19 de febrero de 2003
DEL CORRESPONSAL DE 'LA REPUBLICA' ISIDORO GILBERT
Isidoro Gilbert
La República
Según cuenta el diario Clarín la diplomacia argentina 'se encuentra realizando contactos de nivel ministerial con los países de América Latina, para tratar de fijar una posición unificada frente a Irak, que no esté alineada ni con los Estados Unidos ni con Francia, que es por el momento el mayor obstáculo que tiene Washington en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para sus planes bélicos'. A continuación una nota de Isidoro Gilbert para 'La República' de Montevideo, Uruguay.
Por lo que conoce este corresponsal, una actitud más decidida contra la guerra es reclamada 'a diario', según una fuente confiable, por el presidente Eduardo Duhalde. Sin embargo, su embajador en Washington, Eduardo Amadeo, al hablar la noche del lunes en el programa de TV que dirige el periodista Joaquín Morales Solá, se exhibió como más cercano al belicismo norteamericano que a las posturas antibélicas que surgen de otros sectores oficiales. Veremos el origen de estas contradicciones.
El eslogan del Palacio San Martín podría sintetizarse 'estar en contra el uso de la fuerza en Irak, más allá de que el Consejo de Seguridad lo termine bendiciendo'. 'Con o sin consejo, no queremos guerra', confió a Clarín una alta fuente diplomática. La posición argentina difiere así de la adoptada durante la Guerra del Golfo de 1991, cuando el gobierno de Carlos Menem decidió enviar fuerzas de apoyo a la zona de combate'.
Entonces el alineamiento con George Bush (padre) fue activo: se enviaron dos fragatas de vigilancia la zona bélica y más tarde personeros oficiales trataron de hacer negocios en Kuwait --casi todos malogrados-- al amparo de esa posición que hizo virar en 180° la posición internacional de este país.
Uno de los cambios: la Argentina apoyará la propuesta que el viernes pasado realizó con tanta pasión el canciller francés, Domenique de Villepin, ante el Consejo de Seguridad. Una fuente relató a este diario que el lunes habló con el ministro galo el embajador en París, Archibaldo Lanús.
París promueve una nueva reunión ministerial en la ONU para el 14 de marzo. Esta fecha no es casual: el Pentágono considera ésta la temporada ideal para lanzar la invasión a Irak, por las condiciones atmosféricas y la posición de la Luna.
Cuando hable ante la ONU, hoy o mañana, depende de la nieve que impide los movimientos en Nueva York, el embajador Arnaldo Listre sostendrá también la 'necesidad de desarmar a Irak en forma urgente y sin condiciones', aunque insistiendo sobre 'la colaboración con los inspectores de la ONU a fin de garantizar que todas las armas químicas o bacteriológicas hayan sido destruidas'.
Esta también es una posición que saludaría París, que al revés de Washington, quiere más tiempo para los veedores de armas.
Clarín sostiene que el elemento distinto que introducirá Listre es la relación que existe entre las políticas proteccionistas de los países del G-7 (del que son parte tanto los Estados Unidos como Francia) y la pobreza y la marginalidad en el Tercer Mundo. Según la Cancillería, esto es lo que crea el caldo de cultivo para que 'fanáticos políticos y religiosos recluten a los terroristas'.
El diario citado sostiene que 'la posición del gobierno argentino es que es inaceptable castigar a todo el pueblo iraquí, porque los gobierna un dictador 'genocida'. Listre reiterará ante el Consejo de Seguridad que la Argentina está dispuesta a colaborar en materia humanitaria en Irak, una postura que semanas atrás le expresó personalmente el canciller, Ruckauf, al secretario general de la ONU, Kofi Annan.
Este anuncio también --y no casualmente-- comunicado a la misma hora al Departamento de Estado otorga una cuota importante de ambigüedad en el enfoque que Buenos Aires tiene sobre Irak. O acaso muestra una política exterior sumida en un proceso de reelaboración que difícilmente pueda completar la presente administración.
El Gobierno argentino compensó su negativa a sumarse a una alianza militar encabezada por el gobierno de Estados Unidos con públicas declaraciones sobre la necesidad de 'desarmar a Irak' --el corazón argumental de la agresividad de EEUU-- y de su disponibilidad para aportar, sí, personal militar a futuras misiones de restablecimiento de la paz en el Golfo, siempre que éstas se realicen bajo la sombrilla legal de la Organización de las Naciones Unidas.
Respecto la negativa de enviar tropas hay una clara marcha atrás en el giro radical que en el período de la primera Guerra del Golfo le impuso Menem a la tradición argentina de más de un siglo y medio de abstenerse en los conflictos armados en los que no estuvieran en juego sus intereses nacionales.
Oscar Raúl Cardoso, el columnista internacional de Clarín observa 'algunas sutiles diferencias entre la forma en que el presidente Duhalde y su canciller encaran en público la cuestión. El problema no es sólo 'desarmar a Irak' sino la intención de Washington de derrocar a Saddam Hussein, para la cual hay otra tradición argentina en suspenso: su adhesión al principio de no intervención externa en los asuntos domésticos de terceros estados'.
Para Cardoso el presidente Duhalde sugiere estar más cerca en este punto --parece no creerle del todo a George W. Bush-- y además ha vinculado claramente los grandes atentados de los 90 (Embajada de Israel y AMIA) a la decisión de Menem de guerrear en el Golfo Pérsico.
Ruckauf, en cambio, opta por sugerir cada vez que puede que Washington tiene, en lo esencial, razón sobre Irak.
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