3 de abril del 2003
La batalla por Al-Nasiriya
Ángel Guerra Cabrera
Rebelión
El sueño dorado de la contrarrevolución (anti)cubana ha sido siempre que una intervención militar estadunidense acabe con el régimen revolucionario, objetivo que no podría lograr por sí misma dada su insignificancia política en la isla. De allí su histórica predilección por las acciones terroristas, idóneas para fabricar un grave incidente entre Washington y La Habana que conduzca a ese escenario. Ello explica su esmero en el fraude electoral en Florida, que encumbró en la Casa Blanca a un sujeto con el que tiene la mayor afinidad ideológica, procedente de una familia -o mejor, famiglia-, a la que está sólidamente unida por inconfesables vínculos conspirativos, políticos y de negocios desde que George Bush padre fuera director de la CIA.
El hecho subió al infinito la deuda de los Bush con la famiglia de Miami, que después del 11 de septiembre vio el camino expedito para montar provocaciones contra Cuba desde Estados Unidos. Parecía acercarse la realización de su sueño. De modo que personajes como John Bolton - partícipe del fraude electoral- y Otto Reich, a los que colocó en posiciones estratégicas en el actual equipo de política exterior de Washington, se emplearon a fondo en acusar a la isla de todo lo que pudiera llevar a la anhelada intervención militar, desde la producción de armas de destrucción masiva hasta supuestos vínculos con Bin Laden, acusaciones insostenibles y el algunos casos desmentidas por políticos estadunidenses como el ex presidente James Carter e incluso el secretario de Estado Collin Powell.
Pero pronto vinieron muy buenas noticias de Washington con el anuncio por Bush de la doctrina de "guerra preventiva" y los preparativos para agredir a Irak, justificados con cualquier patraña y principalmente invocando el derecho de Estados Unidos a producir el "regime change" donde y cuando lo estime pertinente. ¿ Por qué no en Cuba?, que después de todo aparece en todas las listas inquisidoras del departamento de Estado, entre ellas la de países que auspician el terrorismo y, por supuesto, la de violadores sistemáticos de los derechos humanos.
Hete aquí que la mafia de Miami, a la cabeza de una turba movilizada el domingo pasado en apoyo a la intervención contra Bagdag, enarbolaba esta consigna: "Irak hoy, Cuba mañana". Cuatro palabras que revelan exactamente el propósito que rige hoy sus acciones, así como las de sus satélites en la isla, ya sea que se disfracen de periodistas independientes o de defensores de los derechos humanos. El asunto no merecería comentario alguno si no fuera por la extraordinaria influencia que ejerce el grupo terrorista de Miami en la definición de la agenda política de Washington hacia la isla. Y ¡qué casualidad!, desde hace unos meses se ha incrementado exponencialmente la labor subversiva de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, los trajines y declaraciones descaradamente hostiles al sistema social de la isla de su nuevo jefe James Cason y sus reuniones con los impropiamente llamados disidentes, que tienen su centro de operaciones en esa oficina. Al mismo tiempo, los cinco cubanos prisioneros en Estados Unidos, acusados infundadamente de espionaje en una corte de Miami, como demostró fehacientemente la defensa, han sido objeto de nuevo de groseras violaciones de sus derechos procesales, puestos un mes en confinamiento solitario sin ninguna justificación y, como colofón, en las últimos dos semanas dos aviones cubanos han sido secuestrados y obligados a mano armada a volar a Florida.
Todo esto cuando se coce un bodrio anticubano en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU -incapaz de señalar a los autores del baño de sangre del pueblo iraquí-, con el evidente propósito de perpetuar el bloqueo y aplicar la misma receta en Cuba más adelante. Estos hechos no son fortuitos y responden a la complicidad de círculos de la administración de Bush con la mafia de Miami, decidida a pescar en río revuelto.
El gobierno cubano ha hecho gala en estas circunstancias de paciencia, prudencia y tolerancia. ¿ Qué se le pide además? ¿Qué se cruce de brazos frente a quienes fomentan ante sus ojos la intervención militar yanqui? Uno puede explicarse de personas ignorantes o mal informadas que no comprendan el derecho, y el deber, de La Habana de poner coto a esa ignominia. Pero no de leídos y escribidos, conocedores de historia y de lo que puede costar la indulgencia ante los nazis, antes de Berlín, ahora de Washington.
mailto:guca@lanet.apc.org
Tomado de Rebelión
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