19 de abril de 2003
David North
Globalización
La invasión ilegal y no provocada a Irak por Estados Unidos es un suceso que vivirá en la infamia. Los políticos criminales de Washington que han lanzado esta guerra y los villanos de los medios que gozan mostrando el baño de sangre han cubierto de vergüenza a este país. Cientos de millones de personas en todo el mundo han experimentado la repulsión por el espectáculo de un poder militar brutal y descontrolado que pulveriza a un país pequeño e indefenso. La invasión a Irak es una guerra imperialista en el más claro sentido de la palabra: un acto vil de agresión que se realiza en el interés de los sectores más reaccionarios y predadores de la oligarquía corporativa y financiera de los Estados Unidos. Su propósito inmediato y abierto es establecer el control sobre los vastos recursos petroleros de Irak y reducir a ese país tanto tiempo oprimido a ser un protectorado colonial americano.
Ni siquiera en la década de los treinta, cuando los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini estaban en la cima de su poder y demencia, había enfrentado el mundo tal despliegue de gangsterismo internacional como el que nos provee hoy la administración Bush. El precedente histórico más directo para la violencia que se ha desencadenado contra Irak es la invasión de Polonia en 1939. La intención anunciada de los militares norteamericanos de lanzar una andanada de miles de misiles y bombas sobre la ciudad de Bagdad es parte de una estrategia consciente para aterrorizar al pueblo iraquí. A lo que se refiere el Pentágono como la estrategia "shockeo y asombro" saca su inspiración de los infames métodos de la Blitzkrieg empleados por la Wehrmacht nazi a principios de la Segunda Guerra Mundial. Así es como describe un historiador la destrucción nazi de Polonia:
"La tormenta de fuego y acero que golpeó a los polacos durante los primeros días de septiembre dejó a ese pueblo infeliz asombrado y aplastado. Al cabo de diez días, las puntas de lanza mecanizadas de los alemanes habían cortado las defensas polacas abriéndose paso hasta Varsovia." La mayor parte de la inadecuada fuerza aérea polaca había sido destruida en tierra, antes de que hubiera podido entrar en acción; los aviones de combate y los bombarderos Stuka en picada de la Luftwaffe, actuando como soporte táctico de las tropas de tierra destruyeron las comunicaciones polacas y sembraron el terror y la destrucción desde los cielos. 'Los alemanes', reportaba un periodista norteamericano, 'están aplastando a Polonia como un huevo'"(i)
Todas las justificaciones dadas por la administración Bush, y sus cómplices en Londres, se basan en verdades a medias, falsificaciones y mentiras en directo. A esta altura, ya no es siquiera necesario contestar sus reclamos de que el propósito de esta guerra era destruir las llamadas "armas de destrucción masiva" de Irak. Después de semanas de las inspecciones más intrusivas que haya experimentado ningún país, nada que tuviera significado material se ha descubierto. Los últimos informes de los directivos de los equipos de Naciones Unidas, Hans Blix y Mohamed ElBaradei, específicamente refutan las declaraciones hechas por el secretario de estado Collin Powell durante su famoso discurso del 5 de febrero de 2003. ElBaradei señala que los alegatos cacareados por los Estados Unidos sobre los esfuerzos de Irak para importar uranio desde el Níger se basaban en documentos falsos provistos por el servicio de inteligencia del primer ministro inglés Tony Blair. Otros alegatos, como los relacionados con los tubos de aluminio con propósitos nucleares y la existencia de laboratorios móviles productores de armas bioquímicas, también se mostraron sin base alguna. Cada vez que se desenmascaraba una mentira, la administración Bush inventaba otra. Tan grande es su desagrado por la opinión pública, que poco le importaba la falta de consistencia de sus propios argumentos.
El domingo 16 de marzo, apareció en televisión el vicepresidente Richard Cheney para decir que Irak "en los hechos ha reconstituido sus armas nucleares". Cinco minutos más tarde afirmó "es solo cuestión de tiempo que Saddam Hussein adquiera armas nucleares". Esta contradicción flagrante entre dos declaraciones de Cheney se dejó pasar por los entrevistadores. Sin embargo, lo dicho por Cheney ya fue refutado por Mohamed ElBaradei que informó al Consejo de Seguridad "no hay ninguna indicación de una reanudación de actividades nucleares". La segunda justificación mayor para la guerra contra Irak -que el régimen Ba'athista de Saddam Hussein tiene ligas con los terroristas de Al Qaeda- es otra fabricación en la que la administración Bush se ha basado, así como en que la inspección de las Naciones Unidas encuentren 'armas de destrucción masiva'. Pero estos intentos de ligar a Hussein con Al Qaeda no tienen fundamentos.
Absolutamente ninguna evidencia creíble ha sido provista por la Administración para apoyar estos argumentos.
¡Que habladuría más despreciable! ¡El asesinato de miles de iraquíes en una tormenta de bombas y de fuego se presenta como una forma de "asociación"!
Algo debe decirse para replicar a esta "Guerra por la Democracia". Fuera del hecho de que la llegada al poder de la administración Bush a través de un fraude electoral representa una gran derrota de la democracia en Estados Unidos, no hay ninguna razón en absoluto para creer que la conquista americana del Irak traerá a este pueblo y a los de la región otra cosa que opresión y miseria. El rol histórico de los Estados Unidos en el Medio Oriente es un récord sangriento de crímenes contra los pueblos de esta parte del mundo. Todo aliado importante de los Estados Unidos en el Medio Oriente y en el norte de África - Marruecos, Egipto, Arabia Saudita, Kuwait, Jordania y Turquía- han sido citados por el Departamento de Estado por sus grandes abusos a los Derechos Humanos. Israel, esa democracia ejemplar apoyada por los americanos, gobierna al pueblo palestino sobre la base del terror más crudo. Los métodos de gobierno empleados por los sionistas en los territorios ocupados cada vez se parecen más a los usados por los nazis contra los judíos en Varsovia. En Irán hubo una opresión de un cuarto de siglo bajo un dictador instalado por la CIA y después, ésta, organizó la caída de un gobierno popular nacionalista que dirigió la revolución de 1979. Este poder subsecuentemente cayó en manos de los fundamentalistas islámicos de derecha, lo que vino a ser una consecuencia de la destrucción supervisada por la CIA de los socialistas que se opusieron al régimen del Shah.
El régimen de Saddam Hussein es también un subproducto de los esfuerzos criminales de los Estados Unidos desde 1950 a los 70, por liquidar el movimiento obrero socialista que en algún momento representó una fuerza política significativa en el Medio Oriente. El golpe de estado del 8 de febrero de 1963 que derribó al régimen nacionalista de izquierda de Kasim y que llevó al poder a los Ba'athistas por primera vez, fue organizado con el apoyo de la CIA. Un periodista egipcio autorizado, Mohamed Haikal, nos informa lo que le dijo el rey de Jordania, Hussein:
"Permítame decirle que sé con certeza que lo que ocurrió en Irak el 8 de febrero, tuvo el apoyo de la inteligencia americana. Algunos de los que gobiernan ahora en Bagdag, no saben de esto pero yo estoy seguro de la verdad. Muchas reuniones se realizaron entre el partido Ba'ath y la inteligencia americana, las más importantes en Kuwait. Usted debe saber que... el 8 de febrero una radio secreta dirigida hacia Irak fue entregando a los hombres que harían el golpe los nombres y las direcciones de los comunistas de allí que debían ser detenidos y ejecutados".(ii) Es entre tales operaciones sangrientas cuando emerge Saddam Hussein por primera vez como una figura importante en el movimiento Ba'ath. Más tarde a lo largo de su carrera volverá a encontrar el favor de los Estados Unidos, quien apoyó su purga de los comunistas iraquíes en 1979 que jugó un papel tan crucial en su consolidación en el poder. La decisión de Hussein de ir a la guerra contra Irán en 1980 fue impulsada por los EEUU que le entregó material y apoyo logístico durante los siguientes 8 años. Gran parte de los agentes biológicos almacenados por Hussein en los años 80 fue proporcionado por una compañía norteamericana, la American Type Culture Collection , de Manassas, Virginia.
Esto se realiza con la aprobación explícita de la administración Reagan-Bush. "A.T.C.C. nunca habría podido embarcar estos especimenes a Irak sin la aprobación del Departamento de Comercio, de todos los pedidos", -- dijo Nancy J. Wysocki, vicepresidenta de Recursos Humanos y Relaciones Públicas de la American Type Culture Collection, una organización sin fines de lucro, que es una de las principales firmas proveedoras de material biológico. "Todo fue enviado para propósitos de investigación legítimos". [ iii]
Aparte de éstos y otros importantes detalles de la larga y desagradable relacion entre Estados Unidos y Saddam Hussein, el intento de invocar los ideales democráticos como una excusa para atacar Irak, ignora uno de los principios democráticos esenciales, a saber, la autodeterminación nacional. La invasión y conquista del país, y el establecimiento de un protectorado militar bajo las órdenes del posible Generalísimo Tommy Franks, constituye una completa violación a la soberanía nacional de Irak.
Ninguno de los argumentos presentados por la administración Bush y sus apologistas mediáticos -fuera de su básica falta de credibilidad-provee una justificación legal para la guerra. Debe subrayarse sin embargo, que antes del ataque a Irak, la administración Bush ya había proclamado una nueva doctrina estratégica que reconocía la legitimidad de la "guerra preventiva" -esto es, que Washington se reservaba el derecho a atacar a cualquier país que a su juicio fuera una amenaza potencial para los Estados Unidos. En su mensaje a la nación el 27 de marzo, Bush invocó formalmente esta doctrina como justificación final para atacar a Irak. "Actuamos ahora porque el riesgo de la inacción puede llegar a ser más grande. En un año o en 5 años, el poder de Irak para infligir daño a las naciones libres se habrá multiplicado muchas veces".
En otras palabras, los Estados Unidos atacará a Irak cuando aún está indefenso y no por acciones que haya adoptado, sino por acciones que pudiera ser capaz de adoptar en un tiempo futuro no especificado. Esta doctrina, que carece completamente de base en la ley internacional, incluye a la guerra y a la conquista como opciones legítimas. La invasión a Irak se ve como primera en una serie de guerras de "opción" que se iniciarán en persecución de la hegemonía global indisputable de los Estados Unidos. Los rivales potenciales han de ser destruidos antes de que puedan ser una amenaza mayor.
El tema de la "culpa de Guerra" asumió aún mayor significación al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La indudable responsabilidad del Tercer Reich en el estallido de la guerra de 1939 llevó a la decisión de los poderes aliados, entre los que Estados Unidos era el representante más poderoso, a llevar a juicio a los antiguos líderes del Estado alemán.
Al encuadrar los principios legales sobre los que se basaría la persecución de los líderes nazis en Nürenberg, el fiscal norteamericano Telford Taylor insistió en que el propósito del juicio no era determinar todas las diversas causas de la Segunda Guerra Mundial. Más bien se trataba de una cuestión específica. Como Taylor le escribió en un Memorando al principal fiscal norteamericano Robert Jackson: "La cuestión de la causación es importante y se discutirá por muchos años, pero no tiene lugar en este juicio que deberá apegarse rigurosamente a la doctrina de que planear y lanzar una guerra agresiva es ilegal cualesquiera que fueren los factores que impulsen a los acusados a planearla y a lanzarla. Las causas contribuyentes podrán ser alegadas por los acusados ante la historia, pero no ante el tribunal" [ iv]
Se entendió bien en 1946 que el Juicio de Nürenberg, estableció un importante precedente legal. El propósito legal del juicio era establecer como una cuestión importante del derecho internacional, que la planeación y el lanzamiento de una guerra agresiva era un acto criminal. Los representantes de los Estados Unidos insistieron en este principio y reconocieron que los Estados Unidos estaba obligado a él. Como escribió Jackson: "Si ciertos actos de violación a los tratados son crímenes, lo son así los realice Estados Unidos o Alemania, y no estamos preparados para dejar de lado una regla de conducta contra otros, que no estemos dispuestos a aceptar que se invoque contra nosotros." [v] La "Guerra a elección" que ha lanzado la administración Bush no es en ningún sentido legal, fundamentalmente legal de las decisiones y acciones por las que los líderes nazis fueron juzgados y ahorcados en octubre de 1946. El gobierno de los Estados Unidos sabe esto muy bien, y es por eso que rehúsa aceptar la jurisdicción de la Corte de Justicia Internacional de La Haya.
Todos los esfuerzos para negar el papel central del petróleo en los afanes norteamericanos por conquistar Irak son sólo deshonestidad y cinismo. Ningún otro recurso natural ha jugado un papel tan central en los cálculos políticos y económicos del imperialismo norteamericano en el último siglo, como lo ha sido el petróleo y el gas natural. Envuelta en esta preocupación central no están sólo las ganancias de los norteamericanos -de los conglomerados petroleros-aún cuando esto de ninguna manera deja de ser significativo. La industria norteamericana, la estabilidad de la estructura monetaria-financiera norteamericana y su posición mundial dominante son todas dependientes del acceso absoluto y del control de los vastos recursos petroleros del Golfo Pérsico y, más recientemente, de la Cuenca del Caspio. Su estrategia militar en las últimas tres décadas puede estudiarse desde un punto de vista económico.
La historia de la política exterior norteamericana es como una respuesta al "shock del petróleo" de 1973 cuando el embargo declarado por los principales productores árabes en respuesta a la guerra árabe-israelí de aquel año llegó a cuadruplicar los precios del petróleo, un desarrollo que estancó a la economía capitalista mundial. El segundo "shock petrolero", tras la revolución iraní de 1979, llevó a la proclamación de la "Doctrina Carter" que reclamó el acceso libre al Golfo Pérsico por ser de importancia estratégica para los Estados Unidos. Esto estableció el escenario para la construcción masiva de fuerzas militares norteamericanas que ha continuado sin interrupción a lo largo de los últimos 23 años.
La posición mundial de los Estados Unidos como principal poder imperialista depende no solamente de su propio acceso indisputado al petróleo, sino también de su habilidad para determinar qué cantidad de este recurso natural en disminución estará al alcance de los demás países -especialmente de sus actuales rivales potenciales. La aproximación que ha realizado Estados Unidos a este aspecto geopolítico internacional del petróleo como un recurso crítico, se ha visto afectado por el suceso político más significativo de la última parte del siglo XX: la disolución de la URSS.
El colapso de la Unión Soviética fue interpretado por la elite dominante norteamericana como una oportunidad para lanzar una rápida agenda imperialista que había sido imposible tras la Segunda Guerra Mundial y durante el medio siglo de la Guerra Fría.
Proclamando la llegada del "momento unipolar", los Estados Unidos se preparan para prevenir, y esto como principal objetivo estratégico, la emergencia de otro poder, sea una Europa reunificada, Japón o potencialmente China que pudiera desafiar su posición internacional dominante. Conscientes de la declinación significativa de la posición de los Estados Unidos en la economía mundial, los estrategas del imperialismo norteamericano, llegaron ver a su inmenso poderío militar como el principal medio por el cual los Estados Unidos podían efectuar un reordenamiento fundamental del mundo en su provecho. En este contexto, el uso del poder militar para establecer el control efectivo de las regiones productoras de petróleo y de la distribución mundial de este producto, se transformó de una idea estratégica a un plan concreto de acción.
No hay ninguna barrera impenetrable que separe la política extranjera de la interna. Ellas representan componentes interdependientes de la política de clase elaborado por el estrato dominante de la elite gobernante. Aunque sujeta a la continua presión de las fuerzas de la economía mundial, la política exterior que persigue la elite gobernante refleja, complementa y proyecta sus intereses domésticos esenciales.
Han pasado casi 60 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un examen de este período, revela muy claramente la correlación ente la política externa y la interna.
Estos 60 años pueden ser divididos en dos eras: durante los primeros 30 años, entre 1945 y 1975, la tendencia predominante en la política interna norteamericana era el de la reforma social liberal. En su política exterior, la burguesía norteamericana proclamaba una versión del internacionalismo liberal enraizado en varias instituciones multilaterales. Para estar seguros, estas instituciones servían lo que para la clase gobernante norteamericana eran sus intereses a largo plazo. Más aún, la tendencia predominante hacia el acomodo y compromiso con la Unión Soviética, recibió siempre la oposición de sectores poderosos de la clase capitalista, y aún dentro de los marcos del compromiso, la burguesía norteamericana defendió ferozmente, a riesgo incluso de guerras, lo que percibía como sus intereses globales. Pero bajo las condiciones de la inmensa expansión de la economía mundial después de la Segunda Guerra Mundial el capitalismo norteamericano consideraba al liberalismo social en casa y al internacionalismo liberal (y anticomunista) como la fórmula más aconsejable.
El fin de esta Guerra liberal fue ensombrecida en el debilitamiento del Nuevo orden económico que se estableciera en 1944 (el sistema Bretton Woods). Su colapso en 1971 con el fin de la convertibilidad del dólar y el oro, prohijó un período de creciente inestabilidad económica internacional -manifestada especialmente en una inflación de precios sin precedentes-y una lenta declinación dentro de los Estados Unidos, de la ganancia corporativa.
El deterioro en general del clima económico mundial, provocó un cambio fundamental en las políticas externas e internas de la clase dirigente norteamericana. Dentro de los Estados Unidos, las políticas sociales que se habían orientado hacia una redistribución limitada de la riqueza y hacia niveles algo reducidos en la desigualdad social, se dejaron en reversa. La elección de Reagan a la presidencia en 1980 fue seguida por grandes reducciones de las tasas impositivas de los norteamericanos ricos, por cortes masivos en el gasto social que abrumaba a los norteamericanos pobres, y un asalto general a los sindicatos.
El componente internacional de esta política fue el repudio a la detente con la Unión Soviética y la intensificación general de la presión militar en contra de los movimientos nacionales en el "Tercer mundo" que fueron vistos como peligrosos para los intereses globales norteamericanos.
La estabilidad económica del capitalismo norteamericano y, con él, las vastas fortunas acumuladas por su elite gobernante en el curso del boom especulativo en Wall Street, llegó a ser dependiente a los niveles de salarios deprimidos en los Estados Unidos y al continuo aprovisionamiento desde ultramar de materia prima barata, (especialmente petróleo) y trabajo de bajo costo.
El asombroso enriquecimiento de la elite gobernante norteamericana durante la última década y la horrible indigencia de América Latina, África, Asia y la antigua Unión Soviética, son fenómenos interdependientes. Si un matemático fuera a estudiar la relación entre la acumulación de riqueza en los Estados Unidos y las consecuencias locales de los bajos precios de las mercancías y la superexplotación del trabajo en ultramar sería capaz de calcular cuántos millones de muertes prematuras inducidas por la pobreza se requerirían colectivamente en África, Asia, Eurasia y América Latina para cosechar un solo billonario de Wall Street.
La elite gobernante norteamericana es poco inconsciente de las relaciones entre su propia riqueza y la explotación y saqueo de la gran masa de la población mundial. Esta relación ha creado la base objetiva para la clientela social de la barbarie imperialista entre un medio estúpido, ruidoso y arrogante de los nuevos ricos que surgieron del boom especulativo de los años 80 y 90. Es este elemento social corrupto que domina a la mass media e imparte a través de las ondas y la prensa sus características reaccionaras, distintivamente egoístas y autocentradas.
La bronceada glorificación del militarismo norteamericano en la mass media refleja la correspondencia de los intereses de este estrato con las ambiciones geopolíticas del imperialismo norteamericano. Y así, Thomas Friedman del New York Times¸ que epitoniza la visión del nouveau riche pro- imperialista, escribe sin el menor sentido de vergüenza: "no tengo ningún problema con una guerra por petróleo" .
La guerra contra Irak promete producir una bonanza para la clase gobernante. Como lo explica Stratfor, un sitio Internet que transmite a tono con los objetivos del gobierno norteamericano: "Los grandes ganadores del conflicto inminente serán los inversionistas que estén deseosos y sean capaces de adquirir activos baratos. Extranjeros familiarizados con la región y sus prácticas de negocios, que tienen contratos allí y una habilidad para tolerar riesgos, encontrarán un sinnúmero de oportunidades de inversión en cualquier cosa, desde las telecomunicaciones a las manufacturas... pues para inversionistas astutos que se toman un riesgo, las oportunidades serán sublimes". Esto es, en pocas palabras, el objetivo de "Operation Iraqi Freedom! "
Los ejecutivos, faltos de confianza en un crecimiento a largo plazo en el valor real de los bienes de los que supuestamente son responsables, se dedican enteramente a su enriquecimiento a corto plazo. Donde las ganancias no pueden crearse legítimamente ellos las inventan alterando los libros. La ciencia de la administración corporativa, uno de los logros del negocio norteamericano en la primera mitad del siglo XX, ha degenerado en el arte del fraude y del defalco.
De los 50 estados de la Unión, muchos más de la mitad están al borde de la bancarrota. Los sistemas esenciales del Seguro Social se están quebrando. El Sistema Escolar está en ruinas. Si el alfabetismo se definiera por la habilidad para escribir un párrafo sin un error gramatical, menos de un cuarto de los norteamericanos podrían calificarse como alfabetos. El Sistema de Salud está pobre de fondos y muchos servicios se han recortado drásticamente. Industrias completas se enfrentan el colapso. En menos de un año, la mayor parte de las líneas aéreas ya no existirán. La masiva distracción de recursos para financiar los cortes impositivos a las secciones ricas de la población, amenazan con la insolvencia nacional. Los niveles de desigualdad social exceden con mucho a cualquier otro gran país capitalista. Un sorprendente porcentaje de la riqueza de la nación está en manos del 2% más rica de la población. Un estudio de Kevin Phillips establece que el ingreso anual de las 14 mil familias más ricas es más alto que el ingreso anual de las 20 millones de familias más pobres.
La misma guerra representa en sí misma un fracaso devastador de la democracia norteamericana. Una pequeña camarilla de conspiradores políticos -trabajando con una agenda secreta y que llegaron al poder sobre la base del fraude-han llevado al pueblo norteamericano a una guerra que no comprende ni quiere, pero no existe absolutamente ningún mecanismo político establecido a través del cual la oposición a las políticas de la administración Bus -en lo que se refiere a la guerra, al ataque a los derechos democráticos, a la destrucción de los servicios sociales, al incansable asalto a los niveles de vida de la clase trabajadora-puedan encontrar expresión. El Partido Demócrata -el cadáver podrido del liberalismo burgués-está profundamente desacreditado. Las masas y el pueblo trabajador se encuentran completamente privados de sus derechos civiles.
A pesar de las encuestas de opinión, que no son más confiables que cualquier otro producto de la mass media, ya existe una substancial y creciente oposición hacia la guerra. Las manifestaciones en víspera de la guerra fueron más grandes que cualquiera que realizaran los movimientos contrarios a la guerra durante la era de Vietnam. Sobre todo, las manifestaciones en los Estados Unidos se desplegaron como parte de un amplio movimiento internacional contra la guerra. Esto expresaba la emergencia de una cualidad enteramente nueva en la conciencia social de creciente advertencia de que los grandes problemas sociales de nuestra época requieren más que soluciones nacionales, de soluciones internacionales. Esta capacidad debe desarrollarse a través de la construcción de un nuevo movimiento político de masas de la clase trabajadora.
En el fin de semana del 29 al 30 de marzo, el World Socialist Web Site y el Socialist Equality Party han estado patrocinando una conferencia pública. Su tarea será realizar un balance preliminar de las consecuencias de la guerra y desarrollar el programa internacional y socialista en que deberá basarse la lucha contra el imperialismo y el militarismo.
Tomado de Rebelión
Regresar