos". Y como Israel es el aliado de confianza en la zona de EEUU, Washington mira para otro lado mientras que las fuerzas israelíes aplastan a los palestinos. En este contexto, cualquier inicio de las hostilidades en Irak tendría consecuencias explosivas en Oriente Medio. Esto es lo que quieren evitar a toda costa los europeos.
La respuesta internacional a los discursos belicistas de Washington, como era de esperar, ha sido escéptica e incluso hostil. La sugerencia de que la administración estadounidense podría iniciar unilateralmente la guerra, sin buscar la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, y quizá ni siquiera el apoyo del Congreso, ha caído bastante mal. Francia ya ha dejado claro que no apoyará la acción militar. La misma postura ha adoptado Alemania.
El embajador estadounidense en Alemania reprendió al canciller Gerhard Schröeder por sus comentarios donde calificaba de "aventura" los planes militares. Incluso el contrincante conservador de Schröeder en las próximas elecciones, Edmund Stoiber, dijo que la guerra necesitaría la aprobación de la ONU. Tony Blair está ansioso por hacer todo lo que está en su poder para agradar a la Casa Blanca. Pero también tiene la presión en casa.
Una encuesta reciente demuestra que tres cuartas partes de la población británica no apoya una acción militar contra Irak. La oposición es muy intensa dentro del Partido Laborista. Hay signos crecientes de escisión dentro del propio gabinete. Los ministros más antiguos se están distanciando de la línea promovida por Cheney y Rumsfeld. Jack Straw, el ministro de exteriores, ha insistido en que la guerra no es algo inevitable, sólo basta con convencer a Saddam Hussein de que permita a los inspectores de armas de la ONU regresar al país. Gran Bretaña dice que está considerando pedir a la ONU que imponga una "fecha tope" para la entrada de los inspectores, que se retiraron en 1999.
Esto significa que al ala de derechas del Partido Laborista le gustaría apoyar la agresión estadounidense contra Irak, pero le gustaría que estuviera mejor preparada. Es como un criminal que está a punto de cometer un asesinato, pero se da cuenta que necesita preparar primero una buena coartada. Lo mismo ocurre con las apelaciones a la ONU. Sin embargo, los estadounidenses responderá que ya tienen suficiente autorización de la ONU con las resoluciones que se aprobaron hace diez años. El argumento de Blair y compañía es que EEUU debe cambiar de táctica, pero de ningún modo abandonar sus agresivos planes. Quieren que Washington obligue a Irak a aceptar una intrusa inspección internacional. Pero EEUU tercamente se niega a descartar una invasión incluso si los inspectores entran y no encuentran nada. ¡El asesino desea seguir con su empresa sin tener ninguna coartada!
En estas circunstancias, como entre otros ha señalado Schröeder, no existe ningún incentivo para que Saddam Hussein acepte una inspección, ya que él puede alegar, correctamente, que es un truco para espiarle. ¡Esa es la idea! EEUU no quiere que Irak acepte la inspección porque entonces sería más difícil justificar su acción militar. Si EEUU reduce sus amenazas y permite que los inspectores entren en Bagdad, éstos no encontrarían ninguna evidencia. Por lo tanto, a diferencia del Padrino que "hacía una oferta que no podían rechazar", George W. Bush quiere hacer al pueblo iraquí una oferta que no pueden aceptar.
Las aparentes vacilaciones son sólo la calma que precede a la tempestad. Washington pronto iniciará una ofensiva diplomática para silenciar las críticas a EEUU en Europa, Arabia Saudí y sobre todo, en Turquía. La administración Bush utilizará el aniversario del 11 de septiembre para preparar el terreno, en casa y en el extranjero, y renovar las hostilidades.
Las recientes declaraciones procedentes de Washington sugieren que podría comenzar repentinamente y sin aviso alguna operación militar. Sin embargo, la experiencia también sugiere que los estadounidenses pueden organizar primero alguna provocación. El ataque japonés a Pearl Harbour, que siempre se presentó como un ataque a EEUU repentino y no provocado, en realidad fue provocado deliberadamente por el presidente Roosevelt, que deseaba a toda costa que EEUU entrase en la Guerra Mundial contra Alemania, y necesitaba una excusa para hacerlo.
No es difícil fabricar una excusa. Una proposición elemental en la guerra es que siempre uno se debe presentar como víctima de una agresión, y no como el agresor. La otra parte debe ser vista como "dar el primer golpe". En realidad, la cuestión de quién golpea primero en la guerra es secundaria. La cuestión de quién es el agresor y quién la víctima no se puede responder apelando a estas cosas, ya que es fácil provocar un incidente que cree la impresión de "agresión", cuando la verdadera situación es exactamente lo contraria.
EEUU "justificó" su intervención en Vietnam con el incidente de Tonkin. Más recientemente, los acontecimientos del 11 de septiembre fueron utilizados como una excusa para atacar Afganistán y lanzar la "guerra contra el terrorismo" mundial. Con esta adecuada cobertura, la potencia más poderosa del planeta exige el derecho a intervenir donde quiera. Y quién se interponga en su camino será barrido a un lado. Esa es el mensaje real de la "guerra contra el terrorismo" y de los preparativos de la acción militar contra Irak.
En la guerra, las razones provocadas para justificar el inicio de las hostilidades, tienen una importancia secundaria. Es simplemente una cortina de humo diplomática destinada a desviar la atención de los verdaderos objetivos. La cuestión de las "armas de destrucción masiva" es claramente un pretexto para el verdadero objetivo de la guerra, que es echar a Saddam Hussein. La Casa Blanca es bastante clara en sus intenciones.
En los próximos meses veremos una continuación de la misma inestabilidad que ha caracterizado la situación mundial durante los últimos dos años. Puede que haya nuevos ataques y posiblemente catastróficos de Al Qaeda. Si estos no se materializan, siempre pueden provocarlos o fabricarlos.
Es posible que durante las próximas semanas o meses veamos actos terroristas de algún tipo. Habrá alguna revelación inventada sobre el supuesto almacenamiento de armas de destrucción masiva, o las intenciones de Bagdad con relación a EEUU o sus aliados en Oriente Medio. O quizá sea derribado un avión estadounidense. La naturaleza exacta del incidente es imposible de prever, porque pertenece a la categoría del accidente histórico, pero les hace falta algún acontecimiento para suavizar a la opinión pública antes de la guerra.
Los europeos quieren que se les consulte, y se les consultará. Washington seguirá las discusiones con sus aliados en las próximas semanas o meses. Esto no cambiará nada sustancial y Bush está decidido a seguir con su ataque. La carrera diplomática entre EEUU y Europa simplemente servirá de cortina de humo para los preparativos de la guerra. EEUU podría aparentar que consideraría algunas acciones diplomáticas en Irak. El único objetivo de esto será hacer a Bagdad una oferta que no pueda aceptar, y después acusarles de no querer colaborar.
A pesar de sus faroles, los europeos, en la práctica, son impotentes. No tienen planes ni estrategia. Toda su "sabiduría" consiste en ganar tiempo. El intento de vincular el conflicto israelí-palestino a la cuestión de la guerra contra el terrorismo, es sólo una acción dilatoria transparente. Al final, Bush les hará un ultimátum: "¿A favor o en contra de la guerra al terrorismo?"
Presionarán a Arabia Saudí y Turquía. A este último país le ofrecerán más ayuda financiera y la promesa de una parte del territorio iraquí, incluidos los campos petroleros del norte. Después Turquía, Kuwait y Jordania también están presionados, y con resultados impredecibles. De este modo, nadie podrá decir que no se le ha "consultado". Estará claro para todos que Europa y Arabia Saudí no tienen contrapropuestas viables. Washington se sentirá librea para entrar en acción.
Hay que volver a insistir que Powell y su fracción no se oponen a la idea de la guerra, sino a la idea de mantener al margen a los aliados europeos y saudíes. La diferencia es sólo táctica. Al final, Powell apoyará la acción militar y los "aliados tendrán que aceptarlo.
Cuando la maquinaria militar comience a entrar en acción, todas las mentes estarán maravillosamente concentradas. El temor a quedarse completamente aislados de EEUU actuará como una palanca poderosa. Comenzando con Gran Bretaña, otros caerán en la misma línea o al menos permanecerán silenciosamente en los márgenes. EEUU se moverá con una fuerza irresistible y arrastrará tras de sí a los demás. Este parece ser el escenario más probable. De este modo, al final del día, la guerra parece ser el resultado más inevitable. No es cuestión de "si", sino de "cómo" y "cuando".
Cuando esta perspectiva se haga realidad habrá un enorme potencial para un movimiento contra la guerra de masas en todo el mundo. Los mejores activistas en el movimiento obrero y sindical querrán demostrar su furia y oponerse a la guerra. ¡Debemos estar preparados! Debemos demostrar ser los mejores luchadores y los más militantes contra el imperialismo. Los marxistas deben tomar la iniciativa en formar los comités contra la guerra y organizar piquetes, reuniones, manifestaciones, recogidas de firmas y otras formas de protesta. Es necesario plantear la cuestión en las reuniones del movimiento obrero, con resoluciones en las agrupaciones sindicales.
Sobre todo, debemos explicar a los trabajadores y jóvenes más avanzados., la verdadera relación entre las guerras que asolan el planeta como una epidemia maligna y la crisis orgánica del capitalismo mundial. No es una cuestión de levantar las manos ante los demonios de la guerra. Cualquier político capitalista está de acuerdo con esto, comenzando con George W. Bush. Explicarán que la guerra, por supuesto, es un mal. Pero es un mal necesario.
Esto es correcto. La guerra es absolutamente necesaria para el sistema capitalista en la época del imperialismo. La crisis general que se expresa en una lucha feroz entre las potencias imperialistas para dividirse los mercados y esferas de influencia mundiales. A menos que, y hasta que no se derroque el capitalismo, habrá una guerra tras otra. La única forma de conseguir una paz duradera y resolver los problemas del mundo, es acabando con el poder de los bancos y las grandes empresas que están destrozando el planeta.
La nueva agresión de la potencia más poderosa del planeta contra una tierra pobre y sangrante que ha ya sido pisoteada en el polvo, es una afrenta a todos los valores humanos. Es un acto monstruoso de violencia militarista que no se puede justificar. Los imperialistas estadounidense esperan con estos métodos, aterrorizar e intimidar a todos los pueblos. Este es terrorismo de la peor clase. Intentar justificar estos actos en nombre de la guerra contra el terrorismo, es un chiste pobre. Lejos de conseguir sus objetivos, los imperialistas conseguirán una oleada masiva de rebelión que sacudirá Oriente Medio desde sus cimientos. Provocará nuevos actos terroristas y sembrará los gérmenes de nuevas guerras, odios y violencia en un país tras otro.
Traducido por El Militante.
Tomado de Rebelión
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