18 de marzo de 2003
LA INVASION A IRAK
Víctor García Costag
ARGENPRESS.info
El historiador socialista Víctor García Costa se refiere a la crisis mundial en una nota donde cuestiona la política norteamericana.
Hace pocas horas, el belicista que gobierna los Estados Unidos de Norteamérica ha dicho que si Irak no cumple sus exigencias dentro de las 48 horas iniciará una guerra contra ese país, cuyas terribles consecuencias es imposible imaginar. El argumento es la exigencia del exilio del presidente iraquí, como condición para el desarme de esa nación, que no hace muchos años fue armada y preparada por los Estados Unidos y su Central de Inteligencia CIA, para enfrentarla con Irán, por entonces su enemiga.
La mayoría de la población del planeta se ha pronunciado contra la guerra a la que pretende arrastrarnos el gobernante norteamericano. Solamente lo acompañan el franquista español José María Aznar, el fascista italiano Silvio Berlusconi, el ''socialista'' inglés Tony Blair y el derechista israelí Ariel Sharon. Los gobiernos de Francia, Alemania, Rusia, China, Corea, Turquía, Argentina, Brasil, Chile, México, Canadá, entre muchos otros países, y el Jefe de la Iglesia Católica le ha dicho que NO a la locura salvaje que impulsa quien encabeza y defiende los intereses de la plutocracia yanqui.
Todos los pueblos, en el mundo entero, se movilizan por millones para decirle NO a la guerra, una guerra mediante la cual la plutocracia yanqui busca, entre otras cosas, apoderarse de las fuentes productoras de petróleo. Pero el proyecto, que tiene diez años, es más ambicioso que la guerra contra Irak y el dominio del petróleo. Apunta a quebrar a las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad, cuyas resoluciones ya no le son favorables, y a quebrantar la Unión Europea con la peregrina idea de que alineará a su favor a las naciones del oriente europeo recientemente incorporadas a la NATO y que buscan un lugar en la Unión.
Estos proyectos intervencionistas de la mayor potencia del mundo no son nuevos. Sólo en América Latina, entre 1824 y 1994 ha intervenido militarmente en 73 oportunidades en Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada. No ha vivido la guerra dentro de su territorio, pero ha utilizado bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki donde murieron cerca de 250.000 personas por las bombas y sus efectos tardíos, ha utilizado napalm en Vietnam quemando vivos a los campesinos, ha arrojado bombas neutrónicas en Yugoslavia, ha matado 500.000 personas en Irak con su Operación Tormenta del Desierto y ha asesinado decenas de miles de mujeres, niños y ancianos en Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Camboya y Sudán. Los Estados Unidos carecen de autoridad moral para juzgar a ninguna nación.
Son millones y millones las personas que, con sus movilizaciones, han forzado a sus gobiernos a manifestarse en contra de la guerra. Los argentinos, también. Sin embargo, periodistas y dirigentes argentinos, opositores a la guerra, han olvidado que en nuestro país nació, más precisamente en Tucumán y en 1810, el hombre que calificó a la guerra de crimen en un libro que ha sido sistemáticamente olvidado y que fue prohibido durante muchos años por los gobiernos militares y por militares en el gobierno. Nos referimos a Juan Bautista Alberdi y a su obra magna, que no es las Bases, como con desconocimiento se repite, sino El crimen de la guerra.
Alberdi había leído Las ruinas de Palmira, de Volney, libro en el que también habían abrevado los principales revolucionarios de Mayo, especialmente Mariano Moreno, y pudo estudiar en él los efectos destructores de las guerras. Tres años antes de que viera la luz El crimen de la guerra, Alberdi escribió sus famosos Apuntes en los que señaló el punto de convergencia de la guerra y el crimen, reflexión que cobra especial actualidad en momentos en que el bárbaro del Norte pretende embarcar al planeta en una guerra de terroríficas consecuencias.
Decía Juan Bautista Alberdi en sus Apuntes: La guerra es la justicia hecha a sí mismo, y como nadie se encuentra injusto hacia los otros, la guerra es la justicia de la barbarie, porque es la injusticia misma y, más adelante, afirmaba: Todos los gobiernos dicen querer la paz. Pero para ellos el mejor camino de la paz es la guerra. Toda guerra, según eso, es pacífica por sus miras finales y ulteriores. La guerra no es su fin, pero es el crimen de su fin... Y concluía: La justicia de sí mismo es una provocación atentatoria del derecho de otro, que no puede dejar de traer su represión. La guerra como justicia propia es un crimen que no puede quedar sin castigo, es decir sin otra guerra que, en su calidad de crimen como justicia propia, es a su vez causa de otra guerra; y esta misma de otra y de otra.
Reafirmemos un rotundo NO a este nuevo crimen de la guerra.
redaccion@argenpress.info
info@argenpress.info
COPYRIGHT ARGENPRESS.INFO © 2002
webmaster@argenpress.info
Tomado de ARGENPRESS.INFO
Regresar