17 de marzo

18 de febrero del 2003

¿Un Crimen de Guerra o un Acto de Guerra?

Stephen C. Pelletiere
Rebelión

Traducido para Rebelión por Borja Villa Pacheco

No resultó nada sorprendente que el presidente Bush, a falta de pruebas sobre los programas armamentísticos iraquíes tan contundentes como una pistola humeante, usase su Discurso sobre el Estado de la Unión para enfatizar de nuevo las razones morales de la invasión: "El dictador que está acumulando las armas más peligrosas del mundo, ya las ha usado sobre pueblos enteros, dejando a millares de sus propios ciudadanos muertos, ciegos o desfigurados".

La acusación de que Irak ha usado armas químicas contra sus ciudadanos resulta ya familiar en el debate. La prueba concluyente citada con más frecuencia se refiere al gaseamiento de kurdos en el pueblo de Halabja en marzo de 1988, casi al final de la guerra de 8 años entre Irán e Irak. El propio presidente Bush se ha referido al "gaseamiento de su propia gente" por parte de Irak, específicamente en Halabja, como una razón para derrocar a Sadam Husein.

Pero la verdad es que sólo podemos estar seguros de que ese día los kurdos fueron bombardeados con gas venenoso en Halabja. No tenemos certeza alguna de que fueran las armas químicas iraquíes las que mataron a los kurdos. Aunque ésta no es la única distorsión de la historia de Halabja.

Estoy en posición de saberlo porque, como analista político de alto rango de la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A.) durante la guerra Irán-Irak, y como profesor en el Army War College entre 1988 y 2000, tuve acceso a gran parte del material clasificado que pasó por Washington relativo al Golfo Pérsico. Además, dirigí en 1991 una investigación del ejército acerca de cómo combatirían los iraquíes contra Estados Unidos en caso de guerra; la versión clasificada del informe entraba en gran lujo de detalles sobre el asunto de Halabja.

Esto es todo lo que sabemos acerca del gaseamiento de Halabja: sucedió en el transcurso de una batalla entre iraquíes e iraníes. Irak usó armas químicas para intentar matar a los iraníes que habían conquistado el pueblo, que está al norte de Irak, no muy lejos de la frontera con Irán. Los civiles kurdos que murieron tuvieron la mala suerte de morir en ese intercambio. Pero no eran el objetivo principal de Irak.

Y la historia se vuelve aún más opaca: inmediatamente después de la batalla, la Agencia de Inteligencia de Defensa investigó y produjo un informe clasificado, que circuló entre los servicios de Inteligencia bajo la consigna de que "había que conocerlo". El estudio afirmaba que fue gas iraní el que mató a los kurdos, no gas iraquí.

La Agencia se encontró con que ambos bandos usaron gas contra el otro en la batalla en los alrededores de Halabja. Sin embargo, el estado de los cadáveres de los kurdos indicaba que su muerte se había producido a causa de un agente sanguíneo - esto es, un gas basado en el cianuro -, siendo cosa conocida que los iraníes usaban este tipo de agente. Se cree que los iraquíes no tenían agentes sanguíneos en aquel momento, y se supone que usaron gas mostaza en aquella batalla.

Estos hechos han sido de dominio público desde hace bastante tiempo pero, extraordinariamente, son pocas veces mencionados cuando se hacen referencias al asunto de Halabja. El número de la revista "New Yorker" del pasado marzo no hizo referencia alguna al informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa, ni consideró siquiera la posibilidad de que los iraníes pudiesen haber sido quienes mataron a los kurdos. En las raras ocasiones en que se saca a la luz el informe, por lo general se especula, sin prueba alguna, con que fue sesgado por el favoritismo político de Estados Unidos hacia Irak en su guerra contra Irán.

No estoy intentando rehabilitar el carácter de Sadam Husein. Tiene mucho de lo que responder en el terreno de los abusos contra los derechos humanos. Pero acusarle de gasear a su propia gente en Halabja como un acto de genocidio no es correcto, porque, hasta donde llega nuestra información, sólo se usó gas en batallas. Fueron tragedias de la guerra. Quizá haya justificaciones para invadir Irak, pero Halabja no es una de ellas.

De hecho, aquellos que piensan que el desastre de Halabja es hoy realmente relevante, podrían hacerse esta otra pregunta: ¿Por qué tenía Irán tantas ganas de tomar el pueblo? Si miramos más de cerca el asunto, quizá podamos arrojar algo de luz sobre el ímpetu estadounidense para invadir Irak.

Se nos recuerda constantemente que Irak posiblemente tenga las reservas de petróleo más grandes del mundo. Pero desde un punto de vista regional, e incluso geopolítico, quizá sea más importante aún que Irak tiene el sistema fluvial más extenso de Oriente Medio. Junto al Tigris y al Éufrates, están los ríos Zab Mayor y Zab Menor en el norte del país. Irak ya estaba cubierto de obras de riego en el siglo sexto de nuestra era, y era un granero para toda la región.

Antes de la Guerra del Golfo, Irak había construido un impresionante sistema de presas y proyectos de control de ríos, siendo la más grande la presa de Darbandikhan, en la zona kurda. Y ésta era la presa que los iraníes querían controlar cuando se hicieron con Halabja. En los años noventa se discutió mucho sobre la construcción de una así llamada "Tubería de la Paz" que llevaría las aguas del Tigris y el Éufrates hacia el sur, hacia los secos Estados del Golfo y, por extensión, hacia Israel. No se consiguió ningún avance en estas discusiones, sobre todo por la intransigencia iraquí. Con Irak en manos estadounidenses, está claro que todo esto podría cambiar.

Así Estados Unidos podría cambiar el destino de Oriente Medio de una forma que no podría ser desafíada en decadas, no sólo por controlar el petróleo iraquí, sino por controlar también su agua. Incluso si Estados Unidos no llegase a ocupar el país, muchas oportunidades de lucro se abrirían para las empresas estadounidenses una vez que se expulsase del poder al Partido Baath del señor Husein.

Lo único que se necesita para meternos en la guerra es una razón clara para actuar, una razón que nos resulte convincente. Pero los esfuerzos para intentar conectar directamente a los iraquíes con Osama Bin Laden no han tenido éxito. Tampoco las aseveraciones acerca de la supuesta amenaza que supone Irak para sus vecinos han generado la determinación necesaria para iniciar una guerra; en la actualidad, las fuerzas convencionales de Irak se hayan tan debilitadas (gracias a las sanciones de las Naciones Unidas), que no suponen una amenaza para nadie.

El argumento más fuerte que queda para llevarnos rápidamente a la guerra es que Sadam Husein ha llevado a cabo brutales violaciones de los derechos humanos contra su propia gente. Y el caso más dramático de esto lo constituyen las acusaciones en referencia a Halabja.

Pero antes de ir a la guerra a causa de Halabja, la administración estadounidense ha de entregar al pueblo americano la información completa acerca de lo que allí ocurrió. Y si tiene otros ejemplos de gaseamientos a kurdos por parte de Sadam Husein, debe probar que no se trata de guerrilleros kurdos pro-iraníes muertos junto a la Guardia Revolucionaria Iraní. Hasta que Washington no nos dé pruebas de las supuestas atrocidades cometidas por Sadam Husein, ¿por qué tenemos que atacar Irak por motivos humanitarios, habiendo tantos otros regímenes represivos que Washington mantiene?

Stephen C. Pelletiere es el autor de "Iraq and the International Oil System: Why America went to War in the Persian Gulf?"

Tomado de Rebelión

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