2 de marzo del 2003
IRAK: INVISIBLES PREPARATIVOS PARA LA DEFENSA
Blanche Petrich
La Jornada
La corresponsal de La Jornada, de México, en Bagdad, traza un panorama sobre Bagdad y la población que espera a los invasores anglonorteamericanos.
El escándalo callejero cesó a las nueve de la noche en esta ciudad bulliciosa. La televisión local no transmitía un partido de fútbol, sino la primera entrevista concedida por el presidente iraquí Saddam Hussein, en 10 años, al viejo conductor de la cadena CBS Dan Rather. Parecía un ajedrez en el que se jugaba la cabeza de un pueblo entero.
Pocas horas antes, dando las seis de la tarde, el alminar de la centenaria mezquita del barrio El Rashid, en el casco viejo, llamaba a última oración del día. Los puestos del bazar Safa Fir, el más antiguo, habían cerrado y los hombres se congregaban en las cafeterías y las peluquerías, llenas a reventar. Las mujeres acudían a comprar el pan recién salido del horno y algunos artesanos, como el sastre de los portales, aún le disputaban algunos minutos a la jornada con sus zurcidos invisibles. Kadhim Maskoor y Jawad Aljebori, retratistas, se disponían a cerrar el changarro donde manejan con gran oficio el óleo y el carboncillo desde hace 40 años. Invitan a estos enviados a tomar un vasito de té.
Por su edad, a sus 60 y pico de años, en estos tiempos de alerta máxima deberían estar en la reserva del ejército, pero aún no han sido convocados. La guerra de la que se habla obsesivamente en el exterior no forma parte de sus preocupaciones. Prefieren comentar la llamativa estadística de la que oyeron hablar hace poco en una transmisión radiofónica de la BBC de Londres: que Inglaterra, Irak y México son los países que más autogoles han metido en campeonatos internacionales. Eso sí les parece interesante.
Kadhim es enfático. Asegura no tener temor alguno al -según dicen- inminente ataque estadounidense y expresa confianza total 'a nuestro líder'. Jawad es más escéptico. Los dos se guardan sus respuestas cuando se les pregunta si acudirían voluntariamente a un llamado a movilizarse en el ejército de reserva.
Lo cierto es que el llamado a los veteranos reservistas no ha llegado y, según se comenta, no será necesario. El ejército regular, con tres millones de hombres, es respaldado por una fuerza social impresionante, armada y entrenada para resistir una invasión extranjera.
A esta fuerza ya fogueada en una guerra con la superpotencia, la entonces llamada madre de todas las batallas, se le suma la fuerza laboral organizada, que en los últimos años ha sido entrenada y armada para esta coyuntura. El presidente de la Federación General de Trabajadores, Jameel Al Jubouri, asegura que todos los sindicalistas afiliados a esta central, la única existente en el país, están 'listos para la defensa'. No precisa cuántos trabajadores suman esta fuerza, pero admite que con el cierre de empresas y la baja de la producción, los afiliados a los sindicatos han disminuido.
Cifras no oficiales sitúan el desempleo hasta en 75 por ciento, en especial en las zonas rurales.
En una reunión protocolaria de los mandos medios de la burocracia sindical con los delegados de la misión de paz de México, Al Jubouri repitió el lema de esta central sindical: 'Con una mano trabajamos y con la otra luchamos para defender al pueblo, a la patria y a nuestro líder'.
Pero si el sector sindical representa un pilar importante en las fuerzas irregulares de autodefensa militar, el sector femenil no se queda atrás. Iftakhar Ahmed Al Samir, vicepresidenta de la Federación de Mujeres de Irak, la otra gran organización corporativa del régimen, asegura que todas sus afiliadas han sido entrenadas para el manejo de armas, servicios de correos y en la atención de heridos, en previsión de la gran confrontación. Son cerca de dos millones de mujeres organizadas en comités de defensa de barrios y distritos.
Lo cierto es que todos los preparativos para la resistencia y el contrataque son invisibles a los ojos del visitante. En las calles y las avenidas se forman nudos de viejos automóviles que son manejados por igual con el acelerador y la bocina. Son muy pocos los soldados y policías que se dejan ver. En la avenida Sadoum, una especie de San Juan de Letrán, es incesante la columna humana entre los puestos ambulantes que expenden todo tipo de fayuca. Y de regreso al viejo barrio de Rashid, en el casco histórico, nada parece estar más lejos que una amenaza de una guerra de exterminio.
Eso deja ver la afabilidad de Abda Rahman, un kurdo gordo y sonriente que se muestra feliz por enseñar su próspera panadería de dos hornos. O los comerciantes que apresurados se detienen a comer los tacos de cordero al pastor que prepara un experto taquero.
El bullicio continúa, por lo general, hasta bien entrada la noche, pero este jueves hay un programa en la televisión que llama poderosamente la atención. Por eso la ciudad guarda silencio.
Durante el enigmático ajedrez, Rather, el periodista de Estados Unidos, relator en pantalla de todas las guerras en las que se ha involucrado su país en el último cuarto de siglo, le pregunta a Hussein, en entrevista grabada hace tres días:
-Usted en 1991 enfrentó a George Bush padre. Hoy enfrenta a un George Bush segundo con un poderío militar mayor, mucho más moderno. ¿Qué le hace pensar que esta vez va a sobrevivir?
Con la insinuación de que Irak fue derrotado en la guerra del 91, Hussein, quien no aparece en público desde hace cuatro años, parece incómodo, a punto de perder el control. Pero conforme transcurre la entrevista se relaja. Y de nuevo con la sartén por el mango emite declaraciones cruciales: afirma que no destruirá los misiles Al Samoud, reta a Bush a debatir con él en público y niega, por enésima vez, tener relación alguna con Bin Laden. Al final Rather vuelve con una pregunta que parece envolver una amenaza: '¿Nos volveremos a ver, señor presidente?'. Hussein levanta una pequeña taza de café, toma un sorbo y da por terminada la conversación con una sonrisa astuta.
Ellos, desde sus posiciones en el poder, no han terminado esta esgrima. Los iraquíes, en tanto, toman té y esperan el desenlace con serenidad intrigante.
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