17 de marzo

12 de febrero de 2003

El espacio exterior, nueva etapa del destino manifiesto

Miguel Ángel Ferrari
Desde la Gente

Por estos días dos noticias recorren el mundo: la decisión de los Estados Unidos de emprender una guerra de agresión contra Iraq, violentando -si lo creyeren necesario- el derecho internacional, y la catástrofe del transbordador Columbia, en la que perdieron la vida sus siete tripulantes.

Aparentemente se trataría de dos noticias distintas, independiente una de otra, con un solo denominador común: el país de origen.

Pero si profundizamos un poco en la doctrina militar de Washington, encontraremos una abigarrada malla de relaciones que -por supuesto- los grandes medios de comunicación, especialmente norteamericanos, se encargan de disimular.

En el año 2000, se aprobó una ley elaborada por senador Robert Smith, republicano de Nueva Hampshire, que autorizaba la creación de la Comisión Espacial. Este ente, oficialmente conocido como "Comisión para Evaluar la Administración Espacial y la Organización de la Seguridad Nacional de los Estados Unidos", comenzó su labor -bajo la presidencia de Donald Rumsfeld- en el verano boreal de 2000 y rindió su informe el 11 de enero de 2001. Su presidente, como todos sabemos, fue posteriormente designado secretario de Defensa (ministro de Defensa) por el flamante presidente George Walker Bush.

Uno de los aspectos más importantes del informe de la Comisión Espacial, consiste en la descripción acerca la relevancia que ha adquirido el espacio en todos los aspectos de la existencia nacional de los Estados Unidos. En este informe se explica detalladamente la importancia de los sectores espaciales civil, comercial, de defensa y de inteligencia.

En relación a la necesidad de que Washington controle el espacio, el senador Smith comentó "Es nuestro destino manifiesto. Fuimos de la costa este a la costa oeste de Estados Unidos colonizando el continente y a esto le llamaron destino manifiesto; y el próximo continente, la próxima frontera, es el espacio y para siempre".

Como se podrá apreciar, estamos ante una actitud expansionista que no repara en ciertas restricciones que emanan de las normas o compromisos internacionales. El control del espacio exterior está puesto al servicio -como ha ocurrido siempre- de los intereses hegemónicos, imperiales, de la potencia norteamericana. Una fuerte presencia militar en el espacio presenta, entre otras ventajas militares, la posibilidad de controlar el planeta Tierra sin el riesgo de que ese control, tanto misilístico, como de inteligencia, pueda ser respondido por los países o eventualmente los movimientos populares agredidos.

Casi todas las naciones del orbe se han comprometido a mantener el espacio libre de armas. ¿Qué sentido tendrían los tratados que establecen dónde y cómo pueden usarse las armas, si cualquier país pudiera emplazar armas de rayos láser y con ellas exterminar miles de personas o arrasar construcciones en el lugar que se le ocurra? El consenso sobre la preservación del espacio de armamento de todo tipo es cada vez mayor, pero no unánime. La Organización de las Naciones Unidas ha designado el espacio como uno de los cinco bienes comunes del mundo. Los cuatro restantes son: el tiempo atmosférico, la Antártida, la atmósfera y los océanos. Esto significa que el espacio pertenece a todos los habitantes del planeta.

El 1º de noviembre de 1999, en el marco de ese concepto de bien común de la humanidad, una resolución de la ONU, titulada "Prevención de la carrera armamentística en el espacio exterior", que hacía un llamamiento a usar el espacio únicamente con fines pacíficos, fue aprobada por 138 votos a favor y ninguno en contra. Sólo hubo dos abstenciones: los Estados Unidos y el Estado de Israel.

El general norteamericano Richard B. Myers, actual presidente de la Junta de Estado Mayor Conjunto, encarnando ese espíritu supremacista de "destino manifiesto" - inspirado en el etnocéntrico concepto bíblico de pueblo elegido-, expresó en 1999: "De la misma manera que no podemos esperar luchar con éxito la próxima guerra con el equipo que se utilizó en la última guerra, de hecho tampoco podemos ver una victoria en la siguiente guerra, utilizando las mismas políticas de la guerra anterior. Para poder prepararnos mejor para el futuro, también tenemos que activar nuestro pensamiento. Necesitamos el debate nacional sobre las políticas existentes y suscitar preguntas que tengan que ver con las capacidades y posibilidades militares en el espacio. Y la resolución de ese debate -concluye el general Myers- se necesita más temprano que tarde".

Desde aquel discurso de 1999 a hoy, el general fue ampliamente escuchado. La política militar espacial avanzó considerablemente, tanto en el plano estrictamente técnico, como en el doctrinario. Las consideraciones en el terreno de la tecnología bélica serían obvias, es ampliamente conocido el lugar de preferencia que la administración Bush le ha concedido, particularmente en las partidas presupuestarias que deben medirse en centenas de miles de millones de dólares. Pero la conducción política del imperio, se ha detenido también a elaborar nuevas teorías y nuevas doctrinas (no muy sólidas por cierto) con las que pretende respaldar su política expansiva.

En un documento de doctrina, la Fuerza Aérea norteamericana considera que "aunque hay diferencias físicas entre la atmósfera y el espacio, no hay un límite absoluto entre ellos. En ambos se pueden realizar las mismas actividades militares básicas".

"El departamento de Defensa (de los Estados Unidos) -sentenció el secretario Donald Rumsfeld, uno de los halcones del Pentágono-mantendrá su capacidad de efectuar las misiones de apoyo espacial, mejoramiento de la fuerza, control del espacio y aplicación de la fuerza (...) Estados Unidos elaborará, operará y mantendrá las capacidades de control en el espacio para garantizar la libertad de acción en el espacio, y si se le encomienda (Rumsfeld no aclara quien le puede recomendar), negar esa libertad de acción a los adversarios".

Finalmente, como para advertir a los ingenuos, el coronel estadounidense John E. Hyten en su artículo "Cómo enfrentar el conflicto inevitable en el espacio", haciendo un paralelo entre el mar y el espacio, señala "en el mar las ventajas militares y económicas se disciernen más fácilmente. Los buques de guerra y los comerciales por lo regular son bastante diferentes. En el espacio, los satélites de guerra y los satélites comerciales podrían ser los mismos".

La salvaje guerra preventiva de Bush parece no tener límites. No obstante, es bueno recordar que todos los imperios han caído gracias a la lucha de los pueblos.

Nota emitida en el programa radial "Desde la Gente", de LT8 Radio Rosario, República Argentina, el martes 04/02/03 y publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar

Tomado de Rebelión

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