4 de marzo del 2003
Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
"History is again on the move"
ARNOLD J. TOYNBEE
En relación a este asunto de Iraq se tiene la impresión de que se está a punto de jugar algo fundamental. Se encienden las alarmas por todas partes, el conjunto de la arquitectura internacional se tambalea, la ONU está fraccionada, la Unión Europea dividida, la OTAN facturada...Persuadidos de que se ha vuelto a poner en marcha la maquinaria de producir tragedias, diez millones de personas han protestado en las calles de las ciudades del mundo el 15 de febrero de 2003. Se niegan a ver volver la brutalidad de la política internacional, con sus violencias extremas, su pasiones y sus odios.
Estos temores colectivos se expresan en forma de preguntas angustiosas: ¿por qué esta guerra contra Iraq?¿por qué ahora? ¿cuáles son los verdaderos propósitos de EEUU? ¿por qué Francia y Alemania se oponen con tanta energía?¿en qué sentido este conflicto es revelador de un nuevo dato en materia de política extranjera?¿qué cambios anuncia en los grandes equilibrios del mundo? Demasiadas personas piensan que las verdaderas razones de esta guerra siguen siendo enigmáticas. Con la mejor de las voluntades, quienes examina los argumentos esgrimidos por Washington siguen siendo escépticos. Las autoridades norteamericanas no han logrado convencer de que esta guerra es necesaria. Y su insistencia en repetir incansablemente unas pobres justificaciones hace más dudosa a la opinión pública internacional.
¿Cuáles son los argumentos oficiales? Son siete y han sido formulados en el informe "Una década de mentiras y desafíos" presentado por el presidente George W. Bush ante el Consejo de Seguridad (CS) de NNUU el 12 de septiembre. Este texto de 22 páginas recuerda los tres reproches principales: Bagdad no ha respetado dieciséis resoluciones de NNUU; Iraq posee, o trata de poseer, armas de destrucción masiva (nucleares, biológicas, químicas) y misiles balísticos; por último, es culpable de violaciones de derechos humanos (torturas, violaciones, ejecuciones sumarias).
Las otras cuatro acusaciones conciernen al terrorismo (Bagdad protege a organizaciones palestinas y entrega 250.000 dólares a las familias de cada uno de los autores de atentados-suicidas contra Israel); los prisioneros de guerra (entre los que se encuentra un piloto norteamericano); los bienes confiscados durante la invasión de Kuwait (obras de arte y material militar); las malversaciones del programa "petróleo por alimentos".
Todos estos reproches llevaron a CS de NNUU a votar por unanimidad el 8 de noviembre de 2002 la resolución 1441 que establece "un régimen de inspecciones intensivas con el fin de completar totalmente y de forma verificada el proceso de desarme"
¿Todos estos argumentos son hasta tal punto espantosos que todos los países del mundo deberían considerar a Iraq el principal problema del mundo? ¿convierten a Iraq en la peor amenaza que pesa sobre la humanidad? En definitiva: ¿justifican una guerra de gran envergadura?
A estas preguntas responden afirmativamente EEUU y algunos de sus amigos (Reino Unido, Australia, España...). Sin esperar la autorización de instancia internacional alguna las autoridades de Washington (y de Londres) se han apresurado a mandar a las fronteras de Iraq una temible fuerza militar de aproximadamente 200.000 hombres, dotada de una colosal potencia de destrucción.
En cambio, otros países occidentales (Francia, Alemania, Bélgica...) y una parte importante de la opinión pública mundial responden a esas mismas preguntas con un triple "no". Reconocen la gravedad de los reproches, pero consideran que esas mismas acusaciones -no respeto de las resoluciones de NNUU, violación de los derechos humanos y posesión de armas de destrucción masiva- se podrían expresar en relación a otros Estados del mundo, empezando por Pakistán e Israel, estrechos aliados de EEUU, contra los que nadie está pensando desencadenar una guerra. Observan también que Washington guarda silencio en relación a otras muchas dictaduras amigas de EEUU -Arabia Saudí, Egipto, Túnez, Pakistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Guinea Ecuatorial, etc- que pisotean los derechos humanos.
Por otro lado, consideran que el régimen iraquí, sometido desde hace doce años a un embargo devastador, a una limitación de su soberanía aérea y a una vigilancia permanente, no parece constituir una amenaza inminente para sus vecinos.
Por último, en relación a la interminable búsqueda de inencontrables armas, muchos tienen la tentación de pensar, como Confucio, que "no se puede atrapar a un gato negro en una habitación oscura, sobre todo cuando no hay gato". Consideran que los inspectores de la Comisión de control, de verificación y de inspección de NNUU (UNMOVIC, en sus siglas en inglés), dirigida por el diplomático sueco Hans Blix, y los de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), dirigida por el experto egipcio Mohamed El Baradei, están haciendo progresos constantes atestiguados por los informes presentados ante el CS y que ello debería permitir alcanzar el objetivo esperado -el desarme de Iraq- si tener que recurrir a la guerra.
Por haber hecho suyo este sensato razonamiento y haber sabido expresarlo firmemente en el recinto de NNUU por medio de la voz de su ministro de Asuntos Exteriores, Dominique Villepin, el presidente francés, Jacques Chirac, encarna a los ojos de aquellos que por todo el mundo se oponen a esta guerra la resistencia ante la preponderancia norteamericana. Indudablemente este traje le viene un poco holgado, aunque es indudable que en pocas semanas el presidente de la República francesa ha ganado una popularidad internacional que pocos dirigentes franceses han conocido antes de él. Como el personaje del general de la Rovere en la célebre película de Roberto Rossellini, quizá Chirac se ha encontrado por casualidad desempeñando este papel de resistente, aunque hay que reconocer que asume su misión.
Por su parte la administración norteamericana sigue sin lograr convencer de que esta guerra esté justificada. Continúa expuesta al veto francés y ha sufrido, uno tras otro, dos desastres diplomáticos en el CS: el primero, el 4 febrero con el fracaso dela presentación de las "pruebas" contra Iraq por parte de Colin Powell; a continuación, el 14 de febrero con la presentación de los informes más bien positivos de los inspectores, en el curso de la cual Blix no dudó en afirmar que muchas de las "pruebas" presentadas por Powell "carecía de fundamento". Ese mismo día, Villepin sostuvo: "Hace diez días el Sr. Powell evocó lo supuestos vínculos entre Al Qaeda y el régimen de Bagdad. En el estado actual de nuestras investigaciones e informaciones llevadas a cabo junto con nuestros aliados nada nos permite establecer tales vínculos".
Ahora bien, el establecimiento de vínculos entre la red de Ben Laden y el régimen de Sadam Husein es decisivo para legitimar este conflicto, particularmente a los ojos de la opinión pública norteamericana que continúa traumatizada por los odiosos atentados del 11 de septiembre.
Tantos ciudadanos se movilizan en todas partes contra esta guerra porque ningún argumento sólido parece fundamentarla. Y también por esa razón es imposible no preguntarse cuáles son las verdaderas motivaciones de EEUU. Por lo que se ve, los motivos son al menos tres.
En primer lugar, existe la preocupación, que desde el 11 de septiembre de 2001 se ha hecho obsesiva, de evitar cualquier confluencia entre un "Estado canalla" y el "terrorismo internacional". Ya en 1997, William Cohen, secretario de defensa de la administración Clinton, declaró: "Nos enfrentamos a la posibilidad de que actores regionales, ejércitos de tercer orden, grupos terroristas e incluso sectas religiosas traten de obtener un poder desproporcionado por medio de la adquisición y utilización de armas de destrucción masiva". En un comunicado difundido el 11 de enero de 1999 Ben Laden admitía que esta posibilidad era muy real: "No considero un crimen tratar de adquirir armas nucleares, químicas o biológicas". Y George W. Bush reconoció que esta posibilidad le obsesionaba: "Lo que tememos es que los terroristas encuentren un país fuera de la ley que pueda procurarles tecnología para matar". Para el presidente de EEUU este "Estado fuera de la ley" no es otro que Iraq. De ahí la teoría de la "guerra preventiva", definida el 20 de septiembre de 2002, y que James Woolsey, ex -director de la CIA resume de la siguiente manera: "La nueva doctrina nacida de esta batalla asimétrica contra el terror es la de la "disuasión anticipada" o de la "guerra preventiva". Puesto que los terroristas siempre tienen la ventaja de atacar en secreto en cualquier parte y en cualquier momento, la única defensa consiste en sorprenderlos ahora, dondequiera que se encuentren, antes de que puedan ser capaces de manifestarse". Por supuesto, no se solicitará autorización alguna de NNUU.
La segunda motivación, no reconocida, es el control del Golfo Arabo-Pérsico y de sus recursos de hidrocarburos. Más de dos tercios de las reservas mundiales conocidas de petróleo se encuentran concentradas en el subsuelo de algunos Estados situados al borde del Golfo: Irán, Iraq, Kuwait, Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Para los países desarrollados, sobre todo EEUU, grandes dilapidadores de energías, esta región desempeña un papel capital y posee una de las claves de su crecimiento y de su modo de vida.
Así pues, cualquier intervención contra países del Golfo es considerada una amenaza para los "intereses vitales" de EEUU. Desde 1980, en su discurso sobre el estado de la Unión, el presidente James Carter, Premio Nobel de la paz 2002, definió la doctrina norteamericana para esta región. "Todo intento por parte de cualquier potencia extranjera de tomar el control de la región del Golfo Pérsico será considerado como un ataque contra los intereses vitales de EEUU. Y este ataque será repelido por todos los medios necesarios, incluida la fuerza militar".
Controlada por los británicos desde el final de la primera guerra mundial y el desmantelamiento del Imperio otomano, la región del Golfo ha visto aumentar la influencia norteamericana desde 1945. Sin embargo, dos importantes países escapan al dominio de Washington: Irán, desde de la revolución islámica de 1979, e Iraq, desde la invasión de Kuwait en 1990. La misma Arabia Saudí se ha vuelto sospechosa tras los atentados del 11 de septiembre debido a sus vínculos con el islamismo militante y a la ayuda financiera que hayan podido aportar los saudíes a la red Al Qaeda. Washington considera que no puede permitirse perder un tercer peón en el tablero del Golfo y menos aún uno de la importancia de Arabia Saudí. De ahí la tentación de ocupar Iraq bajo falsos pretextos y de recuperar el control de la región.
Más allá de las dificultades militares, no será fácil la administración por parte de las fuerzas de ocupación norteamericanas de un Iraq libre de Sadam Husein. En la época en la que era lúcido, Colin Powell evaluaba la inextricable dificultad: "Por mucho que despreciáramos a Sadam Husein por lo que había hecho, EEUU no tenía deseo alguno de destruir su país. En los últimos diez años nuestro gran rival en Oriente Medio ha sido Irán y no Iraq. Queríamos que Iraq siguiera ejerciendo de contrapeso de Irán. Arabia Saudí no quería que los chiítas tomaran el poder en el sur de Iraq. Los turcos tampoco querían que los kurdos se separaran del resto de Iraq (...) Los Estado árabes no quería que Iraq fuera invadido y desmantelado (...) Un Iraq dividido en facciones sunita, chiita y kurda no contribuiría a la estabilidad que queremos en Oriente Medio. La única manera de evitarlo habría sido conquistar y ocupar esta lejana nación de veinte millones de habitantes. No creo que sea eso lo que desean los norteamericanos". Sin embargo, esto es lo que actualmente desea el presidente Bush...
La tercera motivación no reconocida de esta guerra es afirmar la hegemonía de EEUU en el mundo. El equipo de ideólogos que rodea a George W. Bush (Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, Perle, etc.) lleva mucho tiempo teorizando acerca de este ascenso hacia el poderío imperial de EEUU. En los años ochenta estaban ya en el entorno del presidente Bush padre. Eran los años finales de la guerra fría y, a la inversa de la mayoría de los estrategas que preconizaban un aligeramiento del instrumento militar, ellos alentaban la reorganización de las fuerzas armadas y el recurso a ultranza a las nuevas tecnologías con el fin de devolver a la guerra su carácter de instrumento de política exterior.
Entonces, cuenta un testigo, "el síndrome de Vietnam estaba aún vivo. Los militares sólo querían recurrir a la fuerza si todo el mundo estaba de acuerdo. Las condiciones dadas requerían prácticamente un referéndum nacional antes de que se pudiera utilizar la fuerza. No era posible ninguna declaración de guerra sin un acontecimiento catalizador como Pearl Harbor". Con todo, en diciembre de 1989 este quipo de halcones logró poner en pie con la ayuda del general Colin Powell, sin la aprobación del Congreso ni la de NNUU, la invasión de Panamá (más de mil muertos) y el derrocamiento de Noriega.
Estos mismo hombres dirigieron a continuación la guerra del Golfo, en el curso de la cual las fuerzas armadas estadounidenses realizaron una demostración de superpoderío militar que sorprendió al mundo.
De nuevo en el poder en 2001, estos ideólogos consideraron los atentados del 11 de septiembre el "acontecimiento catalizador" que llevaban esperando mucho tiempo. Nada parece detenerlos ahora. Por medio de la Patriot Act [Ley Patriótica] han dotado a los poderes públicos de un temible instrumento liberticida; han prometido "exterminar a los terroristas", han propuesto la teoría de la "guerra global contra el terrorismo internacional", han conquistado Afganistán, derrocado el régimen talibán y proyectado fuerzas de combate en Colombia, Georgia, Filipinas...A continuación han definido la doctrina de la "guerra preventiva" y justificado, a base de propaganda y de intoxicación, esta guerra contra Iraq.
Aceptan que Washington se concentre en los verdaderos ámbitos de poder a la hora de la globalización liberal: G7, FMI, OMC, Banco Mundial...Pero poco a poco quieren extraer a EEUU del marco político multilateral. Por esa razón han empujado al presidente Bush a denunciar el Protocolo de Kioto sobre el efecto invernadero, el tratado ABM sobre misiles balísticos, el tratado que instituía un Tribunal Penal Internacional, el tratado sobre las minas antipersonas, el protocolo sobre armas biológicas, el acuerdo sobre armas de pequeño calibre, el tratado sobre la prohibición total de armas nucleares e incluso, la Convención de Ginebra sobre prisioneros de guerra respecto a los prisioneros de la base de Guantánamo. El siguiente paso será denegar el arbitraje del Consejo de Seguridad, lo que amenazaría de muerte al sistema de NNUU.
Así, pieza a pieza, en nombre de los grandes ideales -la libertad, la democracia, el libre-comercio, la civilización- estos ideólogos proceden a la transformación de EEUU en un Estado militar de nuevo tipo. Y reestablecen la ambición de todo Imperio: rediseñar el mundo, volver a trazar las fronteras, civilizar a los pueblos.
Los colonialistas de antaño no actuaban de otra manera. "Pensaban", recuerda el historiador Douglas Porch, "que la difusión del comercio, del cristianismo, de la ciencia y de la eficacia de la administración de Occidente ampliaría los límites de la civilización y reduciría las zonas de conflicto. Gracias al Imperialismo, la pobreza se transformaría en prosperidad, el salvaje recuperaría la salud, la superstición se convertiría en razón y se instauraría el orden ahí donde antes únicamente reinaban la confusión y la barbarie"
Para evitar esta deriva lamentable Francia y Alemania, en nombre de cierta idea de la Unión Europea, han decidido ejercer de contrapeso no-hostil a EEUU en el seno de NNUU. "Estamos convencidos", ha afirmado el ministro francés de Exteriores Villepin, "de que es necesario un mundo multipolar y que una sola potencia no puede asegurar el orden mundial".
Se diseña así el esbozo de un nuevo mundo. Podría constituirse en él un segundo polo de poder bien por parte de la Unión Europea si sabe unirse, bien por parte una alianza inédita París-Berlín-Moscú, o incluso por otras configuraciones variables (Brasil- África del Sur-India-Méjico). La iniciativa franco-alemana constituye un paso histórico que saca por fin a Europa de sesenta años de miedos y le permite redescubrir la voluntad política. Un paso tan audaz que, por contraste, ha revelado la actitud pusilánime de algunos países europeos (Reino-Unido, España, Italia, Polonia..) que han estado demasiado tiempo en condición de vasallos.
(Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos)
Tomado de Rebelión
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