20 de septiembre 2002
Parar la guerra imperialista
JIM CASON Y DAVID BROOKS
La Jornada
Iraq las mayores reservas después de Arabia Saudita, principal suministrador de EEUU
Es difícil analizar el intenso debate internacional sobre Irak, con toda su complejidad de negociaciones entre grandes poderes, el idioma muy particular de la Organización de Naciones Unidas, el misterio de la toma de decisiones dentro de la Casa Blanca, la participación de algunas de las más reconocidas figuras del mundo de relaciones exteriores en la discusión y, claro, la propia dinámica de la política en Medio Oriente siempre tan difícil para los extranjeros, pero existe una sola palabra sin la cual nada se podría entender en esta coyuntura: petróleo.
Vale señalar que en el debate oficial sobre Irak sólo se menciona el objetivo de "desarmar" al régimen de Saddam Hussein y obligarlo a cumplir los mandatos de Estados Unidos, perdón, de Naciones Unidas.
En este país se alega la necesidad de poner fin a la amenaza a la paz mundial que representa el régimen de Hussein. Pero en estas semanas recientes ni el presidente, ni los miembros de su gabinete, ni los líderes de Francia, China, Rusia y otros miembros del Consejo de Seguridad, que tanto han hablado sobre qué hacer con Irak, se refirieron de forma explícita a lo que todos saben. Casi ninguno de ellos se atreve a mencionar uno de los principales factores del asunto: por qué a todo el mundo le interesa tanto lo que a final de cuentas es un pequeño país del tercer mundo.
Ni una de las figuras políticas mundiales hizo énfasis en esto al hablar ante la Asamblea General de la ONU en estos días, y nunca ha sido el enfoque de los discursos de Bush, Chirac, Putin y los demás. Pero todos saben que el petróleo está en el centro de todo (aunque no necesariamente es lo único, ya que el tema de armamento y "estabilidad" regional también figuran).
¿Qué representa Irak para el mundo petrolero? Es el país con las reservas más grandes del mundo después de Arabia Saudita, con unos 112 mil millones de barriles de crudo comprobados. Para algunos es la pieza clave para acabar con el dominio del mercado petrolero mundial de Arabia Saudita, para los países importantes que dependen del petróleo importado podría ser la solución que reduciría el precio mundial, para los productores representa una amenaza hacia sus ingresos petroleros, y para las empresas estadounidenses significa la posibilidad de tomar control de un tesoro que, por el momento, tienen prohibido. Para empresas francesas y rusas, entre otras, provoca ansiedad el hecho de que pudieran perder su relación privilegiada con ese régimen. O sea, con razón es tan apasionado el debate sobre el petróleo, perdón, sobre la paz y la democracia en Irak.
Es decir, quien tenga el control de los recursos petroleros de Irak puede cambiar, o por lo menos condicionar, la economía mundial. Para Estados Unidos, en particular, esto es de gran interés. Como señala The Economist, Estados Unidos es por mucho el mayor consumidor de petróleo en el mundo (una cuarta parte del total). Sus importaciones han crecido al llegar a más de la mitad de su consumo total, y por tanto su dependencia sobre su principal suministrador, Arabia Saudita, también se ha elevado.
Así, una de las prioridades del gobierno de George W. Bush ha sido diversificar esta dependencia, y ahí se explica su interés por los campos petroleros de Rusia, y por abrir las reservas naturales de Alaska a la exploración y explotación. Pero una "apertura" de las gigantescas reservas petroleras de Irak resolvería gran parte de la estrategia energética de Bush.
Para esto, el único obstáculo no es Saddam Hussein, sino los "aliados" de Estados Unidos en la llamada "guerra contra el terrorismo" que ahora tiene al dictador iraquí en la mira. Hay una serie de acuerdos entre empresas petroleras rusas y francesas, y empresas de muchos países tienen gran interés en el futuro de ese país. Según el Washington Post, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU tienen empresas de alguna manera involucradas en Irak.
Por lo tanto, la estrategia de Estados Unidos es usar la carta de un "cambio de régimen" en Irak como punto de negociación con sus "aliados". El Washington Post cita una declaración del ex jefe de la CIAR, James Woolsey, en la que comenta que "Francia y Rusia tienen empresas petroleras e intereses en Irak. Se les debería decir que si prestan asistencia para llevar a Irak hacia un gobierno decente, haremos lo mejor para asegurar que ese nuevo gobierno y las empresas estadunidenses trabajen muy de cerca con ellos. Si apuestan con Saddam, será difícil, al punto de lo imposible, persuadir al nuevo gobierno iraquí de trabajar con ellos (los franceses y los rusos)".
Este tipo de afirmación alarma a empresas no estadunidenses ante el temor de que si Estados Unidos logra un "cambio de régimen" en Irak, podrán quedar excluidas ante un nuevo gobierno que todos esperan será dominado por Estados Unidos.
El Post reporta que desde 1991 empresas de más de 12 países, incluyendo Francia, Rusia, China, India, Vietnam y Argelia, han obtenido o buscado contratos para participar en el sector petrolero de Irak, aunque por el momento la mayoría de estos acuerdos están congelados por las sanciones.
Es de suponerse que aunque el gobierno estadunidense dice estar negociando intensamente con sus aliados el problema militar y de seguridad en torno a Irak, el asunto de petróleo está más que presente, aunque los diplomáticos sepan enmascararlo con otras palabras.
Aunque el gobierno estadunidense rehúsa hablar públicamente sobre el tema de petróleo en torno a Irak, todos entienden que no hay ninguna empresa petrolera aquí que no esté sumamente interesada en ese país.
Sin embargo, este juego es siempre complicado. El precio de petróleo en los mercados mundiales tiende a subir con cada gesto de guerra en Medio Oriente. Si estalla la guerra contra Irak, algunos calculan que los precios pueden elevarse hasta 50 dólares por barril, y otros en la región advierten que podría llegar hasta 100.
Esto, claro, tiene un efecto negativo sobre el crecimiento económico en amplias partes del mundo. Al mismo tiempo, si Hussein es derrocado y un gobierno pro estadunidense toma el poder, se abriría la llave del petróleo iraquí al mundo y eso podría tener el efecto adverso, una implosión de los precios internacionales del petróleo, y también representaría una gran amenaza a la política de la OPEP, y particularmente de Arabia Saudita, para mantener precios promedios de entre 22 y 28 dólares, consideró el Economist.
"Podría parecer, entonces, que al noquear a Hussein se matarían dos pájaros de un tiro: un dictador peligroso desaparecería y con él se iría el cártel que durante años ha manipulado los precios", comenta la influyente revista. Pero dice que también hay otros escenarios en los que la OPEP logra mantener control sobre el mercado petrolero, o en los que en un acto desesperado Hussein logra destruir o incapacitar toda la producción y exportación de petróleo desde el Golfo.
Otros pronostican que no habrá cambios tan drásticos, ya que el impacto de un cambio en la participación de Irak en los mercados petroleros será cuestión de años, y que aún no se vislumbra el fin de la OPEP ni del régimen de Arabia Saudita.
Otros expertos de la industria petrolera están preocupados de que la estrategia de Washington -particularmente el anunciado deseo de una guerra- podría acabar provocando tanta inestabilidad que un conjunto de sus intereses en la región del golfo Pérsico será adversamente afectado.
Entre otras preocupaciones, cualquier guerra podría generar inestabilidad en un gobierno clave para las grandes empresas -la Casa de Saud, la familia gobernante de Arabia Saudita-, y esto sí les provoca escalofríos.
Pero nadie duda de que el petróleo es un factor clave detrás de cualquier estrategia en torno a Irak.
FUENTE: La Jornada
Tomado de RESUMEN LATINOAMERICANO Nš 178
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