17 de marzo

30 de marzo del 2003

La crisis de Irak y América Latina

Karen Jachaturov
RIA NOVOSTI, especial para ARGENPRESS.info

Existe una opinión de que América Latina tiene relaciones 'especiales' con Estados Unidos. No voy a tocar aquí las posiciones de ciertos países de América Central, muy dependientes de EEUU, que han apoyado la operación militar estadounidense por tener ellos poco peso político hasta dentro del propio continente latinoamericano. Lo más probable es que los hayan obligado a proceder así las causas de carácter interno y las esperanzas de recibir ayuda del 'vecino septentrional'. En ese grupo se encuentra aparte Colombia, el más grande país del 'grupo de apoyo', que también vincula directamente con su situación interna el problema de Irak.

La guerrilla de muchos años habría podido despejar el camino hacia la paz bajo el gobierno del presidente Andrés Pastrana, cuando las FARC eran consideradas como una de las partes con plenitud de derechos del conflicto civil. Pero las actuales autoridades han elegido una línea dura, orientada a liquidar a sus adversarios. El actual presidente Alvaro Uribe se inclina cada vez más a introducir unidades estadounidenses en el territorio del país, por lo cual la intervención en Irak es percibida por él como una especie de indulto: en comparación con las amplias proporciones de la actual invasión en el Golfo Pérsico, una 'humilde' presencia norteamericana en Colombia parecería algo insignificante.

Pero si tomamos toda la región latinoamericana, podremos destacar dos aspectos. Cuando estalló la primera guerra en el Golfo Pérsico en 1991, la Argentina, uno de los pilares de América Latina, hasta actuó como participante de la operación 'Tempestad en Desierto'. Pero actualmente su posición es diametralmente opuesta. Junto con la aplastante mayoría de otros países del mundo, la Argentina se manifiesta por realizar todos los procedimientos con respecto a Irak en el marco de la ONU y de su Consejo de Seguridad. Infunde respeto también la posición de principios mantenida por los dirigentes de Brasil, Venezuela y Perú.

Pero el más valeroso paso lo dieron, en mi opinión, los presidentes de México y Chile, Fox y Lagos. En teoría, sus votos de miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU en apoyo a EE.UU. y Gran Bretaña habrían bastado si no para aprobar la resolución conveniente a éstos últimos, por lo menos para justificarla en lo moral. México tuvo que resistir la gran tentación de recibir, por ejemplo, facilidades por parte de EE.UU. en la ley de migración a cambio de votar 'debidamente ' el problema de Irak, pues era muy probable obtenerlas. Pero al llegar la 'hora de la verdad', México demostró ser un país que pone en el primer lugar los intereses de la paz y la seguridad internacional y los de su soberanía nacional. Lo propio puede decirse también sobre Chile.

Existe otro aspecto de aquello que actualmente sucede en la región del Golfo Pérsico. La situación se repite, pero por supuesto a otra escala, en otras condiciones históricas y con otras consecuencias. Si echamos una mirada retrospectiva, no dejaremos de notar que el presidente Bush está haciendo a escala global lo mismo que hacía hace un centenar de años el presidente Theodor Roosevelt en el hemisferio occidental. En aquel entonces el término 'globalización' no existía, pero ésta ya se hizo realidad en América Latina. Estados Unidos esgrimía en aquel período de hecho los mismos argumentos que esgrime ahora: lucha contra un régimen ilícito, amenaza a la seguridad de EE.UU., acceso a reservas de petróleo, presencia estratégica en la región. Hoy día se utiliza la misma justificación de la injerencia militar de EE.UU. en Irak.

Pero los latinoamericanos poseen buena memoria histórica. Ellos se acuerdan cómo hace 20 años Estados Unidos agredió contra Granada. La armada norteamericana, que atacó esa diminuta isla del Caribe, cuya población es cien veces menor que la de Nueva York, en realidad se dirigía hacia Oriente Próximo, a Beirut, que llegó a ser la primera capital mesoriental ocupada por los estadounidenses. Y Bagdad puede llegar a ser la segunda.

En 2004 se cumple el 50 aniversario de la intervención de Estados Unidos en Guatemala y el derrocamiento de su presidente Arbenz, realizados bajo el pretexto de que en el país estaba en el poder un 'Gobierno comunista'.

O sea, los latinoamericanos conocen en su propia experiencia la política que EE.UU. actualmente aplica respecto a Irak. Verdad que antes tal política se practicaba fundamentalmente en el hemisferio occidental, y hoy día se propaga por el mundo entero.

Y lo último: tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, los países latinoamericanos expresaron sus condolencias al pueblo estadounidense (a propósito, Cuba lo hizo la primera). Pero al propio tiempo, un 80 por ciento de los encuestados en Brasil dijeron que esos actos terroristas eran resultado de toda la anterior política de EE.UU. aplicada con respecto a otros países. Resultados análogos se obtuvieron en México. También otros países del continente comparten esa opinión, sosteniendo que el terrorismo era cultivado en mucho grado por el propio EE.UU..

Así es la realidad de América Latina, la que no pueden menos que considerar los regímenes gobernantes, incluidos aquellos que se simpatizan con Estados Unidos. Conviene subrayar aparte al propio tiempo que América Latina, como ninguna otra región del mundo, ha experimentado muchísima presión por parte de EE.UU. en el tema de Irak. Por ello es muy demostrativa su resistencia ante esa presión. La cacareada doctrina Monroe y sus variantes modernas ya son un pasado.

* Karen Jachaturov es Doctor en Historia, Prof. de la Academia Diplomática del Ministerio de Exteriores de la Federación de Rusia.


Tomado de ARGENPRESS.INFO

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