17 de marzo

18 de marzo de 2003

INDEFENSOS Y ENTRE ENEMIGOS

La cuestión kurda

Fernando Del Corro
especial para ARGENPRESS.info

El pueblo kurdo, que se autoconsidera la herencia del antiguo imperio de los medos, se ve, nuevamente, ante el riesgo de ser bombardeado y hasta sometido a nubes de gases tóxicos de producirse el ataque de los Estados Unidos de América a Irak, país aquél que, por otra parte, se ha negado de dotarlo de máscaras antigases.

La fecha tope para el desarme iraquí, luego flexibilizada, fijada para el 19 por el gobierno de George W. Bush, virtualmente hace coincidir las previsiones del ataque con la principal fecha patria, el 21 de marzo, 'Newruz' (Día Nuevo), cuando se conmemora la sublevación del herrero Kawa, en el 612 ANE, contra el sangriento rey asirio Sahak, fundando el reino medo.

Los kurdos, son 30 millones no bien censados, dispersos en el Asia Menor entre Turquía (diez millones), 20 por ciento de la población; Irán (seis millones), 17%; Irak (seis millones), 25%; y Siria (un millón), más los de la ex URSS en las repúblicas de Rusia, Armenia y Azerbadjian y en el exilio en Alemania (un millón), Australia, Estados Unidos, Francia e Italia.

Más acá de los medos, su máximo poder los kurdos lo tuvieron en el Siglo XI en tiempos del sultán Saladino, el del cuento de 'La lámpara de Aladino', quién llegó a dominar Siria y Palestina y expulsó a los cristianos de Jerusalem, pero al que algunos historiadores de su pueblo le achacan no haber terminado con el feudalismo dando lugar a un Kurdistán centralmente unificado.

El caso de la nación kurda es el de un supervivencia notable en medio de los sometimientos a poderes externos, pasando por los asirios, los persas y los turcos en tiempos idos y más recientemente por los diferentes gobiernos de los estados en los que constituyen una etnia significativa, ya que sólo fueron tolerados en la Siria del extinto presidente Haffez al Assad.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Sevres de 1920, en los catorce puntos impuestos por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, las potencias vencedoras habían decidido que del desmembramiento del Imperio Otomano debía surgir, entre otras cosas, un estado kurdo, así como aparecieron los de Siria, Líbano, Irak, Transjordania y el proto Israel.

Ello no se cumplió porque Francia y, sobre todo, el Reino Unido no vieron mal la aparición del nacionalista turco Mustafá Kemal, con lo que éste en 1923 en el Tratado de Lausanne hizo que olvidar lo acordado en Sevres y adiós al Kurdistán independiente, y así, con menos prensa reivindicadora que los armenios, los kurdos también pasaron a ser víctimas de los genocidios otomanos.

En 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, los kurdos de Irán, al igual que los azeríes persas, constituyeron estados independientes, con gobiernos comunistas, los que no pudieron consolidarse, en el marco de las conversaciones sobre repartos de áreas de influencia, y así fueron reprimidos y sometidos nuevamente por las tropas del sha Mohamed Rezah Pahlevi II.

Desde entonces la minoría kurda volvió a ser duramente perseguida, particularmente en Turquía, un estado formalmente democrático pero realmente manejado por el ejército, donde incluso el idioma kurdo se encuentra prohibido al punto de que la diputada Leyla Zawa, que desafió esa norma en el parlamento nacional, fue condenada a quince años de prisión, junto con otros legisladores.

Desde la anterior Guerra del Golfo a la fecha en Turquía han sido asesinados 30.000 kurdos; 300.000 fueron desplazados de sus asentamientos, muchos de los cuales debieron emigrar; y fueron arrasadas 3.185 poblaciones; mientras en Irán tuvieron que afrontar no pocos ataques, al igual que en Irak, donde constituyen la mayoría en el norte del país.

El Kurdistán, donde se dice que nació e inició su predicación el legendario Zaratustra, profeta del mazdeismo (religión que entre los medos luego derivó en el yesidismo de los adoradores del diablo), de resultas de la Guerra del Golfo de 1991 fue víctima de un intento de exterminio masivo en el área iraquí, para lo que incluso se utilizaron armas tóxicas.

En función de la reacción internacional, y asegurándose la no preeminencia del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), liderado por Abdullah Ocalam, el gobierno de George Bush padre hizo que Saddam Hussein detuviese la masacre y se creara una 'zona liberada' en la que conviven cuatro millones de kurdos presididos por Massud Barzani, jefe del Partido Democrático del Kurdistán.

Pero la buena letra de Barzani con Occidente parece no servir de mucho a esta altura de las circunstancias cuando Bush hijo y sus halcones han decidido la guerra con o sin ONU, con o sin aliados, con o sin razones, por lo cual los kurdos iraquíes ya parecen servir de poco y así sus reclamos de apoyo logístico frente al conflicto en marcha han sido desoídos.

'Los estadounidenses dieron siete millones (de máscaras antigases) a los israelíes, también podrían encontrarnos cuatro millones para nosotros', se quejó Barzani ante Andrea Nicastro, enviada por el 'Corriere della sera' al Kurdistán 'libre', cuya capital, Erbil, está jaqueada por los cañones de 105 milímetros, de Saddam Hussein, cargados con bombas con cabeza química.

Desde las alturas del monte Kalak, como en 1988 y como en 1991, cuando los cadáveres se contaron por decenas de miles, los cañones iraquíes constituyen una verdadera amenaza de muerte para los 500.000 kurdos de esa ciudad y los 3,5 millones del resto de la 'zona liberada', sobre la cual, seguramente, descargará su furia el ejército de Saddam apenas se desate la guerra.

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